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DEUDA EXTERNA

Los carriles “legítimos” de la deuda según Pino Solanas

Pino Solanas cuestiona las “deudas que están siendo investigadas por estafa y fraude”, pero afirma que se “debe pagar todo lo que es legítimo”, “si hay una deuda que fue por los carriles normales, no habrá que cuestionarla”. La deuda se ha transformado así en materia judicial. Se esconden las raíces estructurales de la deuda, una gangrena que significó desde 1976 un saqueo que supera los U$S270 mil millones.

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4 de febrero 2010

Pino Solanas cuestiona las “deudas que están siendo investigadas por estafa y fraude”, pero afirma que se “debe pagar todo lo que es legítimo”, “si hay una deuda que fue por los carriles normales, no habrá que cuestionarla”. La deuda se ha transformado así en materia judicial. Se esconden las raíces estructurales de la deuda, una gangrena que significó desde 1976 un saqueo que supera los U$S270 mil millones.

La necesidad de rechazar toda la deuda no surge sólo de los procedimientos fraudulentos en su emisión, aunque éstos son moneda corriente. Lo central es la deuda como mecanismo para beneficiar al capital financiero, socializar las pérdidas de los empresarios y defender la ganancia a costa de los “contribuyentes”, es decir -directamente o dando un rodeo- los trabajadores, que son los únicos que producen toda la riqueza.

Los dictados del capital financiero

El punto de partida del endeudamiento son los movimientos del capital financiero internacional. La deuda tomada por la dictadura bajo el plan económico de Martínez de Hoz se apoyó en los abundantes “petrodólares” acumulados por los países exportadores de petróleo. Los bancos internacionales, con estos abundantes fondos en sus manos, presionaron por el endeudamiento de los países “periféricos”. En cada período de bonanza financiera internacional, los bancos impulsaron el incremento de sus préstamos a países, aún más cuando en los ‘90 se generalizó la emisión de bonos. En los ‘70 y ‘80, la deuda se emitió como préstamos bancarios. Estos no se podían transferir en partes a otros acreedores; si los deudores entraban en default los costos eran para los bancos. La crisis de la deuda de comienzos de los ‘80 significó para los bancos pasar a pérdida una parte de sus activos (más allá de las ganancias por intereses) o tener activos inmovilizados, pendientes de renegociación. Para evitar esta molestia sin dejar de participar del negocio de desplumar a los países oprimidos, reemplazaron préstamos por bonos. De esta forma, los bancos que junto con los Estados emiten bonos, pueden comprarlos o venderlos en la bolsa. Además, cada emisión de títulos significa varios miles de millones de dólares de comisiones.

El endeudamiento depende centralmente de los fondos disponibles de préstamos a escala internacional: cuando éstos son abundantes, crece el crédito y la deuda, cuando escasean el crédito se obtiene a tasas más altas, se dificulta refinanciar, y ocurren crisis de deuda (como en 1982 y en 2001).

La deuda permite además imponer condiciones favorables a los intereses imperialistas. Esto se refuerza por los créditos de organismos como el FMI o el Banco Mundial, para que los países tomen medidas de acuerdo a los lineamientos de Washington, dando jugosas ganancias a contratistas locales y extranjeros. Numerosas “reformas del Estado” (es decir, privatizaciones, desregulaciones, reformas laborales) han ido acompañadas de créditos.

 Un mecanismo para sostener la ganancia

Durante 1976-2009 entraron por nuevo endeudamiento más recursos de lo que se ha pagado. Este incremento de la deuda permitió un mayor enriquecimiento de la clase capitalista. ¿Cómo es que la deuda tuvo este efecto?

• La deuda estuvo muchas veces asociada a transferencias a los capitalistas. Esto puede ser de manera directa –como endeudarse para costear planes de infraestructura que suelen pagarse con jugosos sobreprecios- o indirecta, como se ha visto en los últimos años, en que el exponencial aumento de los gastos por subsidios ha ido acompañado de un incremento de la deuda pública.

• La deuda permitió muchas veces “sostener” el valor del capital en las crisis, garantizando el éxito de las especulaciones y salvando a los empresarios de las consecuencias de éstas (como la bicicleta financiera de la época de Martínez de Hoz (ver LVO N° 358) o la masiva deuda en dólares tomada por los empresarios en el “1 a 1” mientras depositaban dólares en el exterior). La fragilidad de la economía argentina -vinculada a su baja productividad- repercute periódicamente en crisis agudas que suelen llevar a abruptas devaluaciones de la moneda en relación al dólar. Como esto significa que el valor de los capitales locales (o extranjeros que se valorizan en el país) cae en dólares, los gobiernos impulsan “seguros de cambio”, “pesificaciones asimétricas” u otros mecanismos de saqueo masivo por los cuales, los empresarios ven compensadas sus “pérdidas”, mientras ponen a resguardo las ganancias amasadas en los años de estabilidad fugando capitales. Estas compensaciones tienen como paralelo un aumento estrepitoso de la deuda: lo vimos luego de la crisis de 1981 con la nacionalización de deudas privadas realizada por Cavallo y también con el desplome de la Convertibilidad.

