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Comunicados de prensa

Las luchas obreras y los avances en la subjetividad

Prensa PTS

27 de junio 2005

Con el ciclo de luchas salariales que emergió a fines de 2004 los trabajadores se transformaron en protagonistas de las luchas sociales en Argentina. Las estadísticas muestran un ascenso de la acción de los ocupados en comparación con otros sectores, principalmente los desocupados. Ya en 2004 se duplicaron los conflictos con respecto al 2003, pero la tendencia al crecimiento de las luchas adquirió dimensiones abrumadoras en el 2005, mostrando que la “vuelta de la clase obrera” pasa a formar parte de la realidad cotidiana en contraposición a las ideologías de los ‘90.
Las huelgas que mostraron los nuevos aires del movimiento obrero ocupado comenzaron en las empresas de servicios públicos privatizadas. La conmoción que provocaron las huelgas de telefónicos de fines del 2004 o las del subte, pusieron en primer plano un debate nacional sobre el salario y las condiciones del trabajo en Argentina. A pesar de las desigualdades que analizaremos, las olas de huelgas de los docentes, de la salud, de los bancarios, en las automotrices, de los ferroviarios o químicos, nos muestran un sostenido y amplio proceso de actividad reivindicativa que atraviesa los distintos sectores de la clase obrera de manera simultánea, sin llegar a constituir, sin embargo, un ascenso generalizado que obligue a las burocracias sindicales al paro nacional.
En algunos sectores importantes de la industria los trabajadores comenzaron a mover los músculos. En fábricas gigantes como las del cordón de Santa Fe y el norte de Bs. As. (Siderca y Siderar) se dieron también nuevas manifestaciones de una presión desde las bases obreras. El hecho sindical de sintomática trascendencia fue el corte de la Panamericana por parte de la burocracia del SMATA, que se vio obligada a “luchar” luego de años, realizando un “piquete obrero”1.
Sin embargo, las condiciones de vida de los trabajadores siguen siendo de conjunto desfavorables. Por un lado, porque el plan económico actúa sobre lo conquistado por la burguesía en los ‘90 con la división entre los que están en blanco, en negro, o precarios, buscando perpetuar una enorme desigualdad social, el deterioro del nivel de vida y el aumento de la explotación obrera. Por otro lado, la propia dinámica del tipo de crecimiento del plan kirchnerista, de pos crisis, genera un choque entre las expectativas creadas en los trabajadores que ven que es factible desarrollar una “actividad reivindicativa” para recuperar el terreno perdido y la realidad económico-social.
En algunos sectores las huelgas no sólo pretenden aumentos circunstanciales del salario sino recuperar algo de las conquistas perdidas, apuntando a un progreso efectivo del salario, con la asignación de los aumentos al salario básico, y la modificación de las condiciones de contratación como el pase a convenio de los contratados o tercerizados. Con el objetivo de desactivar las luchas salariales se firmaron 130 convenios colectivos en las ramas más importantes como comercio, construcción, alimentación o metalúrgicos. Sin embargo, todo este plan de contención del reclamo salarial puede ser insuficiente para evitar que la clase obrera continúe las luchas, sobre todo entre los trabajadores estatales que están más rezagados aún que los privados por no haber recibido aumentos.
La retórica kirchnerista señala que las pujas salariales son “protestas virtuosas” del nuevo modelo, que expresan un cambio del “conflicto social” al “conflicto laboral”, y afirma que el problema salarial estaría exento de “conflictividad social”. Sin embargo, algunas huelgas emblemáticas pasaron de ser vistas como intrínsecas a una puja distributiva “lógica”, a ser estigmatizadas por los medios y el gobierno como huelgas ofensivas, incluso “salvajes”, que comenzaban a pasarse de la raya de la normalidad ya que no respetan los marcos establecidos por la negociación con las empresas y el Ministerio de Trabajo. En este sentido es sintomático el ataque del gobierno a la huelga del hospital Garrahan que desató la campaña “antihuelga”. En el mismo momento, la sostenida lucha de los trabajadores de LAFSA por las condiciones de ingreso a LAN provocó incluso la represión del gobierno kirchnerista. Estos dos hechos hicieron emerger un ejercicio de solidaridad del resto de las organizaciones antiburocráticas, con el inédito paro solidario del subte que asombró a la opinión pública2.
En contraste con la realidad de la clase obrera de la década anterior, el conjunto de estos elementos nos indican que estamos ante un lento proceso de recomposición, que aún embrionariamente remiten al surgimiento de algo nuevo en la clase trabajadora. La dimensión de las luchas actuales no puede ser pensada sin la referencia que las masas tienen de las jornadas del 19 y 20 diciembre, como tampoco la burguesía puede soslayarlas a pesar de sus logros. A pesar del cierre de la crisis nacional del 2001 ésta no pasó en vano.

¿Una conflictividad obrera inesperada?

