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Internacional

XENOFOBIA Y RACISMO EN LA ITALIA DE BERLUSCONI

Ola de ataques contra los inmigrantes en Italia

Precarias viviendas y casillas quemadas, semblantes serios de los ancianos y miradas atemorizadas de los niños, columnas de Roms (gitanos) que huyen de los campos nómades en los cuales vivían hasta ahora en condiciones precarias con sus escasos bienes cargados en los hombros mientras la muchedumbre los insulta, los amenaza y la policía organiza la deportación de familias enteras.

22 de mayo 2008

Precarias viviendas y casillas quemadas, semblantes serios de los ancianos y miradas atemorizadas de los niños, columnas de Roms (gitanos) que huyen de los campos nómades en los cuales vivían hasta ahora en condiciones precarias con sus escasos bienes cargados en los hombros mientras la muchedumbre los insulta, los amenaza y la policía organiza la deportación de familias enteras. A casi 70 años de las políticas de depuración étnica nazi que se cobró la vida de 200.000 de ellos durante la Segunda Guerra mundial. Estas son las escenas escalofriantes que se vivieron en la periferia Este de Nápoles estos últimos días y que se repitieron en distintas ciudades del país mientras se multiplicaban agresiones a inmigrantes de Europa del Este. Al mismo tiempo, en un clima de creciente racismo y xenofobia, el recién electo gobierno de Berlusconi reproduce las operaciones “legales” de caza de inmigrantes ilegales mientras que se apresta a adoptar un nuevo “paquete de seguridad”, medidas represivas centradas en “el problema de la inmigración”, transformado en el problema italiano por antonomasia tanto por el centro derecha como por el centro izquierda.

Los pogroms de Nápoles

En Ponticelli, una de las barriadas ultradegradadas de la periferia Este de Nápoles, los pogroms organizados para desalojar los asentamientos de Roms rumanos empezaron luego del secuestro fallido de una criatura por parte de una rom menor de edad. La noticia se difundió como un reguero de pólvora, inflada luego a nivel nacional por los medios de comunicación. Fueron cientos de personas las que se lanzaron al ataque contra los Roms en Nápoles, en pleno día, bajo la mirada cómplice de las fuerzas de policía (presenciando los pogroms sólo para que la muchedumbre no linchara directamente a los Roms, lo que hubiera significado un salto intolerable para las autoridades) y destruyeron con bombas molotov las habitaciones precarias de la totalidad de los seis campos con que cuenta Ponticelli.

Ante semejantes hechos las autoridades locales y regionales plantearon que la “cólera” popular había sido instrumentalizada por la mafia napolitana, particularmente activa y presente en la zona. Los días siguientes, sin embargo, varias localidades de Italia como Novara, Milán, Génova o inclusive Roma fueron el teatro de casos semejantes de agresiones y pogroms.

En un clima de crisis social y económica que asola el país, si el descontento popular se plasmó en clave populista y reaccionaria en el voto a la alianza derechista liderada por Berlusconi en las últimas elecciones anticipadas, esta vez operó un nuevo salto tal como lo atestigua el brutal y preocupante desencadenamiento de violencia racista anti Rom.

Los inmigrantes en Italia

Italia, igual que otros países de la cuenca mediterránea como España o Portugal, pasaron a ser en los últimos años países con importante inmigración externa que modificó profundamente la morfología de las clases subalternas de aquellos países, siendo el proletariado inmigrante un componente importante de su mano de obra.

Esto no sólo se explica por la ubicación geográfica como “puertas de entrada” de la inmigración legal o clandestina con destino a Europa. En el caso italiano, esta situación está vinculada también en gran parte a las importantes mutaciones ocurridas en los países de Europa del Este en la última década: la restauración capitalista en Europa oriental permitió el afianzamiento de las multinacionales y de los capitales occidentales en la región convirtiendo por ejemplo a Italia en uno de los principales inversores extranjeros en Rumania y Bulgaria, llegando a controlar importantes sectores económicos.

Aquella semicolonización, que estuvo acompañada por la integración a la Unión Europea de buena parte de aquellos países generó también un importante flujo migratorio hacia Europa occidental, una inmigración forzada de millones de trabajadores y trabajadoras y sus familias en busca de una mejora de sus condiciones de vida.

Los inmigrantes de Europa del Este en Italia superan la cantidad de inmigrantes provenientes de África, Asia o América Latina. Esta inmigración alimenta un ejército de reserva en el cual se basan sectores centrales de la economía italiana, tanto en los servicios como en la industria y la construcción. Al mismo tiempo es utilizada por la patronal para hacer bajar los salarios siendo los trabajadores inmigrantes un sector mucho más presionable del proletariado. A su vez hay enormes sectores marginalizados de los circuitos económicos más importantes, como es el caso de los Roms que se ocupan mayoritariamente de actividades periféricas como el reciclaje de los escombros de las obras de construcción, trabajan de vendedores ambulantes, etc. Bien sabe el gobierno que mientras anuncia con bombos y platillos un reforzamiento de las medidas legales para luchar contra la inmigración clandestina, la mayoría de las veces los sectores claves de la economía italiana, desde el turismo hasta la construcción pasando por la agroindustria, se basan en una mano de obra inmigrante legal o clandestina.

