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Sobre la guerra de Malvinas

Malvinas, el marxismo y la cuestión nacional

El tema Malvinas es parte de las discusiones políticas centrales de actualidad por qué guarda relación directa con la cuestión de la opresión sobre el país ejercida por las potencias capitalistas centrales. El marxismo ha debatido desde sus orígenes la llamada “cuestión nacional”.

Eduardo Castilla

16 de febrero 2012

El tema Malvinas es parte de las discusiones políticas centrales de actualidad por qué guarda relación directa con la cuestión de la opresión sobre el país ejercida por las potencias capitalistas centrales. El marxismo ha debatido desde sus orígenes la llamada “cuestión nacional”. Pero en la época de dominación mundial del capital financiero, la opresión y el saqueo imperialistas afectan a la gran mayoría de la humanidad. Por ese motivo, esta cuestión se convierte en un aspecto central de la estrategia revolucionaria en las naciones semi-coloniales.

La discusión sobre Malvinas obliga a una toma de posición a las distintas clases sociales y sus corrientes políticas. Para hacer más preciso el análisis, hay que partir de la relación de la clase dominante autóctona con el imperialismo. Eso permite entender los límites de su actual política, impotente para recuperar Malvinas. Política que, por otra parte, es compartida por el gobierno, la oposición y el conjunto del arco burgués, sumando a la burocracia sindical a pesar de sus recientes anuncios [1].

Soberanía sin soberanía

Cristina, en su discurso del 7 de febrero, dijo “creo que estos dos conceptos: el de democracia y soberanía dan el exacto lugar que para nosotros tiene la causa de Malvinas”. Pero la soberanía no es sólo un hecho político y jurídico, sino ante todo una realidad social y económica. La configuración económica que se construyó desde el Golpe del ’76, no fue revertida bajo el kirchnerismo. Cristina lo admitió señalando las “empresas del Reino Unido que trabajan en Argentina como la British Petroleum (…) la Royal, la Easy, ex Duperial, todas las mineras, como Río Tinto, Alexander Mins, Patagonia Gold, HSBC, Standar Gold, Glaxo, Unilever, British Telecom (…) desde el año 2003 (…) ha habido adquisiciones totales o parciales por parte de 18 empresas argentinas por parte de empresas británicas también”.

Esta “confesión” revela el control que ejercen las multinacionales, no sólo las británicas, sobre la economía argentina. De las 500 mayores empresas del país, sólo 176 son de capital nacional. Esas empresas producen el 22% del PBI. En el 2009 tuvieron utilidades por casi $60mil millones, cuatro veces más que las empresas locales [2]. A fines del 2011, los bancos extranjeros tenían el 37% de los depósitos privados, el 33% de los préstamos y el 42% de las tarjetas de crédito. Entre los diez bancos más importantes del país, la mitad son de capital imperialista [3]. Son esas razones estructurales las que limitan la capacidad de acción de la burguesía autóctona frente al capital internacional.

Lenin y Trotsky sobre la cuestión nacional

La política marxista parte de esa realidad social. La burguesía autóctona es incapaz de llevar adelante una política de verdadera liberación nacional. Una estrategia para superar la opresión imperialista tiene que tener como sujeto dirigente a la clase trabajadora. Esto obliga al proletariado a ser parte activa de la lucha por la liberación nacional, manteniendo su independencia de la dirección burguesa.

En 1914, Lenin escribía en El derecho de las naciones a la autodeterminación que “la política del proletariado en el problema nacional (…) sólo apoya a la burguesía en una dirección determinada, pero nunca coincide con su política (…) los proletarios propugnan una política de principios en el problema nacional, prestando a la burguesía siempre un apoyo sólo condicional”. En 1938, León Trotsky señalaba “La clase obrera de México participa y no puede más que participar en el movimiento, en la lucha por la independencia del país” [4].

Pero esta visión estaba enlazada con la lucha revolucionaria a escala internacional. En condiciones de dominación mundial del capital financiero, para los marxistas, la lucha contra la opresión imperialista es una batalla dentro de la gran guerra por la revolución socialista a escala planetaria.
En 1914 Lenin escribía “Si, por ejemplo, mañana Marruecos declarase la guerra a Francia, la India a Inglaterra, Persia o China a Rusia, etcétera, esas guerras serían guerras “justas”, “defensivas”, independientemente de quien atacara primero, y todo socialista simpatizaría con la victoria de los Estados oprimidos, dependientes, menoscabados en sus derechos, sobre las “grandes” potencias opresoras, esclavistas y expoliadoras” [5].

Análogamente Trotsky, tomando el ejemplo de una posible guerra entre el Brasil “fascista” de Vargas y la Inglaterra “democrática”, decía “Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si (…) saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas (…) la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés” [6].

Frente al debate sobre Malvinas la clase dominante argentina vuelva a evidenciar sus límites para luchar por una verdadera emancipación nacional. Pero esto es expresión de las enormes ataduras que tiene a las fracciones del imperialismo. Ataduras que son económicas, financieras, políticas y culturales.

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