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PABLO RIEZNIK, dirigente del Partido Obrero

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26 de noviembre 2009

Es cierto que el título de la convocatoria puede parecer demasiado amplio. Pretendí desde un principio, inclusive conversando con los autores de esta iniciativa, que el hecho de remitirlo a Berlín, de lo cual se cumplen ahora 20 años, le daba a esa apelación genérica, un contenido muy interesante. Y muy interesante en un sentido extremadamente concreto: porque Berlín naturalmente queda en Alemania, y la cuestión alemana en la historia del marxismo y del movimiento socialista es una cuestión estratégica, yo les diría que casi desde siempre (…) En el siglo XIX, la cuestión de la unidad alemana que podía ser lograda mediante una revolución que se venía atrasando, fue considerado en el Manifiesto Comunista como el preludio de un cambio en el signo social de la época, “preludio de la revolución proletaria” decía textualmente aquel gran documento, en el entendimiento de que la revolución en Alemania coronaba la última etapa de un progreso capitalista y habría la posibilidad incluso de un derrocamiento en línea de lo que era el bastión de la reacción política en ese entonces, que era el imperio zarista.

Para Lenin, para Trotsky la revolución Alemana era en centro de la revolución mundial, naturalmente en el continente europeo, e indispensable para completar la revolución Rusa, sin lo cual pensaban, como todos en aquella época, que no subsistiría. Para la cuarta internacional, ya un siglo después, la clase obrera emergería en Alemania con la derrota del hitlerismo y se convertiría en un factor estratégico de la revolución europea. Y precisamente porque de acuerdo a un célebre artículo de Trotsky “el comunismo, el stalinismo no se levantará jamás, la clase obrera alemana sí” con la derrota del hitlerismo hubo un operativo verdaderamente criminal en la posguerra del imperialismo de un lado y quizás menos conocido del stalinismo del otro, por masacrar y dividir al pueblo alemán. Hace poco tiempo se celebró – se festejan mucho los aniversarios – el bombardeo de Dresde hecho cuando ya Hitler ya estaba completamente reducido, y con el único objetivo de reducir la nada a la población alemana del lado de los aliados occidentales. Pero el stalinismo no se quedó en chiquitas en relación a esto. El stalinismo, para evitar el resurgimiento de la cuestión alemana ahora dominada por la clase obrera, cometió el leso-internacionalismo de cobrar reparaciones de guerra a la Alemania derrotada, saqueó su industria, expulsó a millones de alemanes de Polonia, la cual había sacado un pedazo después del avance del Ejército Rojo para compensarla, y como dicen los ingleses, por último pero no menos importante, desarrolló una política de brutalización de los alemanas que no tiene parangón, que incluía la violación sistemática y metódica de las mujeres por el Ejército Rojo, en la política del “ojo por ojo, diente por diente”. Churchil había dicho que a los alemanes, luego de la derrota, para evitar que resurgiera aquella amenaza vigente en el siglo XXI, había que darle sopa a la mañana, sopa al medio día, sopa a la noche, lo estricto para que no se murieran. Y Stalin, “ojo por ojo, diente por diente”. En esas circunstancias, la cuestión alemana volvió a resurgir con la nación dividida y el proletariado dividido.

Miren, es posible que Perry Anderson, admitámoslo, como dice Nestor, señale que el neoliberalismo comience con Pinochet en el ’73. Porque en realidad, la reacción del capital a la gran crisis del ’68 al ’75, incluye a Pinochet y a Videla. Pero no sólo (…). Cuando en el año ’75 la revolución golpeó la puerta de Europa, me refiero a Portugal, en Portugal no terminaron con la revolución con Pinochet y Videla. Terminaron con la democracia. En el ’75 se firmó un tratado, lo firmó el Papa en Helsinski, recomendando la democracia, la libertad de circulación de bienes y personas con el planteo en definitiva de colonizar económicamente y avanzar hacia la restauración capitalista en el Este (…) Y la izquierda mundial fue cooptada para esto. No se puede analizar el proceso de Berlín y el proceso de la restauración, sin esta enorme crisis de dirección, que naturalmente interviene en los episodios de Berlín. En diciembre de 1989 y enero y febrero, después del derrumbe del muro, hubo movilizaciones enormes y estuvo a punto de plantearse la Huelga General para derrocar al régimen ya muy golpeado de los burócratas del Este. El Nuevo Foro, en nombre de la “progresividad” de Alemania Oriental, y sobre todo de la necesidad de reformas y no de revolución, se opuso a esto y rápidamente ofrecerle una retirada ordenada del régimen político, que nunca, a pesar de estar enormemente golpeado, dejó de tener las riendas del Estado alemán, porque finalmente no era amenazada, fuera de la enorme movilización popular, por una dirección capaz de rematar ese desarrollo. Como sucedió en el resto de la restauración.

Entonces, lo que puso de relieve 1989 fue un proceso tremendamente interesante que nosotros tenemos que caracterizar. Porque cuando señalamos ya en febrero del año ’90, tres meses después de que había caído el muro y había triunfado en las elecciones la Democracia Cristiana, que gobernó con los stalinistas todo este tiempo, que los sucesos de noviembre y diciembre pasados que acabaron con la inmovilidad de los stalinistas y con el muro de Berlín, no fueron una revolución, sino una semi-revolución lo cual hasta cierto punto relativamente significa, que fue una contrarrevolución, por esta carencia. Es decir, sin una dirección, sin un partido como el de Lenin y Trotsky, sin bolchevismo, la perspectiva histórica de una revolución puede patinar, y patina. No tuvimos la unidad de Alemania. Tuvimos la anexión capitalista de la Alemania Oriental con ese contenido contrarrevolucionario previsto por nosotros y por lo tanto no consagró la unidad. Todavía Alemania hoy es una Alemania de dos velocidades. Una Alemania rica y una Alemania pobre del otro lado. Y ahora, ese proceso alemán y ese proceso general de la restauración capitalista, está dominado por una crisis mundial del capitalismo que plantea la cuestión central de la época: la decadencia de un sistema mundial que requiere, para la transformación social que necesitamos, una política, una dirección, una orientación estratégica, en definitiva, una política de partido.

Y en el abandono de aquellos principios de la política estratégica y del programa revolucionario, tenemos también la razón del alargamiento más allá de lo que muchos hubieran querido, de este sistema decrépito. Contribuyamos a las lecciones del pasado, a aprender de la táctica y de la estrategia política para no caer en los errores de los grandes compañeros que también nos precedieron. Gracias.

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