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Comunicados de prensa

Una argentina que combatió en la Revolución Española

Mika Etchebéhere

Prensa PTS

7 de julio 2006

El 14 de marzo de 1902 nació Micaela Feldman en la colonia judía Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe, Argentina. Sus padres fueron rusos judíos que huyeron de los pogroms y el terror zarista años antes de su nacimiento. Ella crece en la ciudad de Rosario, en medio de los relatos de revolucionarios fugados de Siberia y de las cárceles rusas. A los catorce años, mientras cursaba el secundario en el colegio nacional, adhiere a un grupo anarquista. Más tarde junto a Eva Vivé, Juana Pauna y otras militantes libertarias, integra la Agrupación Femenina Luisa Michel.

En 1920 llega a Buenos Aires a estudiar odontología. Es parte del ala izquierda del movimiento de la Reforma Universitaria. Se liga al grupo Insurrexit que edita una revista que, aunque informa y fija posición ante los conflictos estudiantiles, tiene como principal objetivo la lucha por la “unidad obrero-estudiantil”. Allí conoce a Hipólito Etcheb˜éhére, su compañero de vida y de militancia durante su juventud. Este grupo comienza siendo anarquista; pero, bajo la influencia de la Revolución Rusa, va girando hacia el marxismo. En el número cuatro de la revista, Mika polemiza con las sufragistas porque no comprenden que sin revolución social no habrá emancipación de la mujer y porque los derechos políticos, el voto y el parlamento no conducen a la emancipación anunciada.

Decididos a dedicar sus vidas a la militancia revolucionaria, los jóvenes miembros de Insurrexit ingresan al Partido Comunista Argentino. Ella forma grupos de mujeres comunistas, colaborando en la organización de los trabajadores agrícolas, y se destaca como oradora en la puerta de fábrica o en la calle, durante las campañas electorales.

Luego del VII° Congreso del Partido Comunista, en diciembre de 1925, un grupo es expulsado por cuestionar la política de la Internacional Comunista: Mika está entre ellos. A principios de 1926, fundan el Partido Comunista Obrero. Mika es encargada de la Comisión de Propaganda entre las mujeres. Editan el periódico La Chispa.

Hipólito enferma de tuberculosis. Van a la Patagonia donde viven de la renta obtenida de un consultorio dentista ambulante. Establecerse allí fue una tentación para ellos, pero su pasión revolucionaria pudo más y se fueron a Europa en busca de la lucha de clases.

Europa en llamas

Mika e Hipólito llegan a Madrid en junio de 1931. Luego se trasladan a Francia, donde continúan ligados a los grupos de la oposición de izquierda que aún forman parte de los partidos comunistas. (...).

En octubre de 1932, llegan a Berlín y presencian una nueva derrota de la clase obrera alemana: el PC alemán trataba a los obreros socialdemócratas de socialfascistas, negándose a luchar por la unidad de las filas obreras, única vía para derrotar al fascismo. Mika e Hipólito regresaron a París, pero ni la derrota del proletariado ni las penurias económicas que la pareja atravesaba los desviaron de sus convicciones. Luego de la debacle de la Internacional Comunista, la clave era reagrupar a las fuerzas revolucionarias. Apenas llegan, dedican todas sus energías a reagrupar a los oposicionistas, especialmente a los alemanes, que están en el exilio.

La Revolución Española

España, toda decadencia. El estado español, preso de las tradiciones de la monarquía y de la Iglesia nunca se recuperó de la pérdida de sus colonias americanas y eso configuró su atraso particular con respecto a los países centrales de Europa. En su seno se debatían una burguesía raquítica subsidiaria de los capitales extranjeros, la monarquía despótica y la Iglesia medieval, propietarias de la tierra; un enorme campesinado, un proletariado joven y aguerrido y los sectores de intelectuales, artistas y estudiantes en efervescencia.

En 1930 cae el dictador Primo de Rivera, producto de la podredumbre de la vieja sociedad y no del impulso de una nueva. Al año siguiente asume un gobierno republicano, de la mano de la burguesía. Se suceden las huelgas y las luchas obreras y campesinas. La derecha española se reorganiza y comienza la represión, que coartó todas las libertades democráticas y encarceló a miles de luchadoras y luchadores obreros y populares.

Corre 1934. Surge la Comuna de Asturias. Mika e Hipólito preparan sus papeles para ir al encuentro de este adelanto de la revolución. Pero el movimiento de los mineros, aislado y abandonado por las principales direcciones del proletariado español, es reprimido con saña. Hipólito llegó a escribir un folleto sobre Asturias que luego se perdió en Barcelona cuando el stalinismo saqueó las oficinas del POUM. 

