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La situación revolucionaria en Alemania y el factor tiempo en política

24 de abril 2008

La ocupación francesa del Ruhr en enero de 1923 y una inflación sideral puso a la orden del día la revolución proletaria1. Los obreros desertaron en masa de los sindicatos y la socialdemocracia que dirigía al proletariado a través de ellos, perdió el control. Pero la dirección del Partido Comunista alemán también fracasó en la prueba de la revolución. Su debilidad, como la de otros PCs, ya se había hecho visible en 1921, momento que tuvo una desviación ultraizquierdista2. Pero en 1923, la situación exigía un cambio brusco de orientación que finalmente el PCA hizo sin convicción, con un retraso considerable y cuando era demasiado tarde.

Sin embargo, el balance de la dirección del PCA y posteriormente de la Internacional Comunista en su V Congreso, en 1924, conducido por la fracción de Stalin a través de su presidente Zinoviev, va a ser liviano aún cuando constituyó su derrota más importante, al considerarla un simple episodio perdido del cual habría otros, o directamente planteando que se habían exagerado las condiciones para la revolución impidiendo así que la Internacional extraiga las conclusiones y se prepare para el porvenir.

Trotsky, quien consideró que la derrota de la revolución alemana fue el punto decisivo para la formación de grupos en Rusia –particularmente para el surgimiento de la Oposición de Izquierda–, dada la escala gigantesca de la lucha de clases desde donde se expresaron las diferencias, respondió en forma categórica en torno a las posibilidades objetivas. “¿Estaban dadas todas las condiciones para el triunfo de la revolución en Alemania? Pienso que tendríamos que responder con absoluta claridad y firmeza, sí, todas excepto una (…) Alemania no tenía un partido bolchevique, no tenía una dirección tal como tuvimos en Octubre”3. Y que el error fundamental fue no haber comprendido “a tiempo” la necesidad de un viraje táctico abrupto: “Lo que es más difícil para una dirección revolucionaria es saber en el momento oportuno tomar el pulso a la situación política, percibir su inflexión brusca y cambiar firmemente de rumbo. Semejantes cualidades de dirección revolucionaria no se obtienen simplemente por el hecho de prestar juramento de fidelidad a la última circular de la Internacional Comunista; se conquistan, si las premisas teóricas indispensables existen, por la experiencia adquirida por sí mismo y practicando una autocrítica verdadera.”4

Y planteará que “Dos grandes lecciones marcan la historia del PCA: marzo de 1921 y noviembre de 1923. En el primer caso, el partido confundió su propia impaciencia con una situación revolucionaria madura; en el segundo, fue incapaz de reconocer una situación revolucionaria madura y la dejó escapar. Estos son los peligros extremos de la “izquierda” y la “derecha”; estos son los límites entre los cuales pasa, generalmente, la política del partido proletario en nuestra época.”5

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