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Comunicados de prensa

CHARLA – DEBATE EN LA UNIVERSIDAD DE LUJÁN

Las diversas formas de abordar la cuestión de género

Con la participación de Rosana López Rodríguez, del colectivo Razón y Revolución, Laura Massa, docente de la UNLu y Andrea D’Atri, del PTS, la agrupación Oktubre de la carrera de Trabajo Social de la Universidad de Luján organizó una charla debate titulada "Las diversas formas de abordar la cuestión de género."

Andrea D'Atri

22 de junio 2007

Buenas tardes, quisiera empezar con una frase de la feminista española Victoria Sau Sánchez que señala: “Mientras una parte del feminismo se pregunta, individual y cómodamente recostada en el diván ‘¿quién soy yo?’, y otra parte busca afanosamente la referencia necesaria para una nota a pie de página que acredite como fiable su trabajo (...), he aquí que el mundo revienta de pobreza: millones de criaturas, nacidas de mujer, se asoman a un modelo de sociedad que les reserva una cuna de espinas...” Esa cuna de espinas, es particularmente espinosa para la clase trabajadora y entre sus integrantes, es especialmente espinosa para las mujeres...

Entonces, la opresión, esa relación de sometimiento de un grupo sobre otro por razones culturales, raciales o sexuales por la cual las mujeres no vivimos en condiciones de igualdad con los varones y no tenemos los mismos derechos, se vincula en algunos casos particulares, que incluye a millones de mujeres, con las condiciones de la explotación; esto es, con la clase.

En un primer momento, el concepto de género acuñado al calor de la segunda ola feminista, de las décadas del ’60 y ’70 pretendía dar cuenta de esta diferencia entre hombres y mujeres, transformada en desigualdad jerarquizada en contra de estas últimas, como una construcción social. La desigualdad era la consecuencia de un sistema que establecía una determinada relación entre los sexos a los fines de la reproducción y que ponía en desventaja a las mujeres con respecto a los varones. Es decir, era la consecuencia del patriarcado.

Pero luego, sobre el concepto de género, se construyó una nueva teoría que puso en el centro la idea de una esencia femenina, que permitió reivindicar lo que milenariamente había sido desautorizado por la razón falogocéntrica. Redefiniendo el viejo apotegma freudiano de que anatomía es destino, las corrientes de la diferencia, pusieron en tela de juicio lo que las feministas de la igualdad habían deconstruido y anatemizado. La sensibilidad, el pacifismo, y el respeto por la naturaleza y la diversidad, aparecieron asociados a una supuesta esencia femenina proveniente de la capacidad de gestar nuevas vidas, haciendo su entrada en la escena de la teoría y la militancia feminista de los ’80.

Luego, el concepto de género sufrió nuevas modificaciones. La idea predominante, en los ’90, fue la de la ausencia de géneros o más bien su negación militante que intentaba poner en evidencia una construcción meramente discursiva, performativa y nómade, múltiple y cambiante. Mientras tanto, en la academia se gestaba la demostración de que si las mujeres tenemos género, los hombres también y que, entonces, más que preocuparnos por los estudios de mujeres, debíamos enfocarnos sobre los estudios de género e incluso los estudios de masculinidad. Claro está, éstos se encuentran favorecidos, actualmente, por las asignaciones presupuestarias y otros estímulos monetarios, académicos y honoríficos provenientes del primer mundo.

Y ello ocurre mientras se empieza a sostener que si hoy crecen los fundamentalismos contra las mujeres, si avanzan los discursos reaccionarios contra el derecho al aborto y aumenta la violencia doméstica y los femicidios es porque los avances realizados por las mujeres en materia de igualdad de derechos ha desestabilizado a la otra mitad de la humanidad que se encontraría acorralada y, como tigre herido, propensa al zarpazo. Una elegante pero terrible definición que nos haría culpables a nosotras mismas por las barbaridades de las que somos víctimas. Una versión sofisticada del menos sofisticado prejuicio que se escucha en las voces de los vecinos de cualquier mujer violada: “si ella se puso minifalda, entonces...”

Más allá de las opciones que se tomen, más allá de que se decida adoptar una teoría de género u otra, lo cierto es que las diferencias entre hombres y mujeres persisten, transformadas en desigualdad, y las mujeres son las víctimas de este sistema patriarcal milenario que hoy, en estrecha unidad y entrelazamiento con el modo de producción capitalista produce una vida de barbarie para millones de seres humanos.