Antes de exponer nuestro análisis de la recomposición actual realizaremos un paréntesis para ver cómo estos primeros pasos en la entrada en escena de la clase trabajadora resultaron “inesperados” para los sectores intelectuales abocados a estudiar la cuestión social en la Argentina, desmintiendo categóricamente el conjunto de las teorizaciones que dieron por muerta a la clase obrera y contribuyeron a construir un sentido común acorde a la ofensiva capitalista.
Por un lado, los “sociólogos del trabajo”, como los “neo-regulacionistas”, los “posfordistas” o los “teóricos del fin del trabajo”, no pudieron prever una recomposición de los trabajadores que revela que existen las fuerzas sociales para revertir el proceso de decadencia anterior. Los especialistas en este terreno, lejos de dedicar sus estudios a pensar los nuevos procesos en la clase trabajadora, se amoldaron y acostumbraron a un “objeto de estudio” caído en el quietismo y la impotencia. Pero las reconfiguraciones sociales en función de los cambios productivos no generaron un quietismo permanente sino que, contradictoriamente, elementos como la expansión de los servicios o la precarización, lejos de “probar el fin de la clase obrera”, operaron como nuevos escenarios donde los trabajadores se organizaron para luchar.
Por el otro, entre aquellos que tomaron un momento de retroceso de los trabajadores como norma, se tornó hegemónica una manera de abordar la escena de las luchas sociales a partir de un corte definitivo en el protagonismo que históricamente tuvo la clase trabajadora en Argentina. Otras teorías vieron desplazado el conflicto social de “la fábrica al barrio” de manera definitiva, como los intelectuales de la CTA. Otras leyeron la “protesta social” como acontecimientos develadores de una “resistencia” sin prerrogativas de clase.
La elaboración teórica y la investigación de esta “situación del trabajo” como completamente modificada siguieron la vía de considerar “otros sujetos” como alternativos a la clase trabajadora “clásica”. Los movimientos de lucha del período post 19 y 20 habrían expresado una nueva “composición social” que superaba al “esencialismo obrero”3. En otra nota de este dossier desarrollamos la disposición objetiva de las fuerzas de la clase obrera a partir del análisis de las estadísticas nacionales, demostrando la enorme preponderancia social de los trabajadores en la Argentina. Ésto, junto a la emergencia de luchas obreras, de las que damos cuenta aquí, destruyen los tópicos comunes de estas corrientes teóricas que bajo distintas formulaciones celebraron el “adiós al proletariado” en tanto sujeto de transformación social. Es cierto que por el retroceso y la fragmentación de la clase obrera, los debates acerca de ésta necesitan tomar en consideración el carácter de las transformaciones del trabajo asalariado. Sin embargo sabemos que esta realidad no les alcanza a nuestros adversarios teóricos, que acusan al marxismo de idealizar a la clase obrera atribuyéndole un contenido revolucionario que no necesita desarrollarse ni ser demostrado.
Esto es construirse un adversario a medida de lo que quiere discutirse. Uno de los recursos utilizados por estos sociólogos fue presentar a la teoría marxista como un “reduccionismo sociológico” que, a partir de concebir una estructura social extremadamente simplificada entre capital y trabajo, otorgaría a la clase obrera una cualidad revolucionaria inmediata más allá del desarrollo de sus predisposiciones subjetivas y su organización política. Otro argumento emparentado apuntaba a atacar al marxismo, afirmando que piensa a la clase obrera como “ontológicamente revolucionaria”. Pero los marxistas no creemos que las cualidades revolucionarias de la clase obrera broten automáticamente (lo que sería una cualidad ontológica). Sabemos que la unidad que le da su ubicación en el sistema de producción capitalista no significa una estricta homogeneidad entre los trabajadores sino, como decía Trotsky, que ésta tiene distintas capas, formaciones y experiencias previas. Sobre la clase obrera buscarán influencia organizaciones políticas de las clases dominantes y otras reformistas que concilien con éstas. La lucha de los marxistas por la construcción de un partido revolucionario y la consiguiente necesidad de lucha de estrategias en el seno de la clase obrera, resultaría incomprensible si ésta fuera nuestra concepción teórica.

El comienzo de la recomposición de la clase obrera

Esta “vuelta del proletariado” parece confirmar que la etapa abierta el 19 y 20 venía a cerrar un ciclo de derrotas y a plantear la posibilidad de un nuevo giro del movimiento obrero. Aún cuando los trabajadores no intervinieron ni masiva ni organizadamente en esos días, nosotros señalamos la hipótesis de una reversión de varias décadas de retrocesos sociales y políticos luego de la derrota de los ’70. Estamos en presencia de los primeros elementos concretos de este giro4.
El hecho de que la burguesía haya logrado evitar la intervención de la clase obrera en el momento de la crisis abierta y postergarla, no significa que bajo las nuevas condiciones los trabajadores no retomen elementos de subjetividad puestos en juego en aquella crisis. El proceso asambleario y la crisis de representación al interior del movimiento obrero, es decir, el repudio extendido en la base sindical, encuentra referencia en el proceso de las asambleas populares y aún en el “que se vayan todos”. Junto con esto, en los conflictos en las grandes empresas privatizadas como los telefónicos, o los trabajadores de subterráneos en huelga, recogieron la simpatía de amplios sectores de la población que en diciembre del 2001 habían señalado a estas grandes empresas y a los bancos como la alianza dominante causante de la crisis.
Sin embargo, la situación de la clase obrera se da en el marco del fortalecimiento de la autoridad presidencial y por el crecimiento económico, es decir que si bien existe cierta continuidad, ya no estamos en el momento “catastrófico” del 2001, donde era generalizada la desconfianza en las instituciones del régimen y los métodos radicalizados que incluyeron el cuestionamiento de la propiedad privada en el proceso de tomas de fábricas.
Actualmente la intervención simultánea de trabajadores de la producción, los servicios de transporte y los servicios sociales ha demostrado su fuerza social, y al mismo tiempo el desarrollo de elementos subjetivos de esta recomposición, manifiestos en la extensión de un proceso de conflictos obreros a partir de los lugares de trabajo, combinado con una tendencia asamblearia y el surgimiento de un sector antiburocrático avanzado que busca extender nuevos métodos y recuperar las organizaciones obreras. Con esto queremos remarcar que, si tomamos de conjunto los elementos nuevos que está expresando la clase obrera argentina, se está configurando el inicio de un proceso de recomposición, tanto de la fuerza social como de su subjetividad.

Las fuerzas sociales del proceso de recomposición

Analizando los sectores más importantes donde tienen epicentro los conflictos, podemos reconstruir las principales “líneas de fuerza” que expresan la potencialidad social de las luchas actuales. Si bien éstas no constituyen la realidad de toda la clase obrera, podemos ver las vías “manifiestas” del proceso actual y pensar cómo juegan en la relación de fuerzas y cómo, más estratégicamente, podrían combinarse para avanzar cualitativamente en este proceso de recomposición.

