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La lucha de clases en el próximo período

21 de mayo 2003

Lejos de dar por concluida la etapa abierta en diciembre del 2001, creemos que, dentro de ella, se abre un nuevo período, más profundo, que preanuncia guerra de clases para el futuro. Pero esta no se puede mirar con los parámetros de las últimas décadas.
Los "80 y "90 fueron una etapa excepcional en la historia del país ya que, producto de la derrota proletaria con el golpe videlista, se interrumpió el ciclo de “guerra civil larvada” que se desarrolló desde 1955 a 1976. Hasta entonces, lo “normal” en Argentina era la alternancia entre los golpes militares y las democracias restringidas sobre la base de la proscripción del peronismo hasta el "73, la gran “crisis de representación” del régimen “libertador”. Y todo el período fue cruzado por el ascenso obrero y popular: desde el "55 con la “resistencia peronista”, con las tomas de fábricas en los "60, con la formación y experiencia de una vanguardia al influjo de la revolución cubana; todo lo que desembocó en el ciclo de semiinsurrecciones abierto con el Cordobazo. Después del sangriento corte histórico de la dictadura, las últimas dos décadas fueron el imperio de la ofensiva imperialista sobre el país y la liquidación de conquistas obreras en el marco, no ya de dictaduras militares, sino de un régimen democrático burgués, cierto es que cada vez más degradado. La “normalidad” pareció ser la democracia burguesa más o menos estable y los nuevos militantes que no vivieron las décadas de los "60 y "70 sólo vieron a la clase obrera retroceder en los últimos 25 años. Esas condiciones empiezan a cambiar.
El PTS sostuvo desde las jornadas revolucionarias de diciembre del 2001 que estas significaban una reversión de la derrota histórica del "76. Pero nos negamos a llamarlas “revolución”, (como hicieron otras corrientes de la izquierda) y señalamos sus carencias (falta de intervención y centralidad obrera) y en especial que el bloque de clases de diciembre estaba copado por la pequeñoburguesía como un todo aparentemente indiferenciado. Sostuvimos que la clase media iba a dividirse, que no podían mantenerse en bloque todos los que habían participado de los masivos cacerolazos, desde los que reclamaban sus ahorros en las “4x4” hasta los que nutrían las asambleas populares, y que sin intervención de la clase trabajadora no se podía ni pensar seriamente en “otro argentinazo” contra Duhalde, como proclamó gran parte de la izquierda. Desde entonces, las clases medias se han polarizado y empezó a emerger una vanguardia obrera. Aquella primera fase del proceso revolucionario, inmadura y aclasista, culminó.

No va a ser igual

En los años "80 la lucha del movimiento obrero fue predominantemente sindicalista (de allí también la adaptación de las corrientes obreras más importantes como el MAS, que el historiador Julio Godio define en sus trabajos sobre el movimiento obrero como “laborista”), y se daban en el marco de la democracia burguesa. La izquierda combinaba su participación en las luchas reivindicativas con la presentación electoral: la estrategia del “luche y vote”.
En los "90, después de la catástrofe hiperinflacionaria y las derrotas de las grandes huelgas de resistencia a las privatizaciones, la lucha de los trabajadores adquirió la forma de revueltas, con gran peso de los desocupados y los estatales provinciales. Fueron un paso en la recomposición de un nuevo movimiento obrero porque aportaron los primeros elementos de violencia contra las fuerzas de represión y embriones de organismos como las asambleas populares de los piqueteros del interior. Pero al no darse en el centro de la clase obrera, en ellas abrevaron y tuvieron su auge las corrientes de tipo populista, como la CCC al comienzo, o la adaptación a ellas como se vió en la “piqueterización” (ya sin revueltas ni violencia, sino como “movimientos”) de casi toda la izquierda.
Nuestra hipótesis es que, en el nuevo período que se abre habrá revueltas, también luchas sindicales-corporativas y habrá necesidad de participar en la tribuna electoral, pero la lucha de clases tomará formas más agudas, y cada vez más estará planteada en términos de los métodos de la clase obrera. Ya hay elementos de ese futuro.
El pasado 8 de abril en Neuquén se dio verdadera gesta obrera y popular en defensa de Zanon ante el intento de desalojo. Si el gobierno decidía mandar la policía para hacer cumplir la toma de posesión de los síndicos en la fábrica, estaba planteado un neuquenazo, pero no ya como revuelta noventista sino verdaderamente como una alianza de clases populares hegemonizada y dirigida por los métodos de la clase obrera: la huelga general provincial, la defensa de la toma de fábrica, la lucha callejera en el centro y en los barrios obreros, en especial al Barrio Industrial cercano a la fábrica. Eso es lo que anunciaba, en gérmen, la defensa de Zanon en Neuquén, y que una reunión de urgencia del gabinete de Sobisch y el Tribunal Superior de Justicia desactivó antes que ocurriera.
Esta perspectiva, de la que hoy se expresan apenas embriones, es la que pone en crisis profunda las estrategias ochentistas y noventistas de la que está imbuida la mayoría de la izquierda. Por otra parte, el autonomismo, como corriente ideológica difusa que abarca desde algunos movimientos piqueteros hasta sectores de asambleístas y estudiantes, se demostrará como un fenómeno pasajero en la medida que avancen los métodos duros tanto del estado burgués como de la respuesta obrera. La perspectiva es una lucha de clases más aguda en la Argentina en los próximos dos o tres años, aunque en lo inmediato Kirchner intente acolchonar y postergar esas tendencias con pactos de conciliación de clases y haya expectativas en el nuevo gobierno.

