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A 90 años de la Revolución Rusa

EL OCASO DE LA “DEMOCRACIA” RUSA

La conferencia de estado de Moscú

El día 12 de agosto de 1917 en Moscú tendrá lugar la reunión de la Conferencia de Estado de la república rusa, antecedente de lo que luego se denominará Pre-parlamento. Fue convocada por Kerenski como parte de un montaje “público” que le permitiera representar su papel de “hombre fuerte” de la revolución.

9 de agosto 2007

El día 12 de agosto de 1917 en Moscú tendrá lugar la reunión de la Conferencia de Estado de la república rusa, antecedente de lo que luego se denominará Pre-parlamento. Fue convocada por Kerenski como parte de un montaje “público” que le permitiera representar su papel de “hombre fuerte” de la revolución. Las conferencias “privadas” de la burguesía y los nobles se habían sucedido en la capital y de ellas no habían salido palabras de aliento hacía el jefe del Estado. Eran conocidas las acusaciones de pusilánime y hasta se propagaba la opinión de los generales que tildaban a Kerenski de “afeminado”. Para la burguesía, el poder de Kerenski estaba demasiado vinculado a la presión y existencia de los soviets, y ésta exigía cortar todo lazo con las instituciones de las masas.

La Conferencia de Estado se convertirá en un enorme teatro donde la representación de las clases, la nobleza y la burguesía, por un lado, y los socialistas conciliadores en representación de los soviets por el otro, aparecerán bajo formas “espectrales”. Eran las representaciones fantasmales de las clases en pugna. Las clases mismas a la que representaban o se encontraban en franca bancarrota, como la burguesía, o en el caso de los jefes socialistas conciliadores, las masas revolucionarias estaban dejando en el aire sus intenciones de “unidad” y “conciliación” con la burguesía. La crisis gubernamental y el antagonismo de clase teñirán el tumultuoso desarrollo de la plenaria.

La Conferencia reunía representantes de todas las “fuerzas vivas” de la revolución. Las proporciones en que estas “fuerzas vivas” estuvieron presentes en la sala fueron fijadas enteramente desde arriba: el grupo más grande de delegados (488) fue dado a los diputados de las cuatro Dumas zaristas 1, es decir a todo el personal del partido Liberal y octubrista del antiguo régimen, contrarios a la revolución. Los Soviets y otras organizaciones tuvieron sólo 129 delegados. Los zemstvos2 tuvieron 118, los representantes industriales, financieros y comerciales 150 delegados, el ejército y la flota 177, el clero 24, las organizaciones científicas 99, los campesinos 100, las cooperativas 313 y los sindicatos 176 delegados.

En esta enorme Conferencia la representación se encontraba inclinada claramente hacia la derecha. Su desarrolló estuvo plagado de discursos interrumpidos, cánticos, silbidos y aplausos, en una sala dividida a derecha e izquierda, cada uno representando el papel correspondiente. La burguesía se ubico a la derecha del gran salón del Teatro Bolshoi, la izquierda en el ala izquierda. Los bolcheviques habían sido excluidos del Comité Ejecutivo Central de los soviets, por lo cual no tuvieron representación en la Conferencia. Conjurados por los fantasmas de salón eran los únicos representantes políticos que comenzaban a atraer las esperanzas de las grandes masas para resolver su situación, sin dilación y engaños.

La huelga general

El lugar de la Conferencia fue propuesto en Moscú pensando que en esa ciudad podía desarrollarse la plenaria en un ambiente de calma y tranquilidad, lejos del convulsionado Petrogrado. Los delegados tuvieron que constatar que allí tampoco el clima social que enfrentaba el gobierno era “normal”. La Conferencia de Estado dejó en evidencia las contradicciones que atravesaban a la coalición y lejos del escenario que Kerensky pretendía representar, el Jefe de Estado terminó comprobando que ya no poseía poder real alguno. El bonapartismo ruso mostraba su debilidad. A diferencia del segundo Napoleón Bonaparte quien se había coronado dictador sobre la Constitución de la II República francesa, el Napoleón ruso no podía cumplir el papel del “sobrino del tío” como lo llamó Marx en El 18 brumario de Luis Bonaparte. Esto era así simplemente porque la burguesía rusa no había podido derrotar en las jornadas de julio definitivamente a la vanguardia obrera de Petrogrado. El partido republicano francés había sido lo suficientemente fuerte para aplastar al proletariado en los combates de junio de 1848. Desprestigiado frente a las masas, el partido de la burguesía, no pudo sostenerse en el poder, de aquí que la burguesía recurrió a un aventurero: Luis Napoleón III. Pero esto no había sucedido en Rusia, las masas no habían sido derrotadas, sólo habían salido de escena momentáneamente. Frente a esta realidad se imponía para la burguesía la necesidad de asignar una dictadura que las derrote en las calles. ¿Pero quién podría llevarla adelante? ¿Quién podía hacer efectiva la pena de muerte en el ejército? ¿Quién podía comandar un régimen policial que ahogue todos los poros de las libertades democráticas conquistadas por las masas? El elegido no era el casi-socialista Kerensky, sino el general Kornilov.

