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Internacional

ESTADOS UNIDOS

Nuevos ataques contra los inmigrantes

En un contexto de malestar sostenido con la política exterior del gobierno de George W. Bush y crecientes preocupaciones por las consecuencias de la caída del mercado inmobiliario y la crisis financiera, millones de inmigrantes en Estados Unidos viven y trabajan en un virtual estado de sitio, con la guadaña del arresto y la deportación sobre sus cabezas.

Celeste Murillo

20 de septiembre 2007

En mayo de 2006 se movilizaron millones de personas, en su mayoría latinos, contra el intento de transformar en criminales a los más de 12 millones de inmigrantes ilegales. Importantes sectores salieron de la sombra de la opresión y la explotación para exigir derechos democráticos elementales que la democracia imperialista les niega, mientras explota inescrupulosamente la mano de obra barata que representan los latinos en importantes sectores de la economía. Esto abrió un debate en la sociedad, donde subsisten prejuicios racistas que permiten a los patrones sembrar división entre blancos, negros y latinos, entre otros. En este contexto, se endurecieron los ataques contra los inmigrantes, que los trabajadores latinos y sus familias intentan resistir.

Ganancia patronal y esclavitud moderna

Entre los impulsores de la ley de “trabajadores invitados” y la supuesta legislación migratoria “comprensiva” hay empresarios y la misma Cámara de Comercio yanqui. Esta es la ley que se presentó como “alternativa” a las propuestas más reaccionarias. Pero la “invitación” de la patronal norteamericana tiene condiciones: bajos salarios, jornadas interminables, prohibida la sindicalización y, por supuesto, fecha de vencimiento. Los trabajadores “invitados” no podrán quedarse, a menos que el buen patrón así lo desee.

Muchas organizaciones de derechos humanos han señalado la propuesta ley como esclavitud moderna y no exageran. Además, la ley tiene otras joyitas como el muro con vallas electrificadas y la militarización de la frontera con México, porque “lo primero es la seguridad nacional”. Eso sí, quienes quieran regularizar su situación, pueden hacerlo... después de 7 años de trámites, multas inaccesibles para los trabajadores y haber pagado puntualmente los impuestos. Esta es la interpretación peculiar de los empresarios de abrir un “camino para la legalización”.

No hay mal menor y las “alternativas” que ofrecen los empresarios y sus partidos no responden a las demandas de los inmigrantes. La única forma de frenar las leyes racistas y esclavistas, tanto las duras como las “light”, es desarrollar la movilización independiente.

Impasse del debate migratorio y nuevos ataques

El fracaso de un acuerdo parlamentario y la tibieza de las direcciones del movimiento de inmigrantes, que optaron por la presión a los partidos patronales, llevaron al vacío legal actual. Este vacío perjudica a los trabajadores inmigrantes que ven día a día cómo sus derechos son avasallados de la peor manera. Desde el año pasado se han endurecido las medidas contra el empleo de mano de obra ilegal, pero el castigo se aplica contra los trabajadores y no contra los patrones inescrupulosos.

Los recursos más utilizados son las cartas “no-match” y las redadas en los lugares de trabajo. Las cartas “no-match” (en inglés, “no coincide”) avisan a los empleadores que los datos declarados por los trabajadores no coinciden con los datos del Instituto de Seguro Social (similar al ANSES en nuestro país). Es una de las razones más comunes que usan los empresarios para despedir a trabajadores que exigen mejores condiciones laborales o los que se organizan sindicalmente. Aunque los inmigrantes indocumentados siempre han vivido perseguidos en EE.UU., entre octubre de 2006 y junio de 2007, casi 150 mil personas fueron deportadas, lo que muestra que reina un clima hostil y no un impasse.

Durante estos meses aumentaron las redadas de la ICE (policía migratoria, mejor dicho, anti-inmigrantes). Por ejemplo, el sindicato de los trabajadores de la alimentación denunció detenciones y deportaciones de la ICE en la fábrica Swift, donde fueron arrestados 1.297 trabajadores, de los cuales 649 fueron deportados en marzo de este año.

Los agentes de la ICE irrumpen en lugares de trabajo, detienen a los trabajadores y los llevan a los centros de detención, donde se denuncian abusos, brutalidad policial, condiciones infrahumanas de detención y hacinamiento. Recientemente salió a la luz la muerte de la inmigrante Victoria Arellano en un centro de detención luego de que se le negara atención médica.

Producto de estos arrestos muchas familias son separadas, los trabajadores y trabajadoras no pueden regresar a sus casas y sus hijos nacidos en EE.UU. quedan al cuidado de familiares en el mejor de los casos o totalmente desamparados. El caso más conocido de fue el de Elvira Arellano, que había pasado un año refugiada con su hijo en una iglesia en Chicago para evitar ser deportada.

