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LA REFORMA POLITICA DE LOS KIRCHNER

La decadencia y corrupción de la política burguesa

La denominada “reforma política” pretende, junto con crear mejores condiciones para la intervención del kirchnerismo en el 2011, contrapesar con medidas organizativas y proscriptivas para la izquierda y otras fuerzas políticas- la tendencia histórica a la decadencia y fragmentación que vienen sufriendo el PJ y la UCR. El proyecto enviado por el gobierno es un salto cualitativo en la injerencia estatal en la vida de los partidos políticos, estableciendo cláusulas proscriptivas que hacen recordar a las que los golpistas de 1955 aplicaron contra el propio peronismo. De aprobarse, se establecería una legislación electoral mucho más antidemocrática que la establecida por la dictadura militar en su retirada, en base a la cual se realizaron las elecciones de 1983.

Christian Castillo

5 de noviembre 2009

La denominada “reforma política” pretende, junto con crear mejores condiciones para la intervención del kirchnerismo en el 2011, contrapesar con medidas organizativas y proscriptivas para la izquierda y otras fuerzas políticas- la tendencia histórica a la decadencia y fragmentación que vienen sufriendo el PJ y la UCR. El proyecto enviado por el gobierno es un salto cualitativo en la injerencia estatal en la vida de los partidos políticos, estableciendo cláusulas proscriptivas que hacen recordar a las que los golpistas de 1955 aplicaron contra el propio peronismo. De aprobarse, se establecería una legislación electoral mucho más antidemocrática que la establecida por la dictadura militar en su retirada, en base a la cual se realizaron las elecciones de 1983.

Los “argumentos” del gobierno son de una completa caradurez. El ministro Randazzo, por ejemplo, ha tratado de justificar la reforma afirmando que no existirían tantos “modelos de país” como partidos, poniendo como ejemplo la presentación de catorce fórmulas presidenciales en las elecciones de 2007. Sin embargo, la reforma es claro que no apunta a que los partidos se reagrupen en función de los diversos proyectos y programas que existen hoy en nuestro país, sino que busca forzar a concentrar los votos en las candidaturas del PJ, la UCR y dos o tres fuerzas políticas más. Sin sonrojarse, el mismo gobierno que sostuvo en estos años un discurso de “reconstrucción de la burguesía nacional” y de crítica a las “políticas neoliberales” busca ahora aunar votos compartiendo la sigla del PJ con la mayor parte posible del “peronismo disidente”, que se opuso al kirchnerismo en el conflicto con las patronales agrarias y en la Ley de Medios. ¿Un Sismo modelo de país con aquellos a los que se tilda de “noventistas y neoliberales”? Como se ve, una caradurez completa, algo que no extraña en un gobierno que ha hecho del doble discurso una forma de ser.

Kirchner no llegó al gobierno como expresión de las luchas del 2001, como afirman los intelectuales y los sectores “progresistas” que lo apoyan, sino como parte del desvío de aquel proceso y del intento de canalizar el descontento de masas para reconstruir un régimen de dominación que había quedado en ruinas. Pudo asentarse a partir del aprovechamiento de un período de fuerte crecimiento económico a nivel nacional e internacional, que le permitió amortiguar las contradicciones de clase, conteniendo durante algunos años a las distintas fracciones de la burguesía y cooptando parte de la burocracia sindical -el moyanismo y sectores de la CTA- y del movimiento piquetero como D´Elía, Pérsico y, por un período, a Libres del Sur. Hoy estamos viviendo un proceso muy distinto, donde el fortalecimiento coyuntural del Gobierno (quitando banderas a la centroizquierda y la derecha antes de quedar en minoría en diputados en diciembre) no debe hacernos perder de vista que estamos viviendo una etapa de “fin de ciclo”, con una crisis económica internacional que como mínimo plantea varios años de estancamiento y con sectores centrales de la burguesía que consideran al gobierno su enemigo, como afirmó Biolcatti en el coloquio de IDEA sentado junto al presidente de la UIA, Héctor Méndez. Y con un movimiento obrero que viene levantando cabeza y sentando mojones en la superación de la burocracia sindical, con nuevas comisiones internas y delegados que expresan la debilidad de quien fuera un aliado clave del gobierno.

