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Con el "modelo argentino" de Kirchner

La clase empresaria va al paraíso

8 de marzo 2007

En su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, Kirchner se vanaglorió leyendo numerosos datos referidos al fuerte crecimiento económico que tuvo nuestro país en los últimos años. Efectivamente, luego del "crack" sufrido en diciembre de 2001, la economía nacional se vio favorecida por un ciclo de crecimiento de los precios de las materias primas en el mercado mundial, entre ellas los productos agrícolas que componen el grueso de las exportaciones nativas. Venimos de cuatro años de aumento del PBI al 9% anual, superando en un 15% los niveles de 1998. Las reservas del Banco Central llegan a 35 mil millones de dólares, a pesar de los 10 mil millones de dólares pagados al FMI a comienzos de 2006, manteniéndose a su vez superávit en las balanzas fiscal y comercial. Sin embargo, mientras para los trabajadores y los sectores populares la mejoría alcanzada en estos años sitúa todos los índices en niveles inferiores a los previos al comienzo de la recesión (el salario promedio, por ejemplo, sigue estando, según distintas mediciones, entre un 10 y un 23% por debajo del de 1998), las ganancias capitalistas están por las nubes, beneficiadas por las condiciones creadas por una devaluación que se descargó sobre los hombros de los trabajadores. Gracias a ella los empresarios se favorecieron con el doble efecto de la caída de los salarios y de la protección y mayor competitividad que significa la nueva paridad con el dólar para los productos argentinos. Aunque las ganancias extraordinarias se concentraron principalmente en los grandes exportadores, todas las fracciones capitalistas han ganado con el llamado "modelo de dólar alto y salarios bajos".

Paraíso, purgatorio, infierno
Si uno analiza el discurso gubernamental puede notar cómo está dirigido a limitar las aspiraciones de las masas, a transformar en sentido común que los capitalistas obtengan ganancias millonarias mientras los trabajadores sólo reciben migajas. A naturalizar que, parafraseando una de las metáforas recurrentes de los discursos de Kirchner, los capitalistas estén en el "paraíso" mientras los trabajadores siguen en el "infierno" o a duras penas han llegado al "purgatorio". Era un tanto obsceno ver durante el discurso presidencial aplaudir como un logro que los jubilados y pensionados reciban un mínimo que apenas cubre la canasta de indigencia o que se celebre que "sólo" exista un 43% de trabajo "en negro". O que tengamos "nada más" que entre un 30 y un 40% de pobres, cuando la última vez que la desocupación tuvo un índice comparable al actual del 10%, en 1993, ese porcentaje era de la mitad. Por no hablar de uno de los problemas más acuciantes que sufre la población trabajadora, el de la vivienda, donde se expresan con agudeza los contrastes de la situación actual: mientras la construcción viene creciendo a tasas de un 15% anual, sólo en la Ciudad de Buenos Aires el déficit habitacional abarca un universo de unas 500.000 personas, un 20% de la población total. A pesar de los anuncios rimbombantes, aquí se construyen solamente 700 viviendas populares por año… Bien lejos, no ya de lo que sería una política socialista en este terreno, que tendría la resolución integral de esta cuestión entre sus principales prioridades mediante un plan de construcción acelerada de viviendas populares y la expropiación de los inmuebles de los grandes propietarios urbanos, sino aún de lo hecho por el primer peronismo, donde gran parte de la población trabajadora vio realizada la posibilidad de contar con una vivienda propia.

