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Historia

Los ’70 y el debate de estrategias en la izquierda: II. Las corrientes trotskistas

23 de marzo 2006

Del Cordobazo a la fundación del PST

La radicalización obrera y juvenil de fines de los ’60 y principios de los ’70 provocó el fortalecimiento (y/o surgimiento) de distintas corrientes ubicadas a la izquierda de las direcciones que habían dominado al movimiento de masas desde el fin de la II guerra mundial, la socialdemocracia, los partidos comunistas y, en los países de la periferia capitalista, también las direcciones nacionalistas burguesas. Entre quienes se fortalecieron, apoyadas en la nueva centralidad ganada por la acción obrera a partir del mayo francés, varias organizaciones trotskistas (en Francia, Estado Español, Gran Bretaña, Argentina, México, entre los más importantes) pasaron de agrupar a unas decenas o, a lo sumo, algunos pocos centenares a transformarse en corrientes que superaron los mil militantes y lograron influencia destacada entre la vanguardia de sus países. En Argentina, el período revolucionario abierto con el Cordobazo no sólo implicó el crecimiento de las organizaciones guerrilleras1, sino de la corriente trotskista orientada por Nahuel Moreno, que en el IV Congreso del PRT (febrero de 1968) había roto con el ala guerrillerista encabezada por Santucho. A partir de entonces Moreno se orientó crecientemente hacia la crítica de la estrategia guerrillera, luego del coqueteo con el castrismo en los años anteriores.
El liderazgo de la lucha popular mostrado por la clase obrera en el Cordobazo y demás levantamientos semi-insurreccionales que se dieron entre 1969 y 1972 en algunas de las ciudades más importantes del interior, llevaron a Moreno a retomar los postulados trotskistas más clásicos sobre la huelga general y la insurrección, opuestos a la estrategia de la “guerra prolongada” de Santucho y el PRT-ERP. En este período, Moreno apostará primero a darle carácter nacional a las tendencias clasistas que habían ganado peso con la conquista en 1970 de los sindicatos de los trabajadores de la FIAT en Córdoba (SITRAC y SITRAM), llevando la propuesta -a partir del peso que el PRT-La Verdad tenía en Comisiones Internas, Cuerpos de Delegados y oposiciones sindicales del Gran Buenos Aires y Capital- de conformar un Movimiento Sindical Clasista (MOSICLA), cuestión que será abortada por la derrota de los trabajadores de FIAT.
Con la imposición de la salida electoral a partir del Gran Acuerdo Nacional, Moreno insistirá en la necesidad de intervenir en este terreno para lo cual impulsará un acuerdo entre su corriente, y un pequeño sector proveniente del Partido Socialista Argentino, encabezado por Juan Carlos Coral, que llevará en 1972 a la fundación del Partido Socialista de los Trabajadores.
Ante la política que buscaba canalizar el ascenso obrero detrás de los candidatos peronistas, el PST propuso conformar un “frente de trabajadores” y un “polo obrero y socialista”. La negativa de otras organizaciones que reinvindicaban la experiencia clasista a esta política (incluyendo Política Obrera), que llamaron a la abstención o al voto en blanco, llevó al PST a sostener candidatos propios tanto en la elección que llevó a la presidencia a Cámpora (el PST levantó la fórmula Coral-Ciapone) como en la que luego de renunciado éste llevaría por tercera vez a la presidencia a Perón (esta vez Coral fue acompañado por el dirigente del clasismo cordobés José Francisco Páez). En esta segunda elección, donde gran parte de los abstencionistas de ayer (como los maoístas del PCR) votaron a Perón, el PST superó los 200.000 votos.

