Santiago Lupe, dirigente de Clase Contra Clase del Estado Español 

La participación junto con los compañeros del PTR de las históricas jornadas del 24 y 25 de agosto se trató de una importante experiencia política que ayuda a pensar en qué medida el proceso chileno puede servir de ejemplo y escuela para los combates que se están empezando a librar al otro lado del Atlántico.

Si bien la crisis capitalista mundial aún no está golpeando como en el Estado español, casi cuatro décadas del más feroz neoliberalismo impuesto por Pinochet, y mantenido por el régimen de la derecha y la Concertación, ha creado una verdadera generación sin futuro, condenada a la precariedad y sobre explotación, excluida de la educación superior y la sanidad... condenada a no salir del pozo. Pude verla defendiendo la Facultad de Filosofía durante tres horas, por miles en el centro de Santiago manteniendo a raya a los “pacos” después de la manifestación multitudinaria del jueves...
¿Quiénes eran? la juventud obrera, la de las comunas más pobres, que estudia en colegios industriales (donde se combinan estudios con explotación en la fábrica), algunos sectores de universitarios... en un sentido los “hermanos” de los indignados españoles, de la juventud árabe, de los jóvenes griegos y los negros de Londres. Más allá de las muchas diferencias entre unos procesos u otros, la lucha de la juventud chilena se enmarca en la irrupción que los oprimidos estamos empezando a protagonizar contra la crisis capitalista y la herencia de 30 años de retroceso, y dónde los jóvenes en muchos casos jugamos el papel de chispa.

 Una chispa que puede y debe contagiarse a los trabajadores y sectores populares. La extensión del conflicto estudiantil a sectores de las clases medias y a la clase trabajadora muestran cual es el camino. Era una muestra de lo que los revolucionarios venimos peleando en el movimiento 15M, el llevar la indignación “de las plazas a los centros de trabajo”. Igualmente la política de las direcciones del PC y el PS para contener y desviar el proceso y la dureza represiva creciente del Gobierno Piñera (que ya ha asesinado a dos jóvenes), marca una tarea igualmente fundamental para el proceso chileno y el español. La necesidad de construir al calor de este proceso una dirección revolucionaria capaz de derrotar tanto los cantos de sirena del reformismo como los golpes de la represión “democrática” o “fascistizante” que se querrán imprimir sobre la vanguardia.

Ni en Chile ni en el Estado español la juventud y los trabajadores queremos que los combates que están por venir re-editen ni las derrotas sangrientas del 39 o el 73, ni las reaccionarias “transiciones” a la democracia que han mantenido casi intacta la herencia de Franco y Pinochet.

Tanto en el Estado español como en Chile es necesaria la unidad en las calles de los trabajadores junto a los jóvenes y estudiantes para acabar con esta nefasta herencia, que sigue siendo mantenida por los gobiernos actuales, y para hacer que la crisis la paguen los capitalistas.