• Servicios públicos privatizados

Con la huelga de los telefónicos y el proceso de luchas del Subte, los trabajadores de los servicios demostraron su fuerza al obstaculizar parte de las comunicaciones y los transportes estratégicos en una gran ciudad como Buenos Aires. También hubo paros de aeronáuticos (LAFSA y Aerolíneas Argentinas) y paros y cortes de vías de ferroviarios.
Esta potencia de las luchas de los trabajadores concentrados en los servicios es un fenómeno también internacional. Su significación para la lucha de clases es que la clase obrera ganó una fuerza social adicional a la posibilidad de paralizar la producción, comenzando a construir una “tradición”: la de interrumpir los negocios capitalistas a partir de los servicios, sobre todo de transportes. Pero más aún, la confluencia de estos sectores implica un “paro total de hecho” ya que los transportes paralizados impiden la asistencia laboral. En la Argentina de los últimos años pudimos ver esto con los paros de camioneros y colectiveros. Potencialidad que hoy está contenida porque su dirección, moyanista, mantiene este importante sector alejado de las luchas actuales. En contraste, allí donde existe una dirección antiburocrática como en Subtes, los trabajadores de servicios pueden jugar un rol de vanguardia privilegiado para la reorganización de la clase obrera, como fueron las demostraciones de solidaridad con otros sectores como los precarios, los trabajadores en lucha o aquellos de menor fuerza, como trabajadores de la salud.
Por otra parte, cada huelga importante del sector provoca una enorme conmoción social que compromete a millones de usuarios, lo cual plantea la posibilidad de poner estos grandes servicios, que normalmente están bajo controlde las grandes empresas imperialistas, en función de construir una alianza con el resto de la población, otorgando servicios gratuitos, baja de tarifas, etc., como en Argentina hacen esporádicamente los ferroviarios o los del Subte cuando “abren los molinetes”, o como los electricistas franceses que otorgaban el servicio gratuito a los barrios pobres y “desconectaban” las casas de los ministros de gobierno5.

• Servicios sociales

Otro sector de lucha extendido es el de los trabajadores del Estado (municipales, provinciales y nacionales) y de los servicios sociales prestados por éste, como las funciones de salud pública y educación. Se destacaron las huelgas de tres sectores importantes que son los docentes, trabajadores de la salud y trabajadores universitarios (los paros de docentes que abarcaron cerca de 15 provincias expresan además el agotamiento del modelo educativo impuesto en los ’90). En Capital Federal y Gran Buenos Aires, a partir de la lucha del Garrahan, o en otras provincias como Neuquén con el paro de 50 días, las huelgas del sector salud se extendieron develando la crisis de la salud pública. Con varios paros nacionales los docentes universitarios llevaron el clima de conflicto salarial a las universidades, alentando a los trabajadores no docentes que comenzaron también sus planes de lucha y al movimiento estudiantil que comenzó a enfrentar la decadencia de la Universidad pública.
En el período que viene, la conflictividad aumentará entre los trabajadores estatales que quedaron muy retrasados en sus salarios en comparación al aumento de los privados. Además su lucha puede llevar a enfrentar los planes del gobierno nacional y los provinciales, y a la discusión de grandes problemas ligados al presupuesto nacional (que define las prioridades que el Estado establece en la sociedad en función de aplicar los planes imperialistas como el pago de la deuda externa).
Es por ello que la salida de estos sectores adquiere un enorme peso social ya que están ligados a una función hegemónica del Estado para la reproducción de la sociedad. A pesar de que son huelgas muy difíciles porque al paralizar estos servicios sociales, públicos o privados, se concentran los ataques de los medios y del Estado, pueden revertir esto luchando por garantizar la salud y la educación para el pueblo, conquistando una legitimidad distinta ante la sociedad, dando la disputa por la opinión del conjunto de la población (lo que sólo puede hacerse desde un punto de vista independiente al Estado al revés de lo que hacen sus direcciones actuales6).

• Industria

El verdadero “escozor” que le causó a la burguesía volver a ver la acción de los trabajadores automotrices del SMATA con el “piquete obrero”, es la más clara expresión de la importancia de este sector. Es que el proceso general de lucha reivindicativa comenzó a mostrarse en el corazón del proletariado industrial concentrado en las grandes fábricas (como los paros de siderúrgicos, portuarios, trabajadores de plantas gasíferas, de astilleros, paro nacional de químicos y de metalúrgicos), aunque la burocracia de la CGT, que dirige casi a la totalidad del proletariado industrial, actuó rápidamente con la firma de los convenios para evitar que se extienda el conflicto salarial. En la mayoría de los casos, los aumentos salariales son concedidos en los marcos de convenios que tiene cláusulas de productividad, en el sentido de otorgar alguna “mayor distribución” pero aumentando la explotación.
En estas concentraciones existe la fuerza obrera clave para golpear a los grandes grupos económicos. La potencialidad estratégica del proletariado industrial está asentada en que puede paralizar la producción capitalista. Es por esto que allí es donde más directamente los trabajadores se enfrentan al despotismo patronal y a un fortísimo control burocrático, porque es donde la explotación se mide minuto a minuto y un paro significa una gran interrupción de las ganancias capitalistas. Es auspicioso que en estos sectores se esté comenzando a revertir lentamente la realidad de las llamadas “fábricas tumbas” de los ’90, superando el terror a la desocupación.
En los momentos de depresión vimos su potencialidad en lo más avanzado de la lucha de clases pos 2001: el proceso de toma y recuperación de fábricas (aunque medianas y pequeñas) para ponerlas a producir bajo administración de los propios trabajadores, dotando de la experiencia y enseñanza social del control obrero que, atacando la propiedad privada, se transformó en un ejemplo internacional para desmitificar al capitalismo. La actual recomposición no plantea este cuestionamiento a la propiedad ya que no estamos en momentos de depresión capitalista y cierres de fábricas sino en un momento de crecimiento económico. No obstante, la unidad de las filas obreras entre efectivos y contratados al interior de la unidad productiva, y el rechazo a las cláusulas de productividad y ritmos de trabajo puede, junto al reclamo salarial, transformarse en un cuestionamiento más directo a la explotación capitalista.

• “Precariado”

La precarización se volvió una realidad de la clase obrera mundial adquiriendo un peso inédito. En Argentina los trabajadores “precarios” están mostrando de manera aún muy inicial su importancia. Los principales ejemplos de lucha y organización fueron hasta ahora de las empresas contratadas y tercerizadas del Subte, como los jóvenes trabajadores de Taym o los trabajadores del CIR que luchan por mejores condiciones económicas, entrar al convenio de los trabajadores del Subte y conquistar derechos gremiales7. Pero también tuvimos el destacado ejemplo de los pasantes telefónicos, de los innumerables contratados del Estado, pasantes universitarios, jóvenes trabajadores de logística, etc.. Además los trabajadores bajo condiciones precarias también empezaron a organizarse en las industrias como en Siderar. Es significativo que últimamente sectores de la burocracia tuvieron que levantar demandas de este sector completamente abandonado en los ’90.
Aunque la precarización no es una categoría de clase sino un proceso que recorre transversalmente a toda la clase obrera8, su mayor potencialidad reside en que aborda directamente un problema extremadamente sensible de la estrategia capitalista de fragmentación capitalista, y que al ser un sector desorganizado e ignorado por las direcciones sindicales, podrían desarrollarse los métodos democráticos buscando la unidad con los trabajadores que conservan mejores condiciones laborales, aportando un factor importante para la recomposición. Tienen menos conciencia sindical corporativa pero mayor espontaneidad y es un sector abierto a nuevas ideas.

