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Historia

Lenin y la historia del Partido Bolchevique - SEGUNDA CONFERENCIA (Parte IV)

La guerra ruso-japonesa y el "Domingo Sangriento"

6 de julio 2006

En febrero de 1904 estalló la guerra ruso-japonesa, motivada por dos causas. Por un lado, debido al interés del zarismo de desviar el descontento popular hacia un motivo exterior. El Ministro del Interior, Pleve, había escrito en una carta al Ministro de Defensa poco antes de caer durante un atentado terrorista: “Para evitar la revolución, lo que nos hace falta es una pequeña guerra victoriosa”. Pero también estaban las reales contradicciones entre el interés imperialista del zarismo y el de Japón. Pese a su carácter general atrasado, a su aparato político semi-feudal y al control de su economía por parte de los capitales financieros francés e inglés, el zarismo mostraba ambiciones imperialistas, controlando colonialmente a Polonia, los Estados Bálticos, Finlandia, el Cáucaso, los territorios de extremo oriente y Asia Central. Este interés de control se extendía hacia Turquía, Persia y, especialmente, China. El zar ordena la invasión de Manchuria, en territorio chino, tras lo cual se origina la respuesta japonesa.
Los japoneses consideraron esta ocupación como un intento de bloquearles su expansión hacia el Asia continental. Luego que el partido pro-guerra tomó el control del gobierno japonés en el verano (nuestro invierno) de 1903, Japón estuvo listo para avanzar y atacó la flota rusa en Port Arthur, la cual cayó once meses después, luego de una encarnizada lucha que costó la pérdida de 28.200 soldados rusos.
Tras un breve período de entusiasmo patriótico, en Rusia empieza a manifestarse un sentimiento derrotista. La “pequeña guerra victoriosa” que pretendía el zarismo, se convierte en su contrario: una guerra que acelera el derrumbe del régimen y el desarrollo de una situación revolucionaria en Rusia.
Mencheviques y bolcheviques no respondieron de igual modo a la guerra. Los primeros sostuvieron una posición pacifista, mientras los bolcheviques plantearon una política abiertamente derrotista. Las diferencias se hicieron más evidentes en cuanto a la posición asumida frente a la burguesía liberal, la cual después de un momento inicial de apoyo “patriótico”, abierta o encubiertamente, tenía expectativas en que una derrota del zarismo obligase al régimen a impulsar reformas.
En un primer momento el crecimiento de la impopularidad de la guerra benefició a los liberales, quienes realizan una gran agitación por reformas, por una nueva constitución más democrática, impulsando esta campaña con peticiones y otras medidas. Los mencheviques sostuvieron una posición de seguidismo a los liberales. La “nueva” Iskra, bajo la dirección menchevique escribía: “Si se examina la arena de la lucha política, ¿qué se ve? Dos fuerzas solamente: la autocracia zarista y la burguesía liberal, que se ha organizado y ejerce ahora una influencia considerable. La clase obrera está diseminada, y no puede hacer nada; como fuerza autónoma, no existimos, y por eso debemos sostener, alentar a la burguesía liberal, y no asustarla en ningún caso con reivindicaciones proletarias”. Esta línea seguidista de la burguesía liberal llevará a la ruptura de Parvus y Trotsky con los mencheviques.