Las mujeres somos el 50% de la población mundial. Es decir, en el mundo hay casi tantas mujeres como varones. Sin embargo, en el mundo hay 1300 millones de pobres, de entre los cuales el 70% son mujeres. Cada año, cinco millones de mujeres de 15 a 19 años de edad se someten a abortos, el 40% de los cuales son practicados en malas condiciones. En todo el mundo, 500.000 mujeres mueren cada año por complicaciones en el embarazo y el parto y 500 mujeres mueren cada día por abortos clandestinos. Sólo por hablar del continente latinoamericano, tenemos que el aborto clandestino sigue siendo la primera causa de muerte materna; son 6.000 las mujeres que mueren anualmente por complicaciones relacionadas con abortos inseguros. Entre las personas de menos de 24 años que viven con HIV/SIDA, dos terceras partes son mujeres. Se plantea que si bien hay más mujeres jóvenes que pueden aprender a leer y escribir que 10 años atrás, en la mayoría de las regiones persisten las diferencias de acceso a la educación y nivel educativo. Se estima que 60 por ciento de las deserciones escolares son protagonizadas por niñas para ayudar en sus casas o trabajar. De los 960 millones de analfabetos que hay en el mundo, el 70% son mujeres. Las mujeres y las niñas constituyen la mitad de los refugiados del mundo y, como tales, son particularmente vulnerables a la violencia sexual. América Latina y el Caribe registran los índices más altos de violencia contra las mujeres: el homicidio representa en nuestro continente la quinta causa de muerte, el 70% de las mujeres padece violencia doméstica y el 30% reportó que su primera relación sexual fue forzada. Se calcula que el 80% de las agresiones permanecen en el silencio ya que no son denunciadas por temor o por la certeza de que la denuncia no será tomada en cuenta. En Argentina, se calcula que se producen entre 5.000 y 8.000 violaciones por año. Una de cada tres mujeres, en el mundo, recibe malos tratos. Según las estadísticas, cada ocho segundos una mujer es víctima de violencia física. Según las especialistas en violencia, en todo el mundo, uno de cada cinco días de ausencia femenina en el ámbito laboral es consecuencia de una violación o de la violencia doméstica. En todo el mundo, casi el 50% de todos los ataques sexuales son perpetrados contra niñas de 15 años o más jóvenes. Se calcula que entre un 28% y un 33% de las mujeres han sufrido abusos sexuales antes de los 15 años. Actualmente, el número de mujeres en la fuerza laboral del mundo es el mayor de la historia. Pero la OIT destaca que también hay más mujeres que nunca en situación de desempleo (81,8 millones), o destinadas a empleos de baja productividad en la agricultura o los servicios, o recibiendo menos paga por el mismo trabajo de los hombres. Las campesinas son jefas de una quinta parte de los hogares rurales, y en algunas regiones hasta de más de un tercio de los mismos, pero sólo son propietarias de alrededor del 1% de las tierras, mientras el 80% de los alimentos básicos para consumo los producen las mujeres. El valor y volumen del trabajo doméstico no remunerado equivale entre el 35 y 55% del producto bruto interno de los países. La producción doméstica representa hasta un 60% del consumo privado. Y este trabajo no remunerado recae casi absolutamente en las mujeres y las niñas. Por otra parte, las mujeres que trabajan lo hacen en situación cada vez más precarizada: no sólo cobran un salario entre 30 y 40% menor al de los varones por el mismo trabajo, sino que en su mayoría, no tienen obra social ni derechos jubilatorios.

Sin embargo, desde 1960 hasta nuestros días, las riquezas mundiales se han multiplicado por ocho. Así y todo, actualmente uno de cada dos seres humanos vive con menos de dos dólares por día. Uno cada tres no tiene acceso a la electricidad, uno de cada cuatro vive con menos de un dólar por día, uno de cada cinco no tiene acceso al agua potable, uno de cada seis es analfabeto y un adulto cada siete sufre de malnutrición. Cifra que, entre los niños, alcanza a uno de cada tres. Sin embargo, si durante diez años, se gastaran anualmente 80.000 millones de dólares, estaría garantizado no sólo que todo ser humano tenga acceso a la educación básica, sino también a una alimentación adecuada, agua potable, infraestructura sanitaria y, además, todas las mujeres del planeta tendrían acceso a cuidados ginecológicos y obstétricos. Piensen que esto se evitaría con una inversión de 80.000 millones de dólares anuales. Una pequeña cifra, ya que es cuatro veces menos que lo que todos los países semicoloniales desembolsan por su deuda externa cada año. 80.000 millones de dólares es un cuarto del presupuesto militar de EE.UU. y nada más que un 9% de los gastos militares mundiales. 80.000 millones de dólares es la mitad de la fortuna de las cuatro personas más ricas del planeta.

Esta es la irracionalidad del sistema capitalista. El sistema que perpetúa para su beneficio la opresión de las mujeres, entre tantas otras. Este sistema que perpetúa la opresión, reviste a la explotación de nuevas formas, introduciendo a la producción a millones de mujeres, niños, sometiendo tierras y parajes inhóspitos al mercado mundial. Fíjense qué paradoja. Este sistema puede funcionar sosteniéndose exclusivamente en los brazos de millones de explotados y explotadas que lo hacen funcionar cada día.

Pero si puede hacerlo es porque, además de las fábricas y las empresas, la clase dominante tiene los medios de comunicación, los partidos políticos patronales, la burocracia sindical y, por las dudas que todo esto no funcione, la policía y el ejército para enfrentar a los explotados. E incluso el odio religioso, cultural, el racismo y el patriarcado son aprovechados para dividirnos y desorganizarnos.

Por eso, creo que no habrá posibilidad de igualdad de las mujeres con los varones mientras la igualdad entre las mismas mujeres y entre los mismos varones no exista. Es decir, mientras subsistan las clases sociales, y una minoría parasitaria viva a expensas de la explotación de millones de seres humanos.

Sabemos que la opresión de las mujeres es milenaria y que el capitalismo no hace más que reproducirla y legitimarla en provecho del mantenimiento del statu quo. Por eso, pensar la liberación de la mujer en los marcos de la esclavitud asalariada nos parece una utopía. Quienes nos consideramos socialistas revolucionarios peleamos por la emancipación de las mujeres para que las mujeres podamos luchar por la revolución social en igualdad de condiciones con el resto de los oprimidos y explotados. Y queremos la revolución social para iniciar el camino de la liberación definitiva de las mujeres y de toda la humanidad apresada, hoy, por las cadenas del sanguinario capital. Esta es la relación que establezco entre las categorías de clase y género, una relación teórica pero tendiente a una explicación de la realidad que nos permita transformarla radicalmente.

Porque como dice el volante que anuncia esta charla y el cartel que está aquí detrás, “Cambiar de raíz la situación de la mujer no será posible hasta que no cambien todas las condiciones de la vida social y doméstica.” (León Trotsky)

Gracias.

Universidad de Luján, 19 de junio de 2007

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