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Cultura

MARAT - SADE EN EL TEATRO SAN MARTIN

La revolución, discutida en el teatro

“Esta obra es una oportunidad para poder pensar y reflexionar acerca de lo que eran las ideologías en aquel momento, en los años 60, y en la Revolución Francesa también, el principio de todo. (…) es como una ventana al pasado que, a la vez, me hace dar cuenta de cuánto vacío hay en mi generación. Nos falta formación para entender algunos temas pero espero que el espectáculo genere cierto interés para que los de mi edad empiecen a investigar o a preguntarse acerca de los principios de un hombre como Marat, por ejemplo”

Demian Paredes

11 de junio 2009

Se acaba de estrenar Marat-Sade, la famosísima obra “mundial” de Peter Weiss, “relanzada” por Peter Brook, y dirigida en este caso por el director Villanueva-Cosse (versionada junto a Nicolás Costa). Una treintena de actores y actrices representan a locos y dementes que, a su vez, representan al pueblo francés y a varias personalidades del momento, durante el proceso revolucionario iniciado en 1789. Desde allí el marqués de Sade -él mismo internado en el hospicio de Charenton- dialoga con un gran agitador político: el dirigente del Club de los cordeleros -un sector de izquierda del jacobinismo- Jean Paul Marat, a la sazón enfermo y amenazado por la contrarrevolución.

La sala Martín Coronado del teatro permitió una buena escenografía: no falta nada al manicomio: están las duchas (“baños terapéuticos”, las llama su director), los guardianes (armados con cachiporras) y monjas (con cachiporras también), correas, celdas, y las plateas donde se invitó en su momento -estamos hablando del 13 de julio del año 1808- al público a presenciar la (pensada por Weiss) obra de Sade. Es una obra que representa al “teatro dentro del teatro”.

Con un dinámico relator, la obra tratará la enfermedad de Marat (enclaustrado en una bañera y cuidado por Simone Evrard) y los intentos de Charlotte Corday (una joven oriunda de la aristocracia rural) por asesinarlo, en el marco del retroceso de la Gran Revolución -o en una impasse, que Marat pretende revertir, analizando la situación política y lanzando nuevos manifiestos y panfletos-. La obra también está acompañada por un “trío cantor”, que intercala con los discursos de los personajes y el relato del “maestro de ceremonias”.

Entrelazados, encontraremos distintos discursos que discuten acerca del gran acontecimiento que terminó guillotinando al rey Luis XVI y a los nobles, feudales y curas, con la situación del momento de la representación: Sade se encuentra en una Francia bajo pleno dominio napoleónico, donde Bonaparte ejerce como emperador, (auto)nombrado desde 1804. Por ello, cada diálogo que se “exceda” en la crítica política, social o económica, en Sade o en los discursos de sus personajes, será censurado (censura ya hecha en parte, previo al “estreno”) por el director del “loquero” Coulmier -quien incluso debe escuchar varios reclamos de libertad que se “cuelan”, de los mismos actores/internados-.

Otros personajes que se destacan son el de Duperret (que en este caso pone un toque de humor, al ser representado por un enfermo de lascivia), y el del ex cura y feroz agitador revolucionario -compañero de Marat-, Jacques Roux, quien “dice a quienes representan al pueblo que luchen por sus derechos, que tomen lo que necesitan porque ellos sólo les sirven a los poderosos para hacer el trabajo sucio y que cuando llegue la edad de oro los premiarán, a lo sumo, dejándolos seguir haciendo lo mismo: degollar, asaltar y expulsar mientras ellos acaparan”2.

Cuando se cumplen 15 años de la muerte de Marat, Sade quiere volver a discutir todo. Contra un complaciente funcionario como Coulmier -que no se cansa de hablar de las bondades del régimen restaurador ¡incluso respecto a los mismos enfermos!-, se entabla un diálogo entre el “aristócrata reformado” y el líder jacobino. Este último denunciará que, pese al vigor revolucionario de las masas (campesinas y trabajadoras) desatado en 1789, hay un nuevo sector social que ya está satisfecho: los banqueros y empresarios (junto al poder eclesiástico, nuevamente aliado al poder y consolidado -como se ve a las claras ante los mensajes de la iglesia a los pobres acerca de “no buscar el paraíso en la tierra”- tras la dictadura bonapartista). Marat es partidario de hacer, ante esto, “la revolución permanente”: es decir, continuar la lucha contra la burguesía ahora encaramada al poder, que quiere detener el proceso3; a lo que Sade retrucará con una serie de sofismas que ponen en cuestión la capacidad humana de obrar en pos del “bien común”. Contra los planteos “pre-socialistas” de Marat, Sade hace gala de un extremo individualismo y, a fin de cuentas, escepticismo4, a la hora de pensar los problemas de la naciente sociedad moderna; problemas que aún -por supuesto- son contemporáneos, actuales, y que hacen de esta obra una presentación de una gran discusión de política moderna; muy accesible y recomendable a todos los trabajadores y trabajadoras, jóvenes y estudiantes que vayan a presenciarla.