Un nuevo movimiento obrero

Los síntomas de recomposición de un nuevo movimiento obrero no sólo se expresan en las fábricas bajo control obrero. También en el conflicto y primer triunfo de los trabajadores de LAPA, en procesos de reorganización de internas y nuevos delegados, como en Pepsico, Ecocarne y otras empresas, en las nuevas agrupaciones que luchan por la recuperación de sindicatos en seccionales de ATE, como Neuquén y Ensenada, en la extraordinaria marcha de los movimientos de desocupados en apoyo a la expropiación de Brukman y por la libertad de los dirigentes piqueteros presos en Salta.
Posiblemente entremos en un período en el que todavía no pueda intervenir de conjunto la clase trabajadora, dada la colaboración de los viejos dirigentes con el gobierno, pero asistiremos a duras luchas donde se irá fogueando, radicalizando y haciendo sus experiencias una vanguardia obrera y nuevas direcciones combativas. Es decisivo apoyar y defender cada una de estas experiencias de lucha y organización de los trabajadores, coordinarlas y alentarlas, para que los gérmenes de una nueva dirección del movimiento obrero llegue lo más preparada posible a un próximo ascenso de masas.
Desde esta perspectiva estratégica es que le damos gran importancia a los intentos de poner en pie un nuevo movimiento obrero que se muestran en Brukman, en Zanon y en todos los que se agrupan en torno al Encuentro de Fábricas ocupadas, que viene de hacer su último plenario en Rosario, el pasado 15 de marzo, junto al Supermercado Tigre y las Madres de Plaza de Mayo.
En él se votó impulsar coordinadoras de ocupados y desocupados en todas las regiones del país, siguiendo el camino de la que funciona en Neuquén, agrupando no sólo al sindicato ceramista sino al principal movimiento de desocupados, el MTD, junto a seccionales del gremio docente y la oposición a la conducción de ATE. Ese tipo de organización fue la que posibilitó el frente único, más amplio aún ya que comprometió a la CTA provincial que llamó al paro, para defender Zanon. Es decir que las resoluciones del Encuentro de Rosario han tenido implicancias en la lucha de clases.
En el mismo sentido, en la lucha por la recuperación de Brukman viene funcionando en la Capital un organismo que inaugura una nueva tradición para los conflictos obreros. Una asamblea semanal donde las obreras y obreros de Brukman, además de su asamblea de fábrica, debaten y resuelven las medidas de lucha en conjunto con los movimientos piqueteros, las asambleas populares, conducciones gremiales, delegados, activistas obreros y estudiantiles, y la izquierda. Un método verdaderamente democrático y de amplio frente único que hay que propagar a todo conflicto para rodearlo de apoyo y buscar la mayor inteligencia colectiva posible para que triunfe. Si esto se generaliza, ninguna lucha quedará aislada ni será derrotada.
Una de las votaciones de esta asamblea de coordinación, que reunió más de 400 compañeros, fue el llamado a agrupar a todas las organizaciones en lucha, piqueteros, empresas tomadas y asambleas en un Congreso unitario de ocupados y desocupados. Esta también fue una de las orientaciones del Encuentro de Fábricas en Rosario.
Y una de sus principales resoluciones de los obreros junto a las Madres de Plaza de Mayo es la edición del periódico obrero nacional “Nuestra Lucha”. El PTS apoya esta gran iniciativa obrera y llama al resto de las corrientes políticas a impulsarla y colaborar para distribuir decenas de miles de ejemplares en las principales concentraciones obreras y populares de todas las provincias.
Desde allí podrá propagandizarse ampliamente la delimitación con el nuevo gobierno llamando a romper la tregua y el apoyo que le dan las direcciones de las CGTs, CTA y las direcciones piqueteras conciliadoras como la FTV y CCC. La vanguardia luchadora, que el gobierno o sectores de él intentará aislar y golpear, tiene planteado ganar base en los grandes sindicatos, en la masa de los desocupados, apoyo en las amplias capas medias empobrecidas levantando un programa para liquidar el desempleo, elevar los salarios, organizar las agrupaciones que luchen por recuperar los sindicatos de las manos de la burocracia, luchar por la libertad y desprocesamiento de todos los luchadores y preparar pacientemente los próximos embates de los trabajadores y el pueblo. Hay que oponer a la conciliación de clases reinante un gran frente único de trabajadores con total independencia de los políticos patronales.

