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La guerra y la revolución (2° parte)

22 de febrero 2007

La bancarrota de la II Internacional 
El estallido de la primera gran guerra imperialista había puesto al movimiento socialista internacional frente a una encrucijada histórica. 
El 4 de agosto de 1914 los 111 parlamentarios de la socialdemocracia alemana votaban los créditos para la guerra, echando por tierra las declaraciones de los principios de Stuttgart y Basilea (ver recuadro). Siguiendo este ejemplo, la mayoría de los partidos socialdemócratas de la II Internacional se pusieron del lado de su Estado Mayor, de su gobierno y de su burguesía contra la clase obrera. Era la bancarrota de la 2ª Internacional. 
El apoyo de estas direcciones a la campaña militar de sus burguesías se efectúa bajo la consigna de “defensa de la patria atacada”. Dirigentes como Karl Kautsky, el principal teórico de la socialdemocracia alemana, o Georgy Plejanov, otrora fundador del marxismo ruso, se dedican a fundamentar el carácter “defensivo” de las acciones encaradas por su respectivo Estado Mayor. Intentaron presentar, extemporáneamente, la guerra de conquista de un capitalismo totalmente reaccionario bajo el atuendo de las guerras nacionales que se habían desarrollado en el siglo anterior bajo el impulso de la burguesía en ascenso frente a las resistencias feudales. 
Como contrapartida interna y frente al descontento de las masas, los dirigentes tradicionales de la II Internacional se dedicaron a garantizar la “paz civil”, la paz en el interior del país, para que la burguesía no se encuentre con el obstáculo de la lucha de clases. Estos “servicios” fueron fundamentales en aquellos momentos de gran debilidad del Estado, donde las clases dominantes necesitaban arrastrar a las masas detrás de sus objetivos guerreristas. Cabe recordar que la socialdemocracia alemana para 1914 contaba con más de 1 millón de afiliados y más de 2 millones de obreros organizados en sindicatos. 
 
Transformar la guerra imperialista en guerra civil 
A diferencia de los dirigentes de la socialdemocracia devenidos patriotas, las clases dominantes durante la guerra jamás se olvidaron de la lucha de clases como factor determinante. Como demostró el zarismo, la derrota militar era aceptable mientras que la revolución no. Sólo con una orientación internacionalista consecuente el proletariado podía enfrentar semejante cinismo.  
Explicando la posición de los bolcheviques, Lenin decía: “Voy a hacer todo lo que pueda y continuaré haciéndolo hasta el final, para impedir la movilización bélica. No quiero que millones de proletarios se vean obligados a matar o empujados a la locura del capitalismo. No puede haber un malentendido en este punto: una cosa es considerar objetivamente la guerra e intentar en el caso de que se produzca tal desgracia, sacar el mayor rendimiento que podamos. Pero desear una guerra y trabajar por ella es algo completamente diferente.” 
Esta, como toda guerra imperialista, era una institución burguesa frente a la cual el proletariado debía intervenir con una política independiente. En este sentido fue que Lenin planteo la perspectiva de transformar la guerra imperialista en guerra civil. Con este objetivo, y en soledad al principio, Lenin sostenía la política llamada “derrotismo revolucionario”, que consistía en que el proletariado no debía detenerse en su lucha revolucionaria contra su propio gobierno frente a la eventualidad de que éste sea derrotado en la guerra, lo que definía como “mal menor”.  
“La revolución en tiempos de guerra, es la guerra civil, ahora bien, la transformación de una guerra de gobierno en guerra civil está facilitada por los reveses militares, por las derrotas de los gobiernos; por otra parte, es imposible contribuir a esta transformación en guerra civil si no se empuja al gobierno, al mismo tiempo, a la derrota.”1 
Lenin rechazaba el empleo de medios militares especiales para provocar esta derrota. Su planteo estaba destinado a embestir contra quienes pretendían atar de manos y pies al proletariado bajo el argumento chauvinista de que la acción del proletariado provocaría la derrota. Al contrario, el debilitamiento del gobierno tenía que ser utilizado por la clase obrera para lograr la única resolución posible de las penalidades impuestas por la guerra: la revolución social. 
Esto porque Lenin consideraba que la guerra, lejos de ser una eventualidad excepcional estaba en la esencia misma del capitalismo en su etapa imperialista. El surgimiento de los monopolios, junto con la fusión del capital bancario con el industrial creando el capital financiero, y la utilización de los países periféricos para la exportación de capital, había dado como resultado la división del mundo entre unas pocas potencias imperialistas que explotaban a la mayoría de los países coloniales y semicoloniales. En un mundo ya repartido, la competencia de los imperialismos por el reparto del mundo creaba la tendencia a la guerra entre potencias. 
 
