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Nacionales

Hay que sepultar 27 años de saqueo al pueblo trabajador

Luchemos para recuperar lo perdido

9 de junio 2003

El “secreto” del gobierno del Dr. K.

Es muy sencillo. Basarse en las conquistas que logró la patronal a costa de la miseria, la desocupación y la superexplotación de millones. Mantener a rajatabla el “trabajo sucio” realizado por sus predecesores en los nefastos años de “neoliberalismo”: la dictadura, Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Más allá de algunas reformas cosméticas a las instituciones más odiadas por el pueblo, ¿qué tienen para los trabajadores? Ni un hueso.

Prohibido aumentar los salarios

No alcanzaba a jurar como Ministro de Trabajo, cuando Carlos Tomada declaró que durante el gobierno de Kirchner NO habrá ningún aumento salarial. La continuidad de los doscientos pesos no remunerativos (que reciben sólo una minoría de los trabajadores) estará sujeta a paritarias truchas por sector donde los trabajadores, que tienen en su haber cuatro millones de desocupados y subocupados, llevan todas las de perder. “Se acabaron las reformas laborales”, afirma el nuevo Ministro amigo de los “renovados” Rodolfo Daer y Hugo Moyano. Claro, ¿Qué necesidad de nuevas reformas, si siguen con plena vigencia las leyes y decretos impuestos por Menem y De la Rúa, además de miles de nuevos convenios esclavistas por empresa o rama? Recordemos que la escandalosa reforma laboral de la Alianza fue caratulada como la “Ley de la Banelco” por la CGT moyanista que por entonces realizó un plan de lucha que incluyó una dura represión policial, varias movilizaciones y un paro general. Cristina de Kirchner había dicho en aquel momento que “todos los senadores deben renunciar” (Río Negro, 23/09/00) y posteriormente, ya electa senadora, se pronunció por la derogación de esta ley. Para que se acaben las reformas laborales y terminar “con el pasado”, es necesario acabar con toda la normativa antiobrera vigente, empezando por declarar nula ya mismo aquella reforma de las coimas.
Desde la devaluación los trabajadores perdimos un promedio de 24% del poder de compra. Los que trabajan en blanco perdieron el 17%, los estatales el 28%, los trabajadores no registrados el 33%, y los que reciben los Jefes y Jefas, así como el grueso de las jubilaciones, perdieron el 36%. El promedio de los alimentos básicos aumentaron alrededor del 70% en este período. Si uno lo comparara con el gobierno de Frondizi que asumió en 1958 (un gobierno que a nadie se le ocurriría de calificar de “izquierdista”) se sorprendería. El padre del desarrollismo antes de ajustar el salario, entregar el petróleo y hacer enormes concesiones al capital extranjero, apenas asumió otorgó un aumento salarial general del 60%. Pero a Kirchner todos los dirigentes sindicales, de la centroizquierda, del periodismo, de muchas corrientes piqueteras y de los organismos de derechos humanos le entregaron un pagaré en blanco; a un gobierno que anuncia por anticipado que no aumentará un sólo peso los salarios de más de 7 millones de trabajadores. ¿Cómo es la cosa? Mucho chamuyo del “fin del neoliberalismo”, pero para el gobierno los trabajadores tenemos la obligación de seguir con los miserables salarios ‘neoliberales’ por mucho, mucho tiempo más.
Otra. Clarín tituló con bombos y platillos que los combustibles bajaban... el 2% (¡menos de cuatro centavos por litro!), cuando en quince meses aumentaron 100% (un peso por litro). Este chiste de mal gusto se amplía si se ve que no sólo el precio del crudo bajó al finalizar la guerra de Irak, sino que también el dólar se depreció significativamente en los últimos meses.

