logo PTS

TEORÍ

La Primera Internacional: lucha ideológica y primeros combates (II)

El movimiento obrero a través de su historia se ha organizado internacionalmente para enfrentar a los capitalistas y luchar por una sociedad libre de explotación y opresión poniendo en pie cuatro Internacionales. En esta sección de LVO presentamos una serie de artículos sobre esta historia, con sus debates, sus luchas, y sus lecciones. Esta segunda entrega trata sobre las luchas ideológicas y los primeros combates de la Primera Internacional.

José Montes

27 de junio 2013

El movimiento obrero a través de su historia se ha organizado internacionalmente para enfrentar a los capitalistas y luchar por una sociedad libre de explotación y opresión poniendo en pie cuatro Internacionales. En esta sección de LVO presentamos una serie de artículos sobre esta historia, con sus debates, sus luchas, y sus lecciones. Esta segunda entrega trata sobre las luchas ideológicas y los primeros combates de la Primera Internacional.

Como vimos en el artículo anterior (en LVO n° 526), la Primera Internacional se desarrolló en un contexto marcado por surgimiento de un nuevo movimiento obrero, de un auge de sus luchas y de su organización, y los integrantes de la Internacional van a ser activos protagonistas. Al mismo tiempo, en la clase obrera se dio un importante proceso de clarificación ideológica y política, expresado en la propia Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en los debates entre las diferentes corrientes que la componían. Entre las principales estaban: la corriente representada por Marx, Engels y su grupo; la de los anarquistas que se basaban en las teorías de Proudhon; la que constituían los dirigentes de las trade-unions (sindicatos obreros) inglesas; y la corriente anarquista dirigida por Mijaíl Bakunin que se incorporará a la AIT en 1868.

La emancipación de los trabajadores y lucha de clases
Entre las corrientes que componían la AIT, una de las de mayor influencia era la tendencia anarquista que se basaba en las ideas de Pierre Joseph Proudhon, quien había fallecido en 1865. Proudhon era un obrero, un intelectual autodidacta, un crítico mordaz de la propiedad burguesa a la que definía como un robo. Sin embargo, sostenía que el mejoramiento de la situación de los trabajadores pasaba por convertirse en pequeños propietarios mediante asociaciones obreras de ayuda mutua, especies de cooperativas de crédito y consumo.
Este planteo, sostenido por sus seguidores en las filas de la Primera Internacional, alejaba a los trabajadores de la necesidad de la lucha de clases contra la burguesía y su Estado y empalmaba con las ilusiones de un sector importante del nuevo movimiento obrero francés de lograr la emancipación por medios pacíficos.
Marx y Engels enfrentaron a esta corriente planteando que no se puede avanzar hacia la emancipación de los trabajadores dejando en paz a la sociedad capitalista existente, porque es ésta la que no deja, ni dejará nunca en paz a los trabajadores para asociarse libremente como productores. La lucha de clases entre la clase obrera y la burguesía no se puede eludir porque la explotación del trabajador es la fuente de la ganancia de los capitalistas y el fundamento del sistema.
A su vez, esta lucha adopta necesariamente un carácter político porque el Estado es un instrumento para la opresión de los trabajadores y sale al cruce allí donde el movimiento obrero pelea decididamente por sus derechos.
La tendencia de los proudhonianos a mantener a la clase obrera por fuera de la lucha de clases los llevaba incluso a rechazar la existencia misma de sindicatos y a estar en contra de las huelgas como método de lucha por considerarlas perjudiciales para los trabajadores en tanto desorganizaban la producción.
Como resultado de estos intensos debates se forma un bloque entre Marx y los dirigentes ingleses de las trade-unions que derrota a los proudhonianos, logrando que la AIT se pronuncie a favor de las huelgas y la organización de sindicatos. También contra la opinión de los proudhonianos la Internacional adoptó como parte de su programa la limitación de la jornada de trabajo a 8hs. Junto con estas definiciones la Internacional fue adoptando puntos muy importantes como la lucha por la propiedad colectiva de los medios de transporte y comunicación, contra los ejércitos permanentes y por el armamento para el pueblo, entre otros.
Gracias a estas definiciones adoptados sus dos primeros Congresos en 1866 y 1867, la AIT va a estar preparada para confluir e intervenir audazmente en el extendido proceso de huelgas que atravesaría Europa desde 1868. La Primera Internacional pondrá todos sus esfuerzos para que cada unos de estos conflictos triunfen y muchos de sus miembros van a estar a la cabeza. Tan amplias eran las campañas internacionales que hacía la AIT, por ejemplo para constituir los fondos de huelga, que la burguesía no podía entender cómo tanta plata salía de la solidaridad obrera y los diarios inventaban las historias más ridículas sobre el financiamiento “oculto” de la Internacional.
Alrededor de esta participación en las principales experiencias que va haciendo el movimiento obrero, durante los últimos años de la década de 1860, la AIT logra un crecimiento muy grande de su influencia entre los trabajadores, especialmente en Francia donde el movimiento era más extendido.

