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Según Marx...

A propósito de la tragedia de Caballito

La "libertad" de los obreros en el capitalismo

6 de abril 2006

Luego de la tragedia del taller textil en Caballito, en los medios de comunicación se habla de trabajo esclavo, servidumbre y sobre todo se remarca que en estos lugares, los trabajadores son explotados por empresarios inescrupulosos. Cuando hablan de la explotación que sufren, es para diferenciar su situación de la del resto de los asalariados, aquellos que trabajan bajo las órdenes de empresarios “responsables” que cumplen con la ley. Con esta falsa dicotomía, intentan presentar los hechos como si en la realidad existieran capitalistas que no explotan a sus trabajadores. Pero como hemos explicado en notas anteriores, y más allá de que en estos talleres nos encontramos con casos de semi-esclavitud, la explotación de los trabajadores asalariados es la clave del funcionamiento del capitalismo.
Aquí queremos darle una vuelta de tuerca a la cuestión. En el diario Página 12, la periodista Sandra Russo define a estos talleres como “esas jaulas infernales, llenas de prisioneros voluntarios”1. La última afirmación de esta frase resulta chocante, si se tiene en cuenta que se trata de trabajadores inmigrantes indocumentados, atados por mil cadenas a estas verdaderas mafias burguesas. Pero al referirse a ellos como prisioneros voluntarios, es decir que eligen libremente trabajar en esos lugares infernales, la periodista no hace más que reflejar la ideología impuesta por la burguesía, que presenta a la libertad como uno de los principios fundamentales que rigen la sociedad capitalista, por lo cual sería lógico pensar que cualquier individuo tiene la libertad de elegir su trabajo, profesión o lugar de residencia.
Pero, ¿es verdad que en el capitalismo los trabajadores (y no sólo en estos talleres de la muerte), se entregan voluntariamente a la explotación capitalista? Categóricamente no. Por supuesto que en el sistema capitalista los trabajadores son libres, en el sentido de que no están sujetos ni a un dueño como en el esclavismo, ni son siervos como bajo el feudalismo. Pero no son libres en la medida en que han sido despojados de todo medio de vida: los obreros no poseen máquinas, ni herramientas, ni tierras para cultivar. Al no poseer medios de producción, todo asalariado tiene la obligación de vender lo único que posee, su fuerza de trabajo, si es que quiere procurarse los medios de existencia. El “contrato libre de trabajo” del que siempre hablan los capitalistas, es la expresión jurídica bajo la cual se oculta el hecho de que los obreros, sólo vendiendo su fuerza de trabajo al mejor postor en el mercado, pueden conseguir los medios para vivir. De esta manera su libertad se reduce a la potestad que tienen de elegir bajo qué capitalista serán explotados, y eso cuando tienen la posibilidad de hacerlo.
Que esta libertad es una farsa, lo demuestra el hecho de que hay millones de personas que ni siquiera pueden conseguir un trabajo. La existencia misma de este verdadero ejército de desocupados es una de las causas que empujan a decenas de miles a aceptar las peores condiciones de trabajo imaginables, incluso en situación de esclavitud.
Esta desigualdad fundamental, que Marx describe como “ese fenómeno extraño de que en el mercado nos encontramos con un grupo de compradores que poseen tierras, maquinaria, materias primas y medios de vida (...) y de otro lado, un grupo de vendedores que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo, sus brazos laboriosos y sus cerebros (...)”, cuestión que lleva a que “uno de los grupos compre constantemente para obtener una ganancia y enriquecerse, mientras que el otro grupo vende constantemente para ganar el sustento de su vida( ...)”2, es la base en la que se apoya el sistema de trabajo asalariado y es la que explica que se acepten condiciones de trabajo semiesclavo, con salarios de miseria y en negro. Es allí donde hay que buscar las verdaderas causas que originan tragedias como la de Caballito.

1 Diario Página 12, 01/04/06
2 Salario, Precio y Ganancia. K. Marx

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