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A 90 años de la Revolución Rusa

Los contrastes del capitalismo ruso

1ro de marzo 2007

La atrasada Rusia no era ajena a esta nueva realidad. El capital financiero ya había desembarcado de la mano del Estado zarista introduciendo las relaciones capitalistas de producción. 
El atraso cultural se combinaba con la introducción de lo más avanzado de la técnica moderna, las supervivencias feudales en el campo con la gran industria en las ciudades. Esta Rusia de los contrastes es la que no tardaría en estallar. 
 
Un país atrasado 
En comparación con los países de Europa occidental, Rusia era un país atrasado. La mayoría de su población era campesina, y producía bajo las mismas condiciones que en el siglo XVII. Cuando se encontraban en la necesidad de aumentar la producción, lo hacían extendiéndose territorialmente, sembrando nuevas tierras, sin mejorar la explotación de las parcelas ocupadas. 
Esto se ligaba al hecho de que la tardía disolución de las relaciones feudales se dio, bajo la presión del capitalismo en expansión, de forma parcial. La clave de la transformación de las relaciones agrarias, que se había dado en 1861, fue la semiabolición del trabajo servil y la entrega de las tierras comunales a los campesinos. Pero esto se hizo cargando al conjunto de la comunidad la indemnización de los terratenientes, lo que sumado a los impuestos pronto produjo una masa de campesinos desposeídos que irían a engrosar las filas del proletariado. A su vez, la monetarización de las relaciones en las viejas comunas produjo una creciente diferenciación social entre una masa de campesinos pobres y una franja de campesinos acomodados. Todo esto aumentó el padecimiento y explotación de los campesinos. 
 
El origen de la industria rusa 
Frente al desarrollo industrial y militar de occidente, el atraso de Rusia amenazaba reducir el papel que la autocracia zarista tenía en el mundo. Debía entonces incorporar en Rusia los avances industriales de Inglaterra y Francia. Por eso, bajo la presión de un sector de la nobleza, el Estado zarista incentivará la instalación de complejos industriales con la técnica más avanzada, empezando por la industria militar. Así, la industria no surge sobre la base del desarrollo del artesanado y la expulsión de los campesinos de sus tierras, sino que se “importa” desde Occidente. 
Para esto, el zarismo recurrió a la inversión extranjera. Las principales empresas industriales, bancarias y de transporte eran propiedad de extranjeros así como el 40% de las acciones de las empresas rusas. Esto expresaba la dependencia de Rusia respecto al capital financiero de Europa. Además, el propio Estado zarista contrajo deudas para sostener e impulsar la industria. Para poder costear estas deudas (y la vida lujosa de los nobles) el Estado necesitaba apropiarse de una parte creciente de la producción de los campesinos tornando la situación en las comunas cada vez más insoportable. 
 
Una industria altamente concentrada
 
El atraso de la agricultura rusa contrastaba con la situación de la industria. La importancia de las grandes industrias era mayor en Rusia que en otros países. Las pequeñas industrias, con menos de 100 obreros, ocupaban al 35% de los obreros industriales de EE.UU. y tan sólo al 17,8% en Rusia. Y las grandes industrias ocupaban al 17,8% en EE.UU. y al 41,4% en Rusia. El menor peso de las pequeñas industrias, señala de manera elocuente cómo el desarrollo industrial en Rusia fue implantado. 
 
La ley del desarrollo desigual y combinado 
Esta realidad contradictoria, en la que coexiste el atraso con la industria moderna, en la que el capitalismo es importado por la autocracia zarista en su propio beneficio, es explicada por Trotsky según la ley del desarrollo desigual y combinado. La explica a partir de los distintos ritmos en que los distintos países se desarrollan. Y cómo al relacionarse países con distinto grado de desarrollo, los países atrasados incorporan elementos de los avanzados sin dejar atrás completamente su atraso. 
“El desarrollo desigual, que es la ley más general del proceso histórico, no se nos revela, en parte alguna, con la evidencia y la complejidad con que la patentiza el destino de los países atrasados. Azotados por el látigo de las necesidades materiales, los países atrasados vense obligados a avanzar de a saltos. De esta ley universal del desarrollo desigual de la cultura se deriva otra que, a falta de nombre más adecuado, calificaremos de ley del desarrollo combinado, aludiendo a la aproximación de las distintas etapas del camino y a la confusión de distintas fases, a la amalgama de formas arcaicas y modernas”1. 
 
Una burguesía débil 
Este carácter de la industria, es decir su alta concentración y dependencia del capital extranjero, explica la casi inexistencia de clases medias urbanas, y por sobre todo la debilidad de origen de la burguesía rusa que no había sido protagonista del proceso de industrialización más que como socia menor del zarismo y el capital imperialista. 
Dependiente económica y políticamente del zarismo, la burguesía rusa era incapaz de acaudillar a las masas populares tras de sí para barrer con la autocracia y expropiar a los terratenientes. Se acordaba muy bien de la experiencia de la revolución de 1848 en Francia donde tras el grito de la república democrática, el proletariado se había armado y comenzado a exigir la eliminación del trabajo asalariado. Recordaba también a la propia experiencia rusa de 1905 donde el proletariado se había lanzado a la huelga general y había puesto en pie los Soviets. La idea de movilizar al pueblo la horrorizaba, ya que frente a ella se alzaba un enorme proletariado al que le imponía las peores condiciones de explotación. 
Por eso la burguesía rusa no pudo lograr ni siquiera una monarquía constitucional como la que había conquistado la burguesía inglesa en el siglo XVII. La Duma (Parlamento ruso) carecía del peso político que tenían los Parlamentos occidentales. Pero sobre todo, la burguesía rusa se demostraría incapaz de sacar al campo del atraso, realizando una reforma agraria que le diese la tierra a los campesinos.  
 
La clase obrera rusa 
La debilidad de la burguesía rusa contrastaba con la existencia de una clase obrera altamente concentrada. Decía Trotsky: “…el proletariado de Rusia no fue formándose paulatinamente a lo largo de los siglos, arrastrando tras sí el peso del pasado, como en Inglaterra, sino a saltos, por una transformación súbita de las condiciones de vida, de las relaciones sociales, rompiendo bruscamente con el ayer. Esto fue, precisamente, lo que, unido al yugo concentrado el zarismo, hizo que los obreros rusos se asimilaran las conclusiones más avanzadas del pensamiento revolucionario, del mismo modo que la industria rusa, llegada al mundo con retraso, se asimiló las últimas conquistas de la organización capitalista”2.  
Así fue que el marxismo penetró en Rusia bajo las condiciones de opresión y clandestinidad impuestas por el zarismo, dando lugar a la tradición bolchevique de la socialdemocracia rusa. A su vez, ya desde la Revolución de 1905, el proletariado desarrollaría formas avanzadas de autoorganización como los Soviets, y adoptaría como métodos de lucha la huelga general y la insurrección. 
Estas armas que la clase obrera rusa forjó en su experiencia revolucionaria cumplirían un papel central en el estallido de la revolución en febrero de 1917. 
 
1 Trotsky, León, Historia de la Revolución Rusa, Bs..As., Ed.Antídoto, 1997.  
2 Trotsky, León, op. cit. 
 

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