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Debate Abierto

Lo que esperamos del próximo Congreso de la LCR

Jacques Morand

6 de marzo 2008

La Fracción L’Étincelle de Lutte Ouvri˜ére ha respondido positivamente a la propuesta de examinar las posibilidades de creación de un nuevo partido, y milita para que toda la organización Lutte Ouvri˜ére adopte la misma actitud.
Aquí no discutimos otra cosa que las “tesis PF-A (fracción mayoritaria de la dirección de la LCR, N del T), mayoritarias a la dirección nacional”. Estas son, en efecto, las que representan, como creemos, los puntos de vista que sentimos más próximos. Sin embargo, debemos decir que, durante su lectura, quedamos insatisfechos. Según nuestra opinión, qué partido se propone y nos propone construir la mayoría de la LCR todavía sigue siendo demasiado vago y ambiguo.

¿Anticapitalista o revolucionario?

En estas tesis, como en las declaraciones públicas de sus dirigentes, como Olivier Besancenot, como en la prensa o los volantes destinados a popularizar el llamado a un nuevo partido, ustedes insisten en el hecho que se trataría de un partido anticapitalista más que de un partido revolucionario. Desde luego, explican que, para ustedes, el anticapitalismo consecuente sólo puede ser revolucionario. Por supuesto, nosotros comprendemos también que decirse anticapitalista puede ser una manera popular de hacer captar inmediatamente su posición en el abanico político, opuesto a este régimen, a esta sociedad… y a los partidos que la integran.

Estas dos razones, sin embargo, no permiten responder a nuestro interrogante y comprender por qué parecen tan reticentes a decir en voz alta, clara y sistemáticamente que el partido que ustedes proponen construir es, en primer lugar y ante todo, un partido revolucionario. ¡Las tesis de preparación de un congreso no se hacen para popularizar un proyecto sino, en primer lugar, para especificarlo de la mejor manera!
La repetición del término anticapitalista no permite verdaderamente esta especificación. Tanto más cuanto que las tesis, como las diversas declaraciones, adjuntan casi sistemáticamente a este término una serie de epítetos, “internacionalista, ecologista, feminista…” en este orden o en otro. ¿Por qué, el de revolucionario no aparece al igual que los otros, casi nunca al mismo tiempo, quizá se podría creer que es el agregado de un olvidado detalle secundario?

Ahora bien, no es verdad que anticapitalista y revolucionario sean sinónimos, sobre todo cuando se trata de delimitar el programa y los objetivos de un partido. Por otra parte, algunas de las fórmulas empleadas por ustedes parecen reconocerlo francamente. Así podemos leer que proponen “comprometerse resueltamente y sin pérdida de tiempo en la construcción de un nuevo partido, reagrupando a los anticapitalistas y a los revolucionarios” (subrayado por nosotros). Si la fórmula tiene un sentido, implica que ustedes hacen una distinción entre ambos y que se fijan como objetivo reagrupar a los revolucionarios y a los anticapitalistas… que por lo tanto no serían revolucionarios.
Es exactamente aquí donde nosotros vemos un problema.

