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Jornadas de julio

LA DERROTA DE LA ACCIÓN DE MASAS

Las jornadas de julio (2° entrega)

Envalentonadas por la renuncia de los ministros liberales, las masas de obreros y soldados de Petrogrado se habían manifestado los días 3 y 4 de julio frente al Palacio de Táurida donde se hallaba reunido el Comité Ejecutivo del Soviet.

Comisión del IPS

5 de julio 2007

Envalentonadas por la renuncia de los ministros liberales, las masas de obreros y soldados de Petrogrado se habían manifestado los días 3 y 4 de julio frente al Palacio de Táurida donde se hallaba reunido el Comité Ejecutivo del Soviet. La manifestación terminaría en una derrota, la consigna central levantada, “todo el poder a los soviets”, no sólo no se conseguiría sino que luego de la salida espontánea y anticipada de las masas contra el gobierno provisional vendría el fracaso de la ofensiva en el frente, dando a la reacción los fundamentos para una acción ofensiva para intentar desarmar a las masas. El llamado al “orden” en nombre de la revolución retumbó en las calles.

El 5 de julio las tropas leales al gobierno provisional ocupaban ya toda la ciudad. Los bolcheviques fueron desalojados de su local y su prensa suprimida. Los marineros y soldados rebeldes fueron desarmados y encarcelados. La situación presentaba la siguiente contradicción, característica de este momento de la revolución. Ambos bandos hablaban en el mismo lenguaje. Tanto las masas de obreros y campesinos que se movilizaban impulsadas por la necesidad de terminar con su error de febrero, creer en la alianza con la burguesía liberal, como aquellas que venían a la ciudad a defender esta misma alianza del soviet con la burguesía. Lo hacían apelando a la legitimidad del Comité Ejecutivo (CE) del Soviet y de su plenaria. Ambos lados de la barricada hablaban en nombre y bajo la autoridad del Soviet. La revolución y la contrarrevolución se amparaban en la misma institución, he aquí el alma misma del régimen del “doble poder”.

¿Qué fue la manifestación de julio?

Lenin la define como “más que una manifestación, menos que una insurrección”1. Más que una manifestación, porque las masas que habían salido a las calles, paralizando las fábricas y sublevando a los regimientos de la guarnición, estaban armadas. Tras ellas se encolumnaron aproximadamente medio millón de personas y el saldo de las jornadas fue de 29 muertos y 114 heridos. Mostraba la disposición de la manifestación, su recurso al enfrentamiento parcial, por el arditismo del enemigo, para avanzar en su objetivo. Pero si bien era más que una manifestación presentaba una contradicción entre su consigna, la necesidad de un gobierno de los obreros, soldados y campesinos y su método. La manifestación si bien era armada, fue esencialmente pacífica. No tomó puntos estratégicos, como ferrocarriles y telégrafos, no ocupó palacios, ni apresó autoridades. Se dirigió insistentemente al CE del Soviet para solicitarle mediante la imponencia de su petición que éste tomara el poder.

Era en definitiva un acción extrema de presión de las masas sobre el Soviet. Era su solicitud de que antes de apostar a las medidas radicales planteadas por los bolcheviques, los partidos reformistas, tomaran el poder de manera conjunta. Al respecto, Trotsky cuenta que la negativa de los reformistas a tomar el poder dejaba a las masas en una encrucijada: “Derribar por la fuerza (al CE del Soviet) hubiera significado disolver los soviets en vez de entregarles el poder. Los obreros y, soldados, antes de encontrar el camino que había de conducir a la renovación de los soviets, intentaban someterlos a su voluntad mediante el método de la acción directa”2.

El radicalismo de sus fines se combinaba así con las ilusiones respecto a sus métodos. Suponer que los conciliadores, que ya habían aunado su suerte a la de la burguesía, tomarían el poder por el mero hecho de forzarlos mediante la acción terminó por desilusionar a las masas y abrió un momento de reflujo y reflexión.

La lógica de esta acción está inscripta en la dinámica de toda revolución, tanto de la burguesa como de la proletaria. Concientes del error de su opción anterior, las masas se ven impelidas a realizar una “semi-revolución complementaria”3, mediante la cual intentan corregir sus antiguos errores. En las revoluciones burguesas estas semi-revoluciones pueden expresar momentos “transitorios” de retroceso del movimiento revolucionario, que pronto encuentran un nuevo impulso ascendente. En las revoluciones proletarias pueden terminar siendo la excusa para que la burguesía “aplaste en sangre” a los combatientes, como sucedió en julio de 1848 o en la Comuna de París de 1871.

La “enigmática sucesión lógica de los acontecimientos”

Cuando la noticia del descalabro en el frente llegó a la capital, las masas estaban ya sitiadas por las fuerzas “leales” al gobierno de coalición –fuerzas que por otra parte, luego en octubre, se encontrarían nuevamente del lado de las masas. La situación pudo así ser enteramente aprovechada por la reacción para avanzar lo más posible sobre las libertades conquistadas, y contra su ala revolucionaria, fundamentalmente el partido bolchevique.

El 5 de julio Lenin le comenta a Trotsky “-Ahora-me dijo Lenin-nos fusilarán, primero a uno y luego a otro, ya lo verá usted; es su momento. Pero Lenin daba excesiva importancia a nuestro enemigo, no porque a éste le faltase la furia, sino porque le faltaban la capacidad y la decisión para actuar. No nos fusilaron, aunque le anduvieron muy cerca. En las calles, todo el mundo era a insultar y golpear a los bolcheviques, y los ‘junkers’ asaltaron y saquearon el palacio de la Tchessinskaia y la imprenta de la Pravda. Toda la calle delante de la imprenta estaba sembrada de cuartillas. Allí hubo de perecer, entre muchos otros originales, el de mi folleto polémico ¡A los calumniadores! La escaramuza de patrullas se convertía en una campaña sin enemigo. Y el adversario quedó vencedor, sin lucha y a poca costa, pues nosotros decidimos no darle batalla. Nuestro partido salió duramente castigado”4.

La “lógica enigmática” de los acontecimientos, los destiempos entre la salida espontánea de las masas contra el gobierno de coalición y la derrota de la ofensiva en el frente, determinó el momento transitorio en el cual la reacción burguesa descargó los ánimos enardecidos de la derrota sobre los bolcheviques y la vanguardia. La mayoría del soviet y su CE colaboran con la campaña de calumnias acusando a los bolcheviques de complot alemán y apoyando la concentración de poder en manos Kerensky. El orden reina en Petrogrado; pero ¿cuál es ese orden y a qué clase social responde? En el artículo de León Trotsky, que reproducimos en estas páginas, puede verse la respuesta a esta pregunta fundamental.

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