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Lucha de Clases N° 7

La experiencia de los obreros bolivianos y el Programa de Transición

Las Tesis de Pulacayo, adoptadas por los heroicos mineros bolivianos en 1946 toman parcialmente algunos aspectos del Programa de Transición, aprobado por la IV Internacional en 1938. Este programa retoma lo mejor de la tradición revolucionaria de Marx y Engels, de la Revolución Rusa y los 4 primeros congresos de la III Internacional.

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30 de octubre 2008

Las Tesis de Pulacayo, adoptadas por los heroicos mineros bolivianos en 1946 toman parcialmente algunos aspectos del Programa de Transición, aprobado por la IV Internacional en 1938. Este programa retoma lo mejor de la tradición revolucionaria de Marx y Engels, de la Revolución Rusa y los 4 primeros congresos de la III Internacional.

La socialdemocracia, como después lo hará el estalinismo, separaba entre un “programa mínimo” de reformas dentro del sistema, y un programa “máximo” donde se proclamaba la necesidad del socialismo para un futuro indeterminado. El “programa mínimo” planteaba demandas como la jornada de 8 hs. o el aumento de salarios, sin cuestionar la propiedad privada capitalista. Había surgido a comienzos del siglo XIX, época de ascenso del capitalismo como sistema mundial, cuando podía otorgar importantes concesiones a la clase obrera en los principales países capitalistas. Entre el programa mínimo y la lucha por el socialismo no había ninguna relación, ningún puente.

El Programa de Transición, en cambio, está formulado para la fase de declinación del capitalismo, su fase imperialista. Es “la época del capitalismo en descomposición, cuando a éste no le es posible tratar de reformas sociales sistemáticas, ni de la elevación del nivel de vida de las masas; cuando la burguesía retoma cada vez con la mano derecha el doble de los que diera con la izquierda (impuestos, derechos aduaneros, inflación “deflación”, vida cara, desocupación, reglamentación policíaca de las huelgas, etc.); cuando cualquier reivindicación seria del proletariado y hasta cualquier reivindicación progresiva de la pequeña burguesía, conducen inevitablemente más allá de los límites de la propiedad capitalista y del Estado burgués.” (Programa de Transición. La agonía del capitalismo y las tareas de la IV internacional)

El viejo programa mínimo ya no ofrece ninguna perspectiva realista contra los flagelos del capitalismo. Con la época imperialista se abría una época que los marxistas llamaron -a partir de Lenin- de “guerras, crisis y revoluciones.”

El Programa de Transición busca establecer un puente entre las demandas actuales de los trabajadores y el programa de la revolución socialista. Este puente consiste en un sistema de reivindicaciones transitorias, partiendo de las condiciones actuales y de la conciencia actual de amplias capas de la clase obrera, para lograr la movilización revolucionaria de las masas, hacia un solo objetivo: la conquista del poder por el proletariado.

El programa de transición incluye reivindicaciones mínimas (como las 8 hs, el aumento de salarios), democráticas (como el derecho al voto, la independencia nacional o la revolución agraria), y un tercer tipo, llamadas transitorias.

Entre éstas se destacan la escala móvil de salarios y horas de trabajo, la apertura de los libros de contabilidad cuando las empresas argumentan que están en crisis y amenazan con despidos o cierres, la ocupación de las fábricas que quieren cerrar o despedir masivamente, y la producción bajo control obrero en las mismas. También contempla la expropiación de determinados grupos de capitalistas (como pueden ser monopolios extranjeros o nacionales, o ramas de la producción vitales para la economía del país), la nacionalización de la banca y del comercio exterior.

Estas reivindicaciones dan una respuesta realista a las demandas actuales, al tiempo que cuestionan a la propiedad capitalista. Tomadas de conjunto son las medidas que la clase obrera podría implementar si llegara a tomar el poder para terminar definitivamente con las miserias del capitalismo. Convertidas en bandera de lucha desde ahora por los sindicatos y organizaciones de los trabajadores, se convierten en un gran impulso para la movilización revolucionaria.

Otro aspecto importante de este Programa es la necesidad de desarrollar la autoorganización obrera en todos los niveles, desde las fábricas (comités de fábrica), a nivel regional o nacional (en los consejos obreros o soviets), y también en la formación de las milicias obreras para la autodefensa.

En el caso de Bolivia las Tesis de Pulacayo dotaron a la clase obrera de un programa, que permitió que durante la revolución del ’52 1 los trabajadores impusieran la nacionalización de las minas y un cierto control obrero, así como la formación de milicias obreras. Esto abrió una situación de “dualidad de poderes”, una disputa abierta entre el poder obrero (en las minas, las milicias y las calles), y el poder de la burguesía (con el gobierno del MNR, la burguesía y el imperialismo).

Esta experiencia desmintió –como muchas otras a lo largo del siglo XX- a todos aquellos que decían que el Programa de Transición era algo “irrealizable” o que los trabajadores nunca estarían “maduros” para comprenderlo. Pero también mostró, como lección histórica fundamental, que la ausencia de un partido revolucionario en Bolivia, que pudiera llevar hasta el final ese programa, le permitió a la burguesía reorganizarse en los años siguientes y derrotar la revolución en curso.

El Programa de Transición, el programa para la superación de la barbarie capitalista, vuelve a cobrar toda su actualidad para el próximo período histórico.

Prensa

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