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Internacional

63° ANIVERSARIO DE LA NAKBA

La cuestión nacional palestina vuelve con la primavera árabe

El nudo central de Medio Oriente, la cuestión nacional palestina, despertó con nuevos bríos tras los aires benéficos de la primavera árabe. Si durante el primer período en la movilización de los pueblos árabes estuvieron ausentes las demandas del pueblo palestino, la conmemoración del 63° aniversario de la Nakba movió a decenas de miles de jóvenes de Egipto a congregarse en la plaza Tahrir.

Miguel Raider

19 de mayo 2011

La cuestión nacional palestina vuelve con la primavera árabe

El nudo central de Medio Oriente, la cuestión nacional palestina, despertó con nuevos bríos tras los aires benéficos de la primavera árabe. Si durante el primer período en la movilización de los pueblos árabes estuvieron ausentes las demandas del pueblo palestino, la conmemoración del 63° aniversario de la Nakba movió a decenas de miles de jóvenes de Egipto a congregarse en la plaza Tahrir, los que se solidarizaron con la causa palestina denunciando la opresión nacional que ejerce el Estado de Israel, en tanto exigieron el cierre de su embajada y la ruptura de las relaciones diplomáticas. Sin embargo, el hecho más resaltante del nuevo aniversario de la Nakba, fecha que recuerda el inicio de la catástrofe nacional palestina a partir de la fundación del Estado de Israel en 1948, fue el catalizador de la movilización de las masas palestinas que sorprendió a propios y ajenos. Así, las masas egipcias y palestinas pusieron sobre el tapete del proceso revolucionario las demandas estructurales contra la opresión colonial del Estado de Israel, aliado incondicional del imperialismo norteamericano.

De forma sincrónica, miles de palestinos, predominantemente jóvenes, sortearon las líneas de la frontera israelí desde Siria, Libia y los territorios ocupados de Cisjordania y la Franja de Gaza, reclamando el derecho de retorno a sus tierras originarias, expropiadas compulsivamente por el Estado sionista. Una legítima demanda democrática que afecta a 7,1 millones de palestinos desperdigados en la diáspora, de los cuales 6,6 millones residen hacinados en campos de refugiados en Líbano, Siria, Jordania y otros países, desprovistos de derechos civiles y políticos y víctimas de la represión estatal, tal como ocurrió en la guerra civil de Líbano en 1982 cuando las falanges cristiano-maronitas produjeron la masacre de Sabra y Shatila con la colaboración de las tropas israelíes, así como en 1970 durante el llamado “Septiembre Negro” cuando el rey Husein de Jordania asesinó a miles de palestinos.

Desafiando una zona sembrada de minas terrestres, cientos de refugiados palestinos atravesaron las alambradas que separan Siria de los Altos del Golán, territorio anexado a la ocupación israelí desde la Guerra de los Seis Días en 1967. La emoción y las lágrimas sellaban el abrazo de los manifestantes procedentes a un lado y otro de la frontera. Desde Ras Maroun en el sur de Líbano, cientos que portaban banderas palestinas se abalanzaron sobre la frontera, enfrentando la balacera de soldados libaneses, de un lado, y de soldados israelíes, por el otro. Desacatando las instrucciones de Hamas, poco más de 1.000 residentes de Gaza se movilizaron hasta el puesto fronterizo de Erez, llegando hasta la llamada zona tapón. En Cisjordania, cientos se concentraron en el campo de refugiados de Kalandiya, donde se haya el principal puesto de control para entrar en manos de las tropas sionistas, las cuales fueron enfrentadas con piedras y bombas Molotov. En Jerusalén oriental, el asesinato de un joven de 16 años del barrio árabe de Silwan a manos de colonos sionistas, detonó un día de furia con piedras y quemas de banderas israelíes. Hasta los más parias, los llamados “árabes israelíes”, aquellos que conforman aproximadamente 1,5 millón de palestinos discriminados como ciudadanos de segunda categoría por el Estado judío, marcharon hacia el puerto de Jaffa y Nablús, desafiando la Ley Nakba, la legislación reaccionaria sancionada por la Kneset (parlamento) que penaliza con sanciones financieras y carcelarias a todo aquel que conmemore esa jornada de duelo “contraria a la naturaleza judía y democrática del Estado de Israel”.
El gobierno derechista de Benjamín Netanyahu respondió asesinando no menos de 20 manifestantes, dejando un tendal de cientos de heridos, mientras especulaba sobre una nueva Intifada a partir de la tendencia a la acción directa, en sintonía con el proceso revolucionario que atraviesa el mundo árabe. No sin cierta razón el diario israelí Haaretz señalaba que “la revolución árabe llegó a las puertas de Israel... el escenario catastrófico que Israel teme desde su creación se ha cumplido: que los refugiados marchen de sus campos a la frontera para intentar ejercer su derecho al retorno” (Israel pierde otro mito, el de la invulnerabilidad de sus fronteras. www.rebelion.org).

La Nakba sigue hoy

A 63 años de la Nakba, el Estado de Israel “festejó” implementando un simulacro de conquista sobre una aldea árabe con el batallón 202 de paracaidistas. Toda una definición política del sionismo. Con la Nakba, las bandas sionistas expulsaron de sus tierras casi 1 millón de campesinos palestinos, mientras arrasaron casi 400 aldeas árabes, de las que hasta borraron los nombres en los libros de historia. Mediante las campañas de la conquista del trabajo (kibush haavodá) y la conquista de la tierra (kibush haadamá), los colonos sionistas judaizaron el mercado y la propiedad de la tierra, sembrando el terror sobre los campesinos y comerciantes árabes así como sobre los asalariados judíos con los que mantenían relaciones fraternales. Mediante la sindicalización a la Histadrut (la central obrera sionista) de los trabajadores judíos, los sionistas alentaban la separación de los trabajadores árabes. Sin embargo, sólo apelando al terror de las bandas armadas lograron romper esos lazos de solidaridad que se mantenían en las fábricas y los lugares de trabajo. Así, sobre la base de la limpieza étnica del pueblo palestino fue edificado el Estado de Israel, apoyado sobre un Ejército de ocupación en guerra permanente contra los pueblos árabes, utilizando los mismos métodos que empleaban los nazis contra los judíos. Un Estado teocrático y racista que segrega a todo aquel que no profese la religión judía. Un Estado artificial creado como un enclave funcional a los intereses de las grandes potencias imperialistas.

La Nakba sigue hoy porque continúa la ocupación con la construcción de nuevas colonias y asentamientos, pues esa es la matriz inherente que gestó al Estado judío a instancias del imperialismo. Si en 1947, la ONU auspició la partición de Palestina otorgando escandalosamente casi el 50% de la tierra a los judíos, que formaban menos de un tercio del total de la población, hoy el Estado de Israel no cesa de expandirse ocupando casi el 80% de la Palestina histórica. Sólo la destrucción del Estado de Israel y la imposición de una Estado obrero y socialista apoyado sobre consejos de trabajadores y campesinos autoorganizados en toda la superficie de la Palestina histórica pueden resolver de forma íntegra y efectiva las legítimas demandas de autodeterminación nacional del pueblo palestino así como las justas aspiraciones de paz entre judíos y árabes. Los nuevos aires de la primavera árabe alientan la lucha por una perspectiva superadora, la lucha por una Federación de Repúblicas Socialistas de Medio Oriente que remueva los cimientos del capitalismo.

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