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Revolución Rusa de 1917 - 1° parte

La Revolución de Febrero

13 de agosto 2004

Tres concepciones de la revolución rusa

La revolución de 1905 había dejado profundas huellas en Rusia. Toda una generación se había visto sacudida por ella. Los soviets, las huelgas, las insurrecciones, también habían fogueado a una importante vanguardia agrupada principalmente en torno a las diferentes fracciones de la socialdemocracia. En sus filas se desarrolló durante los años que siguieron a la revolución un importante debate sobre las características de la revolución en Rusia.
¿En qué consistía la discusión? A pesar de la gran industria que se había desarrollado en las ciudades rusas, en el campo los campesinos producían y vivían en condición semi-feudales. El anacronismo de siglos también se expresaba en la inmutable autocracia zarista. Ni siquiera las relaciones de producción capitalistas podían continuar desarrollándose con estas viejas estructuras. La revolución debía barrerlas, sus tareas indiscutibles eran la destrucción de la autocracia y la reforma agraria. Ahora bien ¿qué clases podían conducir la revolución capaz de realizarlas?
Los mencheviques tenían su respuesta: al ser estas asignaturas históricas propias de la burguesía, la revolución en Rusia sería una revolución burguesa, por lo tanto la clase obrera debía someterse a la dirección de la burguesía liberal que se encargaría de realizarlas.
Otra respuesta muy diferente tenían los bolcheviques encabezados por Lenin. Su razonamiento era el siguiente: la burguesía había demostrado desde 1848 que era incapaz de llevar hasta el final las tareas democráticas, le temía más al proletariado que a la monarquía. En Rusia la burguesía estaba unida por uno y mil lazos a los terratenientes con lo cual era impensable que les diese la tierra a los campesinos. Esto hacía que a pesar del carácter democrático-burgués de las tareas de la revolución estas solo pudiesen ser llevadas hasta el final por una alianza entre el proletariado y las masas campesinas. La cuestión de a qué clase corresponderá la dirección de esta alianza quedaba indeterminada hasta la revolución, esto dependía de si los campesinos lograban constituir un partido político propio, independiente de la burguesía. Esta revolución inauguraría una etapa democrática que daría al proletariado las condiciones para luchar por la revolución socialista.
Trotsky estaba de acuerdo con Lenin en que la burguesía liberal era incapaz de dirigir la revolución, también acordaba en que era necesaria una alianza con los campesinos, que constituían la abrumadora mayoría del pueblo ruso. Sin embargo, opinaba que estos últimos eran incapaces de construir un partido político propio y que en el momento decisivo irían detrás del proletariado o de la burguesía. El proletariado debía constituir su propia dominación de clase; sólo de esta manera obtendría la hegemonía sobre las masas campesinas. A su vez esto influía sobre el carácter de la revolución, ya que el proletariado una vez en el poder no se podría detener, a riego de ser derrotado, en las tareas democrático-burguesas, debía avanzar hacía tareas socialistas.1
Las revoluciones de 1917 vendrían a saldar esta discusión.

Comienza la revolución

Se preparaba en Rusia la conmemoración del Día Internacional de la Mujer para el 23 de febrero (el calendario ruso estaba atrasado en 13 días). Ningún partido esperaba algo más que un evento tradicional. Sin embargo, las obreras de la industria textil no opinaban lo mismo. El mismo 23 se declararon en huelga alrededor de 90.000 obreras y obreros. Las obreras se dirigieron hacia la Duma (parlamento) para pedir pan. Habían pasado más de dos años desde el comienzo de la primera guerra mundial y el pueblo ruso soportaba todas las penurias y las muertes de la aventura imperialista en la que el régimen zarista se había embarcado. Pero como era de esperarse las obreras no obtuvieron ninguna respuesta a sus demandas.
El 24, medio Petrogrado entra en huelga. En las calles se veían un continuo desfile de manifestaciones. Eran masas compactas de obreros cantando himnos revolucionarios seguidos de una muchedumbre donde se destacaban las gorras azules de los estudiantes. Al grito de “¡pan!” comienzan a seguirlo los de “¡abajo la autocracia!” y “¡abajo la guerra!”. El 25 se suman a la huelga las pequeñas empresas, los tranvías, los estudiantes universitarios. La huelga se va haciendo general.
El régimen zarista, debilitado por la guerra, quiere ahogar rápidamente el movimiento. Luego de haber apelado a la policía y a los cosacos decide también echa

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