Lenin se opuso completamente a los planteos de los mencheviques: “Nos pedís que no asustemos a los liberales ni a los nobles liberaloides; pero, ¿no veis que sois vosotros mismos quienes tenéis miedo a las sombras del liberal asustado? Pretendéis que no hay más que dos fuerzas dignas de ser tenidas en cuenta: la autocracia rusa y la nobleza liberal. Pero no habéis observado que, además de estas dos fuerzas, existe otra, formidable, soberana: la clase obrera. Esta ha crecido políticamente, se desarrolla y se organiza rápidamente, en previsión de la revolución, y aunque su partido sea clandestino y aunque ella misma esté perseguida, es la fuerza motriz, principal, de la revolución. Habéis olvidado que el proletariado tiene su misión particular y que su papel no es simplemente optar entre el zar y Roditchev, entre la autocracia y la constitución liberal. Habéis olvidado que la clase obrera tiene su camino distinto, camino que conduce a la unión con los campesinos, a la verdadera revolución popular, que desarraigará la monarquía, abolirá las supervivencias del feudalismo, realizará la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos, debilitará a los pomiestchiks1 y será el primer paso hacia una revolución proletaria verdadera.”
Aquí se entiende que las primeras diferenciaciones entre bolcheviques y mencheviques no eran vanas, que la discusión de los estatutos y del comité de redacción de Iskra fueron los síntomas de una diferencia política que se iba perfilando cada vez más. Esto se expresa mas claramente durante la guerra, cuando la política de Lenin es independencia y hegemonía del proletariado y la de los mencheviques es seguidismo a la burguesía liberal. Esto no quería decir que los bolcheviques no participaran del movimiento de masas: saludaban e impulsaban la intervención audaz de los obreros y estudiantes bolcheviques en los actos y banquetes convocados por los liberales, planteando la ligazón entre la lucha contra la autocracia y las demandas proletarias, oponiéndose a la política liberal de buscar una salida negociada con el zarismo.
Mientras tanto, los bolcheviques se van reagrupando. En agosto de 1904, Lenin convocó a una conferencia en Suiza en la cual participaron veintidós dirigentes bolcheviques. Esta conferencia resuelve editar un llamamiento titulado Al partido, que tuvo buena aceptación en los comités locales, donde Lenin iba ganando fuerza pese a que los dirigentes históricos estaban entre los mencheviques. Poco después los bolcheviques deciden sacar una publicación propia, cuyo primer número salió el 22 diciembre de 1904, llamado Vperiod (Adelante, en ruso).
Dos semanas más tarde tenia lugar el “Domingo Sangriento”. En el interior de Rusia, los bolcheviques contaban con el “Secretariado de los Comités de la mayoría”. Pese a este reagrupamiento, su situación, frente al estallido de la revolución, era de una fuerte debilidad organizativa.

