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CULTURA

GRAN MUESTRA EN EL NACIONAL DE BELLAS ARTES

La vanguardia es así

Las oleadas migratorias de Europa a Sudamérica desde fines del siglo XIX, la Primera Guerra Mundial, el triunfo de la Revolución Rusa, la Reforma Universitaria y la Semana Trágica (y todo lo que sigue) es el dinámico trasfondo en el que surge la Editorial Claridad, un importante emprendimiento político-social y cultural, y que hoy es exhibido en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Demian Paredes

17 de mayo 2012

La vanguardia es así

Clima de época

Las oleadas migratorias de Europa a Sudamérica desde fines del siglo XIX, la Primera Guerra Mundial, el triunfo de la Revolución Rusa, la Reforma Universitaria y la Semana Trágica (y todo lo que sigue) es el dinámico trasfondo en el que surge la Editorial Claridad, un importante emprendimiento político-social y cultural, y que hoy es exhibido en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Polémicas (artísticas, teóricas e ideológicas) y zonas de encuentros

Junto a la aparición de la revista Martín Fierro, Claridad será una de las dos corrientes “de vanguardia” en las primeras (y convulsivas) décadas del siglo XX. Fundada por el socialista andaluz Antonio Zamora en 1922, la primera publicación de Claridad fue la colección Los Pensadores: publicación semanal que, a tan sólo veinte centavos, distribuía ampliamente –incluso a otros países– diversos clásicos del pensamiento científico, político, filosófico y social (entre otros, El derecho a la pereza, de Paul Lafargue; El imperialismo, última etapa del capitalismo, de Lenin; El ABC del comunismo, de Bujarin; El tratado de la educación práctica, de Kant; La moral religiosa, de Voltaire). A lo que luego se sumó la Revista Claridad, publicación por excelencia –junto a otra revista, de vida más corta, Extrema Izquierda– del llamado Grupo de Boedo: Elías Castelnuovo, Leónidas Barletta, ˜álvaro Yunque, Pedro Calou, entre otros. Junto a ellos estaban los Artistas del Pueblo (Arato, Facio Hébequer, Abraham Vigo, entre otros), quienes ilustraban las revistas y libros de los boedistas. Como editorial, Claridad publicaría muchos libros de cuentos y novelas del Grupo de Boedo, aunque también éstos saldrían por otros sellos, como el mítico Tor.

˜álvaro Yunque decía que Boedo era “la calle” mientras que los escritores y artistas de Florida (Borges, Oliverio Girondo, Ricardo Güiraldes, Xul Solar, Norah Borges) se abstraían de la explotación y del crimen diario contra los trabajadores por habitar una “torre de marfil”; pero lo cierto es que ambas tendencias se preocuparon tanto por “las formas” de sus respectivas obras como por la ideología y la política: mientras que Boedo colaboró/militó con socialistas, anarquistas, comunistas e izquierdistas varios, también poseían una “estética”: la realista; mientras que en Florida estaban por la “vanguardismo estético” y, políticamente, se pronunciaron muchos de ellos por la candidatura de Yrigoyen.

Sin embargo, más allá de las ácidas y chicaneras polémicas, y las visiones retrospectivas de varios protagonistas de que eran dos bandos perfectamente definidos y acérrimamente enfrentados –y en este error, en esta mala o simplista lectura cayó gran parte de la crítica literaria–, muchos boedistas terminaron junto a los martinfierristas –y otros mantuvieron relaciones y trabajo en común con ambos grupos (caso Roberto Arlt o los hermanos González Tuñón)–, y muchos martinfierristas no acompañaron los posicionamientos políticos del grupo, e incluso terminaron en otros lugares (caso del joven martinfierrista Leopoldo Marechal, que luego se haría peronista y, pos 1955 sería “el poeta depuesto”).

En síntesis, ambos grupos fueron conscientes de los tiempos que les tocaba vivir, y “tomaban partido” ante las disyuntivas históricas, políticas y estéticas de entonces. Debatían y polemizaba, se agrupaban en bandos –y algunos no–. Unos, con un claro sentido de clasista y “pedagógico” (Boedo) y antiburgués; y los otros, con una marcada preferencia por la política burguesa o pequeñoburguesa (Florida).

