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Editorial

Más que una crisis del gobierno

La huelga general en Grecia y la resistencia obrera en Francia de la que informamos en estas páginas, son la avanzada de la respuesta a la crisis capitalista internacional que ahora golpea agudamente en Europa. Esta “segunda ronda” de la crisis de la economía mundial viene a recordar la precariedad de los “pronósticos de crecimiento” para la Argentina que hace el gobierno y, a su vez, la consigna de los trabajadores griegos, “que la crisis la paguen los mercados”, es un claro alerta para la oposición patronal que promueve, como alternativa, políticas de ajuste fiscal y “reducción del gasto público”.

Manolo Romano y Ruth Werner

25 de febrero 2010

La huelga general en Grecia y la resistencia obrera en Francia de la que informamos en estas páginas, son la avanzada de la respuesta a la crisis capitalista internacional que ahora golpea agudamente en Europa. Esta “segunda ronda” de la crisis de la economía mundial viene a recordar la precariedad de los “pronósticos de crecimiento” para la Argentina que hace el gobierno y, a su vez, la consigna de los trabajadores griegos, “que la crisis la paguen los mercados”, es un claro alerta para la oposición patronal que promueve, como alternativa, políticas de ajuste fiscal y “reducción del gasto público”.

En parte, esto explica que los pedidos de “inversión” que hizo Cristina Kirchner en el almuerzo que ofreció en la residencia de Olivos a 80 ejecutivos y representantes de los empresarios, buscando oxígeno en su defensa del Fondo del Bicentenario, no haya despertado mayores expectativas en la clase dominante, donde pesa abrumadoramente el capital extranjero. Aunque Cristina les haya hablado de las bondades del “modelo” que les permitió ganancias récord en el 2009, es un hecho que el 90 por ciento de las empresas que cotizan en Bolsa y repartieron casi 90 mil millones de pesos, son multinacionales que giran sus utilidades a sus casas matrices en los países imperialistas.

La crisis política nacional completa el cuadro de incertidumbre de los capitalistas. Aunque la clase empresarial, más allá de sus críticas, se muestre dispuesta, en pos de mantener sus buenos negocios, a no desestabilizar a un gobierno muy debilitado, la relación de fuerzas de los Kirchner en la esfera política hace muy difícil sus planes. La Justicia acaba de patear la pelota a la Corte Suprema el pedido oficial de anular la cautelar que inhabilita al gobierno a utilizar las reservas del Banco Central. A su vez, la cúspide la pirámide judicial dejará la resolución en manos del Congreso que, en marzo abre un nuevo capítulo de la crisis política ya que el oficialismo perderá la mayoría, producto de las elecciones del 28 de junio. Esta semana, los Kirchner terminaron dependiendo, nada menos, que de la ausencia de Carlos Saúl Menem para postergar la sesión del Senado donde la oposición tomaba el control de la mayoría de las comisiones de la Cámara. Si la fragmentada oposición parlamentaria, esta vez con Menem a su favor en el “nuevo Congreso”, logra finalmente rechazar el Decreto presidencial para la utilización de las reservas del Banco Central -más allá de las alternativas de financiamiento que encuentre el gobierno- significaría un golpe político que dejaría a los Kirchner contra las cuerdas. No es de extrañar que en la última semana haya comenzado a hablarse de la renuncia del ministro de Economía, el “arquitecto” del Fondo del Bicentenario Amado Boudou. Inclusive, de un nuevo adelantamiento de las elecciones, esta vez las presidenciales, ya sea porque la crisis política da un salto, o como recurso en última instancia de un gobierno que pierde día a día su autoridad, y un Néstor Kirchner al frente de un PJ que ya abandonó las manifestaciones en Plaza de Mayo a cambio de actos más modestos como el del Club Atenas de La Plata.

