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La Iglesia y la igualdad civil

En su célebre polémica con Bruno Bauer acerca de la cuestión judía, Carlos Marx defendió el derecho democrático de los judíos a adquirir derechos políticos de ciudadanía, fundamentando que el desarrollo burgués sentaba las bases para la emancipación política del Estado respecto de la religión, pasando esta del derecho público al derecho privado, perdiendo así la cuestión judía su significación teológica para transformarse en cuestión secular laica.

Miguel Raider

6 de mayo 2010

En su célebre polémica con Bruno Bauer acerca de la cuestión judía, Carlos Marx defendió el derecho democrático de los judíos a adquirir derechos políticos de ciudadanía, fundamentando que el desarrollo burgués sentaba las bases para la emancipación política del Estado respecto de la religión, pasando esta del derecho público al derecho privado, perdiendo así la cuestión judía su significación teológica para transformarse en cuestión secular laica. “El Estado se emancipa de la religión al emanciparse de la religión de Estado; es decir cuando el Estado como tal no profesa religión alguna y se profesa a sí mismo como Estado”, fundado sobre la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, donde la religión se desplaza hacia la esfera de la vida privada.

En el sentido enunciado, la virulenta oposición de la Iglesia católica al derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo expresa todo su desprecio a la igualdad civil ante la ley, más allá de que esta sea una de las premisas fundantes del sistema capitalista, mediante la cual se enmascara la desigualdad social entre los capitalistas que monopolizan la propiedad de los medios de producción y cambio y las grandes mayorías de desposeídos que sólo poseen su fuerza de trabajo para vender en el mercado. Ese desprecio ante la igualdad civil es el mismo que se expresa en los delitos de abuso sexual cometidos por sacerdotes, los que fueron sustraídos de la justicia civil por el Vaticano para ser asignados como simples “pecados” bajo el examen del Código de Derecho Canónico (la legislación interna de los curas) que los mantuvo en la impunidad.

Como reacción feudal al Estado secular, la Iglesia considera el matrimonio como “uno de los siete sacramentos que iluminan el alma”, una “ley natural divina que une hombre y mujer por los designios del creador”. Así como hoy condena el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo, en 1.888, cuando fue sancionado el matrimonio civil, lanzó una furiosa campaña denunciando un “ataque a la familia, a la tradición y a los valores culturales de la sociedad”, considerándolo un estatuto de segunda clase como el concubinato. En 1.867 excomulgó y obligó a renunciar el gobernador santafesino Nicasio Oroño, tras el primer intento de instituir el matrimonio civil, mientras durante toda la época de la colonia proscribió el matrimonio interracial.

La predominante ingerencia de esta institución reaccionaria en la vida civil de la personas, sobre todo en materia de educación y salud, es incompatible con una vida laica plena. La separación de la Iglesia del Estado, una tarea democrática que la burguesía en tanto clase conservadora no supo resolver, debe ser parte del programa que enarbole la clase obrera en pos de su liberación así como de toda la humanidad.

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