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La prueba de Cuba y el dogma de la “revolución por etapas”

Facundo Aguirre

4 de octubre 2007

La revolucion cubana significó una derrota ideológica contundente para el dogma stalinista de la “revolución por etapas” y la conciliación de clases con la burguesía en América Latina. Puso en claro la imposibilidad, como sostiene la teoría de la revolución permanente, que la burguesía nacional pudiera cumplir las tareas de la liberación nacional del imperialismo y de la transformación revolucionaria de la propiedad de la tierra.

Hasta la revolución cubana, era hegemónica en la izquierda la idea stalinista, que pregonaban los Partidos Comunistas, que la revolución social en América Latina no era posible y militaban contra ella. Los PC’s sostenían que en nuestros países estaba planteada una revolución antifeudal y antiimperialista que necesariamente debía ser encabezada por la burguesía nacional. La clase obrera y los campesinos tenían que subordinar sus intereses al de la causa común con la burguesía y debían reducir sus objetivos al de conquistar cierta democracia formal y alguna reforma social. La izquierda tenía para tal fin que aliarse políticamente a los partidos burgueses democráticos y -en el mejor de los casos- nacionalistas. Como consecuencia, la violencia revolucionaria, la insurrección, la independencia de clase y la revolución socialista estaban borradas del horizonte militante de esta izquierda.

La revolución cubana era un revulsivo contra este tipo de concepción. En Cuba, la política original de alianza con la burguesía del Movimiento 26 de Julio había volado por los aires y la revolución expropiaba el latifundio y las fábricas de manos de los capitalistas.

A su vez, la Declaración de La Habana que sostenía que “el deber de todo revolucionario, es hacer la revolución” era un golpe contra la política de conciliación con la burguesía de los partidos comunistas, contra la coexistencia pacifica predicada por Moscú y contra la subordinación de las masas al nacionalismo burgués.

Guevara y la lucha contra la burguesía nacional

El Che Guevara es opuesto al etapismo y por consiguiente un férreo opositor a depositar cualquier confianza en la burguesía nacional. Había pasado por la experiencia guatemalteca del nacionalista Jacobo Arbenz, quien fuera derrocado por el Coronel Carlos Castillo Armas, apoyado por EE.UU., en junio de 1954.

Posteriormente, durante la revolución cubana, la burguesía y los terratenientes prefirieron actuar como agentes del imperialismo, antes que permitir una revolución que mejorara a sus expensas las condiciones de vida del pueblo. La conclusión del Che fue que “En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antiimperialista.

La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas” (E. Guevara. Guerra de guerrillas: un método).

Revolución agraria y liberación nacional

Para el Che, la revolución latinoamericana enfrentaba a la burguesía nacional en sus motores fundamentales: la lucha contra el imperialismo y por la tierra.

Explicando la revolución agraria en Cuba, sostenía que “En la Reforma Agraria están planteados los términos de la lucha por la liberación del país y también se plantean los grandes dilemas que esta Revolución ha puesto sobre el tapete”. ¿Cuáles eran estos dilemas? “Nuestra Revolución va contra el antiguo derecho de propiedad; lo va a romper y lo va a aniquilar, porque nuestra Revolución es por sobre todas las cosas antifeudal y antilatifundista, y debe romper primero estas relaciones sociales...

Ahora al hacer esta Reforma Agraria (...) tuvimos el primero y muy serio de los choques contra los capitales extranjeros que se habían adueñado del territorio nacional...”. (Discurso en el Banco Nacional. 29/1/1960). Como se puede ver, el Che comprendió bien que la revolución agraria enfrenta no sólo al latifundista sino al derecho de propiedad y al propio imperialismo, personificado en el capital extranjero. Pero además, comprendió que la burguesía nacional no podía constituir un freno a la dominación imperialista y llamaba a oponer la revolución socialista al liderazgo de la burguesía nacional: “las burguesías autóctonas han perdido toda su capacidad de oposición al imperialismo –si alguna vez la tuvieron– y sólo forman su furgón de cola..No hay más cambios que hacer; o revolución socialista o caricatura de revolución” (Mensaje a los pueblos a través de la Tricontinental).

Los “neoguevaristas” contra el Che

Vale recordar esta concepción del Che cuando muchos de los que hoy lo reivindican (entre ellos el castrismo cubano, el PC argentino, el PCR o movimientos K como Libres del Sur) son lo contrario del Che. El apoyo abierto de Fidel y de la izquierda reformista y populista, a la “revolución bolivariana” de Hugo Chávez los coloca en la línea de quienes buscan la reconstrucción política de la burguesía nacional, fortaleciendo los Estados burgueses y colaborando con gobiernos serviles -como el de Kirchner incluso- preparando así nuevas frustraciones para las masas que luchan contra la explotación, por la tierra y contra el imperialismo.

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