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Las "Tesis de Pulacayo"

En noviembre de 1946, un congreso extraordinario en la mina de Pulacayo donde se discutiría un programa de acción para enfrentar la situación tras la caída de Villlarroel.

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12 de abril 2012

En noviembre de 1946, un congreso extraordinario en la mina de Pulacayo donde se discutiría un programa de acción para enfrentar la situación tras la caída de Villlarroel. En ese histórico encuentro se aprueban las Tesis de Pulacayo, en cuya redacción y aprobación jugó un papel central Guillermo Lora, entonces un joven dirigente del POR y miembro de la delegación de Siglo XX-Llalagua.

Las Tesis fueron un avanzado programa de acción, tendiente a la independencia de clase. Entre algunos de sus puntos sustanciales figuran la lucha por el salario básico, vital y móvil; la semana de 40 horas y la escala móvil de salarios; la consigna de ocupación de minas; el control obrero de las minas y el armamento de los trabajadores. El programa era un claro cuestionamiento a la propiedad privada de los capitalistas y hasta hoy, pese a sus debilidades, constituyen un referente de la vanguardia obrera.
Sin embargo, no proporcionan un programa transicional acabado para que la clase obrera conquiste la hegemonía en real alianza obrera, campesina y popular. Y plantean una visión semietapista de la revolución al decir que “Mienten aquellos que nos señalan como propugnadores de una inmediata revolución socialista en Bolivia, bien sabemos que para ello no existen condiciones objetivas. Dejamos claramente sentado que la revolución será democrático burguesa por sus objetivos y únicamente un episodio de la revolución proletaria por la clase social que la acaudillará (...) los trabajadores una vez en el poder no podrán detenerse indefinidamente en los límites democráticos burgueses y se verán obligados, cada día en mayor medida, a dar cortes siempre más profundos en el régimen de la propiedad privada...” como si pudiera haber un período en que la revolución obrera pudiera actuar sin traspasar los límites del capitalismo. Esto, en contraste con la teoría de la Revolución Permanente en Trotsky, que dice: ‘La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista convirtiéndose con ello en permanente’ (Para profundizar, ver las “Tesis Fundacionales” de la LOR-CI en www.lorci.org).

Una lección central de la revolución del ‘52 es que en nuestra época histórica, la única forma de resolver íntegra y efectivamente las tareas democráticas en los países atrasados como la liberación del imperialismo, la cuestión agraria y la opresión indígena es con los métodos de la revolución proletaria y la toma del poder por los trabajadores, apoyándose en su alianza con los campesinos y el pueblo pobre. Si la dirección queda en manos de los representantes nacionalistas o progresistas de la burguesía nacional, la revolución será derrotada. Es preciso que los trabajadores tomen el poder a través de sus propias organizaciones de lucha, pero dado este primer paso, inevitablemente, deben combinar la resolución de los problemas básicos (nacionalización de las minas, fábricas y bancos, revolución agraria, etc.) con medidas de tipo socialista para reorganizar la economía y derrotar a la reacción y el imperialismo. Por ejemplo, del control obrero colectivo, deberán pasar a la planificación económica en función de las necesidades obreras y populares. Y además, deberán promover la unidad con las masas de los países vecinos contra el enemigo común imperialista y sus aliados, impulsando la revolución internacional. En suma, la revolución necesariamente deviene en permanente.

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