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Breves

Mundo Feliz

15 de marzo 2007

Cuando la tragedia alcanza ciertos extremos suele asimilar los ribetes de una comedia desopilante. Por eso algunos marcaban la conveniencia de seleccionar estibadores, otros señalaban las ventajas de una salud que equilibre el trabajo intelectual y el trabajo físico y los más jocosos se inclinaban por instaurar un nuevo deporte nacional. Es que hace más de un año que los ascensores y montacargas del pabellón central del Hospital Borda dejaron de funcionar para adquirir sintonía con una estructura edilicia obsoleta que se cae a pedazos. "Un discapacitado mental es como un viejito: de un escalón a otro, se tropieza, se cae y rompe la cabeza", acotaba la psicóloga de guardia Mirta Carrasone. En contrapartida y batiendo todos los récords, los enfermeros del Hospital Borda están embarcados en la maratón diaria de subir y bajar los cuatro pisos del neuropsiquiátrico cargando a cientos de pacientes sobre sus hombros. Los enfermeros no tienen más remedio que practicar este deporte forzoso apelando a la ayuda de los internos más lúcidos, quienes se destacan improvisando camillas precarias y oficiando de mulas que arrean a los pacientes más delicados. Claro que a pesar del esfuerzo, cualquier emergencia puede acabar ciertamente en la peor de las previsiones. Los tiempos son inflexibles cuando se trata de urgencias como un infarto, determinando una frontera muy delgada entre la vida y la muerte. Pero por suerte los funcionarios del gobierno se comprometieron a reparar los ascensores ... en cuatro meses, así como aseguraron concluir las refacciones edilicias ... en cuatro años. La sensibilidad de los "progresistas" cada tanto se permite una licencia observando que la salud es un "derecho inalienable", desde ya un exabrupto que los empresarios de la medicina privada toleran embolsando subsidios y ganancias siderales.

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