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Historia

Los ’70 y el debate de estrategias en la izquierda

La guerrilla

9 de marzo 2006

El período revolucionario que va de mayo de 1969 a marzo de 1976 puede entenderse como un “ensayo general revolucionario”, en términos similares a cómo Lenin analizó la revolución rusa de 1905 en relación a la de octubre de 1917. Este período fue escenario de un profundo debate de estrategias en el seno de la izquierda y la vanguardia obrera y juvenil. En esta ocasión nos referiremos al origen y a la estrategia sostenida por las corrientes guerrilleras. En el próximo número describiremos la política levantada por las organizaciones que se reclamaban del trotskismo.

Los orígenes de la guerrilla en Argentina

Bajo el impacto de la revolución cubana y la guerra de Vietnam, y frente el aborrecimiento que causaba la política reformista de los Partidos Comunistas, las organizaciones guerrilleras tuvieron en la década del ’60 y principios de los ’70 un importante desarrollo en distintos países de América Latina. En Argentina, luego de frustrados intentos, estas organizaciones cobraron mayor notoriedad a partir de 1970. El 29 de mayo de ese año, los Montoneros secuestran a Aramburu, acción con la que hacen su aparición pública. Ese mismo año el V Congreso del PRT–El Combatiente1 decide la fundación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y desde entonces realiza sus primeras operaciones de importancia. Otros grupos (FAP2, FAR3, FAL4) también ganan visibilidad en ese año.
La violencia política no era algo nuevo en la Argentina, sino que había estado presente más o menos ininterrumpidamente a partir de los bombardeos a Plaza de Mayo en junio de 1955 y luego con el golpe gorila en septiembre de ese mismo año5. En medio de la proscripción del peronismo (al que adherían la mayoría de los trabajadores) y de duras medidas represivas tomadas por los gobiernos militares y civiles (de los fusilamientos de José León Suárez por Rojas y Aramburu al Plan Conintes de Frondizi), las múltiples acciones de la resistencia peronista gozaron de fuerte legitimidad entre los trabajadores. Los primeros intentos guerrilleros surgieron cuando estas acciones de masas fueron relativamente contenidas y la burocracia sindical tomó de la mano de Vandor un control mayor del movimiento obrero. Pero esas primeras experiencias fueron muy puntuales y rápidamente desarticuladas6.
A fines de los ’60 los nuevos intentos por poner en pie organizaciones guerrilleras se dieron en el marco de una amplia radicalización que abarcó a la clase obrera y a franjas provenientes de las clases medias y del movimiento estudiantil (e incluso de la propia Iglesia católica) y con el surgimiento de una resistencia de masas encabezada por la clase obrera a la dictadura.
Pese a sus diferencias, lo que unificaba a las organizaciones guerrilleras era una estrategia que desestimaba la capacidad revolucionaria de la clase obrera: la revolución no la iban a protagonizar los trabajadores encabezados por un partido revolucionario sino iba a ser fruto de la acción heroica de los combatientes. Sus principales esfuerzos no estaban puestos en la construcción de organizaciones que permitieran a la clase trabajadora ejercer su hegemonía sobre el conjunto de los explotados sino en la puesta en pie del aparato militar de la guerrilla. Sostenían a su vez una concepción elitista y gradualista del problema del armamento, al que no veían como una tarea para las masas ni como un problema principalmente político sino como algo técnico y reducido a las fuerzas de la guerrilla, política que se mostró totalmente impotente para derrotar a las fuerzas represivas del estado capitalista. En nuestro país, la guerrilla combinó acciones tácticas ultraizquierdistas con una política oportunista de colaboración de clases directa (en el caso de Montoneros) o indirecta (de tipo “frentepopulista” en el caso del PRT-ERP). Y aunque estas organizaciones se nutrieron de muchos abnegados activistas estudiantiles y obreros, su estrategia fue un obstáculo para la construcción de un partido revolucionario de la clase trabajadora.
En el caso de Montoneros (donde irán confluyendo la casi totalidad de las organizaciones armadas peronistas y otras que originalmente se reivindicaban marxistas como la FAR), que hegemonizaba la llamada “Tendencia Revolucionaria” del peronismo, jugó un rol clave en desviar el ascenso del Cordobazo detrás de las ilusiones de que se haría el “socialismo nacional” con Perón. Luego defendió el “pacto social”, oponiéndose a las huelgas que se hacían en su contra. Quebrado este por la combinación de la crisis y la lucha obrera y muerto Perón poco después de expulsar a los Montoneros de Plaza de Mayo, estos pusieron su influencia en el activismo obrero, a través de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), al servicio de evitar que las Coordinadoras Interfabriles (donde tenían importante peso) evolucionaran hacia transformarse en organismos de doble poder, mientras se enfrascaban en una lucha de aparatos con las fuerzas represivas por fuera de las necesidades de la lucha obrera. Por su parte, el PRT-ERP, la principal fuerza guerrillera que se reivindicaba marxista, fue evolucionando de un guevarismo “trotskizante” a posiciones más clásicamente “frentepopulistas”, bajo la influencia de los Partidos Comunistas de Cuba y Vietnam. Su aventurerismo se fue entrelazando con una política que hacía eje en formar un “frente democrático” con la misma oposición burguesa que bajo el gobierno de Isabel llamaba a combatir la “guerrilla fabril” (Balbín) y apostaba a la salida golpista.