Estos factores se agregan a la deuda ya contraída, para generar una masa siempre creciente de compromisos pendientes e intereses. El país burgués semicolonial no puede aspirar a sostenerse sin reproducir esta gangrena, condición para hacer frente a sus periódicas bancarrotas. Eventualmente, puede también abandonar los pagos, declarar default o imponer quitas, pero no para romper relaciones con los mercados, sino para restablecer condiciones para un saqueo sostenible, no sin reconocer siempre jugosas ganancias a los bancos por comisiones de las renegociaciones y formidables intereses a los bancos. En el medio se validan todo tipo de negociados, como el de los acreedores que “pagaron” con la deuda las privatizaciones (comprando los títulos de deuda por valores irrisorios), o el que podrían hacer los fondos buitre, tan denunciados por el gobierno, si el ministro Boudou logra avanzar con el canje de los bonos holdouts (que fueron comprados por muchos de los actuales tenedores por casi nada).

Las consecuencias del desendeuda-miento

Un ejemplo bochornoso es la renegociación de 2005 presentada como digna y soberana (es el ejemplo que ha tomado Correa en Ecuador, a quien Solanas reivindica, y que declaró la deuda “ilegítima” para luego buscar renegociarla). Por este canje se está pagando anualmente el equivalente a más del 7% del PBI. El capital financiero no guarda ninguna nostalgia por la belle epoque menemista.

El kirchnerismo, que durante un lustro gozó de una bonanza extraordinaria tanto por el ingreso de dólares como por el superávit fiscal (que se esfumó en el último año) ha permitido que una porción mayoritaria de esos recursos fuera a parar a manos de los acreedores. El “desendeudamiento” significó los más generosos pagos a los acreedores, entre ellos 10 mil millones al FMI. Agreguemos de paso que, en los últimos años, muchos de los dólares que entraron al país por el comercio exterior sirvieron a la fuga de capitales y a la remesa de utilidades de las filiales de empresas extranjeras. Por estas vías, el gobierno “nacional y popular” ha permitido un drenaje formidable. Ahora que la bonanza se acaba, se prepararán para archivar el “desendeudamiento” y volver a emitir bonos.

El Fondo del Bicentenario, por mucho empeño que se esfuercen con embellecerlo los intelectuales K, es otra variante de la entrega de recursos para cumplir con los acreedores.
 
Toda la deuda es ilegítima

La cuestión de la deuda no puede considerarse haciendo abstracción de estas condiciones de sometimiento colonial del capitalismo argentino. No se trata de separar la deuda fraudulenta de la legítima como pretende Pino: se trata de un mecanismo de expoliación imperialista. Para los trabajadores y el pueblo lo único legítimo es imponer el no pago de la deuda, una medida elemental contra el imperialismo que Solanas y sus aliados de la CTA (como Lozano) se niegan a impulsar.

Sin embargo, no se trata sólo de declarar el no pago de la deuda, medida que coyunturalmente pueden hacer los capitalistas en su beneficio (como en 2001) para después volver a dar enormes concesiones al capital financiero. Se trata de cortar de cuajo con las condiciones de sometimiento al imperialismo que causan esta gangrena, y que sólo puede ser encarada por un gobierno de los trabajadores que se proponga avanzar sobre la expropiación de los expropiadores capitalistas (nacionales y extranjeros), que no tienen ningún interés en cuestionar la deuda. El no pago de la deuda, no puede separarse de otras acciones para enfrentar el boicot del capital imperialista y sus aliados locales. Estas son:

• Monopolio estatal del comercio exterior y el control de los movimientos de divisas, para cortar toda fuga y el drenaje de dólares por el comercio (y por maniobras como la sobrefacturación de importaciones).

 • Nacionalización de la banca, creando una banca nacional única bajo control obrero que no esté al servicio de la timba capitalista, sino que permita dirigir la economía de acuerdo a los intereses vitales de los trabajadores.

Estas medidas elementales para cortar con el saqueo de la deuda permitirán poner los recursos nacionales al servicio de las mayorías populares, empezando por un plan de obras públicas para emplear todas las manos disponibles con un salario acorde a la canasta familiar.

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