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Según Marx...

Nota II - Combinación de plusvalía relativa y absoluta

La productividad del trabajo y la jornada laboral

1ro de junio 2006

En la nota anterior explicamos el concepto de plusvalía relativa, que está asociado al aumento de la productividad o fuerza productiva del trabajo en las ramas de producción de los bienes salarios. Mediante este mecanismo, que abarata los bienes que integran el salario de los obreros, los capitalistas de conjunto logran aumentar el trabajo excedente que se apropian gratuitamente, sin necesidad de alargar la jornada laboral. También habíamos planteado el interrogante sobre que pasa cuando un capitalista que no pertenece a la rama de bienes salarios, incorpora nueva maquinaria y tecnología o introduce nuevos métodos de trabajo. ¿Obtiene o no un aumento de plusvalía relativa? Al aumentar la productividad del trabajo, cualquier capitalista de cualquier rama de la producción logra extraerles a sus propios obreros una porción de plusvalía relativa, que Marx denominó plusvalor extraordinario. El capitalista individual obtiene este plusvalor incrementado como producto del complejo proceso de la competencia entre los distintos capitales. El capitalista innovador obtiene una ventaja en relación a los capitalistas que siguen produciendo con la vieja maquinaria. Esta ventaja es el resultado del que él ahora logra: que sus obreros produzcan una mayor cantidad de bienes en la misma cantidad de tiempo. Habrá conseguido entonces que ellos produzcan el equivalente de su salario en menos horas, aumentando de esta forma el trabajo excedente apropiado.
Hasta aquí, hemos analizado los distintos mecanismos para aumentar la explotación de los obreros: la plusvalía absoluta y la plusvalía relativa. Pero a cada paso, el capitalismo tiende a combinar las dos formas de extracción de plusvalía. Ya vimos como el aumento de la productividad del trabajo, no se traduce en el acortamiento de la jornada laboral. Sólo significa una reducción del trabajo necesario, para ampliar en la misma medida el trabajo excedente. Más aún, reemplazando mano de obra por máquinas más veloces, los capitalistas imponen mayores ritmos de producción. Es decir que la maquinaria, que permite incrementar la plusvalía relativa, se transforma también en un mecanismo para aumentar la plusvalía absoluta.
Además, el capitalista aprovecha el ahorro de trabajo que la máquina le permite para reducir la cantidad de obreros e imponer un aumento de la jornada a los que quedan trabajando. Si no estuviese legalmente determinada en la industria, el impulso automático llevaría al capital a aumentar al máximo la jornada laboral, pues la máquina, mientras permite bajar la cantidad de obreros empleados, sólo puede alimentarse de trabajo vivo. En consecuencia, cuanto más costosa es la nueva maquinaria más rápido pretende el patrón amortizarla, y para eso requiere la máxima velocidad e intensidad del trabajo.
En consecuencia, los medios más modernos utilizados para reemplazar el trabajo duro y monótono, que permitirían al hombre ocupar su tiempo libre en ensanchar su cultura, su educación y su creatividad, son bajo el capitalismo un instrumento para la esclavización de millones. De un lado deja a una población desempleada sin sus medios de vida. De otra parte impone mayor explotación a los trabajadores ocupados.
Cuando hablamos de plusvalía absoluta, habíamos dicho que para el capitalista no hay más límite a la jornada de trabajo que el que imponen el agotamiento físico y la resistencia política de los trabajadores. Ahora que hemos visto el mecanismo de obtención de la plusvalía relativa, podemos apreciar la combinación entre ambas. Cuanto más aumenta la productividad, más disminuye el trabajo necesario y mayor es el trabajo excedente. Pero a su vez, el capital aspira a aumentar este último mediante la extensión de las horas de trabajo totales. En conclusión, el capital pretende estirar por ambas puntas de la regla el tiempo de trabajo excedente.
Pero de este mecanismo surge también, la necesidad de luchar por el reparto de las horas de trabajo disponibles entre todos los trabajadores, ocupados y desocupados, única forma de atacar de lleno a dos de los flagelos más extendidos del capitalismo: la desocupación masiva y la mayor extensión de la jornada laboral para los trabajadores ocupados. Por supuesto, la clase obrera deberá enfrentar la resistencia que los capitalistas opondrán hasta el final.

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