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Familia – Parte V

Libres e iguales

12 de octubre 2006

A los marxistas muchas veces nos acusan de estar en contra de la familia. A decir verdad, es el propio capitalismo el que destruye a las familias proletarias con la superexplotación, la desocupación, la marginación, el hambre, la miseria y todas las consecuencias de la descomposición social. Lo que planteamos es que debe abolirse la familia como estructura económica privada, sobre la que descansan las tareas relativas al abastecimiento de alimentos, abrigo, comida y cuidados necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo; para dar paso a relaciones establecidas libremente, sin coerción económica ni de ningún tipo, y basadas en el amor. Pero sabemos que esto no puede acontecer “por decreto”.
Para ello es necesario plantearse, en primer lugar, la industrialización y socialización de las tareas necesarias para la reproducción. Esto liberaría a las mujeres de lo que Lenin denominó la “esclavitud doméstica” y permitiría que se incorporen a la producción socializada en las mismas condiciones que los varones, sin cargar con las dobles cadenas que impone la doble jornada laboral.
Esta enorme tarea es inseparable del derrocamiento de la propiedad privada de los medios de producción. Sólo sobre la base de un estado obrero, basado en los organismos de democracia directa de la clase trabajadora que planifiquen la economía, se podrán dar estos primeros pasos para erradicar, definitivamente, la opresión que pesa sobre las mujeres.
Pero con esa perspectiva, sabiendo que esta emancipación sólo puede conseguirse sobre las bases de una revolución socialista que acabe con el dominio de una clase sobre otra, llamamos a la más amplia movilización de las mujeres para luchar con un programa que permita desplegar la energía revolucionaria de la clase trabajadora en alianza con el pueblo pobre y otros sectores oprimidos. Exigimos un salario destinado al trabajo doméstico necesario, en una familia, para su propia reproducción; denunciando que ese trabajo “invisible” y no remunerado –que recae mayoritariamente en las mujeres de la familia- es vital para el Estado y los capitalistas ya que, en nuestro país, equivale a más del 33% del Producto Bruto Interno. Exigimos la inclusión de guarderías pagadas por la patronal y el Estado en las fábricas, empresas y demás lugares de trabajo.
Con la incorporación de las mujeres a la producción social, exigimos igual salario por igual trabajo, igualdad de oportunidades en el empleo, contra la discriminación de las mujeres en cualquier rama de la actividad económica y derechos especiales para las mujeres embarazadas y que están amamantando.
Junto a esto, el derecho de las mujeres a decidir y tomar control de su propio cuerpo, su sexualidad y sus funciones reproductivas. Por eso luchamos por el derecho al aborto libre y gratuito, pero también por la educación sexual y la distribución gratuita de anticonceptivos, al mismo tiempo que defendemos el derecho a la maternidad elegida libremente.
Consideramos que sólo la más amplia autonomía –desde la independencia económica hasta el control del propio cuerpo- permitirá que las personas se relacionen con libertad, amor y respeto mutuo, basándose exclusivamente en sus deseos y no presionados por las necesidades acuciantes de la supervivencia cotidiana.
Para esto es necesario, también, enfrentar los prejuicios que la clase dominante recrea entre las filas de los explotados. Sabemos que, tampoco con decretos o “buenos deseos” se puede acabar con el machismo y la opresión. El feminismo plantea la necesidad de desarrollar nuevas “culturas” y “estilos de vida” que enfrenten las actitudes patriarcales de los varones. Para los marxistas, por el contrario, la salida no es individual. Y no culpamos a los varones de la opresión sexual, sino a la sociedad de clases y sus instituciones. Es ésta la que reproduce y legitima estos comportamientos machistas entre los sectores oprimidos, fortaleciendo el dominio de los explotadores.
Sin embargo, que no se trate de un problema de “educación” o “estilo de vida”, no significa que los marxistas, los obreros concientes y las mujeres que toman su destino en sus propias manos no debamos enfrentar estas presiones y que, en ocasiones, nos conducen a reproducir las peores miserias humanas que luchamos por desterrar. Parafraseando a Marx, podemos decir que no puede liberarse quien oprime a otros. Por eso, ¡desterremos el sexismo de nuestras filas! ¡Por la unidad de la clase trabajadora en lucha contra la explotación y la opresión! ¡Paso a la mujer trabajadora!

Prensa

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Marcela Soler115470-9292

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