Luces y sombras

Con el peronismo en el poder, el PST tuvo un importante desarrollo impulsando las huelgas contra el Pacto Social, lo que le permitió lograr una importante influencia entre los luchadores obreros que se desencantaban con el gobierno peronista. Poco antes de la muerte de Perón, un punto alto de la política del PST fue en el plenario de organizaciones combativas realizado en Villa Constitución entre la primer y segunda huelga de los metalúrgicos de esa ciudad, donde dio la pelea por poner en pie una Coordinadora Nacional, llevando mandato de decenas de delegados, cuestión a la que se opusieron los Montoneros, Tosco y Salamanca.
Pero esta política justa no era parte de una estrategia consecuente para que los trabajadores desarrollasen organismos propios de poder. Ya a comienzos de 1974 el PST combina su participación en las luchas contra el Pacto Social con una política “democratizante” expresada en su participación en el “grupo de los 8”, que se reunió por primera vez ante el “navarrazo”, el golpe impulsado por el jefe de policía de Córdoba que terminó en esa provincia con la gobernación de Obregón Cano2.
Luego, cuando se desarrollan las coordinadoras interfabriles contra el Plan Rodrigo, los militantes del PST tendrán una ubicación destacada pero nuevamente estará ausente la perspectiva de transformar estos organismos en alternativa de poder, levantando en ellos un programa meramente económico y no uno que le permitiera a la clase trabajadora dar una salida propia. Durante las jornadas de junio y julio de 1975, que llevaron a la primera huelga general contra un gobierno peronista, el PST se adaptó a la ubicación opositora de la burocracia sindical sosteniendo que Isabel debía ser reemplazada por un senador de la CGT, cuando justamente fue la cúpula cegetista la que impidió la caída, por medio de la acción obrera de masas, del gobierno organizador de la Triple A. Por su parte, Política Obrera, antecesora del actual Partido Obrero, planteó en esos días la consigna de “gobierno de la CGT”, política de la cuál luego se autocriticaría.
Frente al golpe que preparaba la burguesía tampoco el PST peleó porque las coordinadoras organizacen la autodefensa de los trabajadores poniendo en pie milicias obreras, cuyo desarrollo (que obviamente no dependía sólo de la voluntad del PST) era lo único que podía abortar la intentona contrarrevolucionaria que finalmente se impuso. En vez de esto, el PST insistió con su política de “frente democrático”: volverá a confluir en una declaración común del “Grupo de los 8” (esta vez ampliado al Partido Auténtico, impulsado por los Montoneros), que sería publicada el 19 de junio de 1975, en pleno desarrollo de las movilizaciones contra el gobierno de Isabel3 donde nada se decía sobre la responsablidad de López Rega en la organización de las bandas fascistas. Incluso en este periodo el PST, que reclamó la “libertad de los presos políticos y gremiales”, se opuso a considerar como presos polítiticos a los los presos de la guerrilla4.

Conclusión

El PST (así como la menos influyente Política Obrera5) tuvo el mérito de centrar su actividad en el movimiento obrero y tratar de poner en pie una alternativa revolucionaria por fuera del peronismo y de la guerrilla. Esto le valió la adhesión de muchos activistas obreros y estudiantiles y le costó la muerte y desaparición de más de 100 militantes, primero a manos de la Triple A6 y luego de la dictadura. Aunque tuvo la valentía política de enfrentar las ilusiones de los trabajadores en la vuelta de Perón y puso su fuerza al servicio del triunfo de las luchas obreras, no tuvo una estrategia consecuentemente revolucionaria7. Sin embargo, como fue común a todas las corrientes que formaron parte de lo que denominamos “trotskismo de Yalta”8 adoleció de una política que apuntara sistemáticamente a la creación de organismos de autodeterminación de los trabajadores, cuyo desarrollo embrionario fueron las coordinadoras interfabriles, incluso cuando había realizado planteos de este tipo ante otros procesos revolucionarios de esos años, como la revolución portuguesa. Es decir, aunque dio batallas parciales correctas, no sostuvo una estrategia revolucionaria de conjunto.
El morenismo nunca realizó un balance crítico de su actuación en el período, cuestión que en parte explica que el sucesor del PST, el MAS, haya tenido un carácter mucho más oportunista y adaptado al régimen democrático burgués. Peor aún, con sus elaboraciones acerca de la “revolución democrática”9 Moreno elevó a teoría lo que en el PST podían ser señaladas como desviaciones oportunistas.
A treinta años del golpe, para quienes seguimos sosteniendo la lucha por poner en pie un partido revolucionario de la clase trabajadora, la discusión sobre el “ensayo general revolucionario” de los ‘70 y las distintas estrategias sostenidas en la izquierda es clave no sólo para entender por qué de la radicalización obrera y juvenil de aquel período no surgió una verdadera dirección revolucionaria sino, como parte de esa comprensión, afinar nuestra estrategia para continuar hoy la lucha de aquella heroica generación.