Una causa por la cual luchar

El movimiento obrero argentino, luego de dos décadas de estancamiento y derrotas, ha comenzado un nuevo ciclo. Aunque por ahora se exprese en luchas y organizaciones de la vanguardia, sus primeras acciones ya impactan internacionalmente. Hemos visto a delegaciones de los obreros de Zanon recorrer ciudades industriales de Italia, dar conferencias entre los militantes sindicales, entre ellos los de la Fiat en huelga, y los jóvenes del movimiento antiglobalización también en Inglaterra y Francia: en todas partes fueron saludados y recibieron fondos solidarios para su lucha. Los medios internacionales han tomado nota de la lucha de las 60 obreras de Brukman y los ceramistas neuquinos, desde el The Economist hasta la BBC de Londres, desde el socialdemócrata francés Le Monde hasta el burgués La República de Italia pasando por La Jornada de México.
La vanguardia de la clase obrera argentina vuelve a mostrar, como lo ha hecho en el pasado, un camino de lucha internacional. Su derrota hace 25 años coincidió con un retroceso también internacional y la imposición del neoliberalismo a escala planetaria. Su recuperación es un indicio de los métodos radicales, de cuestionamiento directo a la propiedad privada, que necesita la clase obrera internacional para recuperar las posiciones perdidas. Seguramente no sólo habrá triunfos y avances, sino derrotas parciales, pero ha comenzado a tensar los músculos. La nueva epopeya que comienza nuestra clase tendrá grandes gestas como la ‘Semana Trágica’ y la ‘Patagonia Rebelde’, como las huelgas de los "30, la resistencia peronista y el Cordobazo.
En esa lucha no sólo encontrará un lugar la nueva generación obrera, sino también la juventud estudiantil que esté dispuesta a superar la vida rutinaria y los valores egoístas con que el neoliberalismo moldeó las generaciones de las últimas décadas. Vimos más de dos mil estudiantes universitarios y secundarios marchar el día siguiente a la represión en Brukman en la Capital, mezclados entre los trabajadores, piqueteros y asambleístas. De lo que se trata es de crear, en ese ámbito de lucha común, una juventud contraria al arribismo que inculca la sociedad, una juventud dispuesta a jugar la energía de las nuevas generaciones en la causa de la liberación de los trabajadores y ayudar a barrer la opresión y la barbarie que el capitalismo tiene destinada a la humanidad.

Tomar partido

La burguesía argentina tiene múltiples partidos, pero en el sentido estricto, sólo dos. En el “partido del establishment” se alistan los banqueros, los grandes exportadores de la industria y el campo, los empresarios de las multinacionales y empresas privatizadas por el capital imperialista, ya sean de la fracción de Menem o de la de López Murphy. En el partido de la llamada “burguesía nacional” están sus socios menores, la burguesía no monopolista, los proveedores de las multinacionales, los contratistas del estado y la pequeño burguesía agraria e industrial, ya sea en la fracción de Duhalde-Kirchner, Rodríguez Saá o la de Carrió.
Desde el punto de vista de la clase obrera sólo hay desolación. Las conducciones de las centrales sindicales, con millones de afiliados, no sólo colaboran con los gobiernos de turno sino que directamente se integran a ellos. Están los burócratas empresarios de la CGT de Daer, los defensores de patrones nacionales como Moyano, y hasta los que proponen tibios programas de “humanización” del capitalismo y “redistribución de la riqueza” como la dirigencia de la CTA. Todas estas fracciones que a veces se presentan como parte de un mismo “partido de las reformas” no han servido siquiera para mantener las conquistas que costaron años de lucha. Mientras los sindicatos sigan en sus manos y no se pongan en pie nuevas organizaciones que unifiquen a toda la clase obrera, ocupados, desocupados y precarizados, no se podrá llevar adelante una lucha seriamente, mucho menos vencer.
Desde la izquierda que se reclama del movimiento obrero y revolucionario, está el MST que mantiene un pacto estratégico con el PC, una usina de reformismo, o quienes se conforman con autoproclamarse “partidos de la clase obrera” como el PO o el MAS.
El PTS ha llamado, en el período abierto con las jornadas de diciembre de 2001, a debatir un programa para explorar las posibilidades de un partido común, sin merecer de parte de ellos ni una respuesta.
Sin embargo, el desarrollo del movimiento real de los trabajadores, si se confirma como sostenemos aquí, obligará a todos a mostrar sus cartas. Los oportunistas quedarán al descubierto, los sectarios y autoproclamatorios serán superados por los acontecimientos. Sólo los revolucionarios se afirmarán.
Desde el PTS apostamos a construir un partido de trabajadores revolucionario que reúna los mejores dirigentes y militantes de las fuerzas de izquierda, los más destacados cuadros obreros formados en la lucha de clases, los más abnegados estudiantes y jóvenes. Es lo que la clase obrera necesita para poder derrotar al estado burgués e iniciar la construcción de una sociedad que acabe con la explotación del hombre por el hombre.

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