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Editorial

LA CANDIDATURA DE CRISTINA KIRCHNER

La auspician Techint y los EE.UU.

En los días previos al acto de lanzamiento en La Plata, se vio quienes son los verdaderos sponsor de la candidata oficial. “El presidente de Techint Paolo Rocca disfrutó de un trato preferencial en la ceremonia de asunción del nuevo ministro de Economía. Fue uno de los pocos que no debió esperar para ingresar a la Casa Rosada... Una vez adentro, mantuvo una amigable conversación con la senadora Cristina Fernández...” (El Cronista Comercial, 18 de julio). Al día siguiente, los Kirchner participaron en el acto oficial de aniversario del atentado a la AMIA (el mismo día que se cumplían 10 meses de impunidad por la desaparición de Julio López) y dijeron “compartir todo” lo dicho por los altos jerarcas de la comunidad judía que pidieron la ruptura de relaciones de Argentina con Irán, de acuerdo a los intereses de la Embajada de EE.UU. y el Estado de Israel que masacra al pueblo palestino. En medio de la crisis que terminó en la caída de la ministra Miceli y otros escándalos de corrupción, y mientras el pueblo es el que más sufre la crisis energética, la candidatura de Cristina es auspiciada por los grandes empresarios y los yanquis.

Manolo Romano

19 de julio 2007

Crisis en la transición y postales del segundo mandato

La inminencia del acto en La Plata para el lanzamiento de Cristina Kirchner a la presidencia y el pedido de indagatoria de la justicia a la ministra Felisa Miceli, apuraron su renuncia. Paradojas del “capitalismo nacional”: el mismo Paolo Rocca, jefe del Grupo Techint implicado en el caso Skanska-De Vido, fue la figura estelar de la asunción de un hombre de la UIA, Miguel Peirano, en el Ministerio de Economía al que presentó como “un gran trabajador”. El nuevo ministro recibió el caluroso apoyo de más de 300 empresarios, así como de los jefes sindicales de la UOM, Antonio Caló, y Hugo Moyano de la CGT.

Si la gestión actual de Kirchner fue llamada “de transición” después del 2001 (en realidad del desvío de aquellas jornadas de masas y recomposición de la autoridad estatal), el mandato de Cristina tiene pretensiones de ser el de la “institucionalización”. Es decir, el intento de reconstrucción de un nuevo sistema de partidos de la clase dominante y la consolidación de un régimen más estable, del tipo “social-liberal” de Bachelet en Chile como el que añoran todos los intelectuales de la burguesía, más “previsible” para los intereses de Washington en la región y despojado de los tintes “populistas” (relación con Chávez y líderes “piqueteros” en puestos de gobierno) que le critican a Kirchner. Pero, más allá de las intenciones, en los últimos meses se han puesto al descubierto los problemas de la propia transición. A pesar del fuerte crecimiento económico, la crisis en la gestión capitalista de los recursos energéticos amenaza poner límites al auge productivo y se han desatado una seguidilla de escándalos de corrupción que desenmascara que los funcionarios del gobierno de Kirchner actúan, como todos los que lo antecedieron, mediante el sistema de coimas y sobresueldos. El de Miceli fue el primer escándalo de corrupción que deriva en la caída de un ministro de Kirchner, pero siguen crisis abiertas, tanto si se profundiza la investigación sobre la “ruta del dinero” de la ex -ministra, como la denuncia que pesa sobre la secretaria de Medio Ambiente Picolotti que había sido cooptada para contener la protesta de Gualeguaychú, o el destino de la intervención en el INDEC, que pueden derivar en nuevos reemplazos de funcionarios y un mayor desgaste del elenco gubernamental. No puede descartarse que la dinámica de estas crisis afecte a tal punto la popularidad de la candidata que ponga en peligro la propia reelección de los Kirchner, que hasta hoy parece asegurada, y abrir un escenario de segunda vuelta en las presidenciales de octubre.

De la necesidad, virtud

Lo cierto es que, sobre la base de esta crisis, el gobierno trata de transformar la necesidad en virtud. El efusivo festejo de los empresarios de la UIA ante la asunción del nuevo ministro de economía muestra que, más allá de la continuidad o no de Peirano en un futuro gabinete de Cristina, en la transición Kirchner apuesta a profundizar el “pacto social” con los empresarios y la cúpula de los sindicatos para mantener el dólar alto y los bajos salarios que es la base del “nuevo modelo”. Incluso, según el nuevo ministro, el “control de la inflación” se hará de manera “institucional” (lo que parece una “corrección” de la actual cruzada del criticado secretario de Comercio Guillermo Moreno acusado por el establishment de “patotero”) y quizás le den algún tipo de permanencia al Consejo del Salario. Una jugada para apuntalar al gobierno en los meses que restan hacia las elecciones tratando de despejar el terreno para el triunfo de la candidata oficial.