• Movimiento de desocupados

Si bien estamos analizando el nuevo proceso de los trabajadores ocupados, no podemos dejar de hacer referencia al importante movimiento militante de los trabajadores desocupados que hoy se encuentra dividido entre un gran sector que pasó a apoyar a Kirchner, y otro antigubernamental que a través de jornadas nacionales de cortes y movilizaciones es solidario con las luchas de los ocupados. En otro trabajo hemos realizado una definición marxista del movimiento piquetero, un análisis de su constitución histórica y las disyuntivas a las cuales esta sometido9. Con la emergencia de la clase obrera ocupada surge una nueva posibilidad de superar su encrucijada estratégica si los movimientos combativos confluyeran en una política de unidad con la clase obrera ocupada. La clase obrera no podrá recomponer su fuerza solamente desde los sindicatos o unidades de producción sin tomar la demanda de millones de desocupados para los que nada ha cambiado con el nuevo crecimiento económico.
Aún en estas breves consideraciones podemos resaltar, en la heterogeneidad, la importancia de las distintas “líneas de fuerza” que estructuran la recomposición actual. Pero además, con este análisis vemos que el proceso actual de lucha de los trabajadores –con grandes desigualdades y dinámicas– atraviesa los diferentes sectores en que está dividida la clase trabajadora. Esta gran heterogeneidad puede enfrentarse buscando las formas de unificar, articular y relacionar cada sector de la clase trabajadora. Aunque la clase obrera comienza a poner en movimiento de manera relativamente simultánea sus principales fuerzas, aún, por sus direcciones, lo hace de manera dividida y corporativa: los paros de trabajadores de servicios interrumpen la normalidad de la circulación capitalista pero aún la mayoría de sus direcciones impiden utilizar esta potencialidad para soldar alianzas obrero-populares; los trabajadores de servicios del Estado develan grandes problemas nacionales pero sus direcciones impiden que planteen una salida independiente; los trabajadores precarios develan la división de las filas obreras pero las burocracias sindicales impiden su organización; las luchas de desocupados podrían ser por trabajo genuino si se hicieran en unidad con los ocupados; los sintomáticos paros de trabajadores industriales muestran que comienza a revertirse el terror a la desocupación pero el brutal peso de la burocracia restringe toda intervención cercenándola bajo su control.
Sólo superando todo corporativismo impuesto por las direcciones actuales se puede tomar un camino de recomposición de la unidad de la clase obrera, donde cada sector, haciendo uso de su fortaleza desigual, pueda paliar las debilidades que tiene en “soledad”, componiendo o combinando “todas juntas” las potencias de cada sector de los que viven del trabajo asalariado. En la actualidad, el rol de vanguardia lo está cumpliendo el proletariado de los servicios. Sin embargo en Argentina, la industria comenzó a moverse, en el mismo sentido, aunque los tiempos de uno y otro sean distintos. La potencialidad que tiene cada sector para emprender una lucha efectiva por sus intereses y recuperar las conquistas perdidas, necesita tener una dirección conciente con una política que busque desarrollarla.
Sintetizando, la clase obrera tiene los recursos para enfrentar la heterogeneidad y la fragmentación si se dota de una orientación correcta apuntando a la “unidad de las filas obreras” para integrar sus intereses comunes. Es decir, un programa que sea lo opuesto a lo que promueven las direcciones oficiales del movimiento obrero, que asientan su propio predominio sobre las divisiones impuestas por el despotismo de la burguesía.

Lo nuevo en la "subjetividad obrera"

Si comparamos los conflictos actuales con la anterior intervención de la clase obrera a nivel nacional, que se llevó a cabo bajo el absoluto control de la burocracia sindical en los paros previos al 2001, la discordancia mayor es que su actual entrada en escena incluye también el surgimiento de un activismo que desde abajo enriquece los paros, las huelgas regionales, las marchas, tomas de establecimientos, cortes de calles, vías y acceso a las fábricas. Lo “nuevo” son las asambleas como un fenómeno extendido (aún con los obstáculos que tiene lograr instituirlas en la industria, tanto por el mando autoritario de la patronal como por la acción de la burocracia), las tendencias a la recuperación de organizaciones y las luchas antiburocráticas que posibilitan el surgimiento de una tendencia a la coordinación y nuevas corrientes en la vanguardia obrera.
Las luchas comienzan en el estadío del reclamo salarial y por las condiciones de trabajo o de contratación. Se avanza a la organización en el lugar de trabajo para garantizar esta lucha, creando un principio inicial de antagonismo contra la patronal. Con la lucha instalada, algunas que comienzan en este nivel económico-corporativo pueden transformarse en un conflicto abierto, ganando repercusión y tornándose “político” en el sentido de dar una respuesta pública sobre la legitimad y justicia del reclamo.