Trabajadora de limpieza, había sido arrestada en un operativo “anti-terrorista” típico de la era post-2001 y se negó a presentarse ante la justicia, transformándose así en la cara del movimiento inmigrante. Arellano fue finalmente deportada a fines de agosto frente a una iglesia cuando salía para una marcha por los derechos de los inmigrantes. El último 12/9, ella en Tijuana y su hijo de 8 años en Washington, encabezaron movilizaciones paralelas contra las deportaciones.

Muestras de resistencia

En varias ciudades se resisten las redadas en los barrios latinos, con marchas, a través de las radios locales, denunciando a los policías, avisando a los inmigrantes e incluso ha llegado a haber encontronazos con los efectivos de la ICE en Los Angeles, sobre todo en la zona sur (de mayoría latina) donde en las entradas de algunos barrios latinos hay carteles que dicen “Fuera la ICE”.

Sin embargo, la muestra de resistencia más significativa y exitosa ha sido la huelga victoriosa de 118 trabajadores en una fábrica de jabón en Chicago. En agosto un grupo de inmigrantes subcontratados recibió la carta “no match”, y si no demostraban su status legal serían despedidos y deportados. La mayoría de ellos era ilegal, y a pesar de no tener sindicato decidieron salir a la huelga, con un piquete para impedir la entrada de rompehuelgas y la salida de containers. La medida tuvo el respaldo del sindicato de camioneros (de gran tradición y fuerte presencia latina), que se negó a cruzar la línea de piquetes. La empresa Cygnus, fabricante de los jabones y detergentes de Wal-Mart, pensó que sería fácil despedirlos. Pero los trabajadores, en su mayoría mexicanos y salvadoreños, decidieron resistir con sus propios métodos. Incluso cuando la empresa les ofreció un acuerdo que sólo contemplaba a los 8 trabajadores permanentes de la planta, la asamblea obrera votó “entramos todos o no entra nadie”. Y una vez alcanzado el acuerdo los trabajadores se negaron a firmar antes de que lo aprobara la asamblea. El ejemplo de esta lucha muestra que la mejor forma de evitar despidos y deportaciones es la unidad de clase, la democracia obrera y la huelga, que toca lo más sensible para los capitalistas: sus ganancias. Los trabajadores de Cygnus lograron en una semana lo que los dirigentes no han logrado en meses de lobby y negociación con los sindicatos y el partido Demócrata. Los 118 trabajadores volvieron al trabajo, sin represalias, y no habrá deportaciones. Es imposible confiar ingenuamente en que la patronal respete el acuerdo, pero estos trabajadores están hoy mucho más fortalecidos para enfrentar futuros ataques.

El triunfo de los trabajadores inmigrantes en su lucha por sus derechos democráticos, contrariamente a los prejuicios racistas que alientan los patrones, fortalece la lucha del conjunto de la clase obrera norteamericana.

Los latinos, un sector cada vez más fuerte en la clase obrera

Los latinos son la primera minoría, 43 millones de personas –12 millones son ilegales- en un país de más de 300 millones. Los latinos representan una gran parte de los trabajos peores pagos, los puestos de trabajo más precarios, el 50% de ellos no tiene seguro médico (en EE.UU. no existe la salud pública ni obras sociales), y al mismo tiempo son cada vez más en los servicios, agricultura e incluso la industria. En la clase obrera norteamericana hay hoy casi 20 millones de trabajadores que son inmigrantes, el 15% de la fuerza laboral (estudio realizado en 2006 por el Instituto de Políticas de Migración).

Más importante aún es el crecimiento de los inmigrantes entre los 15.36 millones de trabajadores sindicalizados (el 12%): más de 2 millones. Muy a pesar de la política históricamente xenófoba y la actual parálisis de la burocracia sindical frente a los ataques que sufren los trabajadores extranjeros, 1 de cada 10 sindicalizados es inmigrante. Esto es muy significativo en un país donde la afiliación sindical viene en baja desde hace años (sólo el 10% tiene sindicato) -en el mismo período la cantidad de obreros nacidos en EE.UU. sindicalizados cayó un 9%-. Sin dejar de ver el problema de la caída en la sindicalización –sobre todo en la industria-, y que sólo un 10% de los inmigrantes está organizado en sindicatos, la creciente participación sindical latina es alentadora ya que representa sectores jóvenes de la clase obrera en lugares importantes de la economía y puede mostrar una tendencia a fortalecer y transformar los viejos sindicatos, así como lo hicieron los inmigrantes a principios del siglo XX.

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