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Internacional

CON EL PRESUPUESTO DE OBAMA

Los trabajadores seguirán pagando las guerras y la fiesta de Wall Street

El pasado 1 de febrero el presidente norteamericano Barack Obama dio a conocer el presupuesto fiscal para el año 2011, que será enviado al Congreso. Las cifras muestran que la economía norteamericana está en rojo: se estima que el déficit fiscal para este año será de 1,6 billones de dólares, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial, equivalente al 11% del PBI norteamericano, para el año próximo será de 1,3 billones y, según las previsiones, no se espera que baje significativamente hasta 2012, esto es si la economía mantiene un crecimiento sostenido en los próximos años, lo que de ninguna manera está garantizado. Estas enormes sumas de dinero están destinadas esencialmente, a financiar las guerras imperialistas y a pagar los intereses de la deuda estatal, que asciende a más de 12 billones de dólares.

Claudia Cinatti

4 de febrero 2010

El pasado 1 de febrero el presidente norteamericano Barack Obama dio a conocer el presupuesto fiscal para el año 2011, que será enviado al Congreso. Las cifras muestran que la economía norteamericana está en rojo: se estima que el déficit fiscal para este año será de 1,6 billones de dólares, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial, equivalente al 11% del PBI norteamericano, para el año próximo será de 1,3 billones y, según las previsiones, no se espera que baje significativamente hasta 2012, esto es si la economía mantiene un crecimiento sostenido en los próximos años, lo que de ninguna manera está garantizado. Estas enormes sumas de dinero están destinadas esencialmente, a financiar las guerras imperialistas y a pagar los intereses de la deuda estatal, que asciende a más de 12 billones de dólares.

El déficit fiscal fue creciendo durante la presidencia de Bush con el aumento de los gastos militares para las guerras y ocupaciones de Irak y Afganistán, y con los recortes de impuestos a los sectores más ricos de la población (que seguirán gozando de este privilegio hasta fines de año, cuando venza la exención), y dio un salto con el rescate estatal a los banqueros de Wall Street y a las automotrices, que siguió bajo el gobierno de Obama.

Mientras los grandes bancos recuperaron sus ganancias y volvieron a pagarles premios millonarios a sus ejecutivos, se destruyeron millones de puestos de trabajo. La tasa oficial de desempleo es del 10%, (la más alta desde la recesión de principios de los ´80), pero si se cuentan a los subempleados, a quienes contra su voluntad tienen un trabajo part-time, y los que han dejado de buscar empleo, asciende al 17,3% (alrededor de 20 millones de personas). Según las previsiones del presupuesto de Obama, el desempleo apenas bajará al 9,2% para fines del año próximo y en el año 2012, todavía se mantendrá por encima del 8%. Esto demuestra que si bien la economía norteamericana creció durante los últimos dos trimestres de 2009, esta recuperación es precaria y se debió esencialmente al efecto de distintos paquetes de estímulo al consumo (como el incentivo para la renovación de vehículos que permitieron subir las ventas de las automotrices) y a la recomposición de inventarios de las grandes empresas, que además han aprovechado la crisis para despedir trabajadores y aumentar la productividad.

Como plantea en una editorial el diario New York Times, el problema de Obama es que “la mayoría de los norteamericanos no están viendo la recuperación, lo que ven “es un desempleo del 10% y una crisis en el mercado inmobiliario y sobre todo vieron cómo el gobierno federal rescató los bancos, las firmas financieras y las compañías automotrices, mientras ellos seguían esperando que Obama cumpla sus promesas de detener la destrucción de puestos de trabajo. (NYT, 20-01-10).

Ante este panorama y frente a la derrota del Partido Demócrata en las elecciones especiales de Massachusetts, que se suma al desgaste prematuro de su gobierno, Obama pretendió presentar su presupuesto como una política activa hacia el problema del empleo y, a la vez, responder a las preocupaciones del establishment por el aumento del déficit,- al que junto con la deuda estatal lo han empezado a ver como un problema de seguridad nacional-, proponiendo un congelamiento del gasto público durante los próximos tres años, a excepción de los gastos de defensa y de seguridad, lo que implica un recorte en más de 100 programas sociales.

Pero más allá del discurso populista de Obama en su intento de recuperar a la base obrera y de clase media baja, y de la crítica feroz de los republicanos, para quienes los recortes no son suficientes, sólo unos 100.000 millones de dólares estarán destinados de manera indirecta, al problema del empleo, bajo la forma de recorte de impuestos a las pequeñas empresas que tomen nuevos trabajadores, la asignación de una parte del dinero destinado al salvataje financiero a bancos comerciales para alentar el crédito a las pequeñas empresas y la extensión del pago del seguro de desempleo, además de préstamos a los gobiernos de los estados que están casi quebrados, como el de California.

Esta suma es irrisoria si se la compara con los más de 700.000 millones de dólares de gastos militares sólo para el año 2011, lo que incluye el presupuesto regular del Pentágono más 33.000 millones de dólares adicionales para solventar el aumento de tropas en Afganistán.
La derecha conservadora, ya sea dentro del partido republicano o fuera con el movimiento Tea Party, está tratando de capitalizar políticamente el descontento con Obama, y ya piensa en ganar las elecciones de medio término. Para la clase trabajadora, que puso sus expectativas en Obama se trata de sacar la conclusión de que es necesario construir una alternativa obrera independiente de los dos partidos de la burguesía imperialista americana.

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