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RUCCI Y LA BUROCRACIA SINDICAL (nota exclusiva en internet)

Los autores del "Ni yanquis ni marxistas"

El 25 de septiembre se cumplió el 26° aniversario del asesinato del dirigente cegetista José Ignacio Rucci. Desde la publicación del libro de Ceferino Reato "Operación Traviata" en el 2008, la acusación contra los Montoneros de la responsabilidad del atentado ha servido a la burocracia sindical actual para reabrir la causa y tratar de mostrar a Rucci como un mártir de la clase trabajadora.

Facundo Aguirre

1ro de octubre 2009

El 25 de septiembre se cumplió el 26° aniversario del asesinato del dirigente cegetista José Ignacio Rucci. Desde la publicación del libro de Ceferino Reato "Operación Traviata" en el 2008, la acusación contra los Montoneros de la responsabilidad del atentado ha servido a la burocracia sindical actual para reabrir la causa y tratar de mostrar a Rucci como un mártir de la clase trabajadora.

José Ignacio Rucci fue la cabeza de la burocracia sindical y un baluarte de la derecha peronista en el ascenso obrero y popular que sacudió a la Argentina entre 1969 y 1976. En este periodo convulsivo la clase obrera va a realizar una experiencia y enfrentarse con el peronismo actuando como defensor del régimen burgués. Rucci, hombre de la UOM, asume la Secretaría General de la CGT en 1970, luego del asesinato del "Lobo" Augusto Timoteo Vandor. El liderazgo de Rucci en la CGT le devolvió a Perón el pleno control de los sindicatos a diferencia de un “Lobo” con juego propio. Rucci era un hombre leal a Perón. Es famosa la foto donde el metalúrgico sostiene el paraguas que protege al General de la lluvia en su retorno a Ezeiza en noviembre de 1972; grafica la cercanía y la ubicación del dirigente sindical y Perón.

La tarea de Rucci a la cabeza de la burocracia sindical peronista fue la de controlar al movimiento obrero que jaqueaba a la dictadura de Onganía y Lanusse. Una vez retornado el peronismo al poder en 1973 su política fue la de contener y disciplinar a los trabajadores en beneficio de los empresarios. Para el peronismo era clave detener el ascenso obrero y popular en función de ordenar el país en un marco de crisis internacional.

Para ello era necesario derrotar a la vanguardia militante de los trabajadores y la juventud que buscaban radicalizar el proceso social. A la cabeza de la burocracia sindical, Rucci se puso al frente del combate contra el activismo fabril que crecía desde las comisiones internas en las luchas obreras contra el Pacto Social, vía la Ley de Asociaciones Profesionales, vía el matonaje sindical y las bandas armadas de la derecha peronista. Rucci y la burocracia sindical practicaban un discurso reaccionario y macartista como complemento ideológico de su matonaje. Frases como "el sucio trapo rojo", “infiltrados”, “zurdaje”, son parte del arsenal argumentativo de esta burocracia. Ellos acuñaron el lema "Ni yanquis ni marxistas, peronistas", contra los Montoneros y la izquierda del movimiento obrero que crecía en las fabricas. Rucci fue uno de los promotores de la Masacre de Ezeiza contra la Juventud Peronista el 20 de junio de 1973 y se ganó merecidamente el mote de traidor por parte de los luchadores obreros.

De haber sido los Montoneros los autores del atentado que terminó con la vida de Rucci, con el objetivo mezquino de presionar a Perón, sería una muestra del fracaso de la política guerrillera para combatir a la burocracia sindical. Los Montoneros no impulsaban la lucha de la base obrera contra el Pacto Social para no romper con Perón y la burguesía que lo apoyaba. No ayudaban a la independencia política y a la organización democrática de los trabajadores sino que recurrían a la acción militar descolgada e inconsulta de un aparato guerrillero que sólo ayudaba a distraer fuerza militante del activismo y concentrar la represión contra los luchadores.

Yanquis sí, marxistas no

Los Moyano, los Daer, los Zanola y todos los burócratas sindicales peronistas atornillados actualmente a sus sillones son, desde el punto de vista histórico, consecuencia de la derrota de la clase trabajadora, bajo la dirección del peronismo, por el golpe de 1976. La dictadura militar les permitió preservarse a la burocracia sindical, al peronismo y a la UCR.

Existen grandes diferencias históricas entre la actual conducción cegetista y la burocracia encabezada por Rucci. Sin embargo dos cosas se mantienen inalterables: el apego de los dirigentes a sus privilegios económicos y el discurso macartista contra el sindicalismo de base y los delegados combativos cuando la burocracia es superada. Así lo vemos en el conflicto de los trabajadores de Kraft cuando Daer y Moyano acusaron de intransigentes y ultras a los dirigentes de la fábrica, en sintonía con el discurso de la patronal norteamericana.

El rasgo distintivo de la burocracia sindical encabezada por Moyano es que su discurso macartista está puesto al servicio de sostener también al gobierno peronista de los Kirchner, que se referencia en la JP setentista.

Volteretas de la historia. Moyano y el kirchnerismo buscan convencer a los trabajadores de que es necesario conciliar con los patrones para garantizar las fuentes de trabajo. Moyano ha lanzado una corriente político sindical que dice querer contribuir "a la reorganización del movimiento nacional y popular como eje articulador de los intereses nacionales" acorde al perfil “nacional y popular” del kirchnerismo. Sin embargo, ambos actúan como defensores de los intereses de la patronal imperialista norteamericana contra los obreros de Kraft que luchan frente a los despidos y en defensa de sus delegados combativos. Yanquis sí, marxistas no, es la consigna que hoy los unifica.

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