El “Domingo Sangriento”
La jornada del domingo 9 de enero se venía gestando desde setiembre de 1904, cuando empezó la agitación en las fábricas. La situación se radicalizó con la salida a la huelga de los trabajadores de la fábrica Putílov, a partir del 5 de enero, tendiendo a convertirse en una huelga general. Ese día, los huelguistas eran 26.000; dos días más tarde ya se contaban 105.000; y al siguiente llegaban a 110.000. Las reivindicaciones iban tomando un carácter más político: en la reunión de masas del 5 de enero se votó la convocatoria inmediata a una Asamblea Constituyente, la necesidad de conquistar la libertad política, el final de la guerra y la liberación de los prisioneros políticos. Pese a ello, hasta ese momento los obreros socialdemócratas estaban relativamente aislados e, incluso, tuvieron un fuerte debate sobre si participar o no en la manifestación del 9 de enero, a la cual finalmente decidieron concurrir.
Hay que tener en cuenta que, como forma de contener el descontento obrero, al jefe de policía Zubátov se le había ocurrido crear sindicatos legales que funcionaran, e incluso eligieran comités, bajo la vigilancia policial, y cuyo objetivo fuese realizar actividades sindicales, con un carácter estrictamente económico y apolítico. La paradoja es que el descontento obrero se expresó originalmente en estas organizaciones, que lograron superar su carácter original. Muchos bolcheviques, según plantea el propio Lenin, tuvieron una actitud sectaria negándose a participar en estas organizaciones por considerarlas “zubatovistas”, a pesar que en la organización que dirigía el pope Grigori Gapón –quien luego estará a la cabeza de los acontecimientos del “Domingo Sangriento”- entre sus ocho mil militantes, había obreros que habían pasado por organizaciones socialdemócratas y algunos bolcheviques.
El 9 de enero, cerca de 140.000 personas participaron de la manifestación, realizada frente al Palacio de Invierno; obreros con sus familias, vistiendo sus ropas de domingo y portando íconos eclesiásticos. La petición de los obreros llevada ante el zar por el pope Gapón rezaba: “Soberano, nosotros los obreros, nuestras mujeres y nuestros débiles ancianos, nuestros padres, hemos venido a ti, soberano, para pedir justicia y protección. Estamos reducidos a la miseria, somos oprimidos, abrumados con un trabajo superior a nuestras fuerzas, injuriados, no se quiere reconocer en nosotros a hombres, somos tratados como esclavos que deben sufrir su suerte y callar. Hemos esperado con paciencia, pero se nos precipita cada vez más hacia el abismo de la indigencia, la servidumbre y la ignorancia. El despotismo y la arbitrariedad nos aplastan, nos ahogamos. ¡Las fuerzas nos faltan, soberano! Se ha alcanzado el límite de la paciencia; para nosotros, éste es el terrible momento en que la muerte vale más que la prolongación de insoportables tormentos”.
El zar recibió esta pacífica manifestación con balazos: se cuentan al menos 4.600 personas entre heridas y asesinadas. La magnitud de esta respuesta fue tal que luego de la masacre el propio Gapón denunció al zar y llamó a la “insurrección armada”. El zar Nicolás II fue desde entonces apodado “el sanguinario”. Esa misma noche los obreros se organizan y recorren la ciudad en busca de armas.
El movimiento se extiende rápidamente. Al día siguiente aparecen barricadas en San Petersburgo y el día 17 de enero, 160.000 trabajadores fueron a la huelga en 650 fábricas. La solidaridad crecía en todo el país. Tan sólo en el mes de enero hubo 400.000 huelguistas a nivel nacional. El día 13, en Riga, 60.000 trabajadores organizan una huelga política y unos 15.000 copan las calles en una marcha de protesta. En la región del Cáucaso, el día 12 se inicia una huelga ferroviaria y alcanza carácter nacional. Lenin escribía poco después desde el exilio en Suiza: “La clase obrera ha recibido una gran lección de guerra civil; la educación revolucionaria del proletariado ha avanzado en un día como no hubiera podido hacerlo en meses y años de vida monótona, cotidiana, de opresión. El lema de “¡libertad o muerte!” del heroico proletariado peterburgués repercute ahora en toda Rusia”.
Ante las manifestaciones obreras, el zar respondió nombrando a un burócrata conservador en reemplazo del ministro liberal Svyatopolk-Mirsky y dando poderes ilimitados al represor general Trépov. Pero a su vez debió publicar un manifiesto refiriéndose indirectamente a la necesidad de una constitución y de un órgano de representación popular. Poco después, con el fin de conciliar con la burguesía liberal y frenar el movimiento, impulsa la Comisión Shidlovski, con el objetivo de “investigar las causas del descontento entre las masas”. Los bolcheviques discutieron cual posición debían tomar frente a esta comisión y finalmente decidieron utilizarla como “tribuna” para desenmascarar la maniobra del zarismo, táctica que se demostró correcta, ante la falta de respuestas que dio el régimen a las masas.

