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LIBERTADES DEMOCRÁTICAS

Los sobrevivientes de Ford señalan los sitios de tortura

Este martes 30/5, en Pacheco (en la zona norte de la Provincia de Bs. As.), ex delegados y trabajadores sobrevivientes de las torturas y secuestros realizados en la fábrica Ford, lograron llevar adelante una inspección ocular junto a la jueza federal de San Martín, Alicia Vence

Vicky Moyano (Ce.Pro.D.H.) y Roberto Ebro

31 de mayo 2012

En 1976, en Ford trabajaban unos 6.500 obreros, había tres Comisiones Internas y 120 delegados. Aquella madrugada, la dictadura junto a la empresa, secuestró a 25 trabajadores. De ellos, 3 se encuentran desaparecidos. El resto fue salvajemente torturado y terminaron presos. Este martes, una decena de los sobrevivientes se hizo presente: Pedro Troiani, Carlos Propato, Carlos Garey, Rúben Traverso, Ismael Portillo, Carlos Cantelo, “el Negro” y otros, lograron entrar y denunciar en detalle el horror fascista y la complicidad capitalista.

La verdad se hace presente a través de los ojos obreros

En sus rostros se leía la paciencia. Los años forjados de un tozudo espíritu, que, aun así, no podía evitar que sus ojos se vuelvan de cristal traslucido, que a borbotones exclaman verdad.

Haciendo cumplir la orden de inspección ocular, la jueza Alicia Vence, los acompaña, mientras detrás de los molinetes sus compañeras de vida, familiares, trabajadores y delegados antiburocráticos, junto a Vicky Moyano (hija de desaparecidos) y compañeros del Centro de Profesionales de los Derechos Humanos, custodiamos el momento.
“Acá -recuerda Pedro Troiani, al entrar- el ejército ocupó la planta. La llenaron de camiones y tanquetas, mientras sobrevolaban rasantes los helicópteros. Rápidamente la empresa nos marcó, les entregó el comedor y los abasteció de combustible. En pocas horas instalaron un cuartel militar dentro de la fábrica”.

Pasado y presente

El recorrido se extiende y alcanza su punto más emotivo en el “quincho”, donde funcionó el centro clandestino. Ahí el odio de la empresa se hacía patente de la mano de los represores. “Éramos muy chicos -relata uno de los obreros sobrevivientes-, adolescentes, estábamos empezando una vida (…) De tanta picana me generaron un derrame cerebral, y nunca más pude volver a trabajar”. “Peleábamos por el salario -cuenta Carlos Propato- , por el día femenino, la guardería…”.

El abrazo era la forma de sostenerse en un mar de recuerdos, que acudían a cada paso. Las lágrimas eran palabras mudas, y el pecho se hinchaba de orgullo. No importa lo doloroso del recuerdo: estos obreros se aferran con uñas y dientes a la vida, y siguen luchando para que vayan presos todos los responsables de sus secuestros y torturas.

Estos compañeros eran un atentando a la tasa de ganancia; un atentando a las condiciones de explotación de la productividad. Por eso, expresa otro, “la empresa junto al sindicato nos entregó y nos fueron a buscar a las líneas, y a nuestras casas (…) El vicepresidente de la Ford era amigo del General Camps (jefe de la Policía Bonaerense). Por eso cuando se pelea hoy día en cada fábrica no se pelea con patrones particulares sino contra una clase, contra un Estado, dispuesto a defender sus interés a punta de botas y metralla”.
Cae el sol, y el presente se cuela también en el andar de la memoria. Dentro del comedor, otro de los obreros sobrevivientes, observa y comenta mientras finaliza el recorrido: “Si yo fuera delegado -expresa- , acá no trabaja más nadie; mirá en las condiciones en que labura esta gente”.

Las compañeras y compañeros, ansiosos, los esperamos y recibimos en la puerta para seguir su lucha por verdad y justicia. Es otoño. Y un sol distante les abre un sendero al volver.

Prensa

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