Miguel Peirano fue por 10 años economista de la UIA (incluido los días finales de De la Rúa cuando la corporación empresaria encabezada por Techint ya propugnaba junto a Duhalde la salida devaluacionista) y llevado al ministerio por Lavagna. Comienza su gestión para capear la crisis energética con un nuevo festival de subsidios del gobierno a las petroleras (ver artículo) y más concesiones a Techint en las obras de infraestructura para nuevos gasoductos, lo que cerró la disputa abierta entre el holding y el gobierno por el caso Skanska. El pacto que salvó a De Vido (y limitó el desfile por los tribunales a funcionarios de segunda línea como Madaro y Ulloa), parece haber hundido a Miceli. Con la nueva designación intentan renovar el apoyo político de los empresarios que, aún haciendo fabulosas ganancias, habían presentado semanas atrás un pliego de reclamos de “políticas activas” al gobierno; más subsidios estatales y créditos, incluso el proyecto de creación de un Banco de Desarrollo tomando como modelo el BNDES de Brasil. De paso, Kirchner busca sacarle base en el empresariado a la candidatura de Lavagna, recientemente apoyada públicamente por Duhalde, que se postulan como más “orgánicos” de “los sectores productivos” que la pléyade de comisionistas que compone el personal político del actual gobierno.

Al mismo tiempo, otro anuncio del carácter del próximo gobierno estuvo plasmado en la presencia de los Kirchner en el acto encabezado por los altos jefes de la comunidad judía con motivo del 13 aniversario del atentado a la AMIA. El presidente dijo “compartir” todo lo dicho durante el acto donde el titular de AMIA, Luís Grynwald, pidió que se rompan las relaciones con Irán. Una muestra más de los compromisos que la candidata oficialista asumió con el Congreso Judío Mundial, cuando la pareja presidencial estuvo en Wall Street, de un claro alineamiento con la campaña imperialista de Bush, la Embajada norteamericana y el genocida Estado de Israel que masacra al pueblo Palestino y con el que verdaderamente debería romper relaciones diplomáticas todo gobierno que se llame “progresista”. Por el contrario se anuncia que Jorge Taiana, actual ministro de relaciones exteriores, y todo el equipo de gestores de esta política internacional tendrían continuidad en el gabinete de Cristina Kirchner.

Borocotós de centroizquierda

Este contenido, en esencia derechista, del segundo mandato de los Kirchner viene decorado con la incorporación al oficialismo de figuras provenientes de la centroizquierda y gestos “republicanos” que buscan reganar peso del gobierno en los sectores de clase media que vienen girando hacia distintas variantes de la oposición. Este es el objetivo de la incorporación del “socialista” Jorge Rivas como vice jefe de gabinete de Alberto Fernández y las promesas de “reformas institucionales” (reforma judicial y del régimen electoral, por ejemplo) que son parte de la campaña de Cristina Kirchner. Así mismo, la presencia de la candidata en la OIT parecería darle chances al eterno pedido de la CTA de personería jurídica (al que se opone la CGT) tratando así de abrir el juego y “desperonizar” las relaciones con la cúpula de los sindicatos. Más en general, el plan de gobierno de constituir una “nueva fuerza política” de centroizquierda, anuncia choques con los sectores del viejo peronismo. No sólo con los impresentables derechistas que se reunieron en San Luis como Menem y Puerta junto a Sobisch y Patti, sino fundamentalmente del duhaldismo. Según el ultraoficialista Horacio Vertbisky, “Mientras Duhalde buscará recuperar el control de los restos de su aparato y utilizarlo para embestir contra ella, cuando deje la presidencia Kirchner intentará organizar una nueva estructura partidaria capaz de sostener a largo plazo el proyecto que con los apuros de la emergencia comenzó a poner en práctica el 25 de mayo de 2003”.

Dos mundos

Como sea, ambos “proyectos” no tienen en cuenta ni eventuales crisis económicas ni la posibilidad de respuesta de nuevas acciones de masas, en especial de los trabajadores. Pero paralelamente a los reacomodamientos en la superestructura política que son noticia diaria en los medios, por abajo se viene produciendo una clara recuperación de los trabajadores, que no tiene expresión política ni una voz unificada en la escena nacional pero que constituyen todo un “mundo obrero”. Por ejemplo, recientemente Kirchner y el nuevo ministro de Economía recibieron en la Casa Rosada a los gerentes de la multinacional japonesa Honda que prometieron “una inversión de 100 millones de dólares” en nueva planta automotriz que funcionará a partir del 2009 en la zona de Zárate. Pero es justamente allí, donde hoy una nueva generación de jóvenes obreros químicos de 26 empresas que producen fertilizantes, como Monsanto y otras, vienen protagonizando una dura huelga que les ha costado detenidos y represión policial (ver página 11). Este “mundo obrero” se desarrolla no sólo por las expresiones de insatisfacción de los trabajadores que reclaman recuperar el salario perdido con la devaluación y conquistar mejoras en las condiciones laborales liquidadas en los ’90, obligando a planes de lucha a algunos sectores de la misma burocracia sindical. También mediante el inicio de recuperación de organizaciones para la lucha, como nuevas comisiones internas y elección de delegados apoyados en las decisiones de asambleas, como venimos mostrando, número a número, en La Verdad Obrera.

Estos desarrollos tienen un tiempo distinto que los movimientos de los de arriba, pero una nueva crisis económica podría ponerlos en consonancia. El PTS apuesta a que estas expresiones que alteran las condiciones “normales” de explotación del capitalismo sólo a nivel de la producción en las empresas, se desarrollen y extiendan conquistando fracciones antiburocráticas al interior de los sindicatos y se transformen en organización política con peso decisivo en la relación de fuerzas nacional. Por ello nuestra campaña para poner en pie, empezando por agrupar todas las nuevas organizaciones combativas y con el impulso de la izquierda clasista y socialista, un gran partido de la clase trabajadora que prepare una salida favorable a todos las clases explotadas en la próxima crisis nacional.

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