De eso no se habla
El discurso de Kirchner en el Congreso fue pronunciado apenas dos días después del "martes negro" en el que las bolsas mundiales, entre ellas la Argentina, se desplomaron acompañando la caída de la bolsa de Shangai, no sólo por el anuncio de medidas del gobierno chino para limitar los negocios especulativos sino especialmente por las perspectivas de que se desate en los próximos meses una desaceleración o incluso una recesión de la economía estadounidense, cuyo consumo fue el motor del crecimiento de la economía mundial en los últimos cuatro años. Sin embargo, en casi dos horas y media de intervención, el presidente ni hizo mención a esta situación, como si un parate en la economía mundial en nada afectase la situación argentina. Pero lo cierto es que un freno de la economía china –que recibe el 80% de los porotos de soja exportados por nuestro país– y/o una caída sustantiva en los precios de las materias primas golpearía indefectiblemente sobre la economía local. La situación de unidad burguesa respecto al esquema económico se resquebrajaría, ganando fuerza conflictos que hoy permanecen amortiguados. Para los trabajadores, esta perspectiva de crisis debe ser un claro llamado de atención. Ya conocemos por propia experiencia que los costos de las crisis son siempre pagados por los bolsillos populares mientras el Estado utiliza todos sus recursos para salvaguardar los intereses capitalistas: en la crisis de 2002, mientras los salarios se desplomaron y los ahorros de las clases medias fueron confiscados, los mismos bancos que alentaron la fuga de capitales fueron "compensados" con 37 mil millones de dólares por la devaluación…
Aunque hoy la mayoría de la clase trabajadora mantenga ilusiones en la política presidencial, del mismo modo que las había en las promesas menemistas de que íbamos camino "al primer mundo", existe una enorme experiencia de lucha y organización acumulada desde el Santiagazo a esta parte que es un punto de apoyo para enfrentar los ataques de las clases dominantes. Existe también una recomposición social y, aunque en menor medida, subjetiva de la clase trabajadora que posiblemente la muestren, como fue tradicional en la historia nacional, en un papel protagónico frente a nuevas acciones de masas de envergadura. Pero no se trata de esperar pasivamente tales acontecimientos. Ya la contención por parte de la clase dominante de la crisis de diciembre de 2001 mostró los límites del espontaneísmo. Se trata de ir preparando hoy mismo, desenmascarando el real carácter de los gobiernos "progresistas" y alentando todo paso de la clase obrera hacia su independencia de clase, la herramienta que permita a los trabajadores llegar a la victoria, un verdadero partido revolucionario de la clase trabajadora. A ello dedicamos todas nuestras energías desde el PTS.
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¿Modelo argentino?

Kirchner dijo también que está en marcha un nuevo "modelo argentino basado en la industria". Pero lo cierto es que en la economía nacional los recursos estratégicos de la economía siguen en manos del capital imperialista: de las 500 principales empresas no financieras, 337 responden al capital transnacional. Incluso empresas emblemáticas controladas por grupos económicos locales pasaron recientemente al dominio del capital extranjero (como ocurrió con Loma Negra, Quilmes o Grafa), en particular de "translatinas" brasileñas. La producción automotriz, uno de los motores de la recuperación industrial, está completamente en manos del capital extranjero. El petróleo y el gas, a su vez, siguen en manos de Repsol y otros monopolios imperialistas, mientras los consorcios que operan en la minería no cesan de aumentar sus ganancias basados en una ley oprobiosa que da rienda suelta al saqueo más brutal de recursos no renovables.
A su vez, aunque la devaluación ha favorecido la recuperación de la actividad industrial, hoy un 15% superior a la de 1997, el motor de la economía sigue estando en las ventajas derivadas de la renta diferencial agraria con que cuenta la Argentina. De los diez principales rubros que componen las exportaciones argentinas, sólo dos, los automotores y los tubos de acero, no tiene que ver con productos del campo o con los combustibles. En la división mundial del trabajo producimos centralmente alimentos para engordar los animales chinos. Esto no quita que en el actual esquema económico, donde la suba de los precios internacionales ha provocado un gran aumento de la renta agraria, una porción de esa renta sea utilizada para subsidiar mediante distintos mecanismos (exenciones impositivas, subsidios directos, congelamiento de tarifas en servicios y transporte que abaratan el costo de reproducción de la fuerza de trabajo, etc.) a los capitalistas ligados a otras áreas de la economía, entre ellos los vinculados a la producción industrial en primer lugar a aquellos que conforman la cúpula industrial. Tampoco puede negarse que en los últimos años se desarrolló en distintas ramas industriales, amparado en los bajos salarios y en la protección del tipo de cambio, un sector de burguesía no monopolista que es base social de la actual política económica. Ni fundamentalmente "argentino" ni "industrial", el ciclo de crecimiento actual no ha modificado lo central de la extranjerización y reprimarización de la economía generadas en la década pasada. Sólo la clase trabajadora en el poder, concentrando y centralizando en su poder los principales medios de producción, renacionalizando bajo control de los trabajadores el petróleo y todas las empresas privatizadas, expropiando a la gran burguesía y a los terratenientes, podrá liderar una vasta alianza obrera y popular, y terminar con la situación de atraso y dependencia a la que nos condena la dominación del capital imperialista y de sus socios menores de la burguesía nacional.

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