Peter Weiss (1916-1982). Nacido en Potsdam (Alemania), de ascendencia judía, tuvo que huir con su familia al año del ascenso de Hitler al poder, radicándose definitivamente en Suecia (1939). Comenzó escribiendo novelas autobiográficas (La sombra del cuerpo del cochero, 1960; Despido de los padres, 1961 y Punto de fuga, 1962). Su inicio en el teatro -libre y experimental- llega en 1963, con el Coloquio de los tres caminantes. Luego vendría Marat-Sade (que es en realidad el título abreviado de Persecución y muerte de Jean-Paul Marat representadas por el grupo de actores del Hospicio de Charenton bajo la dirección del Señor de Sade) y muchas más: La investigación (1964), La cantata del fantoche lusitano (1968), Discurso de Viet Nam (1968), Trotsky en el exilio (1970), H˜ölderlin (1973) y, la adaptación del relato de Kafka, El proceso (1974). Dice un artículo: “Weiss construyó su teatro a partir de hechos inmediatos o históricos, siempre basados en realidades, con un lenguaje literario renovado y utilizando elementos dinámicos, escenarios abiertos y móviles y recursos teatrales procedentes del tradicional cabaret alemán junto a las técnicas y propuestas más innovadoras. Fue capaz de llegar a una síntesis de diversas estéticas de la dramaturgia contemporánea para superarlas.

Siempre mantuvo el objetivo didáctico de hacer accesibles sus textos a todos los públicos y defendiendo la verdad frente a instrumentales tesis coyunturales. Autor comprometido con la izquierda política, tiende en sus obras teatrales a analizar la sociedad actual y las fuerzas que configuran y determinan la realidad histórica. En la obra de Weiss está presente una voluntad expresa de colaborar a construir críticamente el futuro desde la utilización de acontecimientos actuales o históricos”1.


Peter Brook (1925). Nacido en Inglaterra, comenzó como director de teatro con apenas 20 años: en 1945 dirigió El Rey Lear. Entre 1947-50 fue director de la Royal Opera House, y en 1962 se une a la Royal Shakespeare Company. Hará Marat-Sade en 1964 y, entre 1966-67, la filmará, siendo una película consagrada en todo el mundo; a punto tal, que es material obligado para cualquier escuela de teatro.

Desde 1970 Brook viajará al África, buscando “fusionar” o articular talentos artísticos de otros continentes (como lo muestra su película Los ik, de 1975), incluyendo también a oriente. Su obra Mahabharata es un gran montaje teatral, de seis horas de duración, basada en un poema hindú -que le valió en 1990 el premio Internacional Emmy de teatro-.

Brook, una referencia ineludible en su campo los últimos 50 años, con más de 60 títulos en teatro, cine y literatura, ha recreado “clásicos variados” como Shakespeare (Romeo y Julieta, El rey Lear, Timón de Atenas, El sueño de una noche de verano, La tempestad, entre otros), Jean Jenet (El balcón) Alfred Jarry, Samuel Beckett, Antón Chejov, y también óperas de Bizet y Debussy.

Autor de varios libros (El espacio vacío, Hilos de tiempo, La puerta abierta: reflexiones sobre la interpretación y el teatro, entre otros), de Marat-Sade dijo: “La idea de la obra es la obra misma. Weiss está buscando el significado, en vez de proponernos uno, y pone la responsabilidad de hallar las respuestas en donde deben estar: no en el dramaturgo, sino en nosotros”.


Villanueva-Cosse. Actor y director uruguayo desde muy joven. En su país formó parte del grupo El Galpón. Radicado en Argentina en la década de 1970.

Respecto a la actual obra que dirige comentó: “Cuando me convocaron para Marat/Sade pensé que me metería en un lío porque es una obra sesentista y hoy es común que digan ‘no ideologices el tema’, como si hacerlo fuera un defecto. Pensé también en las utopías de los militantes socialistas de los ‘60, y los de décadas anteriores. Imaginé cuánto habrán sufrido ante el derrumbe de la ideología socialista en el poder, pero también que tuvieron una vida más plena y abarcadora que la del pasotismo de esta época, y entonces me animé”2. Respecto a la joven generación de actores con la que trabaja, dijo: “tuve que meterme en tema, hablar de la Revolución Francesa y de los principios de igualdad, fraternidad y libertad y explicar que en los discursos de Marat aparece el germen del socialismo, entre tantas otras cosas”3.


1 Jesús Cabezón, “El ‘Marat-Sade’, algunos años después” (www.eldiariomontanes.es, 2/11/07)

2 Reportaje al director Villanueva-Cosse, “Aun equivocada, la lucha es vital” (Página/12, 23/5/09).

3 Reportaje al director Villanueva-Cosse, “Ese abuelo entrañable” (diario La Nación, 22/5/09).

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