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Lo propuso el Encuentro de Fábricas Ocupadas

La tarea del momento: Congreso Nacional unitario

11 de septiembre 2002

El gobierno de Duhalde con duce al país a las presidenciales de marzo, es decir a ninguna parte. Como lo reconocen los analistas de la burguesía, Duhalde nació con el default económico y hoy navega sobre un “default político”.
Los espejos de colores que vende Rodríguez Saá, aún con la ayuda de Moyano y otros “jefes de ventas”, no alcanzan a darle al PJ más que un “mercado interno achicado” de apenas un 20 % del electorado, para no hablar de la inminente declaración de “quiebra” de la candidatura de De la Sota.
Ante esto, el “espacio ciudadano” de Carrió, Zamora y De Gennaro es una alianza “devaluada” que se demuestra impotente para imponer el reclamo popular de “que se vayan todos”, aún entendido en la forma mezquina y maniobrera de una simple renovación de los cargos parlamentarios. ¿Se abstendrán de participar en elecciones de marzo si estas son sólo a presidente? Aún en ese caso, de ninguna manera crearán nada nuevo.
¿”Crisis de representatividad”? El proceso de las asambleas barriales que nació en diciembre, los movimientos piqueteros que luchan y, como un nuevo actor que se viene abriendo paso en los últimos meses: las empresas ocupadas y puestas en producción por sus trabajadores que acaban de hacer su Segundo Encuentro Nacional el 7 de setiembre. Cualquiera de estos tres emergentes de la lucha y la organización obrera y popular, representan mucho más a una nueva Argentina que los “espacios” multipartidarios que se proclaman “abiertos” pero donde unos pocos deciden entre cuatro paredes. Unos representan un producto genuino de las jornadas de diciembre, los otros quieren sepultarlas, desviarlas o domesticarlas.
Ni el frente liderado por Carrió ni la demagogia de Rodríguez Saá representan una salida para el pueblo, y aún peor: conducirán o no podrán impedir la estafa de las presidenciales de marzo de donde saldrá un nuevo gobierno ilegítimo en el cual el FMI intente apoyarse para imponer sus planes contra la mayoría nacional.
Es cierto que ni el desarrollo de las asambleas barriales, ni los piquetes de desocupados, ni las fábricas controladas por los obreros han logrado constituir la fuerza social necesaria para oponer a este régimen decadente el gérmen de un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Pero son un formidable punto de apoyo para dar pasos en construir el doble poder que lo haga posible.
Es cierto que las asambleas barriales no agrupan a los estratos más pobres de la Capital, a los que revuelven las bolsas de residuos en las puertas de los restaurantes, pero un sector de ellas comenzó a ocupar predios para ponerlos en función social. Perdieron la capacidad de convocar a los masivos cacerolazos, pero son los legítimos portadores del “que se vayan todos”.
Es cierto que los movimientos piqueteros siguen separados entre sí, respondiendo a distintas corrientes y sin superar el límite de la lucha por mantener los 150 pesos del Plan Jefas y Jefes y la trampa que tienden a millones los Consejos Consultivos de Duhalde, punteros políticos y burócratas. Pero constituyen un movimiento de vanguardia militante de los trabajadores, una palanca para combatir la desocupación, el principal flagelo de la clase obrera.
Es verdad que las fábricas ocupadas y sindicatos combativos son una pequeña minoría dentro de un movimiento obrero mayoritariamente contenido por el terror a la desocupación y el chaleco de fuerzas de la direcciones de las centrales obreras y sindicatos, pero empiezan a mostrar una salida frente a la catástrofe capitalista y síntomas de lo que significaría un doble poder en el terreno de la producción.
Es necesaria una orientación decidida de los asambleístas, piqueteros y empresas ocupadas hacia los millones de asalariados y el pueblo pobre. ¿Qué otra forma hay que una movilización masiva por el trabajo genuino para todos, contra el hambre y la pobreza para lograr un cambio verdadero? Y en ese camino hay un problema crucial. Apenas después de diciembre, los jerarcas sindicales no podían salir a la calle y hasta fueron blanco de varios “escraches” que los identificaban como parte del mismo régimen de los políticos repudiado por millones. Pero últimamente, han vuelto a escena de la mano de Rodríguez Saá. Por ejemplo, contra la ocupación de la cerámica Zanon los jefes moyanistas de la CGT neuquina se animan ahora a apoyar a un grupo de rompehuelgas y provocadores. Y seguramente de las filas de esa burocracia, que no tiene empacho en mostrarse con el represor Rico, se nutren los elementos que junto a policías y punteros duhaldistas realizan aprietes y persecuciones contra varias asambleas de la zona sur del Gran Buenos Aires. Por esto, insistimos, no ayuda que los compañeros del MIJD de Castells, por el que reclamamos incondicionalmente su libertad, coqueteen con ellos. Si la burocracia sindical se convierte en el soporte de un nuevo gobierno serán el principal grupo de choque contra la vanguardia obrera y popular.