La muestra del MNBA

La exhaustiva muestra, curada por Sergio Alberto Baur, cuenta con las tapas de Los Pensadores y Claridad, con libros (de cuentos, novelas y testimonios, del Grupo de Boedo y escritores contemporáneos afines), fotos y grabados; con fragmentos de filmes argentinos y europeos (desde Eisenstein hasta un documental sobre los campesinos pobres de una aldea en España, de Luis Buñuel), esculturas (como “El amargado”, de Agustín Riganelli) y pinturas, donde se destaca Con pan y sin trabajo, de Ernesto de la Cárcova, Medianoche en el mundo, de Antonio Berni y Sueño y mentira de Franco, de Pablo Picasso.

Entonces, esta muestra no es sólo sobre la Editorial Claridad, sino sobre toda una época, mostrada a (cierto nivel de) escala internacional, donde las clases humildes sufrían y luchaban, y donde los artistas de gran parte del mundo reaccionaban y denunciaban, y/o luchaban junto a los trabajadores y sectores populares, contra las miserias del capitalismo; había ilustración –vía pinturas y grabados– del puerto, el conventillo de La Boca y los “destinos humildes”, así como denuncia a las masacres a gran escala como la de la Primera Guerra Mundial. (Y al respecto de esto último, es interesante un dibujo que podría ser un antecedente lejano de nuestro León Ferrari y su Civilización occidental y cristiana: uno de un artista alemán que, para denunciar la guerra, hizo un Cristo colgado en su cruz... con una máscara anti-gas.) De hecho, la revista Claridad nace como émulo local de la revista Clarté, del stalinista Henri Barbusse.
La amplitud y “deseo pedagógico” de Claridad está claro al poder verse en las tapas desde Gandhi, Anatole France y Jean Jeaurés, pasando por Juan B. Justo y Karl Marx… hasta León Trotsky, presentado, en esa tapa de marzo de 1929, como “genio militar de la revolución civil convertido en fantasma de la burguesía internacional”.

En definitiva, a la par que el anarquismo se debilitaba como corriente fuerte en la izquierda local, avanzaba el Partido Comunista, al calor del triunfo y consolidación de la Revolución Rusa en la década de 1920. Esto también influyó en las publicaciones teóricas y concepciones ideológicas, donde no sólo se publicaba a Bujarin (ex ultraizquierdista y ala derecha del bolchevismo ruso) sino también a Lunacharsky, quien desde el Ministerio de Educación en la URSS, alentaba al Proletkult –junto a Alexander Bogdanov–, organización cultural que fomentaba el “arte proletario”: una suerte de “populismo obrerista” (que desde lo teórico desarrollaba una especie de teoría del reflejo) con quienes Trotsky debatió –cuestión que quedó compilada, en 1924, en su Literatura y revolución–, proponiendo que haya pluralidad de tendencias artísticas, y que el Estado no sancione por decreto oficial –y aliento material, económico– a algún grupo artístico en particular. Trotsky argumentaba que era muy importante tanto “lo nuevo” en materia de creación artística en las vanguardias, como que el proletariado y los artistas absorbiesen “lo viejo” (la anterior cultura y artes de las clases explotadoras) para poder crear luego una nueva cultura, ya sin connotación de clase alguna.
(En este sentido Trotsky generalizará estos planteos más allá del arte y la cultura, como una necesidad para todo Estado obrero revolucionario: el “pluripartidismo soviético” que sistematiza en 1936, contra la burocracia stalinista, en La revolución traicionada, donde las luchas de tendencias y fracciones revolucionarias serán la dinámica necesaria para el funcionamiento la democracia soviética de masas, en todos los órdenes de la vida.)

Volviendo al tema central, a la muestra, digamos que el catálogo (que sale 200 pesos) viene acompañado de muy buenos textos de Sergio Baur, Noé Jitrik, Diana B. Wechsler, Laura Malosetti Costa, Roberto Amigo y María Florencia Galesio y Paola Melgarejo, analizando diversos aspectos de la época, las corrientes artísticas, los autores y obras. Un buen complemento para esta gran muestra.

Prensa

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Marcela Soler115470-9292

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