Pero no estamos en presencia de una crisis sólo del gobierno sino de la “gobernabilidad” del régimen político en su conjunto. Las alternativas de recambio para la clase capitalista se reducen, hoy por hoy, al vice presidente Julio Cobos encabezando a la oposición radical o a Reutemann liderando al peronismo disidente, dos representantes del arco de la derecha sojera. Los fuertes cruces verbales de Hugo Moyano con ambos, muestran que ninguno de ellos en el gobierno contaría de entrada con el apoyo de la burocracia sindical que hoy dirige la CGT que fue un pilar esencial para la estabilidad del régimen para contener al movimiento obrero que viene retomado una creciente actividad. El problema de fondo es que mientras el “partido de los medios” que encabezan Clarín y La Nación radicalizan su anti-kirchnerismo y empujan el péndulo hacia la derecha; por abajo, sectores de masas tienden a desplazarse en sentido contrario, como lo muestra la creciente oposición a Macri en amplias franjas de la clases medias por la desastrosa “gestión” en la Capital y la bronca de los trabajadores acicateados por la inflación que no quieren perder lo poco conquistado en los años de crecimiento económico. Concientes de esta debilidad, dos viejos representantes del “partido de la producción” que le bajó el pulgar a de la Rúa en el 2001, Eduardo Duhalde y, como representante del difunto Alfonsín, Rodolfo Terragno, salieron a la palestra a proponer un “gran acuerdo nacional” que imponga un “Estatuto del Inversor”, al gusto de los empresarios que como el jefe de la UIA, Héctor Méndez, piden “reglas claras para el capital”. “La energía social (...) se malgasta en piquetes, cortes de ruta y movilizaciones, que son consecuencia de conflictos evitables y la falta de trabajo digno” , declaró el mismo Duhalde que semanas atrás propuso “usar a las Fuerzas Armadas para combatir el delito”.

El actual rol de las direcciones sindicales, de la CGT y la CTA, es impedir la intervención independiente de la clase obrera por sus reclamos en la crisis política, buscando pactar topes salariales mientras las patronales han hecho un colchón de ganancias con las escalada de precios, en tanto el aparato de intendentes refuerza la asistencia estatal mientras miles de compañeros de los movimientos de desocupados vienen realizando acampes y protestas en la Capital y otros puntos del país.

Las perspectivas son de mayores enfrentamientos de clase. La tarea del período es la preparación de un partido de decenas de miles de militantes capaz de afrontar los acontecimientos que se vienen, enraizado en las principales concentraciones de los trabajadores y el pueblo capaz de dirigir a millones cuando avancen en su experiencia política. La participación del PTS en las actuales luchas y organización del “sindicalismo de base”, en los sindicatos y las organizaciones de masas de la juventud estudiantil, apuntan a multiplicar la inserción e influencia política de los revolucionarios, basándose en la perspectiva del internacionalismo de los trabajadores que hoy comienzan a ponerse de pie en los países imperialistas como Francia o sacuden Grecia. Un partido que pueda jugar un papel clave en los momentos decisivos de la lucha de clases para orientarlos hacia la victoria de su propio gobierno.


Con los nuevos dirigentes obreros a la cabeza

Marchemos el 24 de marzo a Plaza de Mayo

Decenas de organizaciones de los derechos humanos no oficialistas y de la izquierda, agrupadas en el Encuentro Memoria Verdad y Justicia, preparamos una nueva manifestación a Plaza de Mayo el próximo 24 de marzo, en repudio a un nuevo aniversario del golpe genocida de 1976.

El imperialismo y las patronales que ordenaron el golpe, siguen dominando la Argentina bajo el gobierno de los Kirchner y pretenden seguir haciéndolo con sus opositores como la UCR de Cobos o el peronismo sojero de Reutemann. Este 24 es una oportunidad para mostrar la voluntad de miles en las calles para denunciar al conjunto de la clase capitalista que apoyaron la masacre de miles de militantes obreros y jóvenes luchadores; tanto los patrones industriales de la UIA en que se apoyan los Kirchner como los terratenientes de la Sociedad Rural ante los que se postran los “republicanos” de la oposición. El PTS marchará con una columna encabezada por los nuevos delegados de oposición a la burocracia de Daer en Kraft, PepsiCo y las grandes fábricas de la alimentación, con los delegados clasistas que construyen el nuevo sindicato del Subte, en la oposición de los telefónicos a la burocracia sindical de FOETRA y con gran parte de los referentes del nuevo sindicalismo de base que recorre el movimiento obrero.


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