La alternativa es sencilla: o las decenas de miles de asambleístas, piqueteros y militantes obreros cierran filas y levantan una salida para el conjunto de los trabajadores y el pueblo, ahora que todavía hay tiempo; o se terminará imponiendo un nuevo gobierno, posiblemente de Rodríguez Saá que, aún siendo débil, contará con sus agentes pagos de los burócratas de los sindicatos y los matones del PJ que ya están mostrando los dientes. Entre tanto, con las manifestaciones y la campaña mediática "contra la violencia y la inseguridad", hijas de la descomposición capitalista, el "partido del orden" trata de reganar base de masas para reforzar las fuerzas de represión contra el pueblo.
Contra esa perspectiva, la única condición para avanzar es una orientación clara hacia las masas y terminar con los intereses mezquinos, con los “corralitos” que dividen a los luchadores. Hay que convocar, juntos, a un Congreso Nacional de todas las expresiones de lucha. La potencialidad que se vio en las calles cuando dimos una respuesta conjunta a la masacre de Avellaneda, hay que elevarla al terreno de la organización. Pero no simplemente otra Asamblea piquetera, otro Encuentro de fábricas o una Interbarrial más, de los que ya hubo varios. Sino a algo nuevo y superior, un salto en la organización de los sectores en lucha y más concientes. En un gran estadio, con tiempo para prepararlo, por ejemplo para el mes de octubre y donde puedan reunirse decenas de miles para dirigirse, con una voz unificada, a los millones que buscan una salida al hambre, la desocupación, la pobreza creciente.
¿Qué impide hacerlo? Hay que terminar con todo sectarismo: sólo es posible y tendrá legitimidad si se convoca y prepara unitaria y democráticamente: por la Interbarrial y con mandatos de las asambleas barriales que no participan en ella, por los compañeros de la Aníbal Verón, del Bloque Piquetero, de Barrios de Pie, el MIJD y todas las tendencias de los desocupados, por los obreros que organizaron genuinamente los Encuentros de Fábricas Ocupadas como los ceramistas de Zanon, los de Brukman, los de Clínica Junín y otros, junto a los de ATE- Río Turbio, al SOECN y a todos los trabajadores, sindicatos y delegados combativos. Esta es justamente la resolución del gran Encuentro obrero del 7 de setiembre, que fue propuesta con carácter de urgencia: “una reunión nacional de movimientos piqueteros, asambleas populares, fábricas ocupadas, sindicatos combativos y movimiento estudiantil combativo, para discutir un plan de lucha en común y organizar democráticamente una próxima Asamblea o Congreso Nacional de Trabajadores ocupados y desocupados en lucha”.
¿Y cómo se puede avanzar en ganar peso desde abajo, en cada barrio, en cada zona, en cada provincia?: “Independientemente de cómo evolucionen las instancias de coordinación nacional resolvemos impulsar Coordinadoras Regionales en todo el país siguiendo el ejemplo de la Coordinadora del Alto Valle, con ocupados y desocupados, y levantando un pliego único de reclamos de fábricas y empresas, asambleas barriales y movimientos piqueteros”.
¿Y cuál es el primer objetivo sin el cual nada cambiará? “...preparar una huelga general activa, con piquetes, cortes de ruta y ocupación de lugares de trabajo, para continuar con la lucha iniciada el 19 y 20 de diciembre, hasta derrotar a Duhalde, los gobernadores y que se vayan todos”.
Y ese camino han planteado hacia las masas trabajadoras: “...promover la remoción de todos los cargos de los viejos y corruptos dirigentes de los sindicatos y centrales obreras burocráticas, y su reemplazo por compañeros honestos y combativos elegidos por los trabajadores. Luchamos por la recuperación de los cuerpos de delegados y comisiones internas que integren y unifiquen en cada empresa a efectivos y contratados, y se apoyen en la democracia directa de las asambleas de base”.
La moción de un Congreso Nacional unitario que proponen las fábricas ocupadas bajo control obrero tiene que ser puesta a consideración y en el primer punto del orden del día de las asambleas barriales y de los movimientos de desocupados. Sólo este Congreso obrero y popular podría tener la autoridad que le negamos a las actuales instituciones de la democracia para ricos: convocar a la lucha por imponer una Asamblea Constituyente sobre las ruinas de este gobierno y el régimen del Pacto de Olivos.
El PTS pondrá todos sus esfuerzos para que estas resoluciones que han votado los sectores más decididos de la nueva vanguardia obrera se lleven adelante en unidad con piqueteros y asambleístas, a los que llamamos a agruparse para que triunfe y se realice esta propuesta, para que alcen la voz y muestren su propia salida independiente, en medio de la crisis del país burgués, los gérmenes de una Argentina obrera y popular.

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