• Asambleas

Una característica saliente de las huelgas de Subte o del Garrahan fueron las asambleas de trabajadores. En todas estas nuevas experiencias, el rasgo común es que sus fuerzas vienen de las bases, mediante un extendido “movimiento obrero asambleario”, que impone la presión de discutir con el conjunto de los trabajadores que están peleando las decisiones claves. En parte producto de las necesidades de la lucha, este movimiento asambleario empieza a retomar así métodos de la democracia obrera, la cual constituye una práctica que es la mejor forma para pelear el triunfo de sus reivindicaciones. Este papel fundamental de las asambleas pudimos verlo en los casos de las luchas de LAFSA, telefónicos, hospitales, de docentes como en Salta entre otros. Es un elemento de gran importancia que en las últimas semanas comienza a percibirse en la industria (contratados de Siderar, automotrices, industrias pesqueras, Zapla, Tersuave, aceiteros, por ejemplo), un proceso donde, si bien se parte de mucho más atrás a la hora de salir a luchar, muestra algo nuevo con las asambleas para tomar de conjunto las decisiones y controlar más de cerca a la burocracia. Claro que, como el control de la burocracia aquí es mucho más estricto, estas direcciones aún pueden ponerse a la cabeza para evitar desbordes, controlar las asambleas y derrotarlas si es necesario. Pero es muy sintomático que las bases se inclinen, en el mismo sentido que describíamos, a cuestionar, aún muy incipiente, a las viejas direcciones10.
El “asambleísmo” es una característica del proceso, a tal punto que incluso las peores burocracias sindicales peronistas se ven obligadas, como José Rodríguez del SMATA, a llamar a asambleas allí donde controlan lo suficiente. Pero esto no significa que permita la participación de las bases obreras: al mismo tiempo que en algunos casos “soporta” asambleas, enfrenta el desarrollo de tendencias que se le opongan, interviniendo las comisiones internas de fábricas como en Pepsico11.
Las asambleas sólo constituyen un inicio para comenzar a cuestionar las divisiones que la burocracia fomenta y conquistar la unidad en el lugar de trabajo. Es un punto de apoyo para poder comenzar a reflexionar sobre su propia práctica, comenzando a romper con la pasividad y la sumisión de los ’90 a la cual estaba obligado el movimiento obrero, y poder pasar al enfrentamiento contra el autoritarismo que reina en las fábricas.

• Inicial antagonismo en el lugar de trabajo

Con triunfos logrados a través de experiencias de métodos democráticos de organización, sobre todo cuando los Cuerpos de Delegados o las Comisiones Internas tienen fuerza para imponer condiciones, los trabajadores conquistan otra relación de fuerzas en el lugar de trabajo. Se está comenzando a cuestionar problemas como la seguridad, la salud, los ritmos y las condiciones en el trabajo. Ejemplos significativos de esto observamos en la fábrica metalúrgica Dana, donde a partir de una asamblea de producción comenzó una lucha que triunfó consiguiendo el 40% de aumento salarial, o en Astilleros Río Santiago, donde el Cuerpo de Delegados cuestiona los aspectos centrales de la gestión del Astillero, o en las luchas del Subte, uno de cuyos ejes fue lograr las 6 horas de jornada laboral por insalubridad.
En este campo los trabajadores, lejos de partir de cero, pueden aprovechar la enorme enseñanza social del proceso más profundo del período anterior que es el fenómeno de ocupación de fábricas y puesta en producción por los propios trabajadores. Si bien el fenómeno de fábricas ocupadas respondía a la crisis capitalista sirve como enseñanza para que hoy, creando una nueva relación de fuerzas y mayores grados de unidad y organización, los trabajadores comiencen a imponer límites a la explotación capitalista. Este antagonismo que comienza es una manera particular de retomar una de las características históricas más salientes de la clase obrera argentina, que a partir de las organizaciones obreras dentro del lugar de trabajo constituyó un poder antagónico que imponía límites a la acumulación y la dominación de los capitalistas12.

• Vanguardia antiburocrática

Se está gestando un destacamento avanzado, una vanguardia antiburocrática, que se expresa en los métodos, en el programa, en los agrupamientos que construyen y en las organizaciones que influencia. En los procesos de lucha podemos ver el surgimiento de nuevos activistas que organizan las acciones más importantes de la huelga. Toda la riqueza de formas de la actividad obrera tiende a pasar de la bronca antiburocrática y antipatronal a intentos de recuperación de las organizaciones obreras. Este proceso se nutre de militantes obreros de la izquierda partidaria y del surgimiento de nuevos activistas y delegados independientes en los sindicatos. Ejemplos de esta vanguardia podemos observarlos en las comisiones internas en hospitales, alimentación, Cuerpos de Delegados en Astilleros Río Santiago, en Subte, en ferroviarios, seccionales docentes en Bs. As. y el interior, y el Sindicato Ceramista de Neuquén como ejemplo emblemático. Esta vanguardia antiburocrática adquiere formas distintas que a su vez se combinan en las diferentes experiencias: desde delegados combativos que responden a las asambleas de base hasta la construcción de organizaciones para la lucha, junto con un fenómeno más lento de recuperación de Comisiones Internas y Seccionales sindicales. Este último es un paciente trabajo de oposición en los gremios a través de una sigilosa construcción de listas antiburocráticas. Todo este proceso de vanguardia es muy heterogéneo, según las ramas, según la tradición de cada sector, o según el peso que tenga la burocracia, pero es el primer punto de apoyo para pelear por que los trabajadores recuperen sus Sindicatos, echando a la burocracia y organizándolos en base a la democracia obrera.