La fragmentación del PJ y la UCR

Lo cierto es que por más ingeniería electoral que se haga, la fragmentación del peronismo y del radicalismo obedece a razones estructurales profundas.

Estos partidos entraron en crisis luego de años de gobernar implementando políticas abiertamente antipopulares que llevaron a que sean fuertemente repudiados en la crisis del 2001. Son los partidos responsables de la entrega y la decadencia nacional, que han llevado a la pérdida de innumerables conquistas a los trabajadores y los sectores populares. Para favorecer a los capitalistas han recurrido a todo tipo de maniobras fradulentas y corruptas, de los “diputruchos” de las privatizaciones a la “ley Banelco” de De la Rúa, o los sobreprecios del “caso Skanska” en el kirchnerismo. Han hecho del borocotismo prácticamente una norma.

En gran medida, tanto el PJ como la UCR hace tiempo que han dejado de ser “partidos”, si este término significa algo más que aparatos electorales vaciados de toda militancia que no sea los funcionarios que ocupan cargos ejecutivos o legislativos, y redes clientelares asociadas al control de una porción del Estado. Expresan diversas camarillas políticas más o menos ligadas al ejercicio del poder de una u otra porción del aparato de Estado que expresan –o pretenden expresar- alguna fracción de las clases dominantes. Están formados por una casta de políticos profesionales, que frecuentemente utilizan los cargos que obtienen para el enriquecimiento personal y familiar a partir de todo tipo de prebendas y prácticas corruptas.

En el caso del radicalismo, su fragmentación tuvo que ver tanto con la crisis en que terminaron sus gobiernos como con la polarización social de su base electoral histórica, las clases medias. En lo que respecta al peronismo, es un aparato de poder basado en el trípode que constituyen los gobernadores del interior, los intendentes del Gran Buenos Aires y la burocracia sindical, apto tanto para garantizar la aplicación de las políticas neoliberales bajo Menem como para luego plantearse discursivamente su repudio, como si hubieran sido implementadas por otra fuerza política. Recordemos que el mismo Kirchner fue fervoroso impulsor de la privatización de YPF y que Cristina Fernández ambos con un patrimonio millonario- fue miembro destacada de la convención constituyente que dio la reelección a Menem. Ni hablemos de Scioli, ayer mimado por el riojano que lo inició en la vida política, y hoy hombre fiel del santacruceño.

Si a fines de los ’70 Portantiero afirmaba en la revista Controversia que históricamente al peronismo le sobraban sindicatos y le faltaba burguesía nacional (en el sentido que la fuerza social del movimiento obrero era mucho más fuerte que el de los capitalistas nativos, lo cual dificultaba la política de conciliación de clases), lo cierto es que después del menemismo, cuando el propio peronismo en el gobierno favoreció el aumento de la dominación del capital imperialista sobre la economía nacional, con gran parte de la burguesía local transformándose directamente en rentista fugando dólares a los paraísos fiscales, el intento K de reconstruir una burguesía nacional desde el Estado se ha mostrado una imposibilidad histórica. De las principales 500 grandes empresas que operan en el país, dos tercios están en poder del capital extranjero, el mismo porcentaje que a fines de los 90. Lo paradójico del caso es que los Kirchner, mientras han fortalecido a sectores de la burguesía local a través del llamado “capitalismo de amigos” (y favorecieron a las multinacionales mineras, petroleras y pesqueras y desde hace unos años también los negocios de los bancos), han terminado enfrentados con gran parte de la burguesía nacional “realmente existente”, de los capitalistas agrarios a Techint y al grupo Clarín.

La proscripción a la izquierda

Lejos de favorecer cualquier discusión real sobre los modelos de país el proyecto presentado por el Gobierno K es un corset que impide el debate político y programático real, ocultando más aún de lo que ocurre actualmente los reales intereses que expresan los distintos candidatos y forzando a todo el sistema político a girar detrás de los aparatos del PJ y la UCR.

