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Historia

Marx y las revoluciones del siglo XIX - Primera Conferencia

La perspectiva trazada por Marx en el Manifiesto Comunista (Parte I)

21 de septiembre 2006

Hace unos años un autor señaló que el marco estratégico en el que Marx y Engels desarrollaron su actividad política revolucionaria se caracterizó por el “ya no más” de las revoluciones burguesas y el “todavía no” de las revoluciones proletarias. De hecho, la segunda mitad del siglo XIX fue relativamente escasa en procesos revolucionarios. Pero no era esta la impresión que se tenía a fines de 1847 en Europa, cuando la crisis económica iniciada el año anterior había provocado el aumento de la miseria y las penurias obreras y campesinas y el fermento revolucionario se sentía en el ambiente. No fue entonces una casualidad que apenas terminaba de publicarse en Londres la primera edición del Manifiesto Comunista, el viejo continente comenzara a teñirse de revolución.
El 24 de febrero de 1848, los obreros de París levantaron barricadas en toda la ciudad, provocando la caída del reinado de la aristocracia financiera encabezada por Luis Felipe de Orleans y forzando la proclamación de la Segunda República. El 3 de marzo las movilizaciones se extendían más allá del río Rin, hacia territorio alemán, con las protestas en Colonia, capital de Renania, en el Imperio Prusiano. El 13 del mismo mes, el pueblo de Viena desafió al emperador de Austria-Hungría y poco después toda Hungría se levantaba reclamando su independencia. El 18 de marzo, la revolución llegó a Berlín, capital prusiana. Los gobiernos reaccionarios eran obligados a dimitir o eran jaqueados por la movilización popular. Pero las expectativas abiertas por la llamada “primavera de los pueblos” no iban a materializarse. Tres años después, con el golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte el 2 de diciembre de 1851, el ciclo revolucionario se cerraba por todo un período histórico. Recién en 1871, con la Comuna de París, la revolución social se haría nuevamente presente en Europa.
Estas conferencias se basan en los textos que Marx y Engels produjeron sobre estos procesos revolucionarios. Son textos sin duda brillantes, que todo trabajador y estudiante políticamente conciente debería conocer. En esta primer conferencia plantearemos un marco general para luego centrarnos en los procesos revolucionarios abiertos en Francia y Alemania en 1848 y, finalmente, referirnos a la Comuna de París.

El desarrollo capitalista después de la revolución francesa y la revolución industrial
La Revolución Francesa de 1789 fue, ante todo, una revolución popular, en el sentido de que en ella participaron enfrentando al régimen absolutista todas las clases y las amplias capas del pueblo. En ella, la burguesía pudo sacar partido de la gran energía desplegada por las masas populares terminando con el dominio feudal en su propio beneficio. El dominio político y económico conseguido por la burguesía francesa se combinó con el salto en el desarrollo capitalista que provocó la revolución industrial, centrada originalmente en la potencia dominante de la época, el Imperio Británico. El crecimiento de la industria se vio acompañado por un importante desarrollo de la urbanización y del proletariado: para 1850, la clase obrera británica ya estaba constituida por un 37% de la población. Ciudades como Manchester pasaron entre 1801 y 1850 de 70.000 a poco más de 300.000 habitantes. Pero el desarrollo capitalista era menos vigoroso en el continente que en las islas británicas, en parte por la persistencia de regímenes absolutistas e incluso por la falta de unificación nacional. Tal era el caso de Alemania, cuyo territorio estaba dividido entre dos imperios, el prusiano y el austro-húngaro, y varios principados menores. En Francia, si bien la restauración en el poder de los borbones luego de la caída de Napoleón no había podido restaurar las relaciones feudales eliminadas por la revolución, el desarrollo industrial era mucho menor al británico. Incluso luego de la revolución de julio de 1830, que llevó al poder a Luis Felipe, miembro de la otra gran dinastía aristocrática de Francia, los Orleans, fue la aristocracia financiera y no la burguesía industrial la beneficiada durante los casi dieciocho años que duró su gobierno.
Después de la derrota de Napoleón y el establecimiento de la reaccionaria Paz de Viena, en 1815, el poder político europeo se concentrará en algunas figuras reaccionarias que dividirán el mapa continental: el zar de Rusia Nicolás; Federico Guillermo IV en Prusia; los Habsburgo y Metternich en Austria-Hungría; primero, los Borbones y luego Luis Felipe en Francia. Si por un lado, las relaciones burguesas avanzan económicamente, aunque con ritmo desigual, las formas políticas mantienen mucho del viejo absolutismo.
Esta conformación de la estructura política, social y económica del capitalismo europeo de mediados del siglo XIX, es muy interesante para pensar el conjunto de los conflictos y procesos que se acumularán en las revoluciones en 1848, donde veremos luchas de carácter democrático y nacional combinándose con la emergencia a una escala, antes nunca vista, del antagonismo revolucionario propio del capitalismo, entre la burguesía y el proletariado. Procesos que mostrarán de conjunto que el proletariado era ya lo suficientemente fuerte para que, como expresaría Alemania, la burguesía se asustase ante su potencialidad revolucionaria y prefiriera ceder ante el absolutismo antes que permitirle desplegar toda su energía. Pero que todavía tenía una madurez insuficiente para poder dirigir una revolución victoriosa.