El 5 de octubre de ese año estalla la lucha de los mineros asturianos en la Cuenca de Mieres. La convocatoria de los socialistas de una huelga general pacífica, para frenar el acceso de la derecha al gobierno, que ellos consideraban la antesala del fascismo, fue contestada por los mineros asturianos con la insurrección. La burguesía subestimó las amenazas de los dirigentes socialistas de desencadenar la revolución, creyendo que ellos no iban a llevar adelante un alzamiento obrero serio. Pero no tuvieron en cuenta que los trabajadores, especialmente los mineros sí estaban dispuestos a llegar hasta el final. Mientras en el resto del estado, la izquierda, a excepción de la mayoría de la CNT que se mantenía neutral y se desentendía de lo que hicieran los socialistas y el resto de las organizaciones obreras, fracasaba o se limitaba a seguir la huelga general convocada por el PSOE y la UGT; los mineros asturianos, dirigidos por sus partidos y sindicatos locales, tradujeron la llamada de sus dirigentes en un alzamiento revolucionario. En pocas horas los mineros, armados con algunos fusiles y los tradicionales cartuchos de dinamita, se adueñaron de la región venciendo a los cuerpos policiales y acorralando a los efectivos militares en sus cuarteles. Inmediatamente surgieron por doquier organismos locales, llamados Alianzas Obreras, que sustituyeron al Estado y administraron el nuevo orden revolucionario.

Crearon milicias, aseguraron la llegada de víveres a las poblaciones y mantuvieron en funcionamiento las fábricas y las minas. Construyeron camiones y blindados, e incluso llegaron a fabricar combustible a partir del carbón, para paliar la falta de gasolina. La Comuna, a pesar de estar aislada del resto del país, consiguió sobrevivir durante más de quince días, frente a las tropas del gobierno, más numerosas, y mejor armadas y organizadas. Era un nuevo adelanto de la tragedia del proletariado español: la mayor combatividad de las masas sacrificada por no contar con una dirección revolucionaria.

Corre 1935 y la salud de Hipólito empeora. Pasa seis meses en un sanatorio en las afueras de París y Mika queda en la ciudad. A fines de ese año, la clase obrera yergue su cabeza, enfrentando tanto a la oligarquía como a los republicanos. El 4 de noviembre el POUM dirigía a los partidos obreros la propuesta de una “Alianza obrera nacional” en las elecciones. El 22, aunque no excluía la posibilidad de un “acuerdo puramente circunstancial” con los burgueses republicanos, La Batalla recordaba la adhesión del POUM al “frente obrero” y rechazaba la fórmula del “Frente Popular”. Pero el POUM fue presionado por el giro a la derecha del PS –tras la victoria de Prieto sobre Caballero- y la decisión del PCE de conformar cuanto antes un “Frente Popular”. El Comité Central del 5 de enero de 1936 resolvió por unanimidad aceptar el “frente obrero-republicano”, es decir, el programa electoral elaborado entre socialistas y republicanos. El Frente Popular fue el comienzo del fin para la clase obrera española: perdieron su independencia política. (...)

En febrero de 1936, el Frente Popular, integrado por la burguesía republicana, el Partido Comunista Español, el Partido Socialista Obrero Español y el POUM ganó las elecciones. ¿Qué significó la entrada en el Frente Popular de los partidos de izquierda? Estas organizaciones, sobre todo el PSOE y los anarquistas de la CNT, que tenían una importante influencia en sectores del movimiento obrero llamaron a los trabajadores y a los campesinos a confiar en la burguesía. Una burguesía que no dudó en reprimir y asesinar a los mejores combatientes de la clase obrera. (...)

Fue ese Frente Popular, del cual el POUM terminó siendo expulsado, el que bajo las decididas órdenes de Stalin, desarmó las milicias obreras. (...). Fue el gobierno del Frente Popular el que siguió manteniendo intacta a toda la oficialidad adicta a Franco en el ejército, apenas corrida de escena en las islas Canarias, demasiado cerca como poder rearmarse y retornar, tal como sucedió.(...)

En 1936, con dos meses de diferencia, Hipólito y Mika arriban a Madrid. Hipo necesita el aire de España por motivos de salud. Sus espíritus indomables necesitan los aires de la revolución. Le confían a Hipólito el mando de una milicia del POUM. En el trayecto a Guadalajara, otros voluntarios se suman a la columna, atraídos por el ascendiente de Hipólito. Pasaron a Sigüenza, donde la columna del POUM venció a los fascistas. “Aquí el que manda no debe agacharse cuando silban las balas, me respondía. Ya sabes que el valor físico es la cualidad máxima en España. Para que los demás avancen, el jefe debe marchar el primero, aunque sepa que puede morir.” Son las palabras de Hipólito que Mika recuerda en su libro.