La reforma incluye también con claridad la intención de proscribir al conjunto de la izquierda del sistema político legal, un ataque brutalmente antidemocrático. Los Kirchner y los que le han hecho de comparsa que afirmando que a la izquierda de la pareja presidencial “sólo está la pared” quieren imponer esto por ley. Aunque traten de minimizar la influencia de la izquierda, saben que en un período signado por la crisis capitalista internacional puede producirse un desarrollo cualitativo de la izquierda, algo que ya se viene expresando en el movimiento estudiantil y comienza a mostrarse también en el movimiento obrero. Ya tienen el antecedente de octubre del 2001 cuando las fuerzas de izquierda obtuvimos sumadas 1 millón de votos, en una elección donde el repudio a las fuerzas del régimen también se expresó en muchos de los votos en blanco e impugnados (en los que se combinaban repudios por izquierda y por derecha). A esto se suma que ahora el descontento por izquierda con el Gobierno puede ser capitalizado por quienes sostenemos una perspectiva clasista y revolucionaria y nos proponemos construir una fuerza de miles de militantes en el seno del movimiento obrero y estudiantil, y no por meros referentes mediáticos como fue en su momento Zamora.

El Gobierno está demostrando que a lo sumo está dispuesto a aceptar a fuerzas tipo Sabatella o Solanas pero quiere borrar todo lo que sea izquierda, término que a los Kirchner les causa alergia. No hay que olvidar que este Gobierno, que ha venido utilizando la bandera de los “derechos humanos” para tratar de legitimarse, ha atacado sistemáticamente a todo lo que lo cuestiona por izquierda (con Aníbal Fernández a la cabeza). Es el mismo Gobierno que recurrió recientemente a la demonización de los delegados de Kraft acusándolos de ultraizquierdistas y mandó la represión contra los trabajadores, y que se niega a dar legalidad gremial al nuevo Sindicato del Subte.

Pero que el Gobierno no se ilusione. Su proyecto proscriptivo no va a pasar sin resistencia. Y ninguna reglamentación va a evitar la crisis de las formaciones políticas de una clase en decadencia ni que los trabajadores emprendan el camino de lograr su independencia política y pongan en pie en el próximo período un fuerte partido revolucionario.


Nuestro partido, el PTS, al contrario de lo que ocurre con los corruptos y degradados aparatos políticos de la burguesía, tiene una militancia agrupada en base a sus convicciones de terminar con este sistema basado en la explotación del hombre por el hombre. Somos un partido cuya acción militante va mucho más allá de las instancias electorales, con importante inserción en el movimiento estudiantil (que está en la dirección de numerosos centros de estudiantes universitarios y secundarios a través de la Agrupación Universitaria “En Clave ROJA” y del Movimiento Juvenil Revolucionario “No Pasarán”) y en el movimiento obrero, siendo parte del impulso a la corriente político-sindical llamada por los dirigentes del Sindicato Ceramista neuquino, que reunió en su lanzamiento a 400 delegados miembros de comisiones internas y sindicatos combativos de todo el país, e impulsando listas antiburocráticas como la que acaba de ganar las elecciones a Comisión Interna en Kraft Terrabusi. Que publica un semanario y dos revistas teórico-políticas (Lucha de Clases y Estrategia Internacional). Que actualiza diariamente la página de internet (www.pts.org.ar) con información multimedia más visitada de la izquierda:
este año va a llegar a más 1 millón de visitas. Que tiene el único canal por internet impulsado por un partido político, TVPTS, y una red de 12 programas radiales. Un partido que impulsa el Instituto del Pensamiento Socialista “Karl Marx”, donde organizamos seminarios y debates con la participación de toda la intelectualidad de izquierda que hay en nuestro país y con visitantes de otros países. Que es parte del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH), presente en las luchas de los trabajadores y en los juicios y luchas para terminar con la impunidad de los represores de ayer y de hoy. Que impulsa la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas. Te llamamos a luchar con nosotros para tirar abajo la reforma política y fortalecer este proyecto y construir un gran partido revolucionario de la clase trabajadora.


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