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A 90 años de la Revolución Rusa

EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN

Lenin prepara la insurrección

Durante más de cien días, entre julio y octubre, Lenin se vio obligado a vivir en la clandestinidad. Sin embargo, el aislamiento no podía dejarlo al margen de los acontecimientos. Mientras la revolución se desarrollaba entre las acciones de las masas y los golpes de la contrarrevolución, también se hacía necesario detenerse a preparar mejor las armas.

Comisión del IPS

30 de agosto 2007

Escribiendo en la clandestinidad

Durante más de cien días, entre julio y octubre, Lenin se vio obligado a vivir en la clandestinidad. Sin embargo, el aislamiento no podía dejarlo al margen de los acontecimientos. Mientras la revolución se desarrollaba entre las acciones de las masas y los golpes de la contrarrevolución, también se hacía necesario detenerse a preparar mejor las armas. “Además de las fábricas, los cuarteles, los pueblos, el frente y los soviets, la revolución tenía otro laboratorio: la cabeza de Lenin”, así es como Trotsky recuerda el momento en que Lenin redacta El Estado y la Revolución.

Durante un agosto pleno de urgencias políticas, Lenin consideraba necesario clarificar los problemas fundamentales de la revolución y el poder estatal. Era la misma urgencia de la situación la que requería ser lo suficientemente claro, incluso para dejar sentado testimonio teórico en el caso de que las condiciones de la lucha pusieran su vida en peligro. En una carta a Kamenev, Lenin le insiste: “Entre nosotros, si me cepillan, le ruego publique mi cuaderno El Marxismo y el Estado (que ha quedado en vía muerta en Estocolmo) es una carpeta azul atada.”1. Al final, Lenin tendría la posibilidad de reordenar él mismo los borradores. La redacción “clandestina” pasará a la historia como un “texto pre-insurreccional” que clarificó el pensamiento del líder de la insurrección de Octubre.

La revolución rusa replanteaba todos aquellos problemas teóricos, que en torno al Estado había debatido el socialismo internacional, en problemas políticos actuales. El embrollo venía a cuenta de que: “Los elementos de oportunismo acumulados durante décadas de desarrollo relativamente pacífico, crearon la corriente de socialchovinismo imperante en los partidos socialistas oficiales del mundo entero, llevando a que ‘socialistas’ se adaptaran no sólo a los intereses de ‘su’ burguesía nacional, sino, precisamente, a los intereses de ‘su’ Estado”.2 Por lo tanto el libro (que será publicado recién en 1918 aunque circulará antes entre los bolcheviques) venía a cumplir el objetivo de “restaurar la verdadera doctrina de Marx sobre el Estado”, para definir mejor la actitud de la revolución socialista ante el mismo, y “explicar a las masas qué deberán hacer para liberarse, en un porvenir inmediato, del yugo del capital”.3

El argumento principal que Lenin quería demoler era el que demócratas, mencheviques y eseristas utilizaban contra la toma del poder. Ellos sostenían que los trabajadores serían incapaces de hacer funcionar el aparato del Estado, por lo tanto la revolución debería buscar la forma de adaptar al mismo para sus fines. En realidad, debido a esto, lo que pasaba era que: “todos los socialrevolucionarios y todos los mencheviques cayeron, de pronto y por entero, en la teoría pequeñoburguesa de la ‘conciliación’ de las clases “por el Estado”4. Como sabemos los acontecimientos de la revolución venían demostrando la imposibilidad de tal ‘conciliación’, y, por el contrario, la agudización creciente de los conflictos de clases. Después de que los soviets, pese a la cobardía y a la impotencia de la “democracia oficial” que pregonaban los dirigentes conciliadores, hubiesen salvado a la revolución frente a Kornílov, Lenin escribió: “Que aprendan los hombres de poca fe con este ejemplo. Que se avergüencen los que dicen: ‘No tenemos ningún aparato para reemplazar al antiguo, que inevitablemente tiende a la defensa de la burguesía’. Pues ese aparato existe. Son los soviets. No temáis la iniciativa ni la espontaneidad de las masas, confiad en las organizaciones revolucionarias de las masas, y veréis manifestarse en todos los dominios de la vida del Estado, esa misma fuerza, esa misma grandeza, la invencibilidad de los obreros y campesinos que han manifestado con su unión y su entusiasmo contra el movimiento de Kornílov.”5

Debates y elaboraciones en el exilio

Lenin se propone entonces fundamentar teóricamente esta idea política que veía confirmada en toda la experiencia de la revolución y guiaba su estrategia. Para ello retorna a sus reflexiones hechas en los años del exilio en torno al Estado. En Suiza con el comienzo de la guerra, y el pasaje de los elencos dirigentes del socialismo de la II internacional al campo de la burguesía imperialista, Lenin emprenderá una serie de estudios teóricos para dotar al socialismo internacionalista de un punto de vista propio. Especialmente se dedicará a redactar los Cuadernos sobre el Imperialismo, analizando los cambios del capitalismo y las consecuencias de la guerra, los Cuadernos Filosóficos, centrados en una lectura minuciosa de Hegel y la dialéctica, y, en el período previo a la revolución de febrero, el Cuaderno Azul dedicado a “El Marxismo y el Estado”.