1 Campesinos acomodados (sinónimo de kulak).

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El III° Congreso del POSDR y la Conferencia menchevique de Ginebra


La situación abierta con el “Domingo Sangriento” repercutió fuertemente sobre el partido. Lenin instó a incorporar obreros a los comités, mientras impulsaba el llamamiento a un nuevo congreso, para el cual ganó el apoyo de la mayoría de los comités locales. Los mencheviques, que temían no tener mayoría, no aceptaron participar y convocaron a su propia conferencia en Ginebra, mientras los bolcheviques iniciaban el 12 de Abril el III° Congreso en Londres.
El orden del día expresa las discusiones que tuvieron lugar en el mismo: 1) la insurrección armada; 2) actitud hacia la política del gobierno, incluida la consigna de gobierno provisional revolucionario; 3) actitud hacia el movimiento campesino; 4) relaciones entre los trabajadores y los intelectuales dentro del partido; 5) estatutos del partido; 6) actitud hacia los otros partidos (incluidos los mencheviques); 7) actitud hacia las organizaciones socialdemócratas no rusas; 8) actitud hacia los liberales; 9) acuerdos prácticos con los social-revolucionarios y las cuestiones organizativas.
Las divergencias fundamentales entre bolcheviques y mencheviques se referían a la posición frente a la consigna de “gobierno provisional revolucionario” que sostenían los bolcheviques, considerada por los mencheviques como una expresión de “seguidismo a la democracia burguesa”. Lenin sostuvo que el principal seguidismo pasaba por no enfrentar decididamente el compromiso entre el zarismo y los liberales que, cuanto mucho, llevaría a una monarquía constitucional. En esto radica la importancia de consignas como “república” y “gobierno provisional revolucionario” que implicaban la imposibilidad de un acuerdo con el zarismo y empujaban a las masas a la insurrección. Lenin decía que la aparente “ortodoxia” de los mencheviques era, en realidad, una adaptación a una visión evolutiva de la revolución, a la que veían que no podía dar otra cosa que una república burguesa constitucional, donde el proletariado fuese oposición. Por el contrario, él empujaba la perspectiva de una revolución “plebeya”, y señalaba la influencia de los liberales como el principal escollo que tenían que superar los obreros y campesinos para llevar a término la revolución democrática.
El III Congreso tomó partido, además, por la consigna de “huelga general”, cuya utilidad estaba en discusión en la socialdemocracia internacional. Y también fue escenario de una batalla entre Lenin y los llamados “hombres de comité” que decían: “estamos sobreestimando la psicología de los trabajadores, como si los trabajadores por sí mismos pudieran convertirse en socialdemócratas concientes”. Se oponían a una resolución redactada por Lenin que, reconociendo las dificultades impuestas por la clandestinidad, al mismo tiempo defendía la aplicación del principio de elecciones amplias, abrir el partido a los trabajadores, dejar lugar a las capas nuevas y frescas en los comités dirigentes del partido. El mismo planteó: “Se ha dicho aquí que los portadores de las ideas socialdemócratas son fundamentalmente intelectuales. Eso no es verdad. En la época del economicismo, los portadores de ideas revolucionarias eran los trabajadores, no los intelectuales... Además se ha afirmado que a la cabeza de los escisionistas normalmente se sitúan los intelectuales. Esa observación es muy importante pero no se ajusta a la realidad. Hace mucho en mis trabajos escritos advertí que los trabajadores deberían entrar a los comités en el mayor número posible. El período que siguió al II Congreso se caracterizó por una instrumentación insuficiente de esta obligación, esa es la impresión que he sacado de mis conversaciones con los ‘trabajadores prácticos’... Es necesario superar la inercia de los hombres de comité... los trabajadores tienen instinto de clase, y con un poco de experiencia política rápidamente se convierten en socialdemócratas incondicionales. Estaría muy satisfecho si, en la composición de nuestros comités, por cada dos intelectuales hubiera ocho trabajadores”. Queda de manifiesto un cambio importante frente a la interpretación literal de las fórmulas del Qué hacer que planteaban los komitetchiki.1 Lenin fue derrotado en esta propuesta, así como en la votación de quién tendría el control político del periódico. Se vota también una resolución secreta que encarga al CC la tarea de buscar la reunificación.
En 1905 los bolcheviques contaban con 8.000 miembros, insertos en la mayoría de los centros industriales y militando en organizaciones clandestinas. En los meses siguientes serán protagonistas de acontecimientos revolucionarios, que trataremos en la próxima conferencia.

 1 Hombres de los comités, en ruso.

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Glosario

Gapón, Grigori Apollonovich (1870-1906). Pope (sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa). Contando con el visto bueno de la policía, organizó las Uniones Obreras, de carácter socialista y cristiano. Dirigió la manifestación de San Petersburgo del 9 de enero de 1905. Fue ejecutado.

Parvus Seudónimo de Izraíl Lazárevich Guelfand (1867-1923) Socialista ruso. Desde su llegada a Alemania en 1891 se destacó como uno de los principales escritores de la izquierda de la socialdemocracia y fue el primero en intervenir contra el revisionismo de Bernstein. Tras la escisión del POSDR en 1903, intentó mediar entre mencheviques y bolcheviques. En 1905 formó parte, junto a Trotsky, del soviet de San Petersburgo hasta que fue encarcelado. Luego se dedicó a los negocios, y tras la I° Guerra Mundial, fue consejero del socialdemócrata Ebert en la República de Weimar.

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