El nuevo gobierno de Berlusconi

El discurso reaccionario sobre la “seguridad” alimentado por el centro izquierda con el respaldo de la “izquierda radical” abonó el terreno de la campaña electoral que en gran parte giró alrededor de aquella problemática. A pesar de tener un discurso casi idéntico en muchos aspectos, terminó ganando en este punto tanto a nivel nacional como por ejemplo en la capital, la heterogénea y populista coalición de centro derecha de Berlusconi, integrada por los post-fascistas de Alianza Nacional y la racista Liga Norte que afianzaron en forma preocupante su peso electoral en sectores populares y obreros.

El gobierno multiplicó desde su reciente conformación las operaciones que pretenden ser golpes de efecto para mostrar que se estaría tratando de resolver por las buenas o por las malas los problemas del país. Mientras que La Russa, ministro de Defensa, anuncia el envío del ejército para solucionar el problema de la basura en Nápoles, se lanzan operaciones antiinmigrantes, se anuncian proyectos de ley más represivos (que en última instancia sólo retoman en forma más demagógica aun las principales medidas adoptadas bajo el gobierno anterior).

Todo esto favorece un clima de tensión en el cual intervienen sectores afines al gobierno o más a la derecha y que la coalición berlusconiana controla sólo en cierta medida. Mientras que el discurso procatólico y retrógrada del gobierno favoreció directamente, a tres días de la victoria de Berlusconi, el ataque por parte de una banda fascista al centro de cultura homosexual Mario Mieli de Roma, es su orientación xenófoba y racista la que abona el terreno que llevó a los pogroms de los últimos días en Nápoles y otras ciudades.

Esta situación no deja de preocupar a los sectores más lúcidos de la burguesía italiana, pero también a sectores del establishment europeo como lo demostraron las objeciones de los medios de comunicación del continente, así como las declaraciones de la vicepresidenta primera del gobierno español De la Vega que repudió hipócritamente los hechos sucedidos en Nápoles.

En este contexto, como era de esperarse tomando en cuenta la orientación política del centro izquierda italiano -inclusive estando en la oposición-, el Partido Demócrata (PD) lejos de escandalizarse ante semejante situación, no sólo retomó las posiciones de la Conferencia Episcopal: “con la cólera y la violencia no se llega a ninguna parte”, sino que localmente alimentó los pogroms. En Ponticelli, el PD empapeló toda la ciudad con un cartel que exigía el desalojo de los Roms. El PD de Veltroni siguió con su orientación de diálogo constructivo con Berlusconi, que en estos primeros días de gobierno está tratando de ubicarse en forma mucho más dialogadora y menos revanchista en relación al centroizquierda y las confederaciones sindicales que hace siete años, cuando había ganado por segunda vez las elecciones legislativas.
La orientación del PD también se refleja en la posición de los tres principales sindicatos confederales y de la CGIL en particular, cuya ubicación también confluyó con la de la Conferencia Episcopal Italiana. No piensan organizar ninguna acción mientras se está discutiendo el futuro Decreto de Ley sobre la Seguridad cuyas consecuencias inmediatas serán una mayor atomización y división del proletariado en Italia.

Ante esta situación, la tarea central y urgente de toda la vanguardia de clase y juvenil en Italia es estar en la primera línea de defensa de los trabajadores inmigrantes y sus familias, empezando por la defensa incondicional de los Roms en un momento en el que son el objeto de ataques fascistas. Es importante la moción de defensa de los inmigrantes adoptada por la Asamblea Nacional de Trabajadores y Delegados del sindicalismo de base promovido por el RdB-CUB, SdL y Cobas que tuvo lugar en Milán el 17/5, aunque todavía insuficiente al no votarse acciones concretas en este sentido. Las organizaciones obreras y políticas de izquierda no pueden dejarse arrastrar por los prejuicios que gangrenan a la clase obrera y los sectores populares en Italia, y por el contrario deben demostrar la estrecha vinculación existente entre las reivindicaciones de los trabajadores inmigrantes con las de los italianos. Por otro lado, la propaganda racista del gobierno Berlusconi, sus decretos xenófobos y los ataques fascistoides contra los inmigrantes no se puede separar de una denuncia clara del papel del imperialismo italiano y sus ocupaciones militares como en los Balcanes o Afganistán.

Italia, 20 de mayo de 2008

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