Guerra y Revolución 
A su vez, Lenin explicaba cuál debía ser la política respecto a la guerra en caso de triunfo de la revolución en su carta de despedida a los obreros suizos diciendo: “Hemos respondido claramente en el n° 47 de “El Socialdemócrata” a una pregunta que uno se hace naturalmente: ¿qué haría nuestro partido si la revolución lo llevara en un instante al poder? (...) Apoyaríamos una guerra revolucionaria contra la burguesía alemana, y no solamente alemana. Esta guerra la haríamos. No somos pacifistas. Somos enemigos de las guerras imperialistas por el reparto del botín entre capitalistas, pero hemos declarado siempre que sería absurdo para el proletariado revolucionario repudiar las guerras revolucionarias, que pueden revelarse indispensables en interés del socialismo”.  
Ya a finales de 1915 la política del “derrotismo revolucionario” comienza a demostrarse como el único camino realista para el proletariado. Sostenida casi en soledad al principio por Lenin, poco a poco comienza a encarnarse en las masas. 
 Para ese entonces Lenin señalaba: “Las lecciones de la guerra obligan incluso a nuestros adversarios a admitir, en la práctica, la posición de “derrotismo”, así como la necesidad de lanzar –primero como una frase contundente en un llamamiento y después de un modo más serio, más reflexivo- la consigna de la “insurrección en la retaguardia” de los militaristas alemanes, es decir, la consigna de guerra civil. Resulta así que las lecciones de la guerra meten en la cabeza precisamente lo que nosotros hemos predicado desde el comienzo de la contienda bélica. La derrota de Rusia se ha revelado como el mal menor, ya que hizo avanzar la crisis revolucionaria en proporciones enormes, y sacudió a millones, decenas y centenas de millones de hombres. Pero la crisis revolucionaria en Rusia, en las condiciones de la guerra imperialista, no podía dejar de llevar la idea de lo único que puede salvar a los pueblos, a la idea de la ‘insurrección en la retaguardia del ejército alemán, es decir, a la idea de la guerra civil en todos los países beligerantes.’”2 

1 Lenin, “Del derrotismo en la guerra imperialista”, Obras Completas T. XXI, Bs. As. Ed. Cartago, 1960.  
2 Lenin, V. I., “Derrota de Rusia y crisis revolucionaria”, en Obras Completas T. XXI, Bs. As., Ed. Cartago, 1960. 

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Glosario 
 
Armand, Inés (1875-1920) Hija de padre inglés y madre francesa, contrajo matrimonio con un ruso en 1893. Bolchevique desde 1904, emigra en 1909 y se convierte en amiga personal de Lenin en el exilio. Representa a los bolcheviques en Bruselas en 1914, y en las conferencias de Zimmerwald y Kienthal. A su regreso a Rusia, en 1917, trabaja en la Internacional Comunista y muere en 1920, víctima del cólera. 
 
Gorter, Hermann (1864-1927). Escritor y poeta holandés, militante del ala izquierda del movimiento obrero, fue adversario de la I° Guerra Mundial. Tras la derrota de la revolución alemana (1918-1919), se convirtió en un sectario incurable junto con la mayoría de los dirigentes del PC holandés. Fundó el Partido Comunista Laborista, antiparlamentario.  
 