1 Para una crítica de la estrategia de las corrientes guerrilleras ver LVO N° 182.
2 En esa ocasión el PST integrará ese bloque junto con la UCR, el Partido Comunista, el Partido Intransigente, el Partido Revolucionario Cristiano, el Partido Socialista Popular y la Unión del Pueblo Adelante. Aunque luego dirá en una explicación confusa que no fue firmante del texto político publicado como solicitada el 22-03-74, el PST reivindicó su participación en un bloque que no sólo reivindicaba la “institucionalidad” del régimen sino que cubría las responsabilidad de Perón en la caída de Obregón Cano.
3 Dicha declaración decía: “(…) Estos partidos, (…) entienden (…) que el ordenamiento de la Nación debe regirse por la Constitución Nacional y por las leyes que en su consecuencia se dicten; que la República debe gobernarse conforme a las instituciones que la historia y la lucha de nuestro pueblo han puesto en vigencia; que el pueblo es el único depositario de la soberanía, la cual se ejerce por intermedio de sus representantes legítimamente elegidos. Consustanciados en la necesidad de aventar definitivamente la violencia terrorista en sus distintas formas, signos ideológicos, orígenes o procedencias y para que el pueblo y la Nación toda, en un marco de continuidad institucional, (…) los partidos políticos de la Capital Federal, resuelven: Apoyar decididamente toda iniciativa tendiente a constituir una comisión parlamentaria investigadora, de crímenes, atentados e intimidaciones a personas, entidades públicas y privadas; que a su vez estudie todos los casos que se produzcan o denuncien como restrictivos a la libertad personal, que también analicen el origen de los hechos, sean los mismos de orden político o social; como asimismo se examinen las causas de las detenciones ya efectuadas o que en adelante se realicen invocando los términos del estado de sitio o con significación ideológica y sin perjuicio de que los partidos firmantes sostengan la necesidad de su levantamiento; (…)”. Avanzada Socialista, el periódico del PST, luego aclararía que apoyaba el reclamo de conformar una Comisión Bicameral pero no los fundamentos políticos de la declaración.
4 Por ejemplo, puede leerse en el artículo “¿Quiénes son los presos políticos?” en Avanzada Socialista N° 170 del 8-11-1975: “(...) para nosotros los guerrilleros no son presos políticos. Son ‘conexos’, como los llama la propia guerrilla. No actúan políticamente sino militarmente.Y no son apresados en acciones políticas sino en acciones militares. Incluso, los miembros de una de las organizaciones guerrilleras exigen ser tratados de acuerdo con la Convención de Ginebra de los prisioneros de guerra. ¿Qué tiene que ver esto con la condición de preso político? Por eso, como presos, son indefendibles desde el punto de vista político y nuestro Partido no reclama su libertad como tales”.
5 Política Obrera es la antecesora del actual Partido Obrero. Aunque en distintas ocasiones realizó críticas por izquierda a los planteos más oportunistas del PST (como la participación en el “grupo de los 8”) tampoco tuvo una política revolucionaria consecuente. Con el argumento de “cambiarle el contenido” participó de la movilización que fue a Ezeiza a recibir a Perón bajo el gobierno de Cámpora. A lo largo de su existencia la participación en movilizaciones de carácter reaccionario se transformó en una constante en su práctica política: participaron en los actos que recibieron al Papa en 1982 durante la guerra de Malvinas y en la marcha de la “Multipartidaria” realizada ese mismo año; y más recientemente lo vimos movilizarse junto a la DAIA “menemista” de Beraja ante el atentado a la AMIA y participar también de las marchas convocadas por Juan Carlos Blumberg.
6 Entre las acciones más importantes realizadas por la Triple A contra el PST están la “masacre de La Plata”, la “masacre de Pacheco” y el asesinato de uno de sus principales dirigentes, César Robles.
7 Esto no significa que una política correcta del PST hubiera podido por sí misma cambiar el curso de los acontecimientos, ya que su influencia en el movimiento de masas era débil, pero sí hubiese permitido templar los cuadros y prepararse mejor para intervenir en los acontecimientos futuros, en la misma forma que la discusión sobre la revolución de 1905 permitió a los marxistas revolucionarios rusos prepararse para el triunfo revolucionario en octubre de 1917.
8 Con este nombre definimos a las corrientes del movimiento trotskista que durante la segunda postguerra tuvieron que construirse en el marco del predominio en el movimiento obrero de direcciones stalinistas, socialdemócratas y/o nacionalistas burguesas y pequeño burguesas. Pese a haber mantenido lo que llamamos “hilos de continuidad” con la tradición del marxismo revolucionario, de conjunto tuvieron un carácter centrista, es decir, oscilantes entre posiciones reformistas y revolucionarias.
9 Ver Fredy Lizarrague, “Una delimitación por los fundamentos revolucionarios de nuestra organización”, LVO N° 182. Más en extenso, ver Manolo Romano, “Polémica con la LIT y el legado teórico de Nahuel Moreno”, en Estrategia Internacional N° 3; y Emilio Albamonte y Fredy Lizarrague, “La estrategia soviética en la lucha por la república obrera”, en Estrategia Internacional N° 4/5. Todos estos artículos pueden consultarse en la página web del PTS: www.pts.org.ar

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