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La zanja de Alsina

PTS

30 de octubre 2008

Estoy indignado con todos esos “grandes sabihondos” que señalan como causa principal de la inseguridad a la pobreza. ¡Vaya descubrimiento!.

En vez de repetir aforismos inútiles, sería mejor preguntarse qué hacen los gobernantes para tomar cartas en el asunto.

Tomemos como ejemplo a La Matanza, esa cuna de delincuencia.
Alguien podría excitarse pensando que unos buenos bombardeos pondrían fin al problema. Pero esa no es una salida realista. En primer lugar porque los políticos ya no podrían hacer demagogia con los miserables y, en segundo término, porque el presupuesto de nuestras fuerzas armadas es tan paupérrimo que no deben quedar ni aviones.

Mejor destinar fondos públicos para llevar el progreso a esos arrabales. En estos casos, comenzar por la electrificación. El plan consistiría en cercar todas las zonas conflictivas con un alambrado de suficiente descarga eléctrica. Bastaría que un par de mal vivientes quedasen como pollos rostizados, al intentar cruzarlo, para que el resto comprenda la lección.

Al comentarlo con un amigo, éste se mostró escéptico. “La corrupción – me dijo – hará que se la rebusquen para coimear a quién controle el generador eléctrico y todo seguirá igual”. Con su apreciación razonable, mi idea quedaba desechada.

Unos días después inesperadamente un libro de historia argentina me ofrecía la solución. La “Zanja de Alsina” podría resucitar para poner fin al flagelo de la inseguridad.

Para impedir el paso de los malones, allá por 1876, Adolfo Alsina mandaba a construir una zanja para separar Buenos Aires de los territorios indios. Al principio la experiencia resultó fructífera, pero al poco tiempo la turba se la ingenió para abrirse paso: arriaban vacas hasta empujarlas a la zanja y luego las utilizaban como puente pasándoles por encima.

Sin embargo, hoy la zanja parece perfecta. En reemplazo de esos nobles animales, los delincuentes comenzarán arrojando a la fosa a los miembros más vulnerables de su comunidad. Después de los ancianos y deficientes mentales, vendrán los niños (malhechores potenciales). Posteriormente, sus mujeres (y así se detendrá la procreación de nuevos bandidos). Llegará un día en que faltos de “materia prima”, los delincuentes comiencen a reñir entre ellos. El delito se irá extinguiendo por sí mismo y no habrá ninguno de esos rufianes de los “derechos “humanos que puedan culpar al Estado o las fuerzas del orden.

Planificación, una buena planificación. Eso es todo lo que se necesita.

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