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La Semana Santa de Cristina

La crisis abierta en esta Semana Santa es la primera manifestación política nacional del cambio de ciclo en la economía mundial que hasta ahora favoreció el consenso social con los Kirchner. Se critica la evidente torpeza política de Cristina de unificar “al campo” con un ataque fiscal de conjunto, sin discriminar oligarcas de pequeños productores. Pero fue un “error” alentado por la necesidad.

Manolo Romano

27 de marzo 2008

La crisis abierta en esta Semana Santa es la primera manifestación política nacional del cambio de ciclo en la economía mundial que hasta ahora favoreció el consenso social con los Kirchner. Se critica la evidente torpeza política de Cristina de unificar “al campo” con un ataque fiscal de conjunto, sin discriminar oligarcas de pequeños productores. Pero fue un “error” alentado por la necesidad. Para prevenirse ante la crisis internacional en ciernes, cubrirse con mayor superávit fiscal y sostener el dólar alto contra la tendencia a la depreciación de la moneda norteamericana en todo el mundo; el gobierno necesitó aumentar la presión fiscal y llevó a una violenta puja por la renta con la burguesía y clase media agraria.

División de los de arriba

El principal dato es que el desafío de la Sociedad Rural que hegemoniza e impone su programa a la protesta, significa la primera división de relevancia en la cúpula de la clase dominante en lo que va del ciclo de crecimiento económico. Sobre este hecho se monta la maniobra discursiva del oficialismo de pretender que estamos ante un paro “golpista” contra un modelo “progresista”, que reactualiza el “conflicto histórico” entre el peronismo con la oligarquía, algo que esgrimen tanto las editoriales de Página/12 como Luis D’Elía en sus incursiones nocturnas en Plaza de Mayo. No sólo estamos lejos del ‘estatuto del peón’ del primer peronismo y, por el contrario, para los trabajadores rurales rige bajo los Kirchner la ley laboral esclavista redactada por Martínez de Hoz (ver contratapa). Tampoco estamos en presencia de enfrentamientos del tipo de los que se produjeron en Venezuela, donde la embajada norteamericana y la reacción “escuálida” (gorila) conspiraba con lock out petroleros e intentonas militares contra medidas de seudo-nacionalizaciones o reformas en la propiedad agraria.

La alta burguesía del campo, que ya ejercía una oposición “cultural” a los Kirchner claramente alineados con el “partido de los industriales” (grandes beneficiados vía subsidios estatales con la “distribución” kirchnerista de la renta agraria) quiere conservar la rentabilidad conquistada. El rechazo de las clases del campo a las retenciones, es un intento de prepararse para la próxima crisis que, no se descarta, puede llegar hasta la caída generalizada de los precios de las materias primas a nivel internacional o, como mínimo, licuar parte de las ganancias por la creciente inflación. A su vez, los cortes de ruta tuvieron como grandes protagonistas a los pequeños chacareros que no pueden soportar retenciones de más del 40% sobre su producción. Lo que hoy aparece como el “partido del campo” es una alianza inestable entre diferentes sectores de clases emblocados defensivamente por el “no a las retenciones”, pero que tenderán a dividirse. No hay en presencia todavía programas claros como fueron los devaluadores versus dolarizadores ante el agotamiento del régimen de la convertibilidad. Por ello, aunque la crisis abierta deja claramente debilitado al gobierno, no es claro que pueda ser capitalizada por la oposición de Macri o Carrió que esgrimen “la defensa del campo” en su conjunto.

El PJ de los Kirchner y las clases medias rurales y del interior

En segundo lugar, la protesta agraria muestra un giro político de importancia de las clases medias rurales, un sector que votó mayoritariamente por Cristina y hoy emerge como un actor nacional de oposición con peso de masas en los pueblos del interior que prosperaron con el dólar alto, la suba de los precios internacionales de los granos y en general la rentabilidad agraria de los últimos años. Incluso si se sumaran a los de Cristina los votos de Lavagna, que el oficialismo atrajo para el rearmado del peronismo, el apoyo electoral en ciudades que hoy protagonizan cortes de rutas y movilizaciones como Pergamino, Junin, Chacabuco o en el sur de Córdoba, llegaría al 60% para el PJ “reforzado”. Pero hoy Lavagna hace equilibrio para no quedar rompiendo el reciente acuerdo con los Kirchner. El torpe ataque fiscalista provocó, apenas a 100 días de gobierno, un vuelco del estado de ánimo en lugares donde el oficialismo logró gran adhesión electoral, como el caso Alperovich en Tucumán que hoy es repudiado en masivas protestas frente a la gobernación. Esta escisión de un amplio sector social que votó a favor de los Kirchner está provocando un tembladeral en la propia alianza del gobierno. Los gobernadores como Schiaretti, al igual que intendentes o radicales K tratan de mediar pronunciándose por el “dialogo” y hasta Scioli abrió negociaciones con la dirigencia del agro, “sin condiciones”, es decir, sin que levanten las medidas; mientras la presidenta y su gabinete sostienen que no negocian bajo “extorsión”.

Pero por sobre todo, la crisis ha puesto de manifiesto que los Kirchner adolecen de una fuerza organizada y militante capaz de transformar el amplio consenso social pasivo que mantuvieron hasta ahora en un apoyo activo ante crisis sociales y políticas como la que se abrió. Los grupos de choque de Moyano que venían siendo utilizados con relativa eficacia contra la vanguardia obrera y los delegados de base combativos que se encontraban en una situación de aislamiento, se muestran ahora impotentes ante la primera crisis de magnitud. Como reconoce el ultraoficialista Verbitsky “Sustentar las alianzas políticas en el 20 por ciento mejor pago de los trabajadores privados formales, que no luchan por la subsistencia sino por elevar el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias, y en una dirigencia partidaria que sólo sobrevivió gracias a la heterodoxia y el hiperactivismo kirchnerista, no son opciones sin consecuencias, a la hora del desafío de las 4x4” (Página/12, 23 de marzo). El gobierno no pudo hacer ninguna movilización masiva de apoyo a su política, salvo que consideremos como serias las demostraciones de D’Elía para dispersar de la Plaza a señoras paquetas de Caballito y Barrio Norte. La solicitada que difundirá la UIA y el plenario del Frente para la Victoria que reunirá Kirchner en Parque Norte, no aportará nada nuevo a la soledad en que se encuentra el elenco gubernamental ante esta crisis. Su verdadera y siniestra apuesta parece ser estirar el conflicto y jugar con el desabastecimiento que sufrirá el pueblo para cambiar a su favor la opinión pública.

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