"Plan de obra pública”: la cultura de la explotación

El tan mentado plan de obra pública promete ser el negociado del siglo, si logran imponer el salario del plan Jefes más un plus de 100 o 200 pesos a cada trabajador: 300 o 400 pesos, que apenas estarían alcanzando para acceder la denominada por el Indec “canasta básica alimentaria” (lo que necesita una familia de cuatro miembros para no morir de hambre, dejando de lado vivienda, vestimenta, servicios, etc. -$ 323-).
Con ello aumentaría la esclavitud obrera, la destrucción de los ya pisoteados convenios y se habilitará una baja mayor del salario medio. De paso se disfrazarán las estadísticas del Indec con “miles de nuevos empleos”, cuando en realidad aunque se crearan 100 mil puestos por esta vía (nadie del gobierno se atreve a pronosticar ‘semejante’ cifra), así la desocupación nunca bajará del 15%.
En fin, el “capitalismo nacional” de Kirchner y Lavagna se levanta a expensas de la superexplotación de la clase trabajadora. ¿Un “nuevo país”? Una país basado en una estructura de exportaciones con salarios miserables y una hiperdesocupación crónica, mientras que unos pocos oligarcas, banqueros y grandes patrones siguen disfrutando de la fiesta.

¿Fin del neoliberalismo?

Está claro que para los trabajadores no hay nada. Conformarse con que “por lo menos vamos a dejar de perder” es no ver que mientras la Argentina de las vacas, la soja y el trigo cuenta con la histórica cifra de 21 millones de pobres, hay un selecto grupo que acaparó –y mientras esté Kirchner, seguirá acaparando– lo que nos robaron en todos estos años.
Hoy el ingreso promedio de los asalariados equivale a menos de la mitad al vigente antes de la dictadura. El 10% de la población más rica se llevaba en 1974 el 23% del total de los ingresos, mientras que hoy aquellos beneficiados por el ciclo iniciado con Videla y Martínez de Hoz se llevan el 36%.
Kirchner dijo que “no pagará la deuda con el hambre del pueblo”, un latiguillo que hace 20 años gustaba decir Alfonsín en su campaña presidencial. Saque el lector sus propias conclusiones de dónde saldrán los recursos para salir del default.

Recuperemos lo que nos robaron

La rebelión popular de diciembre de 2001 fue la respuesta a los gobiernos ajustadores, a las instituciones corrompidas hasta la médula y los partidos y políticos gerentes de las empresas y los bancos. La verborragia gubernamental no es más que el reconocimiento político del régimen burgués de que no es posible concitar el apoyo de las masas sin mostrarse como un personal político “renovado”.
La administración actual no es la continuidad de los gobiernos de De La Rúa y Menem, por la sencilla razón de que está sostenido en un nuevo esquema capitalista basado en la devaluación y porque coquetea con medidas demágogicas con las ilusiones del pueblo.
Pero justamente por ello se torna en ocasiones más peligroso para enfrentarlo, porque encubre con su demagogia la explotación obrera, la caída del salario real, la hiperdesocupación crónica y el salvataje a la clase capitalista a costa de los trabajadores. El apoyo que le brindan organizaciones piqueteras, de derechos humanos y sindicales contribuye a alimentar fatalmente las ilusiones del pueblo en el gobierno capitalista.
La mayoría de la nación tiene ilusiones en este nuevo gobierno. Lo que no es posible es aceptar pasivamente que se naturalice el robo histórico que nos cometieron a los trabajadores. Es necesario recuperar lo que nos robaron.
Gran parte de los nuevos funcionarios del gobierno se vanaglorian de su ‘setentismo’. ¡Luchemos por que se acabe de una buena vez la postración de nuestra clase, la única clase productora! Pongámonos de pie para exigir lo que es nuestro, para volver a tener al menos el mismo nivel de vida de antes de la dictadura genocida. Un piso salarial universal de 900 pesos. Sólo cumpliendo con respetar las 8 horas de trabajo, ya mismo se podrían crear un millón de nuevos puestos laborales. Pero esto sólo no alcanza. Contra el plan de obra pública parco y esclavista, impongamos un plan nacional al servicio de las acuciantes necesidades populares (viviendas, escuelas, hospitales, redes de gas, etc.), controlado por las organizaciones obreras y populares, con salarios que alcancen para cubrir una canasta familiar. Por el reparto de todas las horas de trabajo disponibles entre los que hoy tienen empleo y los que quieren trabajar. Para acabar con los trabajos precarios: cuerpos de inspectores con plenos poderes creados por los propios trabajadores.
No al pago de la deuda externa. Ninguna orden ni monitoreo del FMI, el Banco Mundial o el BID. Impuestos progresivos a las grandes fortunas.
Sólo con medidas como éstas, se podrá decir en serio que los trabajadores comenzamos a recuperar lo perdido a partir de la irrupción de la dictadura antiobrera en 1976.

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