• Coordinación

Observamos una incipiente tendencia a la coordinación de los trabajadores: lo hemos visto en las delegaciones de sindicatos combativos en Capital y Gran Buenos Aires que se solidarizan con las luchas. La solidaridad entre los luchadores obreros retoma, como ante la represión a LAFSA, la experiencia del “tocan a uno, tocan a todos” del proceso de ocupación de fábricas. También se han dado tendencias a la coordinación en las huelgas de la salud con la Interhospitalaria de la Capital y Gran Buenos Aires que llegó a agrupar 22 hospitales, en Neuquén con el agrupamiento de distintos sectores que sostuvo la huelga del Hospital Castro Rendón, y en la multisectorial de La Plata. La experiencia pionera en este sentido la dio el Sindicato Ceramista neuquino con la Coordinadora del Alto Valle, construida bajo su impulso junto a los desocupados del MTD, sectores docentes y estatales de la provincia de Neuquén. Esta tarea de unificar lo mas avanzado de los sectores antiburocráticos es lo que comenzó a hacerse, aún en pequeña escala, en el Encuentro Obrero del 2 de abril de 2005, donde se reunieron a debatir y a tomar resoluciones todos estos sectores, durante uno de los momentos claves de este proceso de luchas. Este es un importante paso que hay que profundizar para llegar a unir y potenciar los reclamos y las acciones. El encuentro de más de 1.000 asistentes representativos de las principales luchas, con la presencia significativa de trabajadores de las grandes concentraciones estatales, industriales y de servicios, organizaciones antiburocráticas y partidos de izquierda, destacándose el agrupamiento en torno al periódico obrero Nuestra Lucha, que dirigen los obreros de Zanon, lo que expresó la potencialidad de una instancia de este tipo para dirigirse a la base de los grandes sindicatos. Un paso concreto en este sentido podría ser la realización del 2° Encuentro Obrero nacional, que pueda constituirse en un referente para los sectores nuevos que salgan a luchar.
Los elementos de recomposición subjetiva que hemos enumerado, como las peleas por cambiar la relación de fuerzas en el lugar de trabajo o el movimiento asambleario y la tendencia antiburocrática que busca recuperar sus organizaciones, son los puntos de apoyo de los cuales es necesario partir, buscando que se desarrollen en el sentido de superar su fragmentación y unir sus fuerzas. Para esto consideramos que es necesario avanzar desde lo conquistado por los delegados, activistas combativos y militantes de izquierda hacia la construcción y consolidación de sindicatos militantes, basados en la democracia obrera con delegados con mandato y revocables y construir coordinadoras comunes regionales de los trabajadores en lucha que incluyan a los trabajadores de distintos gremios y sectores, a los desocupados y precarios, para de esta forma ir creando una organización superior de unidad del movimiento obrero.
Ya hemos visto los nuevos jalones que comienza a destacar la clase trabajadora, se trata ahora de abordar los límites que enfrenta para constituirse en una fuerza antagónica al capital. Un “nuevo movimiento obrero” no depende solamente de lo anteriormente analizado sino también de cómo afrontar los problemas del actual estadío de la recomposición. Hay que abordar la problemática de la subjetividad imperante entre las masas trabajadoras. Lo haremos alrededor de dos obstáculos principales: por un lado el hecho de que en la recomposición actual priman ideas posibilistas; por el otro, la influencia del peronismo como “representación histórica” de la clase obrera argentina.

El "posibilismo" del momento actual

La recomposición obrera aún está en sus inicios. Sin dudas las nuevas características de la intervención de los trabajadores incentivan a pensar de manera entusiasta a mediano y largo plazo. Hacía varios años que no podía registrarse una situación en el movimiento obrero que mostrara un panorama tan abierto al surgimiento de algo nuevo. Sin embargo los límites actuales quizás se concentren en que en la lucha reivindicativa también existe confianza en obtener algo de las clases dominantes.
Uno de los problemas principales es que la lucha salarial expresa una “subjetividad elemental”, sindicalista, corporativa, que separa la pelea económica de las luchas políticas. No obstante la existencia de jalones más avanzados, lo que prima de conjunto, circusncripto por la lucha salarial, es la idea de una lenta evolución de recomposición sindical que influye en las nuevas organizaciones y referentes de los trabajadores. Hay corrientes en el movimiento obrero que se adaptan a este estadío elemental de las luchas de las masas, transformando este momento inicial en un fin en sí mismo. Acríticos de este problema, no enfrentan el hecho de que no puede haber recomposición puramente sindical. La marcada heterogeneidad de la clase trabajadora producto de la fragmentación de los ‘90 impide responder incluso al problema reivindicativo en los estrechos márgenes sindicales y desde los sindicatos tal cual son, que representan a una minoría de los trabajadores. Por otro lado los trabajadores, incluso los activistas sindicales, están expuestos permanentemente a la influencia del conjunto de las instituciones políticas e ideológicas dominantes, que permean con ideas de posibilismo y conciliación.
La recomposición de la que hablamos no es un fenómeno unitario: existe una marcada heterogeneidad entre los avances y el nivel del cual partimos, de marcado retroceso de las organizaciones, las ideas y las prácticas de clase. El mantenimiento de la “representación peronista”, aún muy degradada, personificada en el seno de la clase trabajadora por la burocracia sindical, es un gran límite que no se puede superar desde un proyecto meramente sindical.
Además se ha extendido un “apoliticismo” entre las masas trabajadoras, producto del retroceso bajo el neoliberalismo, que llevó a la clase obrera al nivel más bajo de conciencia y al enorme descrédito de “la política”, producto de la decadencia de las instituciones y partidos políticos del régimen. Es un fenómeno contradictorio: por un lado es una expresión del repudio a “la política” responsable de la decadencia nacional y de la propia situación de la clase obrera, pero por el otro, la clase obrera no constituye aún una nueva “identidad política” porque aún no distingue un horizonte en que pueda forjarse una “nueva política”, de clase.
Hay una incertidumbre en cuanto a cuál será la “identidad política” que establezca el movimiento obrero al momento de comenzar a superar al peronismo en crisis, pero tiene a su favor que en un próximo ascenso, deberá enfrentar un peronismo y una burocracia sindical cualitativamente más débil.

Entre la "crisis de legitimidad" de la burocracia sindical y la persistencia de la "representación peronista"