Haase, Hugo (1863-1919). Miembro del Partido Socialdemócrata Alemán, elegido su co-presidente junto con Auguste Bebel en 1911. Tomó la dirección de una minoría centrista, que se oponía a la política de guerra de la socialdemocracia alemana y fundó el USPD en 1917. Fue asesinado en las escaleras del parlamento por un fanático de derecha. 
 
Ledebour, Georg (1850-1937). Socialdemócrata alemán que se opuso a la I° Guerra Mundial y fue uno de los fundadores del USPD. Se opuso a que el USPD se afiliara a la III° Internacional y planteó la necesidad de que volviera a la socialdemocracia. Fundó su propio grupo, un nuevo USPD.  
 
Liebknecht, Karl (1871-1919). Marxista alemán. Militó en el ala izquierda del Partido Socialdemócrata Alemán y desde 1912 fue diputado. Fue detenido en 1916, durante una manifestación contra la guerra en Berlín, y permaneció en la cárcel hasta que lo liberó la revolución de 1918 que derrocó al emperador Guillermo II. Se negó a entrar en el gobierno que formó la mayoría socialdemócrata bajo la presidencia de Ebert. Junto a Rosa Luxemburgo se escindieron formando la Liga Espartaquista, que luego se transformó en el Partido Comunista Alemán. En 1919, enfrentado con el gobierno republicano del socialdemócrata Ebert, fue asesinado por el ejército. 
 
Luxemburgo, Rosa (1870-1919). Revolucionaria internacionalista de origen polaco. Defendió al marxismo contra el revisionismo de Bernstein en el Partido Socialdemócrata Alemán. Hizo aportes teóricos originales en torno al imperialismo y al derrumbe del capitalismo. Se distanció de Kautsky y de la mayoría del partido a medida que éstos se inclinaron hacia el parlamentarismo, siendo reconocida como líder del ala izquierda. Luego fundó la Liga Espartaquista, que dio origen al Partido Comunista Alemán. Fue asesinada por el gobierno republicano socialdemócrata.  
  
Martov (1873-1923). Uno de los fundadores del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) y colaborador de la revista Iskra. Dirigió la facción menchevique que se enfrentaría a Lenin en el Congreso de Londres (1903) y participó en la Conferencia de Zimmerwald (1915). Habiendo regresado a Rusia tras la Revolución bolchevique (1917), se exilió a Alemania en 1920. 
 
Pannekoek, Anton (1873-1960). Astrónomo y teórico marxista holandés, dedicado al estudio de la Vía Láctea, también investigó las atmósferas estelares y la historia de la astronomía. Adscrito al Partido Socialdemócrata holandés, colaboró en diversas publicaciones holandesas y alemanas. Analizó los soviets, los consejos obreros de Alemania y los consejos de fábrica en su obra Los consejos obreros, de 1946. 
  
Rakovsky, Christian (1873-1941). Destacado revolucionario de los Balcanes durante la I° Guerra Mundial. Fue presidente del Soviet de Ucrania en 1918, luego embajador en Londres y París. Fue uno de los primeros dirigentes de la Oposición de Izquierda. Deportado al Asia central en 1928, enfermó y sufrió por la falta de atención médica y el aislamiento al que se lo sometió. Fue militante firme de la oposición hasta 1934. Pero su capitulación ante el régimen de Stalin no lo salvó de la persecución. En 1938 fue uno de los principales acusados en el tercer juicio de Moscú, donde “confesó” y fue declarado culpable, condenado a veinte años de cárcel. Murió en prisión. 
 
Zetkin, Clara (1857-1933). Miembro del Partido Socialdemócrata Alemán desde 1881, fue una destacada luchadora por los derechos de las mujeres trabajadoras. Opuesta a la guerra, en su calidad de secretaria de la Sección Femenina de la II Internacional, se pronunció por la lucha revolucionaria contra la guerra. Se unió al USPD e ingresó, luego, en el Partido Comunista Alemán, a cuyo Comité Central perteneció. Se exilió a la Unión Soviética tras el ascenso de Hitler, donde murió al poco tiempo. 
 
 
 
 
 

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