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Derechos Humanos

La inseguridad de convivir con la policía

5 de noviembre 2003


"¿Cómo se resuelve el problema de la seguridad?", le preguntaba un periodista de un programa de cable a Christian Castillo en la última campaña electoral de la Capital. El dirigente del PTS luego de un breve análisis sobre la correspondencia entre la delincuencia y la descomposición social capitalista, respondía con la necesidad de luchar por un programa obrero de erradicación del desempleo, un plan de obras públicas y el reparto de las horas de trabajo, para culminar con la necesidad de "disolver las policías". ¡Qué osada "utopía" esta última! ¿Cómo una sociedad sin un grupo especial que monopolice la violencia? La realidad superó todas las previsiones: hoy son varias las voces de la burguesía que comienzan a plantearse "soluciones radicales" frente al verdadero desmadre de la Federal y la Bonaerense. Claro que, viniendo de quién viene y por la experiencia de los últimos años (purgas y reformas mediante), estas sí son soluciones verdaderamente utópicas o, en su defecto, están orientadas a que la principal fuerza de choque contra las luchas de la última década, la Gendarmería, comience a tener un rol muy superior en el control social callejero, o incorporando a esta tarea a las fuerzas armadas genocidas.
Que el Estado comience a perder el control sobre sus fuerzas represivas, es decir sobre su sostén material como órgano de dominación de clase, habla de que la crisis nacional atraviesa mucho más que al régimen institucional y de representación política. Un reconocimiento de que, más allá de los triunfos parciales de recrear la autoridad pos diciembre 2001 mediante la trampa electoral y la demagogia kirchnerista, a la gangrena no se la puede tapar con curitas.

Hay cacerolas y cacerolas

La publicidad de numerosos secuestros extorsivos, y particularmente el tétrico caso del joven Belluscio, fue uno de los motivos por los cuales el 31 de octubre hubiera un "cacerolazo" en la Capital y el Gran Buenos Aires. Manijeado principalmente por la derecha mediática, un número nada desdeñable de vecinos –especialmente de los barrios más pudientes–, salieron a reclamar "más seguridad", un tiro por elevación al gobierno de Kirchner que vuelve a demostrar una evidente polarización social a izquierda y derecha en los distintos estamentos de las clases medias.
Enterados de la magnitud que iba a tener el reclamo, los hombres que ocupan la Rosada le tiraron el hierro caliente a la Bonaerense, a Felipe Solá y su "flamante" secretario de seguridad, artífice de la Masacre de Avellaneda y la brutal represión en Brukman, el duhaldista ‘Juanjo’ Alvarez. Estos últimos, que venían a la carga de decenas de comisarios con cuentas millonarias, se defendieron cerrando filas la "mejor policía del mundo" (frase célebre de Duhalde, si las hay), aunque después se alistaron nuevamente con K.

A confesión de parte...

Está claro que todas las purgas y reformas policiales realizadas terminaron en un rotundo fracaso. Los criminólogos afirman que el delito organizado sufre "mutaciones". "Ante mayores medidas, como vigilancias de proximidad en los bancos, aumentó el robo de autos. Al desmantelar los desarmaderos creció el secuestro extorsivo..." afirma el ex juez y ex secretario de seguridad de la Provincia, León Arslanián (Página/12, 2/11). Al sentenciar Kirchner que hay que buscar en la Bonaerense el origen de los secuestros extorsivos y si estos son una "mutación" de otro tipo de crímenes, tenemos que en todo delito organizado hay participación policial. Esto descontando las "cajas registradoras" que funcionan en cada comisaría de todas las fuerzas policiales del país: juego clandestino, prostitución, narcotráfico. Por lo tanto, el "plan de saturación" de efectivos en las calles para "prevenir el delito" (propagandizado hasta por "garantistas" como Raúl Zafaroni), tiene como función excluyente el control social y el cercenamiento de las libertades y derechos democráticos más elementales.
Si hay un apotegma que se ha mostrado falso es el que plantea que sacando a las ‘manzanas podridas’, se salvan las buenas. A los efectivos "puestos en disponibilidad" o directamente echados, los reemplazan en sus labores non sanctas sus ex subordinados, cual mafia siciliana. Es que el negocio es grande, y de él viven también los punteros, intendentes, concejales y funcionarios municipales.
El citado Arslanián partió la Bonaerense en 14 pedazos ( "Departamentales"), estando los resultados a la vista. Ahora en una nueva muestra de impotencia algunos plantean "municipalizar" la policía, es decir partirla en más de 300 pedazos. Tamaña propuesta de desmenuzamiento no es más que una suerte de involuntario reconocimiento de que, efectivamente, no hay otra que disolver a la policía. Claro que tamaña empresa no podrá ser encarada por los representantes políticos de una clase social parasitaria –la burguesía– que necesita tener a su disposición un grupo especial de hombres armados para defender sus propiedades e intereses cuando los "esclavos" quieran dejar de serlo. La disolución de la policía está a la orden del día y es una tarea que deberá ser tomada democráticamente por la lucha obrera y popular. Su reemplazo deberá estar en manos de una milicia basada en las organizaciones de ocupados y desocupados recuperadas de las burocracias sindicales, con participación en su dirección de integrantes de los organismos de derechos humanos y familiares de las víctimas del gatillo fácil y la represión policial que cuenten con la colaboración de los técnicos e intelectuales que abracen la causa del pueblo trabajador.

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