Dos opciones antinómicas

En efecto, en la actualidad, a la extrema izquierda se le ofrecen dos opciones para la construcción de un nuevo partido. Y ellas son opuestas aún cuando en lo inmediato reagruparían sin duda prácticamente a los mismos, a los que son seducidos por la LCR y por su proyecto radical.
La primera consistiría en reunir a revolucionarios y no-revolucionarios sin preocuparse demasiado por clarificar más allá, con la esperanza de rastrillar a todos aquellos que, disgustados y desmoralizados por la actual política del Partido Socialista, son sensibles a creer que, actualmente, no es posible ninguna alianza gubernamental con este partido (delimitación que ustedes juzgan esencial para constituir el nuevo partido). Es sobre esta base que antaño se creó el PSU (Partido Socialista Unificado) durante la guerra de Argelia, con revolucionarios, muchos de ellos salidos de la IV Internacional, y gente de izquierda herida por la responsabilidad del PS en la prolongación de esta sucia guerra colonial. Esta voluntad, real, de romper en un momento con el PS no le ha impedido a esta gente de izquierda, años más tarde,… volver a adherir al PS al que tanto habían vilipendiado. Es que esta voluntad no estaba acompañada de una adhesión a las ideas revolucionarias, y que, con su indignación justa pero circunstancialmente recaída, esos que se creían de extrema izquierda sólo han visto perspectivas en un retorno al redil de la izquierda. Pero esta fue, en el fondo, la suerte de todos estos partidos semejantes, que buscaron satisfacer a todo el mundo, nacidos de una oposición a menudo fuerte pero circunstancial a la política de los socialdemócratas. ¿Qué posibilidades de escapar a esto tendría una nueva tentativa de este tipo en Francia hoy?

La otra opción es constituirse sobre una base clara y abiertamente revolucionaria, no solamente en oposición fundamental con el curso actual “social-liberal” (citando sus términos) del PS, sino con el firme objetivo de derrocar el régimen político y social capitalista. Y con el de instaurar el poder de los trabajadores y no solamente “una transformación revolucionaria de la sociedad”, esta fórmula vaga que tiene la desventaja o la ventaja (según el punto de vista en que uno se ubique) de no indicar ni la naturaleza de la revolución… ni sobre todo las vías a tomar para realizarla.

La condición previa necesaria

Evidentemente, nuestras críticas no impiden nuestro acuerdo sobre el hecho que un nuevo partido sólo tiene posibilidades de nacer si los revolucionarios de hoy saben asociarse con gente con quien no estaban asociados hasta el momento. Y se trata de estos anticapitalistas, internacionalistas, ecologistas o feministas, de estos “militantes de diferentes orígenes o trayectorias”, “productos de experiencias políticas diferentes” y no surgidos de la tradición trotskista ni incluso marxista, a los se dirige la LCR… aún cuando también se trata de no olvidar que la cuestión sólo está planteada hoy porque una corriente de tradición trotskista, en este caso la LCR, podrá atraerlos y convencerlos. “Esta nueva formación política no zanjará, por lo tanto, desde el principio todas las cuestiones tácticas y estratégicas”. Exacto. Pero no obstante deberá zanjar desde el principio qué meta se asigna - derrocamiento del capitalismo o su transformación – y qué vía piensa tomar para alcanzarla – la de la toma del poder por los explotados y los oprimidos o la de las “transformaciones” de la sociedad, buscando obtenerlas por presiones sobre las clases dirigentes o la colaboración con ellas.

Por supuesto, como dice la tribuna dada a Convergencias revolucionarias (número 54, noviembre-diciembre de 2007) por el Buró Político de la LCR, las “referencias generales nunca son suficientes para determinar una política correcta”. La referencia revolucionaria no más que las demás. Esta no le impedirá adherir al nuevo partido a gente que se dirá, o se creerá, revolucionaria sin serlo. Por el contrario, su ausencia abriría bien la puerta a todos aquellos que no lo son, lo saben, incluso lo proclaman. Y les permitiría pesar de una manera decisiva en la política, la orientación y finalmente, la naturaleza del partido.

Por eso deseamos que “el llamado a constituir un nuevo partido” que la LCR propone lanzar a su congreso haga desaparecer completamente la amplitud y la vaguedad y sea sin ambiguedad un llamado a favor de un partido revolucionario que se dé explícitamente como meta el derrocamiento del régimen capitalista y la instauración del poder de los trabajadores, y como medio la intervención en la lucha de clases. Sólo planteando claramente esta condición previa, evidentemente este partido será anticapitalista, internacionalista, ecologista, feminista! ¿Qué otra cosa puede ser un partido revolucionario?

Prensa

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