De demócratas radicales a comunistas
Marx y Engels inician su actividad política en 1842 como redactores de la Gaceta Renana, un periódico que bajo el liderazgo inicial de Moisés Hess reunía a los escritores más radicales entre quienes cuestionaban el régimen absolutista. Marx no era todavía comunista sino un demócrata radical, aunque desde temprano se preocupa por la cuestiones económicas y sociales que afectaban a los campesinos y obreros. Sólo después de su expulsión de Alemania por su crítica a la monarquía prusiana, y de entrar en contacto con las organizaciones obreras de Francia, Bélgica e Inglaterra, va a asumirse plenamente como comunista, siguiendo los pasos que poco antes había dado Engels.
En la época, socialismo y comunismo se diferencian según la clase o sector social que expresaba cada uno de los movimientos que se proponían construir algún tipo de sociedad igualitaria. En general, los grupos que se llamaban comunistas expresaban –según señala Engels- una mayor composición obrera. A su vez, socialistas se denominaban distintos individuos y agrupamientos que planteaban que algún tipo de cambio desde arriba podría mejorar la situación de las clases populares.
Hay que tener en cuenta que las ideas y organizaciones comunistas y socialistas preceden a la acción política de Marx y Engels; Marx no inventa el comunismo, se hace comunista, aunque le da un sentido propio a lo que quiere decir ser comunista, cuestionando las tendencias socialistas y comunistas pre-existentes. Tampoco la clase obrera empieza a luchar con Marx, ya tenía su historia de lucha y organización.
En particular, Marx y Engels tendrán como referencia de la organización política de los trabajadores al movimiento del proletariado más importante de la época: el cartismo inglés. Éste era un movimiento de masas organizado alrededor de un documento político, La Carta del Pueblo, que incluía reivindicaciones de los trabajadores, políticas y económicas, como la realización de una reforma electoral que estableciese el sufragio universal, que no existía prácticamente en ningún país del mundo, o la ley de diez horas como límite a la jornada laboral. En el Manifiesto Comunista, cuando Marx dice que “los comunistas no forman un partido aparte, opuesto a los otros partidos obreros” sino que son “el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás”, piensa especialmente en la relación que debían establecer los comunistas dentro del cartismo inglés.
Marx, cuando piensa en la evolución política del movimiento obrero, tiene en mente este movimiento obrero que era el más fuerte socialmente, el más numeroso y con una importante tradición de lucha, que había desarrollado organizaciones no sólo políticas –como el cartismo-, sino también sociales –como mutuales, cooperativas, etc.- y sindicatos. El movimiento obrero era, para mediados de 1840, un enorme movimiento social; su puesto más avanzado estaba en Gran Bretaña, pero también contaba con importantes destacamentos en otros países de Europa continental. En Francia, en este período, predominaban los grupos neobabeufistas, seguidores de Graco Babeuf, el organizador de la fallida Conspiración de los Iguales, que reclamaban la igualdad social y que habían tenido cierta repercusión a partir de 1830, cuando los obreros –particularmente los textiles, como los tejedores de Lyon (Francia), Silesia (Alemania), etc- protagonizaron rebeliones, huelgas, motines, levantamientos, insurrecciones locales en algunas ciudades. Había también distintas asociaciones obreras, con líderes que reivindicaban algún tipo de comunismo. Uno de los comunistas más decididos, cuyos seguidores tendrán una relación de cooperación con Marx durante las revoluciones de 1848, es Louis Auguste Blanqui. Pero también había otros más moderados como Louis Blanc y Proudhon, un socialista utópico o anarquista, con quien Marx polemizará en su libro Miseria de la Filosofía.
Como señalamos, desde su exilio Marx se va acercando a las ideas comunistas, ingresando finalmente a la Liga de los Comunistas, antes llamada Liga de los Justos. Marx no sólo es el gran teórico que posteriormente escribe El Capital, sino también un dirigente político, un organizador revolucionario.
Pero si el movimiento obrero constituía ya un movimiento político y social, también hay que decir que otras clases y fracciones de clase, tenían sus propias organizaciones políticas que influenciaban a la clase trabajadora. En Francia, por ejemplo, desde la revolución el mapa político estaba dividido en dos grandes tendencias: republicana y monárquica. Las distintas fracciones políticas de la clase obrera participaban, interactuaban, a veces se mezclaban con el campo republicano pero siempre manteniendo cierta autonomía.
En el movimiento obrero francés de comienzos de 1848 predominaba la idea que la emancipación política llevaría a la emancipación social, lo que se expresaba en la consigna de república social. Marx, por su parte, ya en el Manifiesto Comunista señalaba que a la dominación política del feudalismo no le sucedía el fin de la dominación social del proletariado, sino una nueva forma de explotación ejercida ahora por la burguesía. En ese sentido, el Manifiesto es un texto brillante por anticiparse a las conclusiones que amplios sectores de la clase obrera sacarían de su propia experiencia en las revoluciones de este período.