Como luego escribe Lenin en el prólogo a su libro, “décadas de desarrollo pacífico” del movimiento socialista habían consolidado posiciones oportunistas ante cuestiones fundamentales. Hasta la guerra los principales países europeos habían conocido un período floreciente de su economía y “modernizado” su Estado, otorgando concesiones económicas al movimiento sindical, mayores libertades democráticas y una práctica de negociación con el movimiento socialista, a quién era necesario reconocer como un actor parlamentario de peso, sobretodo en Alemania y Francia. Las consecuencias fueron la adaptación creciente al sistema parlamentario como escenario principal de la “lucha de clases”, y el surgimiento de alas derechas del movimiento socialista que propugnaban incluso la integración de los socialistas a gobiernos con la burguesía, en un cóctel que haría explosión con la guerra mundial.
Luego de la revolución rusa de 1905, en el seno de la II internacional se desarrolla un intenso debate sobre la acción de las masas (huelga insurreccional) y sobre sus nuevas organizaciones soviéticas.

Oponiendo a aquellos que veían el surgimiento de los soviets rusos como una forma de tipo “estatal” alternativa a la república parlamentaria, que venía a retomar la experiencia de la Comuna de París, y aquellos que, al contrario, veían estas incursiones de las masas como “resabios del atraso”. Kautsky (líder del ala “ortodoxa” de la internacional por oponerse al revisionismo teórico de Bernstein, pero ubicado políticamente en el centro) pregonaba una relación del movimiento socialista con el Estado, basada en las virtudes del parlamentarismo, como un instrumento factible de ser utilizado para la revolución, a través de conquistar la mayoría parlamentaria y comenzar el “desgaste” de los poderes de la burguesía. Mientras el ala izquierda de la II internacional, ejemplificada en este debate por Anton Pannekoek y Rosa Luxemburgo, realzaba la huelga general de Rusia como la forma de enfrentar al Estado oponiéndole los soviets. Kautsky presentaba sus posiciones como las más apegadas a la teoría de Marx e inspiraba así a los socialistas rusos a esperar que el triunfo de la revolución burguesa instaurara un Estado democrático moderno en Rusia. Pero la revolución de 1905 venía a plantear que los obreros rusos no tendrían porqué pasar necesariamente por décadas de desarrollo pacífico del sistema político burgués que todavía imperaba en Europa y, antes bien, que un sistema así no sería posible por el temor de la burguesía a la revolución. Lenin era contrario a negar la utilización de la democracia burguesa a favor de la organización del proletariado y se oponía a toda posición “anarquista” de este problema, pero a la vez no lo satisfacía el oportunismo de Kautsky y veía una tergiversación de la teoría del Estado de Marx.

La Sociedad de Clases y el Estado

Lenin realiza una lectura de los textos de Marx y Engels destacando muchas citas “olvidadas” o directamente tergiversadas por la corriente reformista de la socialdemocracia. El punto de partida es por supuesto comprender que el Estado es un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase: “El Estado — dice Engels, resumiendo su análisis histórico — no es, en modo alguno, un Poder impuesto desde fuera a la sociedad; ni es tampoco ‘la realidad de la idea moral’, ‘la imagen y la realidad de la razón’, como afirma Hegel. El Estado es, más bien, un producto de la sociedad al llegar a una determinada fase de desarrollo; es la confesión de que esta sociedad se ha enredado consigo misma en una contradicción insoluble, se ha dividido en antagonismos irreconciliables, que ella es impotente para conjurar. Y para que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna, no se devoren a sí mismas y no devoren a la sociedad en una lucha estéril, para eso fue necesario un Poder situado, aparentemente, por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el conflicto, a mantenerlo dentro de los límites del ‘orden’. Y este Poder, que brota de la sociedad, pero que se coloca por encima de ella y que se divorcia cada vez más de ella, es el Estado”.6