Las fuerzas reales de la política se mostraron, no en el teatro de la Conferencia, sino en las calles. El arribo de Kornilov había “opacado” el humor de Kerenski. Kornilov fue recibido por un contingente de señoras pudientes que le arrojaron flores en el trayecto. Aparte éste se movilizaba con su propia escolta militar. Si por un lado Kornilov aparecía como aquel sujeto que comenzaba a expresar “las esperanzas” de la burguesía de imponer una dictadura basada en el ejército para aplastar a las masas, por el otro, los obreros y campesinos se encontraban en un nuevo momento de ascenso y eran el “otro” sector que aparecía disputando la dirección de la revolución. El día en que se inició la Conferencia los sindicatos, con la influencia de los bolcheviques, llamaron a una huelga general que paralizó toda la ciudad. Así “a pesar de la oposición de la mayoría conciliadora del soviet local, más de cuatrocientos mil trabajadores tomaron parte de ella. La ciudad estaba completamente inmovilizada. No funcionaba ni transporte ni restaurantes. Faltaba la luz”3. Tan fuerte era el movimiento que los delegados tuvieron que servirse sus bebidas y almorzar por sus propios medios. Si a los bolcheviques se los excluyó del salón, su presencia tiñó el ambiente en que la Conferencia realizó sus trabajos parlamentarios.

La burguesía y la guerra civil

La Conferencia fue una manifestación del callejón en el cual se encontraba el gobierno provisional. Trotsky en su historia de la revolución rusa dedica un capítulo entero en describir y reconstruir cada una de las intervenciones que se desarrollaron en el salón. La burguesía se sentía lo suficientemente fuerte como para manifestar abiertamente su apoyo al golpe dictatorial. La intervención de Kornilov fue significativa. Ocultó las medidas de excepción que había propuesto a Kerenski, entre las que se encontraba la ocupación e imposición de la ley marcial en Petrogrado, la disolución de los comités del ejército y los soviets, la restitución de la pena de muerte en el frente, la prohibición de toda asamblea o manifestación entre otras. Amenazante el general, trazó un panorama más que negro de la situación del ejército y la guerra. Riga, la ciudad letona cercana a la capital petersburguesa, estaba a punto de caer en manos alemanas. El general no garantizaba poder defender ni siquiera Petrogrado si no se aceptaban sus propuestas.

Ante esta amenaza de la contrarrevolución, tocó a los socialistas revolucionarios y mencheviques el triste papel de defender al gobierno de unidad con esa misma burguesía. Frente al grito de guerra de aplastar a los soviets, los representantes de esos mismos soviets no tenían más que suplicar ante la burguesía que hasta ese momento ellos la habían salvado de la creciente impaciencia popular. Pero el programa de la burguesía en la Conferencia era otro. Dice Trotsky acerca de la intervención del ministro menchevique: “en nombre de la democracia conciliadora, Tseretelli defendió a los soviets y a los comités del ejército en la forma que se defiende sin honor una causa perdida de antemano. (…) Después de la revolución ‘ las masas populares en el fondo, no tienen confianza en nadie más que en sí mismas’ : sólo los esfuerzos de los soviets conciliadores dieron a las clases poseedoras la posibilidad de mantenerse en la superficie, aunque no fuera más que en los primeros momentos y sin el confort habitual. Tseretelli señalaba como un mérito particular de los soviets el ‘haber cedido al gobierno de coalición todas las funciones estatales’; ¿acaso este sacrificio ‘fue arrebatado a la democracia por la fuerza’? El orador parecía el comandante de una fortaleza que se vanagloriase públicamente de haber entregado sin combate la posición que se le había entregado…y en los días de julio ‘quién hizo una muralla de su pecho, defendiendo al país de la anarquía’?. De la derecha (del salón) surgió una voz ‘¡Los cosacos y los junkers!’. Estas palabras estallaron como un latigazo en el torrente democrático de lugares comunes. El ala burguesa de la Conferencia comprendía perfectamente los servicios que le había prestado los conciliadores para salvarla. Pero la gratitud no es un sentimiento político. La burguesía se apresuraba a sacar conclusiones de los servicios que le había prestado la democracia: terminaba el capítulo de los social-revolucionarios y los mencheviques y comenzaba el capitulo de cosacos y junkers”4 .