GLOSARIO

Conspiración de los Iguales. Fue un movimiento revolucionario que prosperó en Francia hacia 1795-1796. En enero de 1796, la represión ejercida por Napoleón Bonaparte, que ocupaba la jefatura del Ejército del Interior, contra Babeuf y su entorno, da lugar a la Conspiración de los Iguales, que lanzó una campaña de propaganda destinada a agitar a las clases populares. La campaña debía terminar con un levantamiento, derrocar al Directorio y poner en vigor la Constitución de 1793, que nunca había sido aplicada. Pero el gobierno, informado de la conspiración, encarceló a los conjurados.

Federico Guillermo IV (1795-1861). Rey de Prusia entre 1840 y 1861. Profundamente conservador, tras la revolución de 1848, que sembró las calles de Berlín de barricadas y cadáveres, se vio obligado a aceptar la celebración de una Asamblea Nacional Prusiana. Posteriormente, promulgó una nueva Constitución, donde incluyó varias de las reivindicaciones liberales, si bien sus capítulos fundamentales restauraban el poder de la Corona y de sus instrumentos de gobierno.

Louis Blanc (1811-1882). Pensador y político francés. Se inclinaba por la intervención del Estado para corregir las desigualdades sociales; y proponía como medida concreta crear cooperativas obreras que organizaran democráticamente cada rama de la producción, repartiendo igualitariamente sus beneficios y suministrando pensiones de vejez y enfermedad. En febrero de 1848 fue integrante del gobierno provisional. Durante la Comuna de París permaneció en Versalles, como ala “izquierda” del gobierno represor de Thiers.

Louis-Auguste Blanqui (1805-1881). Político revolucionario francés. Participó en las manifestaciones estudiantiles antiborbónicas y, tras la revolución de 1830, ingresó en la Sociedad de los Amigos del Pueblo, siendo encarcelado en 1831 y 1836. En 1839, tras organizar una insurrección armada que fracasó, fue detenido y condenado a muerte, pena posteriormente conmutada por la de cadena perpetua. Fue liberado poco antes de la revolución de 1848, en la que participó activamente, lo que motivó su vuelta a prisión, donde permaneció hasta 1859. Entre 1859 y 1861 organizó varias sociedades secretas. En 1865, nuevamente prisionero, se fugó y huyó a Bruselas, pero será nuevamente detenido en la víspera de la Comuna de París, de la que, no obstante, fue nombrado presidente y posteriormente, aunque todavía permanecía preso, elegido diputado por Burdeos.

Luis Felipe I de Francia (1773-1850). El reinado de Luis Felipe de Orleans, entre julio de 1830 y febrero de 1848 fue una monarquía constitucional en la que el poder recayó en manos de la aristocracia financiera. En esa época Francia inicia la colonización de Argelia.
Nicolás I (1796-1855). Zar de Rusia. Aplicó los principios de autoridad y disciplina a la gobernación del Estado, reforzando el carácter autocrático del régimen zarista con ayuda de la Iglesia ortodoxa. Pretendió erigir a Rusia en guardiana del orden internacional: aplastó la rebelión de Polonia de 1830-31, aunque no consiguió convencer a Austria y Prusia para intervenir en Francia contra Luis Felipe y restaurar a los Borbones; ante la siguiente oleada revolucionaria europea de 1848, colaboró con el emperador austríaco para aplastar la revolución húngara.

Pierre Joseph Proudhon (1809-1865) Teórico político socialista francés. En su primer libro, Qué es la propiedad, desarrolló la teoría de que la propiedad es un robo, en cuanto resultado de la explotación del trabajo de otros. Publicó folletos donde promulgaba la unión, incluso financiera, de burgueses y obreros en una sola clase media.

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