La construcción del Tren Bala es una verdadera estafa para los trabajadores y el pueblo. El supuesto “salto a la modernidad” no es más que un gran negocio de 4.000 millones de dólares que los Kirchner le entregan al monopolio francés Alstom y al grupo macrista Iecsa. Se estima que el pasaje costará aproximadamente $600, un lujo de uso exclusivo para las clases más acomodadas y una burla descarada a millones de trabajadores que se trasladan diariamente como ganado en condiciones deplorables.
Mientras tanto, los concesionarios siguen embolsando suculentos subsidios estatales, y empresarios como Roberto Urquía, senador kirchnerista y dueño de Aceitera General Deheza, hasta tienen su propio ferrocarril, al igual que Macri y dirigentes sindicales como Moyano, Pedraza de la Unión Ferroviaria y Maturano de La Fraternidad, que detentan el control del Belgrano Cargas.
Para recuperar el ferrocarril en función de las necesidades de las grandes masas sería un despropósito volver al “viejo sistema ferroviario”, ese que fue administrado por una camarilla de burócratas corrompidos, vinculados a distintos grupos capitalistas, que prepararon las bases de la privatización. Sólo la renacionalización de los ferrocarriles bajo administración directa de los trabajadores y los usuarios puede proporcionar efectivamente un servicio eficiente y cómodo como merecen las grandes mayorías populares, así como una planificación democrática para reorganizar el servicio sobre nuevas bases.