La crítica reaccionaria y la crítica marxista revolucionaria

Desde la caída de la dictadura la crítica predominante a la guerrilla –formulada en muchos casos por antiguos miembros- ha sido realizada desde un ángulo claramente reaccionario. Su militarismo y accionar por fuera de las necesidades del movimiento de masas ha sido tomado como excusa para negar la inevitabilidad de la acción revolucionaria a la hora de enfrentar la explotación capitalista y el estado que la sostiene.
Nuestra crítica a la guerrilla no es por recurrir a la violencia para terminar con la explotación capitalista. Estamos con Lenin cuando sostiene que “la sustitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta” 7; o con Marx cuando en el Manifiesto Comunista afirma que “...Al esbozar las fases más generales del desarrollo del proletariado, hemos seguido el curso de la guerra civil más o menos oculta que se desarrolla en el seno de la sociedad existente, hasta el momento en que se transforma en una revolución abierta, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, implanta su dominación”. Pero de aquí no se deduce el terrorismo individual y la estrategia guerrillera sino por el contrario la necesidad de ganar a la mayoría de los trabajadores para la lucha por la revolución socialista, cuestión que no puede ser reemplazada por la acción de unos cientos o de unos miles de “combatientes decididos”.
Como es común a toda organización guerrillera, las que actuaron en nuestro país tuvieron un carácter pequeñoburgués, lo que no se define meramente por el origen social de sus miembros (de hecho tanto Montoneros como el ERP ganaron adhesión de activistas en las fábricas8) sino porque su programa y método de lucha se opusieron a la perspectiva de una revolución encabezada y protagonizada por la clase obrera.

1 El Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) había sido fundado el 25 de mayo de 1965 producto de la fusión entre el Frente Revolucionario Indoamericano y Popular (FRIP), del cual provenía Mario Roberto Santucho, y la corriente trotskista dirigida por Nahuel Moreno que en ese entonces editaba el periódico Palabra Obrera. El PRT, que adhería a la IV Internacional, se dividió en su tercer congreso en dos fracciones, el PRT-El Combatiente (orientado por Santucho) y el PRT-La Verdad (encabezado por Moreno), fundamentalmente alrededor de si poner en marcha o no una estrategia guerrillera. En ese entonces la fracción de Santucho fue apoyada por el Secretariado Internacional de la IV Internacional, liderado por Livio Maitan y Ernest Mandel entre otros, que sostenía la estrategia guerrillera en todos los países latinoamericanos.
2 Fuerzas Armadas Peronistas, la guerrilla peronista más antigua.
3 Fuerzas Armadas Revolucionarias.
4 Fuerzas Armadas de Liberación.
5 Durante la resistencia peronista, el “caño” (bomba casera utilizada para sabotaje de medios de transporte y de la producción fabril) fue parte de los medios de lucha a los que recurrió la acción obrera, junto con la huelga, la ocupación de fábricas, el piquete y otras formas de acción directa.
6 Lo que ocurrió tanto con Uturuncos, con la experiencia del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) liderado por Massetti y con el intento de las FAP en Taco Ralo.
7 V. I. Lenin, El estado y la revolución.
8 La subordinación de la acción obrera a la estrategia de construir un aparato militar propio llevó frecuentemente a los militantes obreros de las corrientes guerrilleras a dejar su actividad en las fábricas para pasar a la actividad guerrillera clandestina, facilitando de este modo el control de los trabajadores por parte de la burocracia. No nos referimos obviamente a los puntuales casos en que un retiro de este tipo estaba vinculado a medidas de autopreservación ante los ataques de las bandas fascistas de las Tres A, sino a lo que fue una práctica más generalizada. La muy documentada investigación de Gustavo Plis-Sterenberg, Monte Chingolo. La mayor batalla de la guerrilla argentina, muestra como muchos de los combatientes del ERP convocados para dicha acción estaban en ese momento estructurados en algunas importantes fábricas del gran Buenos Aires, cuestión que dejaron de lado a la hora de su participación en una acción aventurera que terminó con un resultado catastrófico.

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