Las memorias de la revolución española son inmortalizadas por Mika en Mi guerra de España, un crudo y bello relato del heroísmo de los obreros y los campesinos españoles y de la traición de los partidos obreros dirigentes a su propia clase.

El 16 de agosto, en las afueras de Atienza, en medio de un combate, Hipólito cae. A la mañana siguiente de la muerte de Hipólito Mika nos cuenta “El sargento de la Legión viene a decirme que los hombres se niegan a barrer y a recoger sus camas porque es un trabajo de mujeres que pueden hacer nuestras cuatro milicianas.
-Aquí solamente se exige que los hombres hagan la limpieza. En el batallón de la “Pasionaria” las muchachas lo hacen todo, hasta lavan la ropa y remiendan los calcetines...
Con mucha calma y sin la menor ironía, le pregunto: - ¿Así que tú crees que yo debo lavarte los calcetines?
Un poco sorprendido por esta pregunta que lo pone en ridículo por lo absurda, contesta muy convencido: - Tú no, claro está...
-Ni las otras tampoco, compañeros. Y ahora me dirijo a todos. Las muchachas que están con nosotros son milicianas, no criadas. Estamos luchando por la revolución todos juntos, hombres y mujeres, de igual a igual, nadie debe olvidarlo. Y ahora, rápido, dos voluntarios para la limpieza.”
Muerto su compañero de vida, Mika decide continuar su lucha revolucionaria. De ocupar un lugar secundario en la milicia, comienza a dirigir la columna. Ella misma se revoluciona. Empuña un fusil, dirige la construcción de los refugios, distribuye las fuerzas, se ocupa de que sus compañeros tengan ropa de abrigo, una comida caliente al día y hasta les da jarabe para la tos todas las noches. Mantiene la moral de la tropa a toda costa y ejecuta las órdenes del mando, aún cuando no está de acuerdo con todas.
La revolución española pone en cuestión el lugar de las mujeres en las milicias. La columna del POUM se destaca por su valentía y por la igualdad de tareas para los varones y mujeres y así lo testimonia Mika en palabras de uno de sus camaradas: “-Si no te quitas las botas y los calcetines, tú también pillarás una gorda- dice Ernesto tendiéndome un par de calcetines entibiados frente al fuego- Te los he lavado todos. Había un montón. Te los cambias, eso sí, pero un alma caritativa debe ocuparse de lavarlos y hasta remendarlos. Como el viejo Saturnino tiene con qué coser, es él quien ha hecho el trabajo. De todos modos se habrá visto. Una mujer manda la compañía y los milicianos le lavan los calcetines. ¡Para revolución ya es bastante!”
Varias voluntarias que se sumaron a la columna del POUM provenían de la columna de la Pasionaria. En su libro, Mika recuerda las palabras de Manuela “-Me llamo Manuela...-Sí, La Fea. Paco me conoce bien. Hemos crecido en el mismo barrio, en Carabanchel Bajo. Soy de la columna “Pasionaria” pero prefiero quedarme con vosotros. Aquellos nunca quisieron dar fusiles a las muchachas. Sólo servíamos para lavar los platos y la ropa...Yo no he venido al frente a morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano.”
La Internacional Comunista, bajo las órdenes de Stalin, jugó un rol nefasto en esta revolución. Desarmó las milicias obreras y campesinas y dejó aislado al proletariado español. Pero también en el frente se hizo sentir la reacción: restringió a las milicianas a ser criadas o enfermeras. Fue totalmente coherente con la política que imponía el estado en la Unión Soviética hacia las mujeres. Las conquistas logradas con la revolución de 1917, entre otros el derecho al aborto y el derecho al divorcio, fueron cercenadas ya para 1936. Los límites de la nefasta “teoría del socialismo en un solo país” se revelaron en la miseria socializada: los comedores, las lavanderías, las guarderías y la salud pública no alcanzaban a cubrir las necesidades de los obreros y obreras y el campesinado rusos. La respuesta de la burocracia antisoviética fue la restauración de la “familia” como institución de contención y de retorno a la esfera privada de las amplias masas, mientras penalizaba el aborto y cobraba los divorcios. En la política de un partido obrero hacia las mujeres, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra se pone a prueba su carácter revolucionario. El stalinismo tampoco en este terreno pasó la prueba.
El último episodio en Sigüenza es una orden terrible: resistir encerrados en la catedral, junto a los refugiados civiles. Con pocos víveres y casi desarmados debían resistir esperando un refuerzo de Madrid que nunca llegó. ¡Cuánta energía revolucionaria despreciada! ¡Cuántas vidas sesgadas por falta de una dirección revolucionaria decidida con ascendiente sobre los heroicos obreros y campesinos españoles! Junto con algunos camaradas, finalmente Mika logra cruzar el cerco y llega a Madrid. Ya era perseguida furiosamente por las tropas fascistas por haber sometido al tribunal de guerra obrero a una espía fascista muy importante. Se reorganiza una columna del POUM y Mika ya es capitana. Combaten en La Moncloa y se debaten en Pinar de Húmera, una posición arriesgada para la que convocan especialmente a los poumistas por su valentía.
Finalmente, las diezmadas tropas del POUM se agrupan en la 14° división, dirigida por la CNT. Mientras esperan la entrada en combate, Mika organiza con otros voluntarios una escuela, para que los milicianos aprendan a leer y escribir en las trincheras. Les encomiendan una misión muy difícil: desalojar las tropas fascistas del Cerro del ˜águila. Por errores militares y políticos, junto al mal armamento de los milicianos hambrientos y en muchos casos enfermos, resulta una misión suicida que termina en derrota. Luego de la tragedia del Cerro del ˜águila, Mika nos cuenta “La voz de Cipriano Mera me llega de muy lejos, porque yo no estoy aquí. Estoy en la trinchera mirando pasar las camillas, esperando la que trae a Clavelín. Las lágrimas me empapan las mejillas, me caen hasta el cuello. Dejándolas correr con la cabeza baja, sin enjugarlas, imagino que nadie las ve. Tomándome por los hombros dice con voz severa como quien riñe a una chiquilla:
-Vamos, moza, deja de llorar. Llorando con lo valiente que eres. Claro, mujer al fin...
La frase me cruza como un latigazo. El dolor y la humillación me hacen apretar los puños y arder la cara. Levanto despacio la cabeza buscando una respuesta que lave la ofensa. Sólo acierto a decir:
-Es verdad, mujer al fin. Y tú, con todo tu anarquismo, hombre al fin, podrido de prejuicios como un varón cualquiera.” 
Aguerrida capitana por sus ideas revolucionarias, Mika vivió la revolución española en su carne y en su sangre, sin conocimientos militares, con pequeños escrúpulos éticos ante las decisiones que debía tomar frente a los desertores, la condena a los curas, los espías fascistas. Ella es consciente de algunas de las dificultades de este proceso revolucionario que impidieron la toma y el sostenimiento del poder por el proletariado. Intuye la derrota venidera sin hallar una salida. Desconfía de la República y en cierta medida del Frente Popular que traicionaron a la heroica clase obrera española. Cuestiona en su fuero íntimo la política del PC, pero no la combate abiertamente. Concentra todas sus fuerzas en las trincheras, intentando que la lucha de los trabajadores españoles no sea en vano, que deje huellas en la tradición de la clase que las generaciones venideras sepamos aprender.
Madrid cae bajo el dominio de los “nacionales” el 28 de marzo de 1939. El peligro latente, cortante, obliga a Mika a ocultarse, pero sigue su lucha desde la clandestinidad. Una patrulla franquista la detiene, y entonces encuentra asilo en un liceo francés durante seis meses, ya que tenía pasaporte de esa nacionalidad. Sus camaradas reclaman su libertad desde París. Finalmente el consulado francés la deja en un puesto fronterizo y tiempo después llega a París. Ya en plena guerra, las tropas alemanas ocupan París en junio de 1940.

