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MUJER

NO es NO, en un boliche también

El lunes 21 se conoció lo ocurrido durante el fin de semana en un boliche de Capital Federal, donde 4 hombres violaron a una joven en una fiesta denominada @lternativ@. En varios medios, redes sociales y páginas web donde se publicó la noticia se discutió sobre si el haber sucedido en un local nocturno volvía menos grave el hecho, ante lo que hay que ser claros: si una persona no da su consentimiento para mantener una relación sexual, se trata de una violación, así haya ocurrido en la calle, en una casa o en un boliche, como en este caso. NO significa siempre NO.

Verónica Zaldívar

24 de julio 2014

NO es NO, en un boliche también

Obviaremos dar aquí detalles de lo que pasó en el boliche ubicado en pleno Congreso, en avenida Rivadavia 1910, porque ya fue contado por la propia víctima y reproducido por numerosos medios. Éstos se hicieron eco de la denuncia y las repercusiones no tardaron en llegar. Muchos comentarios que se están haciendo respecto al caso traslucen el más brutal pensamiento machista; ubican a la víctima en el banquillo de los acusados, poniendo en duda que los hechos hayan ocurrido como los relata y sus intenciones al hacer la denuncia. En las redes y en algunos programas de televisión puede apreciarse la clásica seguidilla de “sanciones” sociales, las que se oyen cada vez que una mujer se anima a denunciar una agresión sexual. Dirán que si estaba en un boliche seguro buscaba un tipo. Juzgarán cómo estaba vestida, si estaría “provocando”. Se preguntarán si habría tomado alcohol, o si pretende ganar plata con la denuncia. Y, cruelmente, indagarán quizás si realmente se defendió todo lo que pudo para evitar la violación. Hay quienes sostienen que una mujer debe defender hasta las últimas consecuencias su “honor”, aunque pierda la vida en ello o salga más lastimada todavía; esta postura demuestra un profundo desprecio hacia la vida de las mujeres. Ni los moretones en todo el cuerpo, ni el crudo relato entrecortado por el llanto ni las lesiones íntimas serán suficiente “prueba” para quienes sostienen algunos de los argumentos que describimos más arriba.

Una cadena de complicidades y maltratos

A partir de la divulgación de este hecho, se recibieron ya una decena de llamados relatando situaciones similares; incluso varios hombres dijeron haber sido testigos en algunos casos. Evidentemente, se trató de un disparador para hablar de eso de lo que cuesta tanto hablar, porque se teme al juicio social, la incomprensión, a más maltrato que se sume al que ya se recibió por parte del agresor. Ese segundo tipo de maltrato empezó para esta joven ni bien logró escaparse de los violadores: en la puerta del boliche, ni ella ni sus amigas lograron que el personal que estaba ahí les dirigiera siquiera la palabra; ¡ni las miraban!. Una persona que estaba en la fiesta llamó a la policía, que nunca apareció; esto no sorprende, ya que generalmente existen acuerdos previos entre las fuerzas represivas y los empresarios de la noche, donde comparten todo tipo de “negocios” muy redituables para ambas partes. Por eso mismo, cuando ella fue a la comisaría de la zona, recién le tomaron la denuncia entrada la noche; buscaban que, como en muchos otros casos, la espera de todo el día la hiciera desistir. En la larga cadena de complicidades que deben investigarse y que arranca por los que cometieron la violación, también ocupan un lugar fundamental los dueños del local y los organizadores de la fiesta; todos ellos tienen responsabilidad en lo que ocurrió puertas adentro. De acuerdo a lo que se informó, el local conocido por nombres como Le Click o La Negra sería explotado por la firma Kabeboco S.A. Unas líneas aparte merecen los funcionarios del Gobierno de la Ciudad a cargo del control de locales nocturnos, que al ser consultados deslindaron cualquier tipo de responsabilidad en el tema, empezando por su jefe máximo Juan José Centurión.

Frente a este nuevo y terrible caso, hay que decir bien fuerte y claro, nuevamente: cuando una mujer dice NO es NO. Una y otra vez, aunque intenten convencernos de que “algo habremos hecho”. Ni salir de noche, ni usar ropa ajustada, ni siquiera demostrarle a alguien que nos gusta, es una autorización para que nuestro cuerpo esté a su disposición, para dañarnos, para forzarnos.

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