Lucha política “de presión” o lucha política revolucionaria
El primer Congreso de la Internacional (1866), también estuvo atravesado por la enorme lucha que estaban llevando adelante los trabajadores ingleses encabezado por las trade-unions por el derecho al voto para los trabajadores (en esa época la lucha todavía se limitaba al sufragio de los hombres, el sufragio para las trabajadoras recién se conquistará por primera vez con la Revolución Rusa de 1917). En junio de 1866 el movimiento tuvo su punto más alto con una enorme concentración de más de 60 mil personas en uno de los parques más grandes del centro de Londres, el Hyde Park, que casi se convierte en insurrección. Era la demostración más grande de la historia de clase obrera inglesa hasta aquel entonces, en la que dejaba claro el peso político que había adquirido.
En torno a esta lucha se dio otro importante debate en la AIT, esta vez entre Marx y los dirigentes de las trade-unions. Marx les criticaba que tuvieran confianza en los sectores de la burguesía que se decían democráticos. La clase obrera no podía confiar en la buena voluntad de los capitalistas sino exclusivamente en sus propias fuerzas. Los trabajadores tenían que defender a capa y espada su independencia política respecto a los explotadores y su Estado.
Marx tuvo razón. Los burgueses “democráticos” se comprometieron a abandonar el movimiento ni bien obtuvieron el voto para ellos. Sin embargo, para lograr frenar las movilizaciones, el gobierno igualmente tuvo que otorgar el derecho al voto a un sector de la clase trabajadora. La maniobra consistió en dejar afuera de la reforma electoral a los obreros que no contaban con una pieza propia donde vivir y a los trabajadores rurales.
En determinadas circunstancias a la burguesía le puede convenir otorgar ciertas concesiones parciales a los trabajadores para desactivar grandes movimientos como el que protagonizó la clase obrera inglesa en 1866. Pero contra las ilusiones que albergaban los representantes de las trade-unions, Marx alertaba que la emancipación de la clase obrera no puede llegar por una acumulación progresiva de conquistas parciales que la burguesía siempre trataría de revertir ni bien le fuera favorable la relación de fuerzas.
A diferencia de los representantes ingleses de las trade-unions, para Marx la lucha política no era una lucha para presionar al parlamento como complemento de la lucha sindical, sino una lucha por el poder de los trabajadores que implicaba la preparación de la clase trabajadora en cada combate parcial para una inevitable lucha revolucionaria contra la burguesía y su Estado. Los capitalistas ya habían demostrado en las revoluciones de 1848 que eran capaces de todo para mantener su dominación y, como veremos más adelante, lo volverían a mostrar pocos años después frente a la insurrección de los trabajadores de París en 1871.

Derrotar al Estado burgués… ¿y después qué?
A partir de 1868 se incorpora a la Internacional la tendencia de Mikail Bakunin que venía cobrando fuerza durante aquellos años. Bakunin era anarquista, pero a diferencia de los proudhonianos consideraba que para conquistar la liberación de los oprimidos era necesario hacer una revolución que destruyera al Estado burgués. En esto coincidía con Marx y Engels, sin embargo, Bakunin se oponía a toda acción política de la clase obrera.
Bakunin consideraba que los trabajadores no debían organizar partidos políticos propios. Rechazaba toda lucha política en la sociedad existente, como por ejemplo la lucha por el derecho democrático al voto que habían protagonizado los trabajadores ingleses, porque según él no hacía más que fortalecer al Estado. Marx criticaba duramente este abstencionismo porque dejaba, de hecho, la acción política en manos de partidos burgueses.
Estas diferencias también se expresaban a la hora de pensar la conquista del poder de los trabajadores. Según Bakunin los burgueses tienen el poder económico solo porque existe el Estado, si deja de existir el Estado la sociedad capitalista se derrumba sin más, abriendo directamente el paso a la emancipación de los oprimidos. Para Marx el dominio de la burguesía no se limita al Estado, sino que su poder parte de que tienen la propiedad privada de los medios de producción (son los dueños de las fábricas, los transportes, las materias primas, etc.). Con lo cual la resistencia de los capitalistas, continua e incluso se profundiza una vez que la revolución logra quebrar el aparato del Estado capitalista.
Por todo esto, Marx planteaba que la clase obrera debía oponerle al Estado burgués su propio poder estatal para imponer su dominación sobre la burguesía y para concentrar en sus manos los medios de producción sociales, y ponerlos en función de un plan económico, donde se produjera para las necesidades de las mayorías y no para la ganancia de los capitalistas.
Sin embargo, no se trataba para Marx de cualquier poder estatal. Si bien todo Estado existe para la dominación de una clase por otra, en este caso, el Estado que debe construir la clase trabajadora por primera vez en la historia, no buscará dominar a las mayorías sino al contrario, que las grandes mayorías participen verdaderamente del gobierno cotidiano, y que los mecanismos de dominación recaigan sobre la pequeña minoría de antiguos opresores y sus agentes.
A medida que se amplía la participación en este nuevo Estado de los trabajadores y se avanza en lograr cubrir las necesidades sociales, éste va perdiendo su razón de ser. Como decía Marx, “es un Estado transitorio que busca extinguirse junto con las formas de explotación y opresión”. A este Estado transitorio gobernado por los trabajadores, basado en la más amplia democracia para las mayorías y donde la dominación recae sobre la minoría de los capitalistas, Marx lo llamó “dictadura del proletariado”.
Estas discusiones pronto superarán el terreno de los discursos. La clase obrera se va enfrentar prácticamente a este problema en 1871, poniendo a prueba los diferentes programas y estrategias que tenía hasta entonces el movimiento. En aquel año por primera vez en la historia el proletariado va a poner en pie un gobierno propio: la Comuna de París.
La heroica lucha de los comuneros y la intervención de la Primera Internacional serán los temas que desarrollaremos en el próximo número de LVO.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: