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Claves N° 7

BRASIL ANTE LA CRISIS ECONOMICA INTERNACIONAL

Lula también salva a los banqueros

Hasta hace pocos meses, Brasil, con la tan alardeada “solidez de sus fundamentos económicos”, venía siendo considerada la “estrella” de los BRIC (como se denomina al conjunto de los principales países llamados “emergentes”: China, Rusia, India y Brasil).

16 de octubre 2008

Hasta hace pocos meses, Brasil, con la tan alardeada “solidez de sus fundamentos económicos”, venía siendo considerada la “estrella” de los BRIC (como se denomina al conjunto de los principales países llamados “emergentes”: China, Rusia, India y Brasil). En las últimas semanas, cuando la crisis económica internacional dio nuevos saltos, la moneda brasileña (el real) y la bolsa de valores del país (Bovespa) se desplomaron, acumulando las mayores pérdidas con relación a otras economías del mundo. La magnitud de los abruptos cambios que se vienen operando en el ámbito de la economía choca con los enormes índices de popularidad de Lula, la importante victoria obtenida por los partidos de la coalición de gobierno en las recientes elecciones municipales y la predominante pasividad de la lucha de clases en el país. El carácter particular del ciclo de crecimiento de los últimos años que ha sostenido al “fenómeno Lula” está directamente ligado a la forma abrupta en la que la crisis económica internacional afecta a la economía brasileña abriendo nuevas perspectivas de crisis en el terreno nacional. Está por verse de qué forma y con qué ritmos las transformaciones económicas van a alcanzar al escenario político del país. Aún así, en los próximos meses podemos esperar importantes cambios que tiendan a desplazar a Brasil de su condición de “factor estabilizador” a nivel regional, transformándolo en un elemento más de turbulencia, cuya magnitud aún no está definida, pero que probablemente no va a escapar a sus proporciones continentales.

Los impactos de la crisis internacional en Brasil

En abril de 2008, la burguesía brasileña festejó el status de “investiment grade” (calificación de seguridad para realizar inversiones) atribuido a Brasil por las principales agencias de inversión imperialistas, nunca obtenido hasta entonces. Por su parte, el índice Bovespa que aumentó sin cesar desde 2002 hasta alcanzar un récord histórico en mayo de 2008 -siendo una de las bolsas que más se valorizó en ese período-; desde ese momento comenzó a caer aceleradamente, presentando una enorme volatilidad, con pérdidas y recuperaciones durante el mismo día, inéditas desde las crisis que vivieron los países semicoloniales a fines de la década de 1990. Esto hace de Bovespa una de las bolsas que más se devaluó en todo el mundo con los últimos saltos de la crisis internacional, compitiendo sólo con las enormes pérdidas de la bolsa rusa, enormemente afectada por la acelerada baja del precio del petróleo.

En dos meses, el dólar ya subió de R$ 1,56 a más de R$ 2,30, durante la semana que estalla la crisis mundial en Europa, acumulando un alza de casi 50% -la mayor del mundo en comparación con otras monedas extranjeras-, seis veces más que la media de las economías “emergentes”.

El volumen de créditos ha disminuido a una velocidad alarmante y en algunos casos, como la oferta de dólares a los sectores exportadores, se han interrumpido directamente. Eso hace que pequeños bancos estén entrando en situación de falta de liquidez, amenazados por la incapacidad de continuar sus operaciones ya que en los últimos días la falta de crédito comenzó a afectar también a las filiales brasileras de bancos extranjeros e instituciones relacionadas con grandes empresas; combinado con el inicio de un aumento de los precios del crédito para empresas y consumidores. Los principales fondos de inversión brasileños también sufrieron enormes pérdidas y corren el riesgo de tener que ser rescatados de la quiebra, frente a la corrida de los depósitos de parte de sus clientes.

Algunos de los mayores monopolios brasileños tuvieron pérdidas gigantescas en los últimos días, como es el caso de Sadia, Aracruz y el grupo Votorantim, que perdieron 760 millones, 1.950 millones y 2.200 millones reales respectivamente. En pocos días, Sadia tuvo pérdidas superiores a toda su ganancia neta de 2007. Curiosamente, fue el mismo Banco Central con su política monetaria quien indujo a los exportadores a especular con el cambio futuro, compensando con una ganancia financiera el perjuicio causado por el tipo de cambio supervalorizado. El esquema era simple: el exportador anticipaba los ingresos por sus ventas tomando préstamos en dólares, convirtiéndolos en reales y disfrutando las mayores tasas de interés del mundo; ganaban también en la liquidación de los préstamos en dólares, pues compraban dólares con reales más valorizados. Este era un mecanismo utilizado por una gran parte de las principales empresas exportadoras y todavía no se sabe el resultado de muchos balances no publicados, ya que el gobierno anunció recientemente que más de 250 empresas podrían ser afectadas. Según la Folha de San Pablo, en conversaciones recientes con Lula, el ministro de Hacienda advirtió que el verdadero “Casino” en que se transformó la especulación de las empresas durante la hiper-valorización del real puede haberse transformado en el “subprime brasilero”; o sea, un puente más directo de la crisis financiera con la economía real.

Ante este escenario, los capitalistas que fueron golpeados por la devaluación abrupta del real buscan ahora recomponer sus pérdidas especulando sobre la continuidad de la valorización del dólar en el mercado de cambio, cumpliendo un papel adicional en las presiones al alza de la moneda norteamericana.

O sea, el “esquema” de crecimiento de los últimos años parece deteriorarse rápidamente, entrando en acción actores “de peso” en un escenario de “sálvese quien pueda”.

Pero estos mecanismos aún no se generalizaron a sectores más amplios de la economía, siendo que en varios aún se expresa un importante nivel de actividad, y el ingreso y empleo aún no comenzaron a caer, lo que formará parte del más de 4% de crecimiento que aún se espera para el PBI acumulado de 2008. En este ámbito, a partir del mes de julio empezaron a surgir indicadores que apuntan hacia el comienzo de un proceso de desaceleración, como muestra por ejemplo la significativa reducción de las ventas de automóviles.

Con el impacto de la crisis, la idea del “Brasil-potencia” o “sub-imperialismo” tiende a caer tan rápido como surgió. La ultra-dependencia entre la economía brasilera y el capital financiero internacional muestra cómo la imagen del “país-continente” que avanzaba sobre sus vecinos menores era inseparable de una monumental subordinación al capital imperialista y una moneda que de “real” no tenía nada, pues la exportación de capitales brasileños a otros países y la internacionalización de empresas de capital mayoritario nacional -que pasaron a ocupar el lugar de grandes “players” en el mercado mundial-, se apoyaban en la hiper-valorización, insostenible a largo plazo y que acumulaba enormes contradicciones. Junto con esta caída “económica”, tiende a caer también la capacidad de Brasil de actuar como “pacificador” al servicio del imperialismo frente a las convulsiones en América Latina, pasando a ser el mismo “gigante” un elemento más de inestabilidad.

La ineficacia de las medidas del gobierno para salvar a los capitalistas y el “endurecimiento” de la patronal

El gobierno ha adoptado una línea de intentar salvar el “esquema” actual, manteniendo elevadas las tasas de interés internas para atraer los capitales extranjeros y, con eso, minimizar la devaluación del real, aun con el costo de acentuar las tendencias al enfriamiento de la economía brasileña en los próximos meses. A su vez apuesta a una desaceleración menor de la demanda de commodities. Como elementos nuevos, el gobierno echa mano de medidas adicionales para compensar la restricción de crédito externo utilizando los créditos del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo), la liberación del compulsorio (depósito obligatorio que hacen los bancos comerciales en el Banco Central) y la creación o ampliación de líneas de crédito a los sectores exportadores. Ya son más de cinco las liberaciones sucesivas del compulsorio, inyectando a los bancos más de R$ 100.000 millones. Además, comenzó a utilizar las reservas internacionales del Banco Central para intentar contener la devaluación del real, alimentando la sed de ganancias rápidas de los especuladores, consumiendo más de 3.000 millones de dólares.

Pero lo más nuevo es la aprobación de una ley que otorga poderes inéditos al gobierno en la utilización directa del dinero del Tesoro público para salvar a los bancos que corren riesgo de quiebra. Ya llaman a esta ley el “Proer de Lula”, en referencia al paquete con el mismo nombre con el que Fernando Henrique Cardoso (FHC) salvó a los bancos en crisis a mediados de los años 1990, socializando sus pérdidas con dinero público. De esta forma, Lula ya anunció que de ser necesario entrará en la ola de nacionalizaciones hoy “de moda” en las “mejores” economías mundiales.

Sin embargo, la evolución reciente de los acontecimientos ha mostrado que las medidas del gobierno no han sido suficientes para contener la devaluación de las acciones de Bovespa y la volátil valorización del dólar. Los bancos están utilizando la liberación de los compulsorios para alimentar sus cajas (lo que los economistas llaman “sentarse sobre la liquidez”), ya que muchos analistas dicen que este dinero sólo alimentará al mercado de crédito y ayudará al financiamiento de los bancos pequeños y medianos en crisis en la medida que mejore mínimamente la situación económica mundial.

En este marco, la patronal ya comienza a endurecer las negociaciones salariales, anunciar vacaciones colectivas adelantadas (como hizo recientemente Fiat y General Motoros) y retomar un discurso a favor de una mayor ofensiva del gobierno en la implementación de las reformas neoliberales pendientes que buscan desregular aún más las relaciones de trabajo; y a favor de un fuerte ajuste fiscal para ayudar en la reducción de la tasa de interés y en las condiciones para el pago de la deuda pública.

Un ciclo que aumentó las contradicciones estructurales de la economía

Mucho se habla –aunque cada vez menos– de una supuesta “reducción de la vulnerabilidad externa” de Brasil, que pone al país en mejores condiciones para atravesar turbulencias internacionales, principalmente en función de los 200.000 millones de dólares de reservas internacionales. Sin embargo, la verdad es que el acelerado ritmo al que Brasil se inserta en la crisis y la ineficacia de las medidas adoptadas por el gobierno echan luz sobre otra tesis: el particular aumento de la dependencia brasileña con relación al capital imperialista internacional en el reciente esquema de crecimiento económico del país, ¿no sería justamente lo que más fragiliza a Brasil ante una crisis que tiene su motor principal en el corazón del capital financiero internacional? Nuestro análisis apunta en el sentido de que el esquema de Real hipervaluado combinado con las mayores tasas de interés internas del mundo tiene una relación directa con el hecho de que Brasil esté entrando más rápidamente en el “ojo del huracán”.

Sin embargo, estos serían sólo los “primeros impactos” de la crisis en Brasil. La dinámica recesiva mundial y la consecuente reducción en la demanda de commodities, combinada con la creciente escasez de crédito, tiende a enfriar las exportaciones. Este factor, junto con el aumento de los precios de productos importados y el aumento de las remesas de ganancias y dividendos al exterior, que han crecido en la misma proporción de entrada del capital imperialista, tienden a deteriorar el ya creciente déficit en la balanza de transacciones corrientes del país. Además de eso, el reciente aumento de la dependencia de las importaciones para cubrir la demanda interna tiende a desencadenar nuevas y fuertes presiones inflacionarias, como ocurrió en la crisis de 1999-2002. Para terminar, el reflujo de capitales extranjeros en general tiende a deteriorar las condiciones de compensación del déficit en transacciones corrientes por la vía del superávit de la cuenta de capitales, lo que puede exigir una utilización cada vez mayor de las reservas internacionales para evitar los riesgos de default característicos de la crisis de 2002. En este marco, la deuda pública, que en el último período venía siendo relativamente controlada a pesar de haber mantenido su dinámica ascendente, tiende a tornarse nuevamente un elemento de inestabilidad.

O sea, las contradicciones estructurales de la economía, que durante el último ciclo venían controladas y minimizadas, con la reversión de las condiciones internacionales pareciera que volverán a emerger; con el interrogante de a qué ritmos, a través de qué mecanismos y con qué fuerza influenciarán el escenario de conjunto.

Las perspectivas convulsivas para el próximo período

Las perspectivas de crisis no están agravadas sólo por las contradicciones más estructurales de la economía brasileña sino sobre todo por la magnitud de la crisis económica mundial, incomparablemente superior a la de fines de los años 1990.

Debemos esperar que la unidad burguesa en torno al bloque hegemónico que vimos en los últimos años tienda a deteriorarse en crecientes disputas para definir cuáles serán los sectores más o menos perjudicados o beneficiados con la crisis.

Como muestra el traspié de Sadia, no podemos descartar la posibilidad de crisis o quiebras de grandes empresas seguidas de despidos en masa en el corto plazo: en los últimos días, en la Zona Franca de Manaos, 600 trabajadores de la industria de electrónicos fueron despedidos. Sin embargo, mientras Brasil aún no gastó sus reservas internacionales, en la medida que no ocurra un crack bancario a nivel mundial, lo más probable es que traspiés como el de Sadia y el de Aracruz no sean, en el corto plazo, un proceso generalizado en el conjunto de la economía. Es decir, es más probable que fenómenos como estos puedan afectar a sectores determinados al mismo tiempo que, en la economía de conjunto, se desarrolle y profundice un proceso de desaceleración seguido de recesión, cuyos ritmos van a estar directamente ligados a la evolución de la recesión mundial y en particular de la demanda de commodities. Aunque obviamente, un eventual crack en el sistema bancario internacional ciertamente aceleraría y profundizaría una situación de crisis económica nacional de dimensiones difíciles de imaginar.

Mientras tanto, los cambios de las condiciones económicas todavía no influenciaron negativamente la popularidad de Lula. Al contrario, la victoria obtenida por el gobierno y por el Partido de Trabajadores (PT) (aún si esta es minimizada por una derrota en San Pablo en la segunda vuelta), tiende a proyectar estas condiciones en los meses inmediatamente posteriores, principalmente si tenemos en cuenta que los indicadores de empleo e ingreso aún se mantienen predominantemente positivos. En este sentido, el nuevo período en el ámbito económico no tiene reflejos automáticos o mecánicos en la política ni tampoco en la lucha de clases.

Sin embargo, está por verse cómo la evolución de la crisis en 2009 alcanzará no sólo la figura de Lula sino también a los mismos prefectos que recientemente se eligieron en base a promesas inspiradas en los tiempos de bonanza, siendo que van a ejercer un mandato marcado por la crisis, lo que puede deteriorar más rápidamente su relación con las masas.

Un mayor endurecimiento por parte de la patronal en las negociaciones salariales abre condiciones para que se desarrollen nuevos fenómenos en la lucha de clases y nuevos desgastes de la burocracia sindical; así también un aumento de los índices de desempleo puede elevar el descontento social. Las negociaciones salariales de metalúrgicos y bancarios en este segundo semestre ya evidencian estas nuevas condiciones. La devaluación del real y sus consecuentes presiones inflacionarias significaron una nueva ola de devaluación de los salarios reales. De la misma forma, la disminución de la recaudación estatal y sus consecuencias sobre los empleados públicos, los planes sociales y el presupuesto para educación, salud, etc. puede aumentar el descontento social y debilitar la popularidad del gobierno.

Sin embargo, aún está por verse cómo la clase obrera reaccionará a esas nuevas condiciones: si por un lado cuenta a favor su recomposición social, por otro lado aún pesa fuertemente la falta de una alternativa de dirección clasista. Pero todo indica que entraremos en un nuevo período de experiencia de las masas con las direcciones del PT y con Lula, que darán lugar a nuevos fenómenos políticos y de la lucha de clases.

San Pablo, 14 de octubre de 2008

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