Las huellas de la revolución

Ese año Mika vuelve a Buenos Aires. Se reencuentra con sus amigos insurrexistas, chispistas, trotkistas. Escribe en un semanario antifascista llamado Argentina Libre. Pero a pesar de ser profundamente anti-peronista cuestiona la alianza de sectores de izquierda con sectores liberal-conservadores. En los años del antifascismo, sin renunciar a sus convicciones, Mika colabora con la revista Sur de Vistoria Ocampo. Allí adelanta un fragmento de su libro Mi guerra de España.

En 1946 regresa al París devastado por la guerra y se reencuentra con algunos de sus amigos que también combatieron en la revolución española y con algunos oposicionistas. Mayo de 1968 la encuentra a los sesenta y seis años, ayudando a los estudiantes a levantar barricadas con adoquines en las calles de París. Pero una patrulla policial la detiene y la deposita en su casa. En 1978 participa en una marcha contra la dictadura militar argentina que se realizó en París.

Mika Feldman de Etchebéh˜ére falleció en París el 7 de julio de 1992. En el diario Le Monde del 11 de julio, sus amigos íntimos la despedían así: “Mika fue la fidelidad, el coraje, la amistad, el rigor. Amaba París, los pájaros, los gatos y las peonías.” Sus cenizas fueron arrojadas al Sena (...)
Ella vivió siempre de acuerdo al camino que se había trazado siendo casi una niña: la lucha por la emancipación de la clase obrera de las cadenas de la explotación y la opresión capitalistas.











 











 

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