A pesar de sus transformaciones y su decadencia histórica, la influencia peronista en el movimiento obrero sigue constituyendo un bloqueo para una recomposición clasista. Desde su origen, cuando el peronismo ganó la hegemonía en la clase obrera introduciéndola en un movimiento nacionalista burgués, han ocurrido evidentes cambios. En los ‘70 se expresó de manera abierta la tensión entre la política peronista y la clase obrera, al principio con el surgimiento de los “clasismos” nacidos al calor de las luchas de masas, desde el Cordobazo al Villazo, en el enfrentamiento al Pacto Social impuesto por Perón, y finalmente en la experiencia más avanzada del Rodrigazo y las Coordinadoras Interfabriles del ’75, desviada primero por la burocracia sindical y cortada luego por la dictadura genocida. En los ’80 y los ’90 se produjo un cambio importante: acompañando la ofensiva capitalista, el peronismo desplazó su base social expresada en el peso de los sindicatos (sin abandonar su control), al dominio territorial del extendido asistencialismo sobre las masas empobrecidas. Dentro de los espacios de poder, el centro pasó a ocuparlo la “rama política” ligada a las instituciones del Estado, en los municipios, las provincias y el Estado nacional. Pero el pasaje de la fortaleza del peronismo neoliberal de los ’90 al estallido de la crisis del 2001 dio lugar a la debilidad y a la división en una federación de fracciones políticas regionales. Si bien logró operar como principal aparato de “contención”, en la crisis del 2002, el peronismo afronta una crisis como expresión orgánica de la clase obrera.
La burocracia sindical peronista a través de los gremios y sindicatos nacionales sigue siendo la principal institución de contención del movimiento obrero, pero dirige a la clase trabajadora alejada cada vez más de las bases. Es una “paradoja” que la burocracia dirija a las bases sufriendo una “crisis de legitimidad” y que aún, mediante el control de los sindicatos, pueda bloquear la verdadera opinión de los trabajadores. Es en el marco de esta paradoja que deben pensarse las políticas necesarias para que los trabajadores logren superar a la burocracia.
En lo que hace a la conciencia de las masas, el peronismo sigue siendo la tradición mayoritaria desde hace décadas que cercena el horizonte de las posibilidades del movimiento obrero al haber generalizado una ideología de conciliación de clases en el sentido de impedir la independencia de los intereses de los trabajadores. Sin embargo, el pasaje en los ’90 al neoliberalismo del propio peronismo, le dificulta hoy mostrarse como un proyecto de “capitalismo nacional” que busque “incluir” a los trabajadores, lo que explica que hoy no exista una adhesión entusiasta al peronismo actual como antaño. Esto se expresa en un quiebre generacional al interior de la propia clase obrera: los trabajadores jóvenes no tienen una “identidad peronista” pero tampoco la han suplantado por otra. La figura renovadora de Kirchner generó ilusiones populares que le permiten a éste adoptar el rol de actual sostén de la decadencia del peronismo, representando un cambio de discurso hacia el progresismo pero liderando al país con continuidad neoliberal alejado abismalmente del “nacionalismo burgués” que asentó su sello en la clase obrera otorgando conquistas históricas significativas. 

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Los límites señalados plantean la esterilidad de todo proyecto “posibilista” que transforme el estadío actual de desarrollo de la subjetividad obrera en un fin en sí mismo, lo cual no puede ofrecer alternativa alguna ante la decadencia de la “representación peronista”. De las actuales experiencias no puede surgir automáticamente, en un desarrollo evolutivo, una recomposición que supere verdaderamente el retroceso que sufrió la clase obrera en las últimas dos décadas. Por el contrario, para desarrollar hasta el final los aspectos más progresivos del proceso actual, hay que conquistar preparatoriamente una nueva corriente en el movimiento obrero que desarrolle una nueva tradición clasista e independiente de los partidos burgueses con la audacia necesaria para afrontar las encrucijadas del momento actual.
Como vimos extendidamente, los trabajadores sufren una fragmentación y una división casi inéditas en Argentina, que constituye un gran problema a enfrentar en los inicios de su recomposición; ésta no podrá resolverse solamente desde el sector sindicalizado. Es necesaria una estrategia que permita unir verdaderamente al conjunto de la clase obrera en su lucha contra la explotación capitalista superando los estrechos márgenes corporativos; es necesario luchar por la unidad de todos los sectores de la clase obrera comenzando por unir a los trabajadores en cada lugar de trabajo, desarrollar asambleas que unifiquen los reclamos de cada sector y que éstas sean un lugar en donde pesen por igual las decisiones de todos los trabajadores que están luchando; elegir a delegados mandatados por las bases y revocables que constituyan verdaderos comités de fábricas o comisiones internas en cada lugar de trabajo; y finalmente, avanzar en recuperar los grandes sindicatos hoy en manos de la burocracia.
Para poder organizar al conjunto de la clase obrera se necesitan organismos más amplios que puedan creativamente superar las divisiones existentes construyendo Coordinadoras regionales y una Coordinadora nacional, con libertad de tendencias, desde donde los trabajadores puedan proponerse liderar y dar respuesta a las reivindicaciones de todas las clases subalternas.
El actual estadío de la recomposición es aún insuficiente para conquistar una “redistribución de la renta nacional” que recupere para la clase obrera y las demás capas oprimidas todo lo perdido durante la ofensiva neoliberal. Esto es imposible sin chocar con la entrega nacional que representa el kirchnerismo, la cual compromete a varias generaciones con el pago de la deuda externa y entrega todos los recursos nacionales apropiados por el Estado y las principales riquezas naturales a los monopolios imperialistas. Los proyectos de “redistribución de la riqueza”, presionando tibiamente al Estado, como los de la CTA, tampoco pueden constituir una alternativa a la decadencia nacional. Los trabajadores pueden oponer un programa independiente de la burguesía que se plantee contrarrestar verdaderamente las miserias vividas por todas las capas oprimidas, para lo cual es imprescindible avanzar en protagonizar nuevos fenómenos políticos con la idea central de constituir un partido propio de la clase trabajadora. La independencia de los trabajadores de la influencia de la burguesía no puede ser un “estado pasivo”, solamente puede avanzar mediante “políticas activas”. Sobre el conjunto de las contradicciones políticas y sociales (dependientes también de la situación de las clases dominantes, de la ubicación de las clases medias, de la crisis del Estado), la clase obrera tendrá el desafío de dar saltos hacia la independencia política. Ante la degradación de la “representación peronista”, el comienzo de una nueva recomposición de la clase obrera plantea iniciar una experiencia con el peronismo en el poder, retomando la tarea no resuelta del ascenso de los ’70: romper revolucionariamente con el peronismo.
Frente a futuros ascensos revolucionarios todo lo que la clase obrera no haya construido previamente no podrá improvisarlo en un instante. Múltiples oportunidades pasarán en vano, o sobrevendrán derrotas que corten el desarrollo de su experiencia, si no construye una organización que impulse las inmensas fuerzas potenciales que anidan en la clase obrera. La política se juega en el terreno del enfrentamiento concentrado de las fuerzas sociales organizadas en partido. Hay que construir un partido de la clase obrera, que sea lo opuesto a las castas políticas que los trabajadores han visto en la historia argentina, que basado en las organizaciones obreras independientes busque penetrar con su influencia en los millones de trabajadores que constituyen la mayoría nacional. Los revolucionarios pondremos todas nuestras fuerzas en esta apuesta estratégica, la única que puede permitirle a la clase trabajadora avanzar hacia una revolución social.