Más concretamente, Lenin retomaba a Engels explicando que la esencia del poder estatal residía en sus órganos especiales para la represión, que estaban completamente diferenciados del resto del pueblo: “El ejército permanente y la policía son los instrumentos fundamentales de la fuerza del Poder del Estado”. Este principio de todo Estado estaba puesto en cuestión en la revolución donde los obreros y los campesinos estaban armados y confrontaban con el monopolio del poder estatal. También Lenin explicaba cómo todo el aparato estaba al servicio de las clases dominantes: “Como el Estado nació de la necesidad de tener a raya los antagonismos de clase, y como, al mismo tiempo, nació en medio del conflicto de estas clases, el Estado lo es, por regla general, de la clase más poderosa, de la clase económicamente dominante, que con ayuda de él se convierte también en la clase políticamente dominante, adquiriendo así nuevos medios para la represión y explotación de la clase oprimida”7.

“Envolturas” del capital

No eran sólo las fuerzas armadas del Estado y sus características de clase las que debían ser desentrañadas. Engels también le sirve de inspiración a Lenin para describir la existencia de la casta de funcionarios políticos de los partidos que responden a las clases dominantes: “Los funcionarios, pertrechados con el Poder público y con el derecho a cobrar impuestos, están situados – dice Engels –, como órganos de la sociedad, por encima de la sociedad”8. Estos funcionarios lejos de cualquier “virtud democrática o republicana” están completamente enlazados con los intereses económicos de la burguesía: “En la república democrática – prosigue Engels – “la riqueza ejerce su poder indirectamente, pero de un modo tanto más seguro”, y lo ejerce, en primer lugar, mediante la “corrupción directa de los funcionarios” (Norteamérica), y, en segundo lugar, mediante la “alianza del gobierno con la Bolsa” (Francia y Norteamérica).”9
Aquí Lenin deja a un lado las consideraciones generales en torno al Estado para comenzar a esbozar la crítica a la forma democrática de la dominación capitalista. Regresando sobre la situación que se vivía en la revolución rusa, Lenin la toma como ejemplo para criticar cómo la república democrática escondía mejor la dominación de las clases explotadoras: “¿Qué papel desempeñan los Chernov y los Tsereteli, los Avkséntiev y los Skóbelev? ¿El de aliados ‘directos’ o solamente indirectos de los millonarios malversadores de los fondos públicos?”10.

Efectivamente la caída del zarismo, si bien había otorgado libertades democráticas impensables hasta el momento, también había dado paso a un régimen en el cual la burguesía, los terratenientes y las fuerzas de la reacción utilizaban en su favor los límites de una “república democrática” constituida dentro del régimen capitalista. Eseristas y mencheviques se postraban ante el aparato del Estado, pero todavía más ante sus formas democráticas que veían opuestas a la democracia de los soviets. Al contrario, Lenin consideraba que: “La omnipotencia de la “riqueza” es más segura en las repúblicas democráticas, porque no depende de la mala envoltura política del capitalismo. La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo, y por lo tanto el capital, al dominar (a través de los Pakhinski, los Chernov, los Tsereteli y Cía.) esta envoltura, que es la mejor de todas, cimenta su Poder de un modo tan seguro, tan firme, que ningún cambio de personas, ni de instituciones, ni de partidos, dentro de la república democrática burguesa, hace vacilar este Poder”.11 Esto no implicaba despreciar las conquistas de las masas dentro de la república en comparación con el zarismo: “Nosotros somos partidarios de la república democrática, como la mejor forma de Estado para el proletariado bajo el capitalismo, pero no tenemos ningún derecho a olvidar que la esclavitud asalariada es el destino reservado al pueblo, incluso bajo la república burguesa más democrática. Más aún. Todo Estado es una “fuerza especial para la represión” de la clase oprimida.”12

Es por esto que era necesario combatir a aquellos que “corrigen” a Marx de manera que el Estado resulta ser el órgano de la conciliación de clases antagónicas. La posición de Marx ante el Estado sólo podía admitir la conclusión de que: “La liberación de la clase oprimida es imposible, no sólo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del Poder estatal que ha sido creado por la clase dominante y en el que toma cuerpo aquel ‘divorcio’.”13 Siguiendo a Marx, señalará que incluso todas las revoluciones precedentes “perfeccionaron” el aparato del Estado, incluso esto podía pasar con la actual revolución rusa, cuando de lo que se trata es de destruirlo. Pero sustituyéndolo por otro tipo de estado, la “dictadura del proletariado” basada en los soviets. En las próximas entregas veremos como Lenin aborda este problema en El Estado y la Revolución.

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