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Marxistas en la Primera Guerra Mundial

“Esta guerra, que ninguno de los pueblos involucrados ha deseado, no se desató en función del bienestar del pueblo alemán ni de ningún otro. Se trata de una guerra imperialista, una guerra por la dominación capitalista del mercado mundial, por la dominación política de importantes territorios para el capital industrial y bancario”.

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7 de agosto 2014

“Esta guerra, que ninguno de los pueblos involucrados ha deseado, no se desató en función del bienestar del pueblo alemán ni de ningún otro. Se trata de una guerra imperialista, una guerra por la dominación capitalista del mercado mundial, por la dominación política de importantes territorios para el capital industrial y bancario”.

Así fundamentaba el diputado socialista Karl Liebknecht su voto contra los créditos de guerra en Alemania para financiar la carnicería humana de la guerra.

Por el contrario, su partido, el Socialdemócrata Alemán (SPD), el 4 de agosto de 1914 había votado a favor.

El SPD era el partido más numeroso y poderoso de la Internacional Socialista, que dominaba sindicatos y centrales obreras, que sacaba unos 90 diarios, millones de votos, con clubes, bibliotecas, orquestas y coros propios.

La Internacional Socialista, o Segunda Internacional, se había desarrollado extraordinariamente en toda Europa, logrando la adhesión de millones de obreros. La consigna del Manifiesto Comunista “Proletarios del mundo, uníos” parecía una realidad.

La hermandad entre los obreros de los distintos países, el internacionalismo, era tradicional. El 1° de Mayo y campañas como las 8 horas eran coordinadas entre varios países.

En el Congreso de Basilea (1912) había resuelto que sus partidos hagan todo lo posible para evitar la guerra imperialista.

Pero este internacionalismo se derrumbó con la traición del SPD. Lenin lo resumió como “socialismo de palabras, chovinismo en los hechos” (es decir, patriotismo burgués en los hechos), creando una división hasta hoy en las filas del movimiento obrero.

¿Cuáles fueron las causas? Una capa privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a expensas de la explotación de millones en las colonias y países no desarrollados.

Apoyados en este sector privilegiado, la mayoría de los dirigentes del SPD querían mantener las conquistas obtenidas apoyando a su propia burguesía. La traición fue la consecuencia práctica de la teoría desarrollada anteriormente por el socialdemócrata alemán Eduard Bernstein, quien afirmaba que se podía alcanzar el socialismo no con una revolución, sino con reformas al capitalismo.

La gran revolucionaria Rosa Luxemburg criticó estas posiciones y enfrentó la política de apoyo a la burguesía imperialista. Fue muerta en Berlín, al igual que Karl Liebknecht, a manos de asesinos enviados por la dirección del SPD.

¿Aún así era posible alguna política contra la guerra? Sí. Los marxistas revolucionarios Vladimir Lenin, León Trotsky, Rosa Luxemburg, Karl Liebknecht y Franz Mehring llevaron a cabo duras luchas políticas registradas en importantes documentos que publicamos en “Marxistas en la Primera Guerra Mundial” a cien años del inicio de la guerra. “En las peores condiciones, sus autores intervinieron activamente en los debates que abrió la guerra en las organizaciones obreras, planteando una política que permitiera ponerle fin rápidamente y utilizar la crisis económica y política creada por ella para despertar a las masas. El objetivo era acelerar la caída de la dominación de la clase capitalista para así poner en práctica el poder de los trabajadores que, como dijo Rosa Luxemburg, ’Si se lo mide por su verdadera estatura, está llamado por la historia a derribar el roble milenario de la injusticia social y a mover montañas’”.

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