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NOTAS

1 “Los medios de comunicación coincidieron que el 7 de junio se había producido en Argentina un hecho político-sindical de importancia cuando unos 5.000 trabajadores ocupados mecánicos, encolumnados en el poderoso sindicato SMATA, cortaron la ruta Panamericana, a la altura de General Pacheco (alrededores de la Capital Federal). Durante tres horas los trabajadores industriales en conflicto de las empresas Ford, Volkswagen y Daimer-Chrysler se unieron a las calles el conflicto que sostienen con esas empresas reclamando un salario para la categoría básica de 1.970 pesos”. Julio Godio observó, impresionado por este acontecimiento, el “espectro” de que “se conforme una especie de ‘atmósfera’ de agitación social que involucre simultáneamente a trabajadores ocupados y desocupados. Una especial de ‘revival’ de lo sucedido entre diciembre 2001 y julio 2002, con la diferencia que ahora los trabajadores sindicalizados sustituyen a los ahorristas” (Julio Godio, “La preocupación en los medios por la yuxtaposición de conflictos laborales y sociales”en www.lafogata.org).
2 La solidaridad conjunta de Zanon, ferroviarios, Subte, Parmalat, docentes, piqueteros combativos, etc., no fue producto del azar sino la primera práctica de coordinación efectiva de los sectores antiburocráticos que habían comenzado a organizarse en el encuentro obrero del 2 de abril de 2005.
3 En la argentina estas ideas fueron expresadas por un amplio abanico que va desde la izquierda académica (con las corrientes teóricas llamadas “nuevos movimientos sociales” y “teóricos de la protesta social”), pasando por el autonomismo que influenció a asambleas populares y los MTD e, incluso influenciando a la izquierda socialista que, adaptándose, teorizó sobre el “sujeto piquetero” para justificar la construcción de “colaterales” basadas en los planes asistenciales del Estado.
4 En Estrategia Internacional N° 18 de febrero de 2002 analizamos históricamente los “giros” en su historia y los elementos que permitían la hipótesis de uno nuevo.
5 Esto es tratado en E. Albamonte y F. Lizarrague, “Vías de recomposición del movimiento obrero” en La Verdad Obrera N° 159, marzo de 2005.
6 Sobre la política de las direcciones de estos sectores ver “CTA: presionando al Estado, diluyendo a la clase trabajadora” en este mismo dossier.
7 Taym es la empresa tercerizada de la limpieza del subte y el CIR es Cuerpo de Intervención Rápida, servicio de seguridad de riesgos por accidentes. En ambos casos los trabajadores lucharon por pasar al convenio de los permanentes, con las 6 horas incluidas, y luchan por tener representación en el Cuerpo de Delegados.
8 La cuestión de la forma que adopta la relación salarial tiene gran importancia por la división en tres grandes sectores del mercado de trabajo: asalariados/ precarios/ desocupados. Pero esto no significa que sea un dispositivo absoluto de control sobre los trabajadores de distinta condición salarial. Muchas teorías sociológicas hacen de esto un absoluto, partiendo correctamente de que la clase obrera está estructurada no solamente por un tipo de desarrollo industrial, sino por dispositivos más amplios de construcción de una relación salarial. Pero transforman esto en un sustituto de un verdadero análisis de clase. Toman por norma alguna forma salarial histórica, por ejemplo la que adoptó la clase obrera en el “boom fordista–keynesiano” de la segunda posguerra, sin ver que el proletariado a lo largo de dos siglos pasó por distintas transformaciones en la “relación salarial”, o tampoco cómo, a escala mundial, la clase obrera tiene diferentes condiciones de contratación, que incluye proporciones distintas en el mercado de trabajo según los países, desmintiendo otra norma como la de los teóricos autonomistas, que ven una tendencia uniformadora mundial a la forma “precariado”. El examen que realizamos demuestra cómo, según el lugar que los trabajadores ocupan en esta división del mercado de trabajo, deben superar distintos mecanismos de coerción o control: si están ocupados el mayor problema pasa a ser la burocracia sindical, si es en negro o en condiciones precarias sufren directamente la prepotencia patronal y la desorganización, lo mismo los desocupados que además deben sufrir más directamente al Estado y el clientelismo. Pero la experiencia de los últimos años es rica en luchas donde los trabajadores superan estos obstáculos. En el proceso que estamos analizando existen, aún en una pequeña escala, luchas unitarias que combinan la presencia de trabajadores ocupados efectivos, trabajadores precarizados e incluso desocupados que protagonizan luchas por unificar sus condiciones de trabajo. Esta tendencia obviamente no está desarrollada, pero la unión de trabajadores ferroviarios y desocupados por trabajo genuino, o el proceso que describíamos del Subte o en los contratados de las fábricas es un síntoma de cómo empezar a resolver este problema.
9 R. Werner y F. Aguirre, “El movimiento piquetero. Entre la lucha de clases y la institucionalización”, Estrategia Internacional N° 21, septiembre de 2004. Allí se definía al “movimiento piquetero” como un movimiento social urbano de un sector de la clase obrera desocupada.
10 También empieza a sentirse la actividad de los más precarios en la gran industria, como es el caso de Siderar, donde los trabajadores contratados que pertenecen a la UOCRA se movilizaron por sus condiciones de trabajo contra las traiciones de los delegados del gremio, llegando a que en un plebiscito organizado para reelegir delegados, perdió la burocracia 700 a 100.
11 Allí la burocracia de Daer que controla el sindicato de Alimentación intervino las elecciones a comición interna proscribiendo a la lista antiburocrática de los delegados que venían dirigiendo la fábrica.
12 Esto fue conceptualizado como una verdadera “anomalía argentina” por el ex-trotskista argentino Adolfo Gilly: “Aquí es donde surge, en Argentina, una anomalía ubicada en el núcleo de la dominación celular cuya sede es el ámbito de la producción, el lugar donde se produce y se extrae el plusproducto, el punto de contacto y fricción permanente entre capital y trabajo asalariado en la sociedad capitalista, el proceso de trabajo que es el soporte material de la autovalorización del capital”. Adolfo Gilly, “La anomalía argentina (Estado, corporaciones y trabajadores)” en Cuadernos del Sur N° 4, marzo-mayo de 1986.

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