La insurrección campesina

La Conferencia atravesada por las contradicciones del régimen del “doble poder” instituido en febrero manifestaba la crisis en que se encontraba la salida contemporizadora con la burguesía propuesta por los conciliadores y Kerenski. La burguesía no se movía según sus “simpatías”, ideales o principios generales sino por el interés de clase de preservar el régimen social y las relaciones de propiedad contra las masas. El odio contra las masas campesinas que comenzaban a amenazar directamente a la gran propiedad rural se manifestó a lo largo de toda la Conferencia mediante injurias públicas al ministro de Agricultura, el social-revolucionario Chernov. Éste había tímidamente prohibido la compra y venta de tierras para evitar la masiva transferencia que estaba realizando la nobleza, parcelando y vendiendo a testaferros su propiedad,para evitar perderla en futuras expropiaciones sobre las grandes haciendas. La subordinación de Chernov a semejantes insultos ponía al descubierto por un lado su impotencia, por otro el hecho de que los social-revolucionarios estaban perdiendo el control y su influencia sobre los campesinos de las aldeas.
Los campesinos pacientemente habían votado por los social-revolucionarios, el partido histórico de la reforma agraria. Una vez en el poder el partido había expresado a los campesinos que debían aguardar a la convocatoria de la Asamblea Constituyente para allí votar la legalización del reparto de la tierra. Por orden del gobierno provisional se habían creado comités agrarios cuyo fin era “debatir” una propuesta de ley agraria. Pero la Asamblea Constituyente no llegaba y los comités agrarios pasaron del debate a la acción.

La situación en el campo se volvió incontrolable para el gobierno y los terratenientes. Se estaba produciendo una verdadera conmoción del mundo rural. En agosto las insurrecciones campesinas se extendieron por todo el territorio ruso. Los comités creados para discutir la ley en la Constituyente empezaron a nutrirse de campesinos pobres, ex soldados desertores y heridos de guerra que regresaban a las aldeas. Los comités agrarios comenzaron a encarar acciones de expropiación y confiscación de las tierras. Además estos comités comenzaron a tomar en sus manos funciones estatales como la defensa, creando milicias electas que reemplazaron a la antigua policía. Un funcionario del gobierno relata en un informe: “las comunidades campesinas de las aldeas pasan la mitad de su tiempo de trabajo en asambleas, en el que deciden el destino del pomiéshchiki (propietarios)”5.

La rebelión campesina adquirió tal magnitud que el gobierno debió enviar expediciones militares a sofocarlas. La actitud represiva del gobierno provisional frente a la acción espontánea de los campesinos dividió a los socialistas revolucionarios en dos alas, una minoritaria favorable a mantener la alianza con el partido liberal burgués y una mayoritaria, encabezada por reconocidos dirigentes que negaron mantener su colaboración con el gobierno de coalición (los SR de izquierda). A la acción “anárquica” de los soldados en el frente y la rebeldía de los obreros en las ciudades se sumaba ahora la guerra campesina contra los propietarios, la revolución avanzaba impacientando a la burguesía. Chernov en la Conferencia recibió los insultos y calló.

Los espectros de la revolución

La Conferencia de Estado mostraba el fracaso de la política de conciliación entre las clases que habían representado los social-revolucionarios y mencheviques. Si en julio las masas habían actuado antes de tiempo iniciando el movimiento insurreccional contra el gobierno provisional cuando los campesinos aún confiaban en los conciliadores, ahora la burguesía se arrojaba antes de tiempo al golpe institucional ante la sensación certera de que seguir permitiendo el avance la “anarquía” podía resultar fatal. Esta impaciencia era preanunciada en las intervenciones de los jefes liberales como Miliukov y mediante el discurso temerario del general Kornilov. Pero en esos momentos las masas volvían a la escena de la revolución mediante nuevos acciones espontáneas: lo nuevo era la rebelión agraria. Entre estas dos fuerzas en pugna, el papel mediador de Kerenski entre la burguesía y la democracia quedó eclipsado. Por un lado la oposición de la burguesía al gobierno provisional se acentuaba, por otro las masas de obreros y campesinos se distanciaban del gobierno ante la impaciencia por conquistar la paz y la tierra.

La Conferencia con su corte de representantes fantasmales daba cuenta del momento de escisión entre las masas y sus antiguos dirigentes políticos, especialmente los social-revolucionarios. Las masas populares comenzaban a actuar y a renovar a sus representantes, dejando de lado a los sectores moderados y votando a los más radicalizados, entre ellos y los más importantes, los bolcheviques. Así “en aquella asamblea en que la izquierda estaba decepcionada y desmoralizada y la derecha irritada, los ecos de las jornadas de marzo resonaban como las cartas de novios leídas en un proceso de divorcio. Los políticos sumidos en el reino de los espectros, salvaban con procedimientos espectrales un régimen espectral. Un frío mortal de desesperanza reinaba en esa “asamblea de fuerzas vivas”, en esa reunión de condenados a muerte”6. El gobierno de Kerenski a partir de ese momento no será más que el artífice y la fachada de la conspiración contrarrevolucionaria, los días del gobierno provisional de coalición